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expedido el 13 de setiembre, la víspera de cerrarse la legislatura y dar por terminadas sus tareas las córtes generales y extraordinarias, como luego veremos.

Imposible era, y así lo comprenderán fácilmente nuestros lectores, que un Congreso tan dado á reformar todos los elementos constitutivos del órden social, desatendiese el de la hacienda pública, nervio de la vida de un Estado. Pero antes de anunciar lo que en esta materia hizo, veamos cómo quiso asegurar en lo posible la moralidad administrativa en los funcionarios públicos, sin cuya condicion no hay sacrificios que alcancen á llenar las cargas de la república. A este fin habia establecido reglas para hacer efectiva la responsabilidad de los empleados que delinquiesen ó faltasen en el desempeño de sus cargos, comenzando por los magistrados y jueces, y siguiendo por los empleados de las demás clases, hasta los ministros, y hasta los regentes del reino; bien que respecto á estos últimos se modificó la disposicion á ellos concerniente en el reglamento para la nueva Regencia, haciéndolos irresponsables, como atrás apuntamos, y dejando toda la responsabilidad de los actos de gobierno á los ministros. Señalábanse las penas correspondientes á los delitos de prevaricacion y de cohecho y otros, así como á los abusos por descuido, ineptitud, ú otras cualesquiera causas, y designábanse los tribunales ante los cuales cada uno habia de ser juzgado.

Viniendo al sistema económico ó de hacienda, aparte de algunas medidas parciales, como la creacion de la Direccion de Hacienda pública, la supresion de la Contaduría general de Propios y otras análogas, la reforma radical que en esta materia las córtes extraordinarias hicieron, tambien en víspera de disolverse ellas, fué la que se denominó Nuevo plan de contribuciones públicas, y éralo en efecto. Trabajando habia venido en él una comision, y su informe fué obra del diputado Porcel, que llegado de los postreros á aquellas córtes como el señor Antillon, se colocó como él en breve, dice el historiador diputado de las extraordinarias, «al lado de los mas ilustres, por su saber, y por ser hombre de gran despacho y muy de negocios.>>

solo se obtiene á fuerza de tiempo y de repeticion de costosas investigaciones. Mal recibida por los pueblos la contribucion única, perdieron para con ellos prestigio las córtes.

Resentíase de la misma falta el presupuesto de gastos é ingresos para el año 1814, que presentó la comision, y que fué aprobado con ligero debate. Ascendian los gastos á 950.000,000 de reales; de ellos consumia los 80 la marina, 560 el ejército, cuya fuerza se calculaba en 150,000 infantes y 12,000 caballos. Contábase para cubrir estos gastos con el producto de las aduanas de las costas y fronteras, y con las rentas llamadas eclesiásticas que se conservaron, el cual se suponia ascenderia á 464.000,000, poco mas ó menos; el resto hasta los 950 se habia de llenar con la contribucion única directa que habia reemplazado á todas las demás suprimidas. Fundábase todo en cómputos poco seguros.

Como se deja ver, redoblaron las córtes sus tareas al tiempo que iban á cerrarse, estando señalado para ello el mismo 14 de setiembre; y para dejar terminados los trabajos pendientes de mas importancia celebraban sesiones de dia y de noche. Era tambien su propósito dejar por herencia á las ordinarias, próximas ya á reunirse y á sustituirlas, la obra de la regeneracion política hecha y planteada en todas sus partes mas esenciales. Pero antes de llegar á su término y clausura, cúmplenos dar cuenta de cuestiones y debates intrincados que acerca de sí mismas y de su suerte habian tenido. Y no nos referimos en esto al reglamento, que tambien hicieron, para el gobierno interior de la asamblea, y se publicó como decreto el 4 de setiembre, así como la designacion de personas que habian de componer la Regencia del reino cuando las córtes ordinarias se hallaran reunidas, que serian la reina madre, si la hubiese, y los dos consejeros de Estado mas antiguos; y si no hubiese reina madre, los tres mas antiguos consejeros de Estado, que era como á la sazon se hallaba constituida.

Nos referimos á la cuestion que se habia suscitado y acaloradamente discutido sobre si convenia ó no trasladar, ó sea volver á Madrid el asiento del gobierno, y por consecuencia el de la representacion nacional; cuestion ya en el año anterior promovida, pero renovada con mas calor á consecuencia de haber quedado libre de enemigos la capital y el interior del reino, y á la cual dió fuerza é impulso una exposicion del ayuntamiento de Madrid, en que así lo pedia, ya por las ventajas que de ella reportaria el vecindario, ya por el derecho que creia asistirle, y ya tambien por temor de que prolongándose la estancia del gobierno en otra parte, dejara de irse considerando á Madrid, y acaso dejara de serlo en definitiva, la corte y cabeza de la monarquía española de que estaba en posesion hacia siglos, cualesquiera que fuesen los inconvenientes y cualquiera que fuese el error de haberla fijado en punto tan central. A estas razones se agregaba el interés de unos y el propósito de otros de alejar cuanto antes las córtes y el gobierno de la ciudad de Cádiz, cuya poblacion miraban como pernicioso foco de ideas exageradamente reformadoras. Cuestion de índole especial, y en la cual por lo mismo se confundian los pareceres de diputados, en otros puntos y materias divergentes y opuestos.

Consistia este nuevo plan en la supresion de todas las contribuciones sobre los consumos, y conocidas con las denominaciones de rentas provinciales y sus agregadas, como alcabalas, cientos, millones, martiniega, fiel medidor, renta del jabon, frutos civiles, derechos de internacion y otras de su clase que se cobraban en varias provincias del reino; en la de las rentas estancadas mayores y menores; en la de las adua nas interiores; y aun la de la extraordinaria de guerra, que venia rigiendo desde los decretos de la Junta Central y de las córtes de 1810 y 1811, estableciéndose en sustitucion de todas una contribucion general directa, con arreglo á lo dispuesto en los artículos 3 y 339 de la Constitucion, debiendo distribuirse sobre la riqueza total de la Península é islas adyacentes, conforme á lo que poseyera cada provincia, cada pueblo y cada individuo. La riqueza nacional se consideraba compuesta de los ramos ó especies, territorial, industrial y comercial. La primera distribucion habia de hacerse conforme al resultado del censo de 1799, publicado en 1803, y para suplir la falta de dicho censo respecto á la riqueza comercial, sirvió de base á las córtes el estado comparativo de la de las proPasada la exposicion del ayuntamiento de Madrid á informe vincias presentado por la comision extraordinaria de Hacien- de la Regencia y del Consejo de Estado, ambos cuerpos fueron da, y aprobado para este solo efecto en la sesion de 22 de de opinion de no ser por entonces conveniente mudar el asienagosto. Acompañaba al decreto una instruccion á las diputato del gobierno. La razon era convincente; porque dueño tociones provinciales para su ejecucion (13 de setiembre). Y por último el 14 de setiembre, dia en que cerraron sus sesiones, quedaron señaladas las cuotas de la contribucion directa correspondientes á cada provincia.

En varias ocasiones hemos emitido ya nuestro parecer acerca del sistema del impuesto único directo tantas veces ya en España intentado. Mejor intencion y deseo que conocimientos y práctica administrativa mostraron esta vez los legisladores de Cádiz. Y si dificultades se encuentran siempre que se ha tentado plantearle, crecen aquellas ó se hace casi imposible superarlas cuando se ha partido, como se partió ahora, de datos imperfectísimos, y no hay, como no habia, y es indispensable, un catastro ó estadística exacta de riqueza, ó aproximada al menos á la exactitud; operacion dificilísima y que

davía el enemigo de las plazas fronterizas, y atendidos los azares y vicisitudes de una guerra, era todavía arriesgado trasladar aquel á un punto abierto é indefendible, expuesto á una incursion atrevida y repentina. Procuraron no obstante aquellos cuerpos no descontentar en lo posible ni á Cádiz ni á Madrid, proponiendo en su informe: 1.° que no se fijase todavía el dia de la traslacion: y 2.° que cuando esta hubiera de verificarse, seria solo á Madrid. Aunque juicioso este dictámen, fué sin embargo acaloradamente combatido, pero al fin prevaleció en las córtes.

Cuando ya se creia haber salido de esta dificultad, presen

tóse una proposicion pidiendo que las córtes ordinarias, convocadas ya, y que habian de instalarse el 1.o de octubre, se abriesen en Madrid y no en otra parte alguna. Produjo esta

proposicion nuevos y mas acalorados debates, y tan divididos | por espacio de tres dias del asunto de traslacion, y acusaban

y tan equilibrados andaban los pareceres, que puesta á votacion resultó esta empatada, siendo mas de 200 los votantes. Repitióse el siguiente dia, conforme á un artículo del reglamento del gobierno interior que preveia este caso, y entonces resultó desechada por solos cuatro votos de mayoría. Murmuraban los vencidos en esta resolucion contra los vencedores; atribuíanles propósitos interesados, pero ellos procuraron desvanecerlos y acallar todo género de hablillas, presentando proposiciones encaminadas á que se apresurase todo lo posible la llegada de los diputados de las córtes ordinarias, y á que las extraordinarias concluyesen y cerrasen cuanto antes sus sesiones, al menos para que no se prorogasen mas allá del tiempo indicado y debido.

Procedióse pues al nombramiento de la diputacion permanente (8 de setiembre) que la Constitucion prescribia para suplir la representacion nacional en los intermedios de unas córtes á otras, pues aunque las ordinarias estaban ya preparadas y apenas habia de mediar intersticio, tenia aquella que presidir las juntas preparatorias (1). Hecho esto, y lo demás que acabamos de referir, señalóse el 14 de setiembre para cerrarse las córtes extraordinarias. Aquel dia asistieron todos los diputados á un Te-Deum que se cantó en la catedral, y volviendo al salon de sesiones, se leyó el decreto siguiente: «Acercándose el dia en que los diputados de las córtes ordinarias deben reunirse para el exámen de sus respectivos poderes, las córtes generales y extraordinarias han decretado cerrar sus sesiones hoy catorce de setiembre de mil ochocientos trece.» El presidente, que lo era á la sazon don José Miguel Gordoa, pronunció un discurso especificativo de sus principales trabajos, que fué escuchado y acogido con aplausos muy cordiales, y á poco dijo en alta y firme voz: «Las córtes generales y extraordinarias de la nacion española, instaladas en la isla de Leon el 24 de setiembre de 1810, cierran sus sesiones hoy 14 de setiembre de 1813.» Firmóse el acta y evacuaron el salon los diputados.

Los plácemes que estos recibieron de la muchedumbre al retirarse á sus casas, los festejos y serenatas con que por la noche los agasajaron, convirtiéronse en luto y tristeza al siguiente día. La fiebre amarilla volvió á presentarse en la poblacion: el gobierno alarmado resolvió en silencio retirarse al Puerto de Santa María, pero la diputacion permanente de córtes comenzó luego á ejercer las funciones de su cargo oficiando á la Regencia sobre los temores que podria infundir y los males que podria ocasionar aquella retirada, y en su virtud la Regencia excitó á la diputacion á que convocara inmediatamente las córtes para tratar del asunto; si las extraordinarias que acababan de cesar, ó las ordinarias que iban á reunirse, no se sabia: optóse por aquellas, por ser mas pronto el remedio.

Abriéronse pues de nuevo las córtes extraordinarias á los dos dias de haberse cerrado (2). Tratóse en ellas largamente.

(1) Los nombrados para la diputacion permanente fueron: don José Espiga, diputado por la junta provincial de Cataluña; don Mariano Mendiota, por la provincia de Querétaro; don Jaime Creus, por la de Cataluña; don José Joaquin de Olmedo, por la de Guayaquil; don José Teodoro Santos, por la de Madrid; don Antonio Larrazabal, por la de Guatemala; el marqués de Espeja por la de Salamanca; y en clase de suplentes, don José Cevallos, por la de Córdoba, y don José Antonio Navarrete, por la de Piura en el Perú.-Como se ve, se dió gran representacion en la diputacion permanente á los diputados americanos.

(2) Hé aquí los curiosos pormenores que nos dejó consignados el diputado Villanueva en su Viaje á las córtes (y es la última página de-su obra) acerca de este suceso y de la sesion del 16:

«Este es por ventura, dice, uno de los dias en que corrió mayor riesgo la tranquilidad pública y la salud de la patria.....-Refiere lo que habia ocurrido acerca de la salida del gobierno, y añade: «Algunos de estos (diputados y otros sujetos de la ciudad), habiéndome encontrado al anochecer en la Alameda..... me hicieron presente el daño que iba á resultar si se verificaba la salida acordada de la Regencia. Uno de ellos añadió que iba á haber un levantamiento en Cádiz esta noche si no se juntaban las córtes extraordinarias, añadiendo que si estas acordaban la salida, todos

con acritud al gobierno por haberla determinado por sí súbita y sigilosamente. Espinosa era en verdad la cuestion de si habian de arrostrar allí las córtes y el gobierno los rigores de la epidemia: no era fácil calcular los males é inconvenientes que de quedarse ó de partir podrian seguirse. Inciertos y perplejos andaban los médicos á quienes se consultaba; ¿ni cómo podian tampoco emitir un dictámen que no fuese, ó científical ó políticamente arriesgado? Porque el pueblo de Cádiz no perdonaba á los que opinaban por la salida de la ciudad, y el mismo don Agustin Argüelles, con ser uno de los diputados mas queridos y mas recientemente festejados, estuvo por lo mismo en riesgo de sufrir el enojo y las iras del vulgo. Añádase á esto que diputados distinguidos negaban la existencia de la peste, y el señor Mejía, que pasaba por entendido en medicina, llegó á decir en uno de sus discursos, que apostaba la cabeza á que no existia la fiebre amarilla en Cádiz. Perdió la apuesta y la cabeza el erudito representante americano, puesto que fué una de las víctimas de la epidemia en que no creia.

No sabiendo cómo atinar en caso tan arduo; siendo varias las comisiones, y varios tambien los dictámenes de estas; desechándose sucesivamente, porque no satisfacia ninguno; creciendo entre tanto el desasosiego; irritados dentro los ánimos, y temiéndose alborotos fuera; cada dia mas difundida la epidemia; contándose ya mas de veinte diputados muertos, y sobre sesenta enfermos, acabóse por aprobar lo que propuso el señor Antillon, que fué dejar á las córtes ordinarias tan próximas á reunirse la resolucion de tan difícil negocio. En su consecuencia acordaron volver á cerrarse definitivamente el 20, leyéndose el siguiente último decreto: «Habiendo las córtes extraordinarias acordado sobre el asunto para que, á propuesta de la Regencia del reino, fueron convocadas en el dia 16 del corriente por la diputacion permanente, han decretado cerrar sus sesiones hoy veinte de setiembre de mil ochocientos trece.»

De esta manera y en circunstancias tan azarosas y aflictivas terminaron aquellas célebres córtes, al cabo de tres años de existencia y de afanoso y patriótico trabajar. Comenzaron sus arduas tareas reinando una epidemia en Cádiz, y retumbando sobre sus cabezas el estampido de las bombas enemi gas, y las concluyeron afligiendo á la ciudad la misma epidemia, pero libre la Isla y casi toda la nacion de enemigos. Terminaron sus luchas parlamentarias cuando se resolvia la lucha de las armas en favor de la independencia. El valor y la perseverancia de nuestros guerreros libraba á la nacion de la tiranía extranjera: el patriotismo y la ilustracion de nuestros representantes la regeneraba políticamente: con defectos de inexperiencia, hicieron no obstante unos y otros una grande obra y un inmenso bien, que no habia de ser perdido. Sea siempre á unos y á otros la patria agradecida.

se conformarian con su resolucion. Pidiéronme todos que dispusiese las cosas de suerte que se congregasen al momento las córtes, y me ví tan estrechado, y ví tan cierto y próximo el peligro que me anunciaban, que les dí palabra de que se celebrarian córtes esta misma noche, y que yo respondia de ello, obligándome á practicar cuantas diligencias condu jesen á este fin, y que por lo mismo se tranquilizasen y procurasen sosegar los ánimos inquietos. Comenzó á reunirse allí mucha gente. Yo procuré persuadirles que se separasen y me desprendí de ellos asegurándoles nuevamente en lo que les tenia ofrecido. Yéndome desde allí al cuarto del señor Agar con don Francisco Serra, encontramos con el señor presidente de las córtes extraordinarias Gordoa, y le obligué á que viniese conmigo. Al señor Agar le hice ver lo prevenido en la Constitucion sobre el modo de celebrar córtes extraordinarias en los casos urgentes: concurrió el señor Ciscar, y tambien los secretarios Alvarez Guerra y Cano Manuel, y todos se convencieron de la necesidad de convocar al momento las cortes. Mientras se ponia el oficio para el presidente de la diputa cion, fuí yo al salon de cortes; hallé á su rededor mucha gente reunida; fuíles diciendo que iban á celebrarse cortes; con lo que se sosegó el clamor. Volví por el oficio, que traje yo mismo á la diputacion, que estala reunida en el salon, y sucedió lo demás que consta en los Diarios.»

CAPITULO XXVI

Los aliados en Francia.-Las córtes en Madrid.—
Decadencia de Napoleon

1813

(De octubre á fin de diciembre.)

Posiciones de nuestras tropas en el Pirineo.-Resuelve Wellington atacar la línea francesa.-Pasan los aliados el Bidasoa.—Arrojan de sus puestos al enemigo.-Admirable comportamiento del 4.o ejército español.-Idem del de reserva.-Excesos y desmanes de ingleses y portugueses. Solicitud de Wellington en reprimirlos y castigarlos.-Ríndese Pamplona á los nuestros: capitulacion.-Avanzan Wellington y los aliados.-Combate glorioso.-Pasan el Nivelle.-Acorralan á Soult contra los muros de Bayona.-Hacen alto en Saint-Pé.-Levantan atrincheramientos y líneas de defensa.—Lluvias, privaciones, desabrigo y penalidades de los nuestros en aquel campamento.- Vuelve á España una parte de las tropas españolas.--Son embestidos los aliados en sus estancias.-Pásanse á los nuestros dos batallones alemanes. -Atacan los franceses otro lado de nuestra línea.- Firmeza de los nuestros.-Pérdida de unos y otros en los combates de estos dias.Franceses y aliados hacen alto en sus operaciones.-Sucesos de Valencia.-2.o ejército.—Rendicion de algunas plazas que aun tenian los franceses. — Cataluña.-Disminucion del ejército francés.-Primer ejército español.-Reencuentros favorables á los nuestros.-Desánimo de Suchet.-Córtes.-Instalacion de las córtes ordinarias.-Sesion preparatoria.-Discurso del señor Espiga.- Causas por qué faltaban muchos diputados.-Súplenlos los de las extraordinarias.-Influencia que estos ejercieron en las deliberaciones. - Diferencia de ideas políticas entre estas córtes y las pasadas.-Causas de esta diferencia.--Cómo se mantuvo el equilibrio de los partidos.-Acuerdan trasladarse á la Isla de Leon á causa de la epidemia de Cádiz.-Presupuesto de ingresos y gastos.-Medios para cubrir el déficit.-Cuestion ruidosa sobre el mando de lord Wellington.-No se resuelve.-Diputados reformistas y anti-reformistas.—Atentado contra la vida del diputado Antillon. — Acuerdan las córtes y el gobierno trasladarse á Madrid.—Júbilo de la capital con motivo de la llegada de la Regencia. —Lucha gigantesca entre Napoleon y las potencias del Norte.-Grandes pérdidas del ejército francés. Sistema de guerra de los confederados.-Fuerzas inmensas de estos.-Sombríos presentimientos de Napoleon.-Memorables y sangrientas batallas de Leipsick, de las mayores y mas terribles que registra la historia de todos los siglos.-Combate llamado de los Gigantes.-Infortunios de Napoleon.-Defeccion de sus aliados.-Voladura del puente de Lindenau.-Desastrosa retirada de los franceses. Esfuerzos y apuros para llegar al Rhin.-Escasas reliquias del grande ejército francés.-Regreso de Napoleon á Paris.-Sus nuevos proyectos.-Angustiosa situacion de 190,000 hombres dejados en las guarniciones del Elba, del Oder y del Vístula.-Rendicion de la de Dresde -Sufrimientos y penalidades de las otras.-Situacion general de Europa y particular de España al terminar el año 1813.

Al modo que en las enfermedades del cuerpo, así en las grandes contiendas de los Estados, hay períodos de crísis, pasados los cuales, si aquella se resuelve felizmente, los individuos y los Estados progresan y marchan en bonanza en la vía de su restablecimiento, si algun siniestro inopinado no los hace retroceder. La peligrosa crísis por que pasó la España se habia resuelto hacia el comedio de este año, comenzó la nacion á convalecer en el estío, y veremos en el otoño é invierno, en sus dos extremos septentrional y meridional, allí correr prósperos los sucesos militares, aquí los políticos; y en movimientos encontrados, en el Norte salir nuestros ejércitos y derramarse allende las fronteras de la Península, en el Mediodía moverse el gobierno y los cuerpos políticos y dejar los confines del reino para restituirse á su asiento central.

Las fuerzas aliadas que al mediar setiembre dejamos en la cordillera de los Pirineos despues de haber lanzado del suelo español á los franceses y escarmentádolos en el esfuerzo que para invadirle de nuevo hicieron, mantuviéronse el resto de aquel mes, dándose respiro y descanso, casi en las mismas posiciones en que las hemos visto, extendiéndose desde el Bidasoa hasta los Alduides. A la parte de aquel rio se colocó el general inglés Graham luego que terminó la conquista de San Sebastian y su castillo, fortificándose él ahora como en segunda línea entre los montes Aya y Jaizquivel, formada la primera por la orilla arriba del Bidasoa, divisorio de España y Francia. Al otro extremo de la línea estaba don Francisco Espoz y Mina con la octava division, bien que ocupados dos

TOMO V

233 trozos de ella en amenazar, el uno el fuerte de Jaca, que aun tenian los franceses, el otro á San Juan de Pié-de-Puerto. La villa de Lesaca continuaba sirviendo de cuartel general al duque de Ciudad-Rodrigo, que reuniendo municiones y haciendo aprestos militares, se preparaba á nuevas operaciones detenidamente, como siempre que proyectaba algun movimiento.

No menos se preparaba el de Dalmacia (Soult), que tenia sus reales en San Juan de Luz, fortificando con obras de campaña su primera línea, instruyendo, reorganizando y disciplinando sus tropas, las cuales se reforzaban con los conscriptos del Mediodía del imperio, habiéndose destinado hasta 30,000 de ellos al ejército de la frontera de España, cuyo depósito estaba en Bayona.

pa, todo lo que acreceria su reputacion, el ser el primero que Comprendia Wellington todo el efecto que haria en Eurose atreviera á pisar el suelo francés y á invadir aquella nacion, terror hasta ahora de las demás potencias, y que parecia aspirar á absorberlas todas. Decidido ya á ello el generalísimo de los aliados, y provisto de cuanto era menester, determinó dar un avance simultáneo por toda la línea; instruyó á los generales de su plan de ataque; todos habian de arremeter á una señal dada, que era para los ingleses un cohete disparado desde el campamento de Fuenterrabía, para los españoles una bandera blanca enarbolada en San Marcial, ó bien tres granñales, moviéronse todos resueltamente á cruzar el Bidasoa, des fogatas. Era la mañana del 17 de octubre, y dadas las secomo lo verificaron los ingleses y portugueses en cuatro columnas por otros tantos vados entre Fuenterrabía y Behovia, por otros mas arriba dos divisiones del 4.° ejército español que regia Freire, mandadas inmediatamente por los generales Bárcena y Porlier, y por otro vado aun mas arriba la division del mando interino de Goicoechea.

gueses tomaban, marchando desde Andaya, la altura titulada En tierra francesa unos y otros, mientras los anglo-portude Luis XIV, y se apoderaban de siete piezas que el enemigo tenia en los reductos, el bizarro coronel español Losada, de la brigada de Ezpeleta, caia víctima de su arrojo en la parte de al pronto aquellas tropas, advertido que fué por el brigadier Saraburo; y como este desgraciado incidente hiciera vacilar intrépidamente al rio, de tal manera reanimó con su ejemplo Ezpeleta, tomó una bandera en la mano, y lanzándose con ella á los suyos que todos le siguieron, y se apoderaron en poco tiempo de los puestos fortificados del enemigo. Parecida operacion ejecutaba la cuarta division española, cogiendo tres cañones que los franceses tenian en el declive de la montaña y persiguiéndolos camino de Urogne, en la carretera de San de Mandale, desalojándolos en seguida de la Montaña Verde, Juan de Luz. Condujéronse con igual brio las demás tropas, y no hubo punto en aquellas montañas, de los que tocaba tomar á los españoles, de que no se enseñorearan las ya acreditadas tropas del 4.o ejército.

obligacion cumplidamente. El general inglés Alten, ayudado Por la derecha de la línea llenaba tambien cada uno su de la division española de Longa, encargado de embestir los atrincheramientos de Vera, hizo 700 prisioneros franceses, cia del conde de La Bisbal regia el ejército de reserva de Ancon 22 oficiales: y don Pedro Agustin Giron, que en la ausendalucía, obligó á los enemigos á encaramarse y guarecerse en la cumbre y santuario de la escabrosa montaña de la Rhune,

donde estuvieron aquella noche y todo el siguiente dia. Mas dos, y dispusiese de acuerdo con Giron atacar las obras que como en la mañana del 8 acudiese el generalísimo de los aliadesalojarle de allí por medio de una bien entendida y valeroen el contiguo campo de Sare el enemigo tenia, y consiguiera samente ejecutada maniobra, bajaron los franceses al amacobijado, tomando los nuestros posesion de las obras y recinnecer del 9 (octubre) de la cima y ermita en que se habian tos que aquellos iban evacuando. Todavía el francés recobró el 12 uno de los reductos, é intentó el 13 recuperar otros atacando los puestos avanzados de las tropas de Giron, pero nuevamente escarmentados aquel dia, mostraron no querer por entonces mas reencuentros. Aquellos triunfos no los obtuvimos sin sacrificio, pues perdimos en los diferentes com.

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bates 1,562 hombres, de ellos la mitad ingleses y portugueses, la otra mitad españoles, por haber tocado á estos los puntos de mas dificultad y empeño.

Viéndose los aliados dueños de una parte de suelo extranjero y enemigo, de suyo propensa la soldadesca á entregarse á excesos y desmanes, diéronse á cometer todo género de vejaciones y tropelías, como quien encontraba la ocasion de desquitarse de las que los franceses habian por mas de cinco años cometido en España. Aunque vituperable este proceder en todos, extrañábase menos en aquella parte del ejército español que habia pertenecido antes á las guerrillas y cuerpos indisciplinados. Pero lo notable y extraño fué que primero que estos y mucho mas que ellos se desbordaron y señalaron en la obra de destruccion, de incendio, de pillaje y de violencia los ingleses y portugueses, con el escándalo de ser muchos de sus oficiales los que en vez de contener y reprimir concitaban con su propio ejemplo á los soldados al saqueo. Bien que deja de asombrar semejante conducta, cuando se considera que una gran parte de ellos eran los incendiarios, saqueadores y violadores de San Sebastian. En honor de la verdad en esta ocasion anduvo Wellington mas solícito que en aquella en corregir y castigar los desmanes de su gente: en una proclama les decia á los oficiales despues de una severa reprimenda, que estaba determinado á dejar el mando de un ejército cuyos oficiales no le obedecian, y envió varios de ellos á Inglaterra con recomendacion y á disposicion del príncipe regente. ¡Lástima que no hubiera desplegado en San Sebastian algo siquiera de esta laudable severidad!

No tuvo por prudente Wellington avanzar é internarse mas en el territorio francés, en tanto que no se rindiese la plaza de Pamplona que dejaba atrás. Y mientras esto sucedia, habilitó los puentes del Bidasoa y fortificó sus estancias del otro lado de los Pirineos. Continuaba bloqueando á Pamplona don Carlos de España y el príncipe de Anglona con una division del tercer ejército. El general Cassan, que mandaba la guarnicion francesa, mostróse muy firme en tanto que pudo esperar ser socorrido de Francia. Mas esta esperanza se iba desvaneciendo, el tiempo trascurria, los víveres escaseaban, desanimaba su gente, y vióse precisado á proponer á los nuestros (3 de octubre, 1813), ó que permitieran salir á los vecinos y paisanos ó que le suministraran raciones para ellos. Con la negativa, que era natural á esta proposicion, resolvióse á tentar una salida desesperada, la cual se verificó con la acostumbrada impetuosidad francesa (10 de octubre), en términos de arrollarlo todo los suyos en el principio hasta alojarse en algunos de nuestros atrincheramientos. Mas por fortuna, repuestas de aquella primera sorpresa unas compañías españolas, arremetiéronlos á la bayoneta tan vigorosamente que los desalojaron de aquel puesto y siguieron acosándolos hasta el glacis de la plaza. Pertenecian estas compañías al tercer ejército que mandaba el de Anglona.

Informado á los pocos dias don Cárlos de España de que el gobernador francés tenia el designio de desmantelar la plaza, hízole intimar (19 de octubre) que si tal ejecutase, estaba autorizado por el generalísimo de los aliados, y así lo cumpliria, para pasar á cuchillo la plana mayor y toda la oficialidad, y para diezmar la guarnicion entera. No era en verdad el general Cassan hombre á quien se intimidara fácilmente con amenazas, y así fué que respondió desdeñosa y altivamente á la del español. Pero las circunstancias eran mas fuertes que su carácter, y la necesidad superior á su firmeza. Así fué que el 24, cediendo á las unas y á la otra, él mismo mostró deseos é hizo indicaciones de ajuste, con tal que los dejasen á él y á la guarnicion de su mando volver libremente á Francia. No fué la proposicion admitida, pero dió ocasion á conferencias y tratos, que tuvieron por término convencerse al fin el francés de la inutilidad de su resistencia, y avenirse á rendir la plaza (31 de octubre, 1813), quedando prisionera de guerra la guarnicion: y firmada que fué la capitulacion, entraron los españoles en la posesion de una de las primeras y principales plazas que habian estado constantemente en poder de franceses desde los primeros dias de su invasion en España en 1808 (1).

(1) En la Gaceta de Madrid del 20 de noviembre se insertó la copia

Desembarazada y libre con esto la derecha del ejército aliado, pudo ya lord Wellington proseguir con mas confianza su plan de alejar mas y mas á Soult de la frontera española, y de avanzar él por tierra francesa. Hallábase aquel establecido en las orillas del Nivelle, que desemboca en el Océano por San Juan de Luz, con atrincheramientos que enlazaban el pequeño puerto de Socoa con la aldea antes nombrada de Urogne. Ocupaba su centro las alturas de Sare y de la Petite-Rhune, y su izquierda la márgen derecha del Nivelle, amparándose en los cerros que defienden la entrada de Ainhoue, describiendo el centro y alas un semicírculo. Conservaba además en San Juan de Pié-de-Puerto algunas fuerzas en observacion de Mina y otros caudillos españoles.-Componian la derecha del ejército aliado dos divisiones inglesas, la portuguesa, que regia Hamilton, y la española de don Pablo Morillo. Formaban el centro derecho tres divisiones británicas, y el izquierdo el ejército de reserva de Andalucía que guiaba don Pedro Agustin Giron. Contra las fuerzas francesas situadas en la PetiteRhune habian de obrar la division ligera del inglés Alten, y la española de don Francisco Longa; á cuyas maniobras arreglaria las suyas sir Stapleton Cotton con tres brigadas de artillería y una de caballería que mandaba. Tenia instrucciones de cómo habia de moverse don Manuel Freire con dos divisiones y una brigada del 4.° ejército, comandadas por don Diego del Barco y don Pedro de la Bárcena. Desde el puesto que ocupaba Freire hasta el mar obraria por lo largo de la línea sir John Hope, que habia sucedido al general Graham, conquistador de San Sebastian. Lord Wellington con su cuartel general se hallaba en el centro.

Habia este retardado unos dias la acometida á causa de las lluvias. Verificóse en la mañana del 10 de noviembre (1813) por el centro derecho, atacando y tomando la division británica de Cole un reducto, que los franceses defendieron por espacio de una hora. Avanzó á ocuparle el mismo lord Wellington, á cuyo ejemplo arremetieron denodadamente otras dos divisiones inglesas y la reserva española de Giron. El pueblo de Sare, la Petite-Rhune, todo fué acometido y tomado con brio, y al verse dueños del primero los españoles echaron al vuelo las campanas para anunciar su triunfo. Prolongábanse por detrás de Sare los atrincheramientos enemigos: un ataque simultáneo de nuestro centro los fué forzando todos, incluso el que pasaba por mas formidable y que guardaba un batallon entero, que al fin hubo de rendirse. Con igual ventura habia estado peleando nuestra derecha. Y así como por el centro los ingleses Wellington, Beresford, Cole y Alten, y los españoles Giron y Longa, se habian apoderado de Sare y la Petite-Rhune, así por la derecha los ingleses Clinton, Hamilton, Stewart, Hill, y el español don Pablo Morillo, se hicieron dueños de los apostaderos enemigos de las faldas de Mondarin y del pueblo de Ainhoue. Y no pasó el dia sin que el general británico sir John Hope y el español don Manuel Freire que obraban por la izquierda desalojaran á los franceses de sus reductos por el lado de Socoa.

la

Muy alentado Wellington con el resultado del combate, igualmente venturoso en el centro y alas de su ejército, determinó empujar mas allá al enemigo, haciendo una arremetida vigorosa. Verificó primeramente y sin dificultad de consideracion el paso del Nivelle, cruzándole por tres puentes. No era tan fácil dominar los cerros y alturas en que se aposentaban los franceses á su retirada de la otra parte de SaintPé. Costó á los aliados esta operacion recia pelea, pero ya influencia moral, que entra por tanto en el éxito de los combates, ayudaba á los nuestros al compás que dañaba á los franceses; y así fué que cejaron estos al fin, ocupando los aliados sus estancias, y aun llegó á ponerse Beresford mas allá de la derecha enemiga. Y tanto, que temiendo Soult que se interpusiese entre San Juan de Luz y Bayona, dispuso abandonar durante la noche la primera de estas poblaciones con sus obras de fortificacion, y buscar mas fuerte apoyo en la segunda, encaminándose á ella por la carretera, no sin cortar antes de la capitulacion de Pamplona, expresando las proposiciones hechas por el gobernador Cassan, en diez y ocho artículos, y las respuestas que á cada una de ellas fué dando don Cárlos de España,

el puente que une á San Juan de Luz con Ciboure. Habia hecho Soult delante de Bayona un campo atrincherado, que resguardado por la plaza ofrecia fuerte defensa á sus tropas. Obligó la reparacion del puente á los ingleses á alguna detencion: moviéronse no obstante el 12 (noviembre), y Wellington, lograda la primera parte de su plan, y puesto ya del otro lado del Nivelle, hizo alto en Saint-Pé para dar descanso á los suyos.

Y como sobreviniesen lluvias y con ellas se pusiesen los caminos intransitables, parecióle peligroso avanzar mas por entonces; y á fin de guarecerse en aquellas estancias de algun ataque ó repentino arrebato de los franceses, hizo construir una línea de defensa, que desde la costa á espaldas de Biarritz se extendia cruzando la calzada hasta el Nive frente de Arcangues, y á lo largo de la izquierda de aquel rio hasta Cambo. Nada tenia de cómodo el campamento, teniendo que estar los soldados miserablemente alojados, los que no acampaban á la intemperie. Al desabrigo de las estancias se agregaba el de los cuerpos, destrozado con tantas marchas así el calzado como el vestuario, señaladamente en la mayoría de las tropas españolas, por otra parte nada sobradas de alimento: que no permitian mejor asistencia ni los agotados recursos de la nacion, ni los imperfectos medios administrativos de la hacienda militar. Mejor asistidos los ingleses, á pesar de las dificultades de los trasportes y de no poder llegar con regularidad los recursos de la Gran Bretaña, eran tambien menos sufridores que los españoles de las escaseces, privaciones y penalidades de la guerra.

No creyendo pues Wellington deber internarse mas en estacion tan incómoda, juzgando tambien mas oportuno y mas seguro dar tiempo á que acaso entrasen en Francia por el Norte los ejércitos de las potencias aliadas, y temiendo por otra parte los desmanes á que pudieran entregarse los suyos en aquella situacion, dedicóse á restablecer el órden y la disciplina en las tropas de su nacion con una severidad de que bien habian menester. Y en cuanto á las españolas, parecióle que podria sin peligro ordenar que volviesen á su país, donde se hallarian mejor. Hízolo así; y en su virtud retrocedió don Manuel Freire á aposentarse en Irun con dos divisiones y una brigada del 4.° ejército, permaneciendo solo con los ingleses don Pablo Morillo con la primera. Longa con la sexta pasó á Castilla en busca de subsistencias. El ejército de reserva de Andalucía se acantonó en el valle del Bastan. Las demás tropas, situadas cerca de la frontera, así como las que guarnecian á Pamplona y San Sebastian, estaban como todas dispuestas á acudir prontamente al primer llamamiento (1). Iba trascurrido ya cerca de un mes, sin nuevos choques por parte de ambos ejércitos, cuando, queriendo Wellington mejorar sus estancias por la derecha y hacia el Nive superior, enseñoreando una parte de sus dos orillas, hizo que el general Hill atravesase aquel rio por Cambo (9 de diciembre, 1813), apoyándole el mariscal Beresford, y ejecutando aquella operacion el general sir Enrique Clinton por el pueblo de Usta ritz. De cerro en cerro fueron los enemigos empujados á bastante distancia. El mismo dia pasó tambien el Nive don Pablo Morillo con la primera division del 4.o ejército, y se señoreó del cerro de Uzcurray y otros inmediatos, donde se aposentó. Favorecieron estos movimientos por la parte de Biarritz y de Anglet sir John Hope y el baron Alten, ya arrollando á los enemigos, ya distrayéndolos. Pero recogidos y bien atrincherados los franceses en el campo de Bayona, suspendieron los aliados sus operaciones, quedándose la division de Morillo. en Uzcurray, una brigada de dragones ingleses en Hasparren, la derecha del cuerpo de Hill hacia el Adour, la izquierda en Villefranche, y el centro en la calzada

inmediata á Saint-Pierre.

(1) Para la sucinta relacion que hacemos de todas estas operaciones hemos tenido á la vista los partes oficiales, así del general en jefe duque de Ciudad-Rodrigo, como de don Pedro Agustin Giron, de Mina, de Morillo y de otros jefes de divisiones, así como tambien los que los franceses insertaban en sus Boletines del ejército, comparándolos entre sí, consignando solo el resultado sustancial de cada movimiento, y omitiendo pormenores y circunstancias que, aunque curiosas muchas de ellas, no nos parecen propias de una historia general.

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Acostumbrados los aliados meses hacia á ser ellos los acometedores, extrañaron no poco verse acometidos en la mañana del 10 (diciembre). Fuéronlo por la izquierda, donde estaban Hope y Alten: al principio forzaron y arrollaron los franceses los puestos avanzados, y aun embistieron los atrincheramientos y obras de campaña. Pero advertidos y serenos los dos generales británicos, rechazaron bien su arremetida. Ocurrió en esto á los franceses un contratiempo de esos que solo suelen verse cuando una causa va de caida. Dos batallones alemanes de los que con ellos servian, en número de 1,300 hombres, pasáronse á las filas de los aliados, al modo que allá en el Norte faltaron á Napoleon en el lance mas crítico los soldados de Sajonia; con la diferencia que allá los sajones en medio de una batalla volvieron las bocas de fuego contra el ejército francés en que iban incorporados, como veremos en su lugar, y al menos en el campo de Bayona los alemanes que desertaron tuvieron la nobleza de pedir por condicion ser trasladados á su país sin hacer armas contra los que acababan de ser sus compañeros. La defeccion sin embargo fué de un funesto efecto para los imperiales, por el nocivo ejemplo que aquella accion daba á otros extranjeros que servian en sus banderas. A pesar de eso renovaron los franceses sus ataques contra nuestra izquierda en los dos siguientes dias, pero sin quebrantar la firmeza de los aliados.

Desesperado tenia al mariscal Soult aquella situacion, y ya tuosa, intentó una arremetida vigorosa y furibunda por la que la tentativa por la izquierda enemiga habia sido infrucderecha, ó sea la izquierda suya (13 de diciembre), dirigiendo su principal ataque por el camino de Bayona á San Juan de Pié-de-Puerto. Por fortuna no cogió á Wellington descuidado; antes bien, previéndolo todo, habia hecho reforzar su línea por aquella parte. Así fué que aunque hubo choques violentos y refriegas mortíferas, y puestos alternativamente ganados y perdidos, y á pesar de la pericia del francés y del arrojo y brio de sus irritadas tropas, no le fué posible desalojar las sólidas y firmes masas de los anglo-portugueses. En las peleas de aquellos dias, que fueron muchas, así en el Nivelle como en el Nive, sufrieron los aliados una pérdida de 5,000 hombres; á 6,000 llegaria la de los franceses; pero estos habian dejado en poder de aquellos mas prisioneros, y sobre todo en las de los dias atrás se habian quedado los aliados con cinterritorio hasta obligar á sus adversarios á ampararse de los cuenta y un cañones enemigos; y esto y el haber avanzado en muros de Bayona, constituia para ellos una gran ventaja, y era de gran influencia para el desenlace de la gran cuestion que entre mas poderosos ejércitos se estaba ventilando en el Norte entre Francia y Europa.

Lo cierto es que Soult, el nombrado lugarteniente general de Napoleon en España, con disponer de una fuerza de cerca de 60,000 hombres, no solo no logró poner el pié en España, estrechado ahora contra los baluartes de una plaza francesa, sino que no se atrevió mas á tomar la ofensiva, resignándose á mantener su derecha en derredor de aquel recinto, teniendo su centro á la márgen del Adour hasta Port-de-Laune, y su izquierda á la derecha del Bidouse, á lo largo hasta SaintPalais, cubriendo varios pasos de ambos rios, fortaleciendo mas á San Juan de Pié-de-Puerto y Navarreins, y haciendo trincheras y estableciendo depósitos en Dax, mas allá de Bayona.

Wellington por su parte tampoco insistió por ahora en nuevas agresiones, limitándose á fortificar mas y mas su línea de atrincheramientos, y á cuidar de la disciplina de sus soldados, por la cual temia siempre, y mas en país enemigo, recelando que los excesos pudieran sublevar contra ellos el paisanaje francés, como habia acontecido con los franceses en España. A juzgar por las comunicaciones de los corresponsales de tido fueron tan acertadas, que ya no solo no abandonaban sus nuestro ejército, las medidas de lord Wellington en este sencasas los paisanos franceses, tranquilos con no sufrir vejaciones de ningun género, sino que «se podia transitar, decian, de unos pueblos á otros con la misma seguridad que en España.»>

En tanto que así ambos generales en jefe estaban á la defensiva, dedicábanse los enemigos que estaban á la parte de

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