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pondré todos mis derechos, y colocaré vuestra gloriosa corona en las sienes de un otro Yo, garantizándoos al mismo tiempo una constitucion que concilie la santa y saludable autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo. Españoles: recordad lo que han sido vuestros padres, y contemplad vuestro estado. No es vuestra la culpa, sino del mal gobierno que os ha regido; tened gran confianza en las circunstancias actuales, pues yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos, y exclamen: Es el regenerador de nuestra patria.-NAPOLEON.>>

En su virtud expidió el gran duque de Berg, de acuerdo con la Junta de gobierno, la correspondiente convocatoria para la asamblea de Bayona, expresando que su objeto era «para tratar allí de la felicidad de toda España, proponiendo todos los males que el anterior sistema le ha ocasionado, y las reformas y remedios mas convenientes para destruirlos en toda la nacion y en cada provincia en particular.» Habia de componerse de ciento cincuenta individuos de los tres brazos, clero, nobleza y estado llano, elegidos unos por los ayuntamientos, otros por sus respectivas corporaciones; otros designados por la Junta de gobierno; los nombres de los elegidos por esta aparecieron ya en la convocatoria, la cual se publicó en la Gaceta del 24 de mayo, si bien con la circunstancia notable de haberse omitido la fecha en el documento (1). La coincidencia de haber sido enviado en aquellos dias á Bayona

(1) El Sermo. señor gran duque de Berg, lugarteniente general del reino, y la Junta suprema de gobierno se han enterado de que los deseos de S. M. I. y R. el emperador de los franceses son de que en Bayona se junte una diputacion general de ciento cincuenta personas, que deberán hallarse en aquella ciudad el dia 15 del próximo mes de junio, compuesta del clero, nobleza y estado general, para tratar allí de la felicidad de toda España..... A su consecuencia, para que se verifique á la mayor brevedad el cumplimiento de la voluntad de S. M. I. y R., ha nombrado la Junta desde luego algunos sujetos que se expresarán, reservando á algunas corporaciones, á las ciudades de voto en córtes, y otras, el nombramiento de los que aquí se señalan, dándoles la forma de ejecutarlo, para evitar dudas y dilaciones del modo siguiente:

1.° Que si en algunas ciudades y pueblos de voto en córtes hubiese turno para la eleccion de diputados, elijan ahora los que lo están actualmente para la primera eleccion.

2. Que si otras ciudades ó pueblos de voto en córtes tuviesen derecho de votar para componer un voto, ya sea entrando en concepto de media, tercera ó cuarta voz, ó de otro cualquier modo, elija cada ayuntamiento un sujeto, y remita á su nombre á la ciudad ó pueblo en donde se acostumbra á sortear el que ha de ser nombrado.

3. Que los ayuntamientos de dichas ciudades y pueblos de voto en córtes, así para esta eleccion como para la que se dirá, puedan nombrar sujetos no solo de la clase de caballeros y nobles, sino tambien del estado general, segun en los que se hallaren mas luces, experiencia, celo, patriotismo, instruccion y confianza, sin detenerse en que sean ó no regidores, que estén ausentes del pueblo, que sean militares ó de cualquiera otra profesion.

4. Que los ayuntamientos á quienes corresponda por estatuto elegir ó nombrar de la clase de caballeros, puedan elegir en la misma forma grandes de España y títulos de Castilla.

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5. Que todos los que sean elegidos se les señale por sus respectivos ayuntamientos las dietas acostumbradas, ó que estimen correspondientes, que se pagarán de los fondos públicos que hubiere mas á mano.

6. Que de todo el estado eclesiástico deben ser nombrados dos arzobispos, seis obispos, diez y seis canónigos ó dignidades, dos de cada una de las ocho metropolitanas, que deberán ser elegidos por sus cabildos, canónicamente, y veinte curas párrocos del arzobispado de Toledo, y obispados que se referirán.

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7. Que vayan igualmente seis generales de las órdenes religiosas. Que se nombren diez grandes de España, y entre ellos se comprendan los que ya están en Bayona, ó han salido para aquella ciudad. 9. Que sea igual el número de los títulos de Castilla, y el mismo el de la clase de caballeros, siendo estos últimos elegidos por las ciudades

que se dirán.

10. Que por el reino de Navarra se nombren dos sujetos, cuya eleccion hará su diputacion.

11. Que la diputacion de Vizcaya nombre uno, la de Guipúzcoa otro, haciendo lo mismo el diputado de la provincia de Alava con los consiliarios, y oyendo á su asesor.

12. Que si la isla de Mallorca tuviese diputacion en la Península, vaya esta, y si no, el sujeto que hubiese mas á propósito de ella, y se ha nombrado á don Cristóbal Cladera y Company.

13. Que se ejecute lo mismo por lo tocante á las islas Canarias; y si no hay aquí diputados, se nombra á don Estanislao Lugo, ministro ho

por el gran duque de Berg el ministro Azanza con objeto de trazar á Napoleon el cuadro de nuestra hacienda inspiró al emperador la idea de dar á aquel ministro la presidencia de la asamblea que habia de abrirse. Mas antes de referir lo que pasó en aquel singular congreso, y apartando ya la vista de escenas de tanto abatimiento y flaqueza, llevémosla al grandioso espectáculo que en otro concepto presentaba ya en aquellos dias la nacion española volviendo por su dignidad y por sus fueros ultrajados.

CAPITULO XXIV
Levantamiento general de España

1808

Sentimiento público.-Indignacion popular.-Levantamiento de Asturias. Junta de gobierno.- Peligro en que se vió Melendez Valdés.— Comisionados asturianos en Londres.-Espíritu y resolucion del parlamento y del gobierno británico.-Conmocion en Leon.-Insurreccion de Santander.-Papel que en ella hizo el obispo.-Armamento: movimiento de tropas.-Sublevacion de Galicia.-Diputacion del antiguo reino.-El batallon literario.-Asesinato del general Filangieri.— Nombramiento de Blake.-Conmocion de Castilla la Vieja.-Segovia. -Valladolid.-El general Cuesta.-Muerte desastrosa de Cevallos.Logroño.-Insurreccion de Sevilla.-Junta llamada Suprema de España é Indias.-Muerte del conde del Aguila.-Adhesion del general Castaños.-Dásele el mando en jefe del ejército.-Cádiz.-Muere desgraciadamente el general Solano.-Apodérase Morla de la escuadra francesa.-Manifiesto y prevenciones notables de la Junta de Sevilla. -Granada: el P. Puebla: Reding: Martinez de la Rosa.-Badajoz: el conde de la Torre del Fresno: Calatrava.-Cartagena: Murcia: Villena: el conde de Floridablanca.-Valencia.-Los Bertran de Lis: el P. Martí y el P. Rico: el Pelleter.-Asesinato del baron de Albalat.-El canónigo Calvo: su abominable conducta.-Horrible mortandad de franceses ordenada y dirigida por él.-Sangrientas ejecuciones en la ciudadela y en la plaza de los Toros.-Espanto y consternacion en la ciudad.— Hábil manejo de los Bertran.-Energía del P. Rico.-El canónigo Calvo es preso, procesado y ahorcado.-Suplicios de sus cómplices.-Organizacion del ejército valenciano.-Zaragoza.-El tio Jorge.-Palafox capitan general.-Su actividad y cordura.-Reunion y acuerdo de las córtes aragonesas. -Armamento y organizacion: renovacion de los tercios aragoneses.-Cataluña: Lérida: Tortosa.-Las Baleares.-Canarias.-Navarra y Provincias Vascongadas.-Movimientos en Portugal. --Conducta de los españoles que se hallaban en aquel reino.-Carácter de este gran sacudimiento nacional.-Observaciones y reflexiones. -Extraño y censurable comportamiento de la Junta suprema de gobierno de Madrid.-Su proclama.- Enciende en vez de apagar el fuego que por todas partes ardia.

Al modo que tras largos dias de tempestades y borrascas consuela y anima ver la luz del sol, siquiera salga todavía por

norario del Consejo de las Indias, que es natural de dichas islas, y tambien á don Antonio Saviñon.

14. Que la diputacion del principado de Asturias nombre asimismo un sujeto de las propias circunstancias.

15. Que el Consejo de Castilla nombre cuatro ministros de él, dos el de las Indias, dos el de la Guerra, el uno militar y el otro togado, uno el de Ordenes, otro el de Hacienda, y otro el de Inquisicion, siendo los nombrados ya por el de Castilla don Sebastian de Torres y don Ignacio Martinez de Vilella que se hallan en Bayona, y don José Colon y don Manuel de Lardizabal, asistiendo con ellos el alcalde de Casa y Corte don Luis Marcelino Pereira, que está igualmente en aquella ciudad, y los demás los que elijan á pluralidad de votos los mencionados Consejos.

16. Que por lo tocante á la marina concurran el bailío don Antonio Valdés, y el teniente general don José Mazarredo, y por lo respectivo al ejército de tierra el teniente general don Domingo Cerviño, el mariscal de campo don Luis Idiaquez, el brigadier don Andrés de Errasti, comandante de reales guardias españolas, el coronel don Diego de Porras, capitan de walonas, el coronel don Pedro de Torres, exento de las de corps, todos con el príncipe de Castelfranco, capitan general de los ejércitos, y con el teniente general duque del Parque. Salamanca,

17. Que en cada una de las tres universidades mayores, Valladolid y Alcalá, nombre su claustro un doctor.

18. Que por el ramo de comercio vayan catorce sujetos, los cuales serán nombrados por los consulados y cuerpos que se citarán luego. 19. Los arzobispos y obispos nombrados por la Junta de gobierno presidida por S. A. I., son los siguientes: el arzobispo de Burgos, el de Laodicea, coadministrador del de Sevilla, el obispo de Palencia, el de Pamplona, el de Gerona y el de Urgel.

20. Los generales de las órdenes religiosas serán: el de San Benito,

entre celajes, y alienta la esperanza de que brillará en todo esplendor acabando de disipar las negras nubes que le encapotaban, así tras una larga serie de miserias, de flaquezas y de humillaciones, tras tantas y tan deplorables escenas de falsía, de perfidia y de traicion por una parte, de torpeza, de inercia y de abyeccion por otra, consuela y anima al historiador español ver á su nacion levantarse enérgica, vigorosa y altiva, despertar del letargo en que parecia haberse adormecido, sacudir su aparente indolencia, mostrar su antiguo brio, y como herida de una percusion eléctrica, rebosando de ira y de coraje, contra la alevosía y la opresion de unos, contra la miserable prosternacion de otros, alzarse toda entera, unánime y casi simultáneamente, ella sola, sin jefes ni caudillos, sin preparativos ni recursos, sin prévia inteligencia ni acuerdo, y llena de santa indignacion, soltando los diques á su comprimido enojo, y sin medir ni comparar sus fuerzas, sin oir otra voz ni escuchar otro sentimiento que el del amor patrio, vivificada por este fuego sacro, desafiar al coloso de Europa, removerse imponente y tremenda, y arrojarse con ímpetu formidable á defender su independencia amenazada, á vengar ultrajes recibidos, á volver por su dignidad escarnecida. ¡Grandioso y sublime espectáculo, cual rara vez le ofrecen las naciones, cual rara vez le presencian los siglos!

Como los celajes que quebrantan y debilitan los rayos del sol naciente, así por desgracia veremos sombrear y empañar el brillo de este heróico sacudimiento de España, en su primer período, aquí actos de inhumanidad y de fiereza, allí desórdenes y excesos, en otro lado hasta horribles crímenes, la mentables consecuencias de los primeros ímpetus de los desbordamientos populares, que á semejanza de despeñados torrentes derriban y arrastran cuanto estorba su curso. Que por grandes, nobles y dignas que sean estas explosiones, comunmente desordenadas ó mal dirigidas, por lo mismo que son espontáneas é impremeditadas, pocas veces se logra, y es triste condicion de la humanidad, ó que la indignacion provocada no sea en ocasiones ciega, ó que con los mas elevados sentimientos y con los propósitos mas hidalgos no se mezclen ó el rudo fanatismo de algunos ó las pasiones aviesas de otros: hasta que el movimiento se organiza, y la razon y la ilustracion y la virtud prevalecen sobre el fanatismo, la rudeza ó la perversidad, y dominan y sujetan, y hasta logran castigar y escarmentar á los pocos que hayan cometido los desmanes. Mas ni estas parciales abominaciones que lamentamos fueron sino contadas y en determinadas localidades, ni dejaron algunas de ser debidas á lamentables imprudencias, ni

Santo Domingo, San Francisco, Mercenarios calzados, Carmelitas descalzos y San Agustin.

21. Los obispos que han de nombrar los mencionados veinte curas párrocos deben ser los de Córdoba, Cuenca, Cádiz, Málaga, Jaen, Salamanca, Almería, Guadix, Segovia, Avila, Plasencia, Badajoz, Mondoñe do, Calahorra, Osma, Huesca, Orihuela y Barcelona, debiendo asimismo nombrar dos el arzobispo de Toledo, por la extension y circunstancias de su arzobispado.

22. Los grandes de España que se nombran son el duque de Frias, el de Medinaceli, el de Hijar, el de Orgaz, el de Fuentes, el de Fernan Nuñez, el de Santa Coloma, el marqués de Santa Cruz, el duque de Osuna y el del Parque.

23. Los títulos de Castilla nombrados son: el marqués de la Granja y Cartojal, el de Castellanos, el de Guilleruelo, el de la Conquista, el de Ariño, el de Lupia, el de Bendaña, el de Villa-alegre, el de Jurareal, y

el conde de Polentinos.

24. Las ciudades que han de nombrar sujetos por la clase de caballe

ros, son: Jerez de la Frontera, Ciudad Real, Málaga, Ronda, Santiago de Galicia, la Coruña, Oviedo, San Felipe de Játiva, Gerona, y la villa y corte de Madrid.

25. Los consulados y cuerpos de comercio que deben nombrar cada uno un sujeto, son los de Cádiz, Barcelona, Coruña, Bilbao, Valencia, Málaga, Sevilla, Alicante, Burgos, San Sebastian, Santander, el banco nacional de San Carlos, la compañía de Filipinas, y los cinco gremios mayores en Madrid.

Además el mismo gran duque con acuerdo de la Junta, ha nombrado seis sujetos naturales de las dos Américas, en esta forma: al marqués de San Felipe y Santiago, por la Habana : á don José del Moral, por Nueva España: á don Tadeo Bravo y Rivero, por el Perú: á don Leon Altolaguirre, por Buenos Aires: á don Francisco Cea, por Goatemala; y á don Ignacio Sanchez de Tejada por Santa Fe.

pasaron de ser como los lunares que se advierten con disgus to, pero no bastan, ni con mucho, á afear ni deslustrar el mérito y brillo de un grande y magnífico cuadro.

Dijimos que el alzamiento habia sido unánime y casi simultáneo, y así fué. Porque unánime era el sentimiento, uniforme el espíritu, igual la irritacion en todos los ángulos del reino contra la dominacion extranjera, contra la manera insidiosa de irse apoderando de la nacion y privándola de sus amados príncipes, y contra las horribles ejecuciones con que se habia ensangrentado la capital. Y bien puede llamarse insurreccion simultánea la que en tantos y tan diferentes y apartados puntos de una vasta monarquía estalló con la sola diferencia de dias, y á veces solamente de horas; y en la pequeña prioridad del tiempo que hubo entre unas ú otras provincias, comarcas ó poblaciones, influyeron solo circunstancias accidentales, no que excedieran á las otras ni en deseo ni en decision. Como las conmociones fueron tantas y en tantos lugares casi á un tiempo, como en todas dominó el mismo espíritu y la misma tendencia, porque procedian de la misma causa y se enderezaban á un mismo fin, diferenciándose solo en la forma de la manifestacion que pendia de casuales incidentes, ni es dable al historiador general, ni seria propio de la índole de su tarea y del carácter de su obra, describir particularmente cada uno de estos patrióticos alzamientos, gloriosos para cada localidad. Apuntaremos no obstante los que á nuestro juicio tuvieron mas importancia é influencia, ó que se señalaron por alguna singularidad, y los que basten á dar idea del espíritu que animaba á la nacion y del aspecto que presentaba en aquellos dias, que fué como el exordio de la gigantesca lucha que emprendió.

Quiso la Providencia que brillara la primera chispa de este fuego patrio (aparte de la centella que en la capital habia sido apagada con sangre), que resonara la primera voz de independencia en las mismas fragosidades de Asturias; entre los hondos valles y encumbrados riscos en que once siglos hacia se habia lanzado el primer grito contra la irrupcion sarracena; señal y principio de aquella porfiada y gloriosa guerra que acabó por arrojar del suelo español las innumerables huestes islamitas, y por asegurar y afianzar en la Península su religion y su nacionalidad. Hízolo, como indicamos, una casual coincidencia. Como antes en Toledo y en Burgos, así el 27 de abril en Gijon una imprudencia del cónsul francés hacia dado ocasion á que fuera apedreada su casa. Al recibirse luego en Oviedo (9 de mayo) la órden para que se fijara allí el bando sanguinario que Murat habia hecho publicar en Madrid, difundióse la voz de haber llegado tambien instrucciones para castigar rigurosamente el desacato de Gijon, y uno y otro encendió los ánimos, en términos que al irse á pregonar el bando, grupos numerosos, compuestos algunos de estudiantes de la universidad, corrieron gritando: «; Viva Fernando VII y muera Murat!» dirigiéndose en seguida á la sala de sesiones de la junta general del Principado, que se congregaba cada tres años, y se hallaba casualmente entonces reunida. Encontró el pueblo apoyo en su diputacion, la cual, abundando en el mismo espíritu, y sin cuidarse en tales momentos de si en ello excedia ó no sus atribuciones, acordó desobedecer las órdenes de Murat y tomar medidas para sostener su atrevido acuerdo. Pero la audiencia territorial en que dominaban otras ideas, no solo trató de apagar aquella primera centella de insurreccion, sino que dió cuenta al gobierno de Madrid de lo acaecido; de cuyas resultas se mandó cantábrica, y fueron enviados en comision con órdenes duras ir á Oviedo con tropas al comandante general de la costa para la audiencia los magistrados conde del Pinar y Melendez Valdés, el primero conocido por su cruel severidad, el segundo grande amigo de Jovellanos, sacado como él del destierro á consecuencia de los sucesos de Aranjuez, y que no sabemos cómo aceptó tan desagradable é impopular mision para su propio país.

Cara pagó aquella condescendencia, puesto que mas irritados con tales providencias los ánimos, movidos tambien con los avisos que llegaban de los sucesos de Bayona y de los pormenores de los de Madrid, estimulados por hombres influyentes y de representacion como el marqués de Santa Cruz

de Marcenado, el canónigo Llano Ponte, el juez primero don José del Busto y otros, habíase preparado todo para la sublevacion que estalló en Oviedo á las doce de la noche del 24 de mayo, y que se anunció con un repique general de campanas de todas las iglesias de la ciudad y de los contornos. El primer paso de los sublevados fué apoderarse de un depósito que habia de cien mil fusiles, y despues convocar á todos los individuos de la junta del Principado. Reunidos estos, y agregándoseles otros vocales de fuera, y nombrando presidente al marqués de Santa Cruz, á quien dieron tambien el mando de las armas, se constituyeron en poder supremo, y en la misma mañana del 25 declararon solemnemente la guerra á Napoleon, adoptando en seguida medidas vigorosas para el armamento en masa de la provincia. Declaracion que sin duda debió parecer atrevimiento peregrino al hombre que estaba acostumbrado á ver doblegarse á su colosal poder coronas, naciones enteras y vastos imperios.

Los magistrados conde del Pinar y Menendez Valdés, comisionados por la Junta suprema de Madrid, habian sido detenidos á su llegada á Oviedo para propia seguridad suya. El exaltado y fogoso marqués de Santa Cruz instaba por que se les formase causa: temíase tambien alguna tropelía contra ellos por parte de la gente acalorada de algunos concejos; y la junta, á fin de evitar algun desman, acordó sacarlos fuera del Principado; pero hízolo (queremos suponer que por indiscrecion mas que por malicia) públicamente y en medio del dia. Al grito de unas mujeres: ¡que se marchan los traidores! cercóles la multitud, y llevándolos fuera de la ciudad al campo de San Francisco, atáronlos á unos árboles con intencion de arcabucearlos, y así se habria ejecutado á no haberle ocurrido á un canónigo, don Alonso Ahumada (que justo es consignar los nombres de los que se señalan por actos de religion y de humanidad) el feliz pensamiento de acudir al lugar de la ejecucion llevando en sus manos el Señor Sacramentado, y de contener los ímpetus de la acalorada muchedumbre con el freno de la religion, exhortándola en nombre del Dios de piedad á tenerla de aquellos infelices atribulados, como lo logró, salvando así sus vidas, é impidiendo que cayera aquella mancha sobre el primer alzamiento patriótico de España.

Otro de los pasos de la junta de Asturias fué ponerse en comunicacion y entablar negociaciones con el gobierno inglés, como el que mas podia ayudar á España en la lucha que necesariamente habia de emprender contra Napoleon. A este efecto comisionó á don Antonio Angel de la Vega y al vizconde de Matarrosa, despues conde de Toreno, los cuales pasaron á Lóndres y desempeñaron cumplidamente su mision, dando por resultado que el gobierno británico mostrara un vivo interés por la vigorosa determinacion del principado de Asturias, que ofreciera su apoyo y asistencia en favor de la independencia española, que en el parlamento se manifestaran disposiciones igualmente propicias por ambos lados de la cámara, que se acordara enviar á Asturias provision de vestuarios y pertrechos de guerra, y que, por último, viniesen dos oficiales y un mayor general, sir Tomás Dyer, á proteger y dirigir el movimiento.

Fué este inmediatamente imitado y seguido en Leon, ciudad situada en el camino y como á la embocadura de Asturias, pero en terreno abierto y llano y no protegida ni resguardada por montañas. Le fué por lo mismo necesario para declararse y romper definitivamente contra los franceses aguardar á que llegasen ochocientos hombres de Asturias con algunas municiones y armamento. Entonces procedió á proclamar á Fernando VII y á formar su junta de gobierno y de defensa, á cuya cabeza se puso primeramente el gobernador militar de la provincia don Manuel Castañon, el cual cedió luego la presidencia al antiguo ministro de Marina bailío don Antonio Valdés, que huido de Burgos por no ir á Bayona acababa de abrigarse en territorio leonés. Un jóven estudiante, resuelto y gallardo mancebo, fué enviado á Galicia á llevar la noticia del alzamiento de Leon y á promoverle en aquel país.

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dido, estalló la insurreccion en Santander (26 de mayo), no obstante hallarse bastantes tropas francesas á no mucha distancia de aquella poblacion. Tal era la disposicion de los ánimos que aquel leve motivo bastó para que se amontonara gente y se alborotara el pueblo pidiendo que se prendiera á los franceses. Fueron en efecto presos algunos, á los gritos de «¡Viva Fernando VII y muera Napoleon!» y en medio ya del estruendo de campanas y tambores que á un tiempo retumbaban en la ciudad; y hubieran peligrado las vidas de los presos y la del cónsul de su nacion, si á riesgo de las suyas no los hubieran trasladado y protegido los milicianos de Laredo que guarnecian la plaza. Al dia siguiente se constituyó la junta, la cual nombró presidente al obispo de la diócesis don Rafael Menendez de Luarca. Este prelado, que á la sazon se hallaba á dos leguas de la ciudad, respetado del vulgo por la austeridad de sus costumbres, pero fanático en demasía y un tanto excéntrico, comenzó por esquivar obstinadamente la admision de la presidencia, la aceptó despues como haciendo el sacrificio de ceder á porfiadas instancias, y concluyó por arrogarse el título de regente soberano de Cantabria á nombre de Fernando VII con tratamiento de Alteza. La noticia del levantamiento de Asturias acabó de alentar al de Santander, propagándose á las montañas; dispúsose un alistamiento general: promovióse nada menos que á capitan general al coronel don Juan Manuel de Velarde, y reuniendo este jefe multitud de paisanos, que mezclados con milicianos de Laredo formaban un total de cinco mil hombres, apostóse con ellos en Reinosa, mientras su hijo con otros dos mil quinientos se colocaba en el Escudo, y numerosas partidas sueltas tomaban posiciones en otros puntos de aquel áspero país, que era su única ventaja para resistir una acometida de las tropas francesas.

A mas distancia de estas la Coruña, inquieta la poblacion como casi todas ya en aquellos dias, incomodado el paisanaje con la arrogancia de un oficial francés que allí habia sido enviado, sobresaltados los ánimos con las noticias de los fusilamientos de Madrid y de las renuncias de Bayona, juntándose ya á escondidas y entendiéndose los moradores con oficiales de algun cuerpo de la guarnicion para preparar un movimiento, y alentados todos con la llegada, primero de un emisario de Asturias portador de las novedades del Principado, y despues con la del estudiante de Leon que llevaba iguales nuevas de esta ciudad, bien que á uno y á otro trató de incomunicarlos la audiencia, un incidente vino á hacer reventar la mina que tanto combustible encerraba. Fuese ó no de órden superior, es lo cierto que el dia de San Fernando (30 de mayo) se faltó á la costumbre que habia de enarbolar en los baluartes y castillos el estandarte de aquel santo monarca español. Indignóse con esto el pueblo, y aprovechando los conjurados aquellos momentos de disgusto, enviaron á tumultuarle y acaudillarle á un fogoso artesano, hombre popular, orador elocuente á su manera, sillero de oficio, llamado Sinforiano Lopez, el cual se manejó con tanta actividad y denuedo que pronto fué de golpe acometido por la multitud el palacio de la capitanía general.

Era capitan general el napolitano don Antonio Filangieri, hermano del ilustrado autor de la Ciencia de la Legislacion, hombre de carácter templado y afable, pero que en aquellas circunstancias tenia contra sí para no ser bienquisto de la muchedumbre el no haber nacido en suelo español. Salvóse de aquella acometida Filangieri saliendo por una puerta excusada y buscando asilo en un convento. Mas arrojado, y tambien peor querido el general Biedma, alcanzóle una piedra de las que arrojaron los tumultuados; y al coronel Fabro, que lo era de los granaderos de Toledo, y dió de plano con la espada á uno de aquellos arengadores populares, le costó ser apaleado por los mismos á quienes intentaba contener. Asaltado por estos el parque, apoderáronse de cuarenta mil fusiles. El caudillo de los insurrectos, Sinforiano Lopez, seguido de inmenso gentío paseaba por las calles como en procesion el retrato de Fernando VII. Tratóse por la tarde de regulariCon solo dos dias de diferencia del de Asturias, y con oca- zar el movimiento, y se formó, como se habia empezado y sision mas liviana, pues la dió una simple riña entre un francés guió haciéndose en todas partes, una junta, á cuyo frente por avecindado y el padre de un niño á quien aquel habia repren-indisposicion de Filangieri se puso el general don Antonio Al

cedo, que supo conducirse con tino y prudencia. Acertada anduvo tambien la junta, y en ello dió un testimonio de su falta de ambicion, en convocar otra junta general que representara todo el antiguo reino de Galicia, compuesta de un diputado por cada una de sus ciudades, para dar mas unidad, mas fuerza y mas autoridad á sus resoluciones. A ella fueron asociados el obispo de Orense, prelado que se hizo notable por su entereza y sus escritos, como luego veremos, el de Tuy, y el confesor que habia sido de la difunta princesa de Asturias don Andrés García.

Organizóse rápidamente un ejército que con las tropas que regresaron de Oporto ascendia á unos cuarenta mil hombres, distinguiéndose entre los voluntarios el batallon que se formó de estudiantes de la universidad compostelana y al que se dió el nombre de batallon literario. Los trabajos de la junta soberana de Galicia marcharon con actividad, á pesar de las intrigas que para ver de paralizarlos ó entorpecerlos emplearon el ex-ministro de Gracia y Justicia don Pedro Acuña y el arzobispo de Santiago don Rafael Muzquiz, enemigos ambos de aquella patriótica empresa. Tambien fué enviado un comisionado de Galicia á la Gran Bretaña, y el gobierno inglés respondió á su invitacion facilitando cuantiosos auxilios á los insurrectos, y para mayor prueba del interés que tomaba por la causa de España, y de la importancia que esta iba teniendo ya á sus ojos, envió en calidad y con carácter de diplomático á sir Cárlos Stuart. Lástima fué que la insurreccion de Galicia comenzara ya á mancharse con algunos crímenes. En Orense fué muerto de un tiro un regidor á la puerta de las casas consistoriales por suponérsele afecto á los franceses: y lo peor y mas grave fué el asesinato perpetrado despues en el general don Antonio Filangieri. Habíase este respetable militar apostado con sus tropas para defender la entrada de Galicia en las gargantas del Vierzo, estableciendo su cuartel general en Villafranca. Unos voluntarios de la Coruña que habian venido á incorporarse al ejército le asesinaron alevosamente en las calles de aquella villa. Horrible delito y fatalísimo ejemplo de indisciplina militar. Habíale ya sucedido en el mando el mayor general del ejército don Joaquin Blake, grandemente reputado por su instruccion y excelentes prendas (1).

Necesitábase todo el ardor patrio, toda la decision, todo el ciego arrojo que entonces preocupaba los espíritus para lanzarse tambien las provincias de Castilla en las vías de la insurreccion, llana como es la tierra, y tan próximas y amenazadas como estaban de los ejércitos franceses. Y sin embargo no se contuvieron, aunque veian lo caro que algunos lo pagaban. Fiada Segovia en su escuela militar de artillería, se atrevió á hacer frente á la fuerza francesa; pero atacada por el general Frere, mal manejadas las piezas por cadetes y paisanos, tuvieron estos que abandonarlas, y buscar su salvacion fuera de la ciudad. Desastrosa fué la suerte que corrió el director del colegio don Miguel de Cevallos al irse á refugiar en Valladolid. Estaban conteniendo el alzamiento de esta ciudad la chancillería y el capitan general don Gregorio de la Cuesta, buen español, pero militar celoso de la disciplina, y hombre duro de condicion, y de carácter obstinado. Fué menester que los que querian la sublevacion, viéndose por él tan contraria

(1) La junta habia separado ya á Filangieri, y nombrado en su lugar al brigadier cuartel-maestre general Blake, promoviendo á este al empleo de teniente general, «porque así lo pedian, decia el oficio, en voces y escritos todos los gallegos.» Ni el mérito, ni el carácter amable de Filangieri habian bastado en aquellos momentos de exaltacion á ponerle á cubierto de la desconfianza popular, y la junta creyó conveniente contemporizar con el pueblo en este punto, pero lo hizo de la manera que menos podia ofender á aquel ilustrado jefe, fundándolo en que su delicada salud no le permitia sufrir las fatigas de una campaña activa, y que al mismo tiempo hacia falta en la Coruña para ilustrar á la Junta con sus conocimientos. Antes de emprender su viaje fué asesinado de la manera que hemos dicho. El general Blake su amigo dió las órdenes mas enérgicas para el pronto y ejemplar castigo de los perpetradores del crímen.-El conde de Toreno dice que estos fueron unos soldados del regimiento de Navarra, acaudillados por un sargento, resentidos con él y en venganza de haber trasladado antes aquel cuerpo de la Coruña al Ferrol, por sospechoso de estar en connivencia con los paisanos. Nuestra noticia está tomada de las Memorias inéditas del mismo general Blake, testigo del suceso y el que con mas exactitud pudo conocerle.

dos, dieran en la idea de levantar frente á su casa un patíbulo amenazándole con que le harian morir en él como traidor (dictado con que calificaba entonces el pueblo á todo el que censuraba de tibio), para que se decidiera, no ya solo á permitir la insurreccion, sino á ponerse al frente de ella y guiarla, á fin de evitar que esta y otras de Castilla ensanchasen demasiado sus facultades, y para poder reprimir ó castigar los excesos ó crímenes que acaso se cometieran, como lo hizo en efecto aplicando la pena de muerte á los que en Palencia, Ciudad-Rodrigo y Madrigal mancharon el movimiento patriótico con el asesinato de autoridades ó de particulares. Mas no alcanzó sin duda á impedir el que en la misma ciudad de su residencia se ejecutó con circunstancias horribles en el director del colegio de Segovia don Miguel de Cevallos.

Habíase atribuido á traicion de este desgraciado (y ya hemos dicho con qué facilidad hacia este juicio entonces el pueblo) el descalabro de aquella ciudad, y preso no léjos de ella, fué conducido á la de Valladolid en union con su familia. Por imprevision ó con malicia, entrábanlo por el Campo grande en ocasion que los insurrectos se ejercitaban en el manejo de las armas: él iba á caballo, la familia en coche detrás: desde el momento comenzaron á arrojarle piedras, de una de las cuales cayó al suelo: lanzóse entonces sobre él la multitud, en medio de los ayes lastimeros de su esposa que presenciaba la catástrofe, sin que sus lamentos conmovieran aquellos empedernidos corazones. Un buen eclesiástico llamado Prieto creyó salvarle logrando que le metieran en un portal so pretexto de prepararle á morir con la confesion: piadoso, pero vano intento: allí fué el infeliz Cevallos acuchillado, y el ciego populacho arrastró despues su cadáver por las calles, arrojándole por último al rio. Escenas cuya sola relacion quebranta el alma, y que suelen ser consecuencias frecuentes de la exaltacion popular.

Otros pueblos, como Logroño, sufrieron ellos mismos las consecuencias de esta exaltacion, laudable por lo patriótica, pero imprudente por el peligro á que los exponia su proximidad á las tropas francesas. Así fué que apenas pronunciada aquella ciudad, acudió aceleradamente desde Vitoria el general Verdier con dos batallones, y usando del rigor que la ira le sugeria, hizo pasar por las armas á varios vecinos de los que se averiguó ó se suponia haber sido parte mas principal en el alzamiento.

La mejor prueba de que estos impetuosos arranques de independencia no eran producto ni de planes y combinaciones concertadas entre los pueblos, ni del espíritu de imitacion, sino resultados naturales del sentimiento nacional sobrexcitado por todas partes por unas mismas causas, es que con solos dos ó tres dias de diferencia en las zonas mas distantes de la Península, antes de poderse saber lo acontecido en el Norte y Occidente de España, se verificaban en las provincias meridionales de Andalucía y Extremadura iguales ó parecidas conmociones á las de Asturias, Galicia y Castilla. Vemos en los escritores que nos han precedido atribuir no poca influencia en las alteraciones del Mediodía á un oficio que el alcalde del pueblecito de Móstoles (tres leguas de Madrid) pasó, á excitacion de don Juan Perez Villaamil secretario del almirantazgo y refugiado en aquel lugarcito, á otro alcalde inmediato, y que hizo circular rápidamente noticiando y describiendo con vivos y abultados colores el suceso del 2 de mayo en Madrid (2). Sin negar nosotros ni el celo ni el mérito de aquel funcionario, ni el buen efecto de la rápida propagacion de la noticia, la verdad es que en Sevilla, primera ciudad de Andalucía que se levantó, reinaba el mismo descontento y la misma sorda agitacion que en todas partes. Provocábanla á moverse el conde de Tilly, hombre de genio inquieto y revol toso, y un forastero que allí se apareció llamado Tap y Nuñez, que á su fogosidad y á su despejo reunia la circunstancia de estar por su género de vida en mucha relacion y ejercer cierta influencia con gente del comercio, y principalmente con

(2) Decia el parte del alcalde de Móstoles (que se conoce era mas sincero patriota que fuerte en ortografía): La Patria está en peligro Madrid perece víctima de la Perfidia francesa: Españoles acudid á salvarlo Mayo 2 de 1808.-El Alcalde de Móstoles.

los que se dedicaban como él al contrabando. Con esto, y con los motivos de disgusto, generales á todas las poblaciones, aumentados con la noticia de las renuncias de Bayona, se preparó y acordó el alzamiento para la tarde ó noche del 26 de

mayo.

Allí sin embargo le inició la tropa misma, comenzando unos soldados del regimiento de Olivenza por acometer la real Maestranza y los almacenes de la pólvora, operacion que mas favoreció que impidió un escuadron de caballería que acudió á aquel paraje. Ello es que las masas del pueblo se tumultuaron y aglomeraron instantáneamente, y en organizarlas se invirtió aquella noche. A la mañana siguiente se apoderaron de las casas consistoriales, y se formó una junta de veintitres personas distinguidas de la ciudad, que nombraba y proclamaba Tap y Nuñez, aunque apuntándole otros por lo bajo los nombres, algunos de los cuales, no conocidos de él, como forastero que era, fueron despues enemigos y perseguidores suyos. Dióse la presidencia de la junta al antiguo ministro de Hacienda don Francisco Saavedra, retirado en su confinamiento desde el tiempo del príncipe de la Paz; persona de mérito sobrado para aquella y para mayores honras, mas su edad, hábitos y carácter poco á propósito para tan turbados tiempos y tan sérias tempestades como amenazaban. Confirióse la vice-presidencia al arzobispo de Laodicea, y se dió cabida en la junta al P. Manuel Gil, aquel clérigo regular á quien Godoy en la época de su primer ministerio y privanza dijimos haber confinado al convento de los Toribios de Sevilla por la participacion que le supuso en la trama que se habia urdido en palacio para reemplazarle en el favor de la reina con el célebre Malaspina; sujeto el P. Gil de edad ya provecta, pero que conservaba un corazon tan fogoso como en su juventud. Ciudad Sevilla la mas importante, rica y populosa de las que se habian pronunciado, y llevada del deseo de formar un centro de direccion para la guerra, dió á su junta el título de Suprema de España é Indias, con tratamiento de Alteza; denominacion que pareció presuntuosa y disgustó grandemente á otras provincias, y que sin embargo ella no modificó, pudiendo haber sido este empeño orígen de graves discordias, si la sentatez y cordura de distinguidos patricios y la necesidad de concordia en el comun peligro no lo hubieran remediado. Deslustróse tambien aquel pronunciamiento con el asesinato del conde del Aguila, que enviado por el ayuntamiento, como procurador que era, á tratar con la junta, encolerizada con él la plebe que estaba quejosa de la conducta del cuerpo municipal, y hecho conducir en clase de arrestado á la torre de la puerta de Triana, un grupo de gente feroz, y acaso instigada por algun oculto enemigo, penetró tras él en la prision, y atándole al balcon de la torre le arcabuceó bárbaramente. Su muerte fué llorada por muchos. Por lo demás la junta de Sevilla obró desde el principio con vigor y actividad extraordinaria en todo lo relativo á alistamiento y armamento, y á su voz respondieron inmediatamente casi todas las poblaciones de Andalucía, formándose de su órden juntas subalternas en las que constaban de dos mil ó mas vecinos, que son muchas en aquel antiguo reino.

Interesábale sobre todo contar con la fuerza militar, á cuyo fin despachó un oficial de artillería al campo de San Roque, cuya comandancia desempeñaba don Francisco Javier Castaños. Este general, que tan ilustre y afamado se hizo despues, habia ya entablado por sí relaciones con el gobernador inglés de Gibraltar, sir Hugo Dalrymple. El enviado de Sevilla le acabó de decidir, y declarándose abiertamente por la causa nacional, la junta sevillana supo con satisfaccion indecible que podia contar con el auxilio poderoso de cerca de nueve mil hombres de tropas regladas que tenia á sus órdenes Castaños, confiriéndole desde luego el mando en jefe del ejército que estaba organizando; y nada en verdad mas conveniente ni mas merecido.

Otro emisario, el conde de Teba, oficial tambien de artillería, fué enviado á Cádiz, residencia ordinaria del capitan general del distrito. Éralo á la sazon y recientemente el marqués del Socorro, don Francisco Solano, á quien hemos visto antes en Portugal, y que ya otra vez habia desempeñado aquel cargo con mucha aceptacion de paisanos y militares. Mas habia

Томо Ѵ

aprendido ahora que considerada militarmente la situacion de España era temeridad declarar la guerra á los franceses, é imbuido en esta idea, hablaba y se producia con gran recato y en términos que daba lugar á que se le tomase por adicto á aquellos, lo que en lenguaje de la época se traducia por traicion. Cuando el de Teba le entregó los pliegos de la junta de Sevilla, discurrió eludir el compromiso convocando un consejo de generales, en que hiciera, como hizo, prevalecer la opinion de ser temeridad la resistencia á los franceses por las razones militares que en el informe se exponian; pero añadiendo que no habia inconveniente en hacer el alistamiento toda vez que el pueblo lo deseaba. Puesto en forma de bando tan extraño dictámen, hízole pregonar aquella misma noche con hachas de viento y con grande aparato y ceremonia, lo cual causó malísimo efecto en la poblacion, tanto que indignada la muchedumbre se encaminó de rondon á la casa del general, donde un fogoso y despierto mancebo le arengó con desparpajo, y pidió á nombre de la ciudad que se declarara la guerra á los franceses y se intimara la rendicion á su escuadra. Ofrecióle el general que serian cumplidos los deseos del pueblo, á cuyo efecto reuniria otra vez los generales; con lo cual se retiró la multitud, no sin allanar antes de disolverse la casa del cónsul de Francia, M. Le Roi, que tuvo que refugiarse á bordo de los buques de su nacion.

En el consejo de generales del dia siguiente (29 de mayo) se convino en la necesidad de condescender con la peticion popular, pero en otro de oficiales de marina se acordó que no se podia atacar la escuadra francesa sin evidente peligro de destrozar la española, interpolada todavía con ella. Por razonable que este acuerdo fuese, cuando se presentó un ayudante en la plaza de San Antonio á anunciársele al pueblo allí reunido, irritóse este de nuevo dirigiéndose otra vez en tumulto á la casa del general. Entre los que á ella subieron habia casualmente uno que desde léjos tenia cierta semejanza con Solano, y como aquel se asomase al balcon, tomóle la multitud por el general, y sus ademanes por signos de negativa á su peticion, con lo cual creció su furor popular, y mientras unos hacian fuego á la casa, otros corrieron en busca de artillería, que trajeron y dispararon contra las puertas franqueándolas á cañonazos. Solano pudo huir por la azotea y refugiarse en la casa de un vecino, negociante irlandés. Mas no tardó en saberse, y en ser invadido el asilo, y descubierto y cogido el refugiado. Sacado de allí por la enfurecida turba, que gritaba: ¡á la horca! ¡llevémosle á la horca! marchaba el infeliz Solano en medio de la feroz muchedumbre, oyendo toda clase de insultos, con faz serena, con mirada altiva, y al parecer con imperturbable continente, hasta que llegando á la plaza de San Juan de Dios, una mano alevosa le asestó tal herida que puso término á su vida y á sus padecimientos. Así acabó aquel general antes tan querido de los gaditanos, víctima del error de haber creido ó imposible ó temeraria la guerra contra Napoleon, y que si hubiera tenido la fortuna y el acierto de juzgar las cosas de otro modo y hubiera abrazado la causa popular, habria recogido gran cosecha de plácemes y aplausos, y probablemente tambien de laureles y de gloria.

Sucedióle el gobernador don Tomás de Morla, á quien la plaza de Cádiz debia, y no lo olvidaba, el haberla salvado en ocasion crítica de un ataque de los ingleses. Proclamóse solemnemente á Fernando VII y se formó una junta dependiente de la suprema de Sevilla (31 de mayo), que aprobó el nombramiento de Morla. El pueblo y la marina de Cádiz se pusieron prontamente de acuerdo con la escuadra inglesa, la cual ofreció á la junta de Sevilla el auxilio de cinco mil hombres que iban destinados á Gibraltar. En cuanto á las tropas de la plaza, quedaron solo las necesarias para guarnecerla, y se enviaron las otras al interior. Restaba rendir, que era el afan del pueblo, la flota francesa surta en el puerto, antes aliada y ya enemiga. Pasáronse algunos dias en contestaciones entre el general español Morla y el almirante francés Rossilly, en que este evidentemente buscaba cómo entretener con proposiciones y excusas, en tanto que mejoraba su posicion, y metiéndose en el canal del arsenal de la Carraca ponia sus buques á cubierto de los fuegos de los castillos y de la escuadra española, hasta que Morla le intimó que no escuchaba ya otra proposi

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