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difíciles de un cambio radical en el sistema de la gobernacion de un Estado. Y si bien hubiera sido de desear que anduviese mas acertada en algunas disposiciones de que luego nos haremos cargo, no fué poca gloria para ella que la transicion política se verificase sin sangre y sin lágrimas, caso por desgracia raro en tales períodos, y que honrará siempre á sus respetables individuos. Su propósito fué, y así lo realizaba, ir restableciendo aquellos decretos de las córtes de la primera época constitucional que eran indispensables para la instalacion del nuevo régimen, y mas convenientes para su oportuno desarrollo. A consulta suya se restituyeron á la organizacion y estado que entonces tenian las audiencias y ayuntamientos constitucionales; se restableció el decreto y reglamento de la milicia nacional; volvió á establecerse el Consejo de Estado, entrando en él personas tan caracterizadas y dignas como el presidente que habia sido de la antigua Regencia don Joaquin Blake, y los ex-regentes don Pedro Agar y don Gabriel Ciscar; y á este tenor se pusieron en planta muchos otros decretos de las referidas córtes, y se destinó á los llamados Persas á varios conventos, hasta que las córtes decidieran de su suerte. Se proveyeron las embajadas y legaciones en hombres ilustres adictos al régimen constitucional. Las capitanías generales se confiaron á los militares que habian dado mas pruebas de igual adhesion: se confirmó en el mando superior militar de Cataluña y Navarra á Villacampa y á Mina, que habian sido, como vimos, aclamados por el pueblo en Barcelona y Pamplona, y se dispuso que se encargaran del gobierno político de las provincias los mismos que desempeñaban aquellos cargos en 1814, así como todos los demás empleados públicos

ducto del mismo ayuntamiento remitirá con su voto respectivo dicha justificacion al jefe superior político de Madrid, antes del domingo 28 de mayo, dia en que se harán las elecciones de los diputados suplentes.

18.

Los diputados suplentes se presentarán al secretario del despa cho de la Gobernacion de Ultramar para los efectos indicados en el artículo 7.o de este decreto, respecto á los propietarios de la Península.

19. Verificado en junta general de los electores que residan en la corte, el escrutinio de los votos de que deben resultar elegidos los individuos para suplentes de Ultramar, todos los electores presentes en representacion de sus provincias otorgarán por sí, y á nombre de los demás que hayan remitido sus votos por escrito, poderes amplios á todos y á cada uno de los diputados suplentes, nombrados á pluralidad, segun la forma inserta en el artículo 100 de la Constitucion, entregándoles dichos poderes para presentarse en las córtes.

20. No existiendo la diputacion permanente que debe presidir las juntas preparatorias de córtes, y recoger los nombres de los diputados y sus provincias, para suplir esta falta, reunidos los diputados y suplentes el dia 26 de junio próximo en primera junta preparatoria, nombrarán entre sí, á pluralidad de votos y para solo este objeto, el presidente, secretario y escrutadores de que trata el artículo 112 de la Constitucion, y luego las dos comisiones de cinco y tres individuos que prescribe el artículo 113, para el exámen de la legitimidad de los poderes, practicándose la segunda junta preparatoria en 1.o de julio, y las demás que sean necesarias hasta 6 del mismo, en cuyo dia se celebrará la última preparatoria, quedando constituidas y formadas las córtes, que abrirán sus sesiones el dia 9 del mismo mes de julio; todo conforme á los artículos desde 114 hasta 123 de la Constitucion.

para

21. En conformidad del artículo 104 de la Constitucion, se destina la celebracion de las córtes el mismo edificio que tuvieron las últimas, para lo cual se dispondrá en los términos que expresa el art. 1.o del reglamento para el gobierno interior de las mismas, formado en Cádiz por las generales y extraordinarias en 4 de setiembre de 1813.

22. Por cuanto las variaciones que se notan en este decreto, respecto á lo establecido por la Constitucion, tocante á la convocatoria, juntas electorales, y época en que deben celebrarse las córtes, son efecto indispensable del estado presente de la Nacion, se entenderán solo extensivas á la legislacion de los años de 1820 y 1821, excepto lo que pertenece á la diputacion permanente, que ya deberá existir en este último año, pues conforme al juramento que tengo prestado interinamente y prestaré con toda solemnidad ante las córtes, debe en lo sucesivo observarse en todo escrupulosamente lo que sobre el particular previene la Constitucion política de la monarquía. Por tanto, mandamos á todos los tribunales, justicias, jefes, gobernadores y demás autoridades así civiles como militares y eclesiásticas, de cualquiera clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar el presente decreto en todas sus partes. Tendréislo entendido para su cumplimiento, y dispondreis se imprima, publique y circule.

En Palacio, á 22 de marzo de 1820.—A don José María de Parga.—

Señalado de la real mano.

que en aquella fecha fueron separados de sus destinos por afectos al gobierno constitucional, y no por causa justa legalmente probada y sentenciada. Era un sistema de reparacion, que indemnizaba en lo posible de las vejaciones, injusticias y padecimientos sufridos en el trascurso de seis años por aquella causa.

Tambien los desterrados y proscritos por haber recibido empleos del rey José, ó conservádolos durante su dominacion, obtuvieron al fin de la Junta una medida reparadora, que llevó el consuelo á multitud de familias en su larga expatria cion, alzándoles el destierro, y mandando que se les devolviesen los bienes secuestrados.

Pero al lado de estos actos de justicia, de conciliacion y de humanidad, brotaban otras disposiciones que revelaban no estar exenta la Junta de cierto espíritu de apasionamiento y de exaltacion, que en tales cambios suele apoderarse hasta de los hombres de mas seso y mudurez, los cuales no advierten que condenando la tiranía que acaban de sacudir, imponen á su vez otra á sus adversarios. Ya era bastante violento y duro obligar á los ciudadanos de todas las clases á jurar individualmente la Constitucion, como si no fuese un deber natural respetar las leyes vigentes y obedecer á las autoridades constituidas. Pero el decreto en que se declaraba indigno de la consideracion de español, se extrañaba del reino y se destituia de todos sus empleos, emolumentos y honores á todo el que al prestar el juramento usase de cualquier protesta, reserva ó indicacion contraria al espíritu de la Constitucion, era poner en tortura las conciencias de los hombres, daba ocasion y pié á imputaciones y venganzas, y ponia á muchos en la cruel alternativa del perjurio ó de la miseria (1).

Compréndese que se mandara establecer enseñanza y dar lecciones de doctrina constitucional, á pesar de la poca preparacion que para ello habia, en todas las escuelas, colegios y universidades del reino; pero poner tambien cátedras de Constitucion en los seminarios conciliares y en los conventos, y prescribir á todos los párrocos y ecónomos que explicaran á sus feligreses todos los domingos y dias festivos la Constitucion política de la nacion, «como parte de sus obligaciones, manifestándoles al mismo tiempo las ventajas que acarrea á todas las clases del Estado, y rebatiendo las acusaciones calumniosas con que la ignorancia y la malignidad hayan intentado desacreditarla (2),» era desconocer completamente el corazon humano, pretender lo que era casi imposible cumplir, faltas de ilustracion y conocimientos para adoctrinar de lo forzar á unas clases, en lo general de ideas anti-liberales, y que no entendian, ó entendian poco, á hacer, dado que les fuese posible, lo que repugnaba á sus convicciones y sentimientos, y era en fin, en vez de atraerlas por medios políticos, persuasivos y suaves, afirmarlas en la antipatía con que muchos de sus individuos miraban las nuevas instituciones.

Los jefes de la revolucion militar de Andalucía, no obstan te el escaso impulso y el ningun progreso que bajo su direccion alcanzó aquel movimiento, se vieron elevados desde comandantes á mariscales de campo, saltando por los grados intermedios de la milicia, lo cual fué mirado por muchos, tanto en España como en el extranjero, como un escándalo Hay que reconocer, sin embargo, que este acto no dejaba de en lo presente y como un ejemplo fatal para lo venidero (3). ser caso de compromiso para la Junta, puesto que estos ascensos habian sido ya concedidos como premio á las mismas personas por una junta, aunque de vida oscura, que en San Fernando se habia formado, y habíalo hecho «á nombre de la patria libertada y agradecida,» y procediendo como gobierno, á peticion de oficiales y paisanos reunidos, si bien esperando la confirmacion del gobierno que se estableciera en Madrid, y así se solicitó. Y esto se hizo, no sin que algunos opinaran que no estaba bien que apareciesen interesados los que aspiraban á ser libertadores, pero reflexionando otros que era in

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dispensable que estuviesen investidos de grados superiores, si habian de conservar su influjo y poder. Y pareció sin duda conveniente á la Junta consultiva de Madrid guardar consideracion en este punto dado á la de San Fernando, así como la tuvo con la de Galicia conservándola por su carácter especial hasta la reunion de las córtes, no obstante haber disuelto las que en otras partes se habian establecido. Se licenció el ejército expedicionario de América, por tanto tiempo y á tanta costa reunido en la provincia de Cádiz. Se envió á sus casas los cuerpos de milicias provinciales, inclusos los de la guardia real, y se disolvió tambien el pequeño ejército de Galicia que con el conde de San Roman se habia mantenido leal al rey. Con esto, al modo que sucedió despues de la guerra de la independencia, se plagaron los caminos de salteadores, que tenian consternados á los viajeros y traficantes y á las poblaciones pequeñas, y mas adelante habian de servir de cimiento y núcleo de las facciones.

La dificultad era lo que habia de hacerse con el pequeño ejército de San Fernando, á cuyos jefes se acababa de premiar, y que no obstante sus escasos progresos en los dias de la revolucion era el que habia dado el grito de libertad y se le miraba como el libertador de la patria. Disolverle seria hacerle enemigo, enojar á los interesados en el nuevo órden de cosas y privarse el gobierno del apoyo de mas confianza. Acordóse por el contrario aumentarle, haciendo de él dos divisiones, una en Sevilla al mando de Riego, otra en la Isla Gaditana al de Quiroga, y confiriendo el mando general al capitan general de Andalucía don Juan O'Donojú, no desagradable á los constitucionales, por la fama de antiguo liberal que tenia, y porque se sabia no haber sido extraño á los planes de los sublevados, con quienes trataba, y á quienes por lo menos habia dejado obrar: si bien es verdad que su carácter, no ajeno á la envidia, le condujo despues á fomentar la deplorable desunion que nació luego entre los jefes de aquel mismo ejército.

En medio de los nobles é hidalgos sentimientos que distinguian á los individuos de la Junta, dejábanse dominar de un exagerado liberalismo, y con el afan de asegurar las nuevas instituciones no reparaban en el mal efecto que ciertas medidas habian de hacer á clases enteras, y aun al monarca mismo, haciéndoles de este modo, en vez de atraerlos, tomar mas repugnancia á un cambio político que, como impuesto, no podian mirar con gusto ni con benevolencia. Despues de algunos nombramientos de ministros en interinidad, la Junta propuso al rey un ministerio compuesto de personas dignísimas é ilustres, pero de aquellas que por haber sufrido rudas é injustas persecuciones y haber probado los calabozos y los presidios, ni ellos habian de mirar con ojos cariñosos al que contemplaban autor de sus privaciones y padecimientos de seis años, ni el rey podia verse con gusto, y sin cierta recelosa desconfianza, rodeado de aquellos consejeros cuya presencia le renovaba cada dia la memoria de su propia ingratitud é injusticia. No podia, pues, haber verdadera confianza y concordia entre el rey y los ministros que habia aceptado, que eran don Evaristo Perez de Castro, don Manuel García Herreros, don José Canga Argüelles, don Agustin Argüelles, el marqués de las Amarillas, don Juan Jabat y don Antonio Porcel (1), encargados respectivamente y por su órden de los ministerios de Estado, Gracia y Justicia, Hacienda, Gobernacion, Guerra, Marina y Ultramar: varones todos de distinguido mérito, pero que representaban recuerdos poco gratos para ellos y para el monarca.

Otro tanto decimos de haberle dado para ayudantes de campo (24 de abril), como jefe supremo que era del ejército por la Constitucion, á los tenientes generales don Francisco Ballesteros, marqués de Campoverde, don Juan O'Donojú, don Pedro Villacampa y don José de Zayas: á los mariscales de Campo don Antonio Quiroga y don Rafael del Riego, y al brigadier conde de Almodóvar, en atencion (decia la real órden respecto á este último) á sus «muy particulares servicios, y sin que en ningun caso pueda hacer ejemplar.» Puede com

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prenderse lo poco agradable que le seria verse en contacto íntimo y confiada la guardia de su persona especialmente á aquellos que mas genuinamente representaban la sublevacion militar y el principio revolucionario. Y como nadie suponia que el rey hubiera abrazado con beneplácito y espontaneidad el cambio de instituciones, debió calcularse que se consideraria como preso entre aquellos ministros y estos ayudantes de campo, y la Junta que se los imponia. No podia augurarse bien de esta combinacion y amalgama de elementos tan encontrados.

Conocíanlo sobradamente todos los ministros, como hombres de talento que eran, mas por lo mismo creyeron y convinieron en que el mejor sistema de gobierno y de conducta que podian trazarse era la observancia de la Constitucion y de las leyes, en todo cuanto les fuese posible, y en lo posible tambien ir convirtiendo la situacion de revolucionaria en normal. Pero si difícil les era hacerse agradables al trono, aun sustentando con celo sus menguadas prerogativas, tampoco les era fácil contentar á los autores, directores y ejecutores de la revolucion, que si bien tributaban respeto á la ley constitucional, no consideraban aquella terminada, ni se conformaban con medidas propias de un gobierno regular y asentado. Acaso los ministros, hombres de la anterior época constitucional, y buscados y traidos ahora para dirigir el timon del Estado, no comprendieron bien ni lo que debian á los hombres nuevos por quienes habian venido al poder, ni lo que de ellos habian de necesitar, y miráronlos con cierta tibieza como á gente de menos valía, y no los trataron, dado que lo fuesen, con toda la consideracion que las circunstancias demandaban, de lo cual se daban ellos por descontentos y quejosos, y fué principio de prontas desavenencias que habian de ir tomando

cuerpo.

Habiendo sido impulsada y hecha la revolucion por una soLy ciedad secreta, naturalmente habia de hacer alarde del triunfo, y aspirar á ejercer violencia grande en la marcha del nuevo gobierno. En boga con esto la secta masónica, antes tan perseguida y que solo pudo salvarse á fuerza de envolverse en el sigilo y el misterio, ahora haciendo gala de cierta publicidad, fué atrayendo prosélitos, por curiosidad unos, por imitacion otros, y otros por la esperanza de medrar á su sombra. Se aumentó, pues, y organizó el cuerpo masónico, cuyo centro y representacion se fijó en la capital, y se extendieron tambien las logias en los cuerpos militares, donde sargentos, oficiales y jefes alternaban y se trataban como hermanos, con lo cual ganaria la fraternidad de secta, pero relajábase lastimosamente la subordinacion militar y desaparecia la disciplina. A su ejemplo y sin secreto ni recato se formaron en la corte otras reuniones ó sociedades, un tanto parecidas á los famosos clubs de la revolucion francesa, cuya intencion y propósito parecia ser alentar el espíritu público y consolidar la revolucion, pero donde se ventilaban con calor las cuestiones políticas, y la manera de tratarlas resentíase, por un lado de inexperiencia, por otro del temple y calidad de las personas que á aquellos locales concurrian. «Allí las pasiones, dice un escritor contemporáneo, cubriéndose con la máscara del patriotismo, agriaban los ánimos y creaban los descontentos, fulminando rayos contra los individuos mas condecorados del país.>>

Era entre estas la mas notable la que se reunia en el café de Lorencini, situado en la Puerta del Sol; y fué tambien la que mas pronto comenzó á obrar como si fuese un cuerpo político, y la indulgencia con que esto se la toleraba le inspiró una audacia que degeneró en imprudencia. No contenta con la libertad de la palabra, aspiraba á arrogarse cierto manejo y participacion en el poder, y salian de ella pretensiones atrevidas. Disgustada desde el principio del nombramiento del marqués de las Amarillas para el ministerio de la Guerra, y despues de haberse desatado muchas veces en amargas invectivas contra este personaje (2), propasóse á enviar una comi

(2) Don Pedro Agustin Giron, marqués de las Amarillas, no podia ser del agrado de los que se congregaban en el café de Lorencini. General señalado en la guerra de la independencia, y hombre de alguna instruccion, aunque pasaba por adicto á las ideas liberales, y no faltaria á

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sion á Palacio á pedir á los demás ministros la separacion de Aproximábase el dia señalado para la apertura de las sesiosu colega. Presentóse la comision, no con modos de peticiona- nes de córtes, con cuyo motivo se celebraron varias juntas ria, sino en aire y son de tumultuaria exigencia. Mantuviéronse preparatorias, ya para nombrar la comision que habia de su los ministros firmes y enteros, y si bien á algunos no desagra- plir á la permanente, á la cual correspondia presidir la primera daba que la demostracion se dirigiese contra quien no tenia su junta, ya para elegir la de exámen y revision de poderes, ya procedencia ni sus títulos de proscripcion, para ellos fué lo para la aprobacion de estos y la de la eleccion de los diputaprimero sostener el principio de autoridad, y así la respuesta dos suplentes por América, ya en fin para constituirse, lo cual que dieron á los comisionados fué mandarlos prender y for- verificaron el 6 de julio, nombrando presidente al señor Espimarles causa. La determinacion fué aplaudida generalmente ga, arzobispo electo de Sevilla, diputado por Cataluña, y vicepor todos los hombres de órden, pero compréndese bien cómo presidente á don Antonio Quiroga, que lo era por Galicia (2). la recibiria la sociedad, y el efecto que haria en la gente exal- La víspera de este acto pasó el rey, acompañado de un solo tada. De todos modos era ya un principio de rompimiento ayuda de cámara, á ver detenidamente el edificio y salon de entre el gobierno y la parte mas fogosa de los liberales. Pero las córtes, mostrándose al parecer sumamente complacido, é ya entonces tambien se decia, y se tenia por cierto que los informándose de todo con el mayor interés. En aquellos misenemigos de la libertad, y al mismo rey le achacaban este ma- mos dias se expidieron dos decretos restableciendo casi todos ligno designio, fomentaban por bajo de cuerda y por medio los de las córtes extraordinarias y ordinarias de la primera del oro la exaltacion de estas reuniones, á fin de que las exa- época constitucional, que no lo habian sido ya por decretos geraciones mismas desacreditaran la revolucion, y concita- particulares; de modo que la situacion política que ahora se ran mas contra ella la enemiga de los amantes del órden creaba venia á ser en todo lo posible el enlace y como la consocial. tinuacion de la de 1814 al tiempo de proclamarse el absolutismo del rey (3).

Distinguíase entre estos clubs el que se formó en el café llamado la Fontana de Oro, por la clase y categoría de las personas concurrentes, que ya eran de mas importancia, y principalmente por los discursos políticos que allí pronunciaban oradores fogosos y de fácil y elocuente palabra, algunos de los cuales se hicieron despues notables y célebres en la tribuna del parlamento.

Mientras estas reuniones empujaban hácia un exagerado liberalismo, manifestóse en Zaragoza el primer síntoma público de descontento y estalló la primera intentona reaccionaria (14 de mayo), reuniéndose en grupos los vecinos de varias parroquias, que intentaron arrancar la lápida de la Constitucion, y lograron turbar la tranquilidad pública. Pero el celo y energía de las autoridades, y el decidido auxilio que les prestaron así la tropa como la milicia nacional, deshicieron el tumulto, restablecieron el órden, sin mas desgracia que un solo herido, y se prendió á unos treinta de aquellos alborotadores (1). Con esto crecia y se avivaba el entusiasmo de los liberales, despertábase su recelo y se aumentaba su vigilancia sobre los absolutistas, procuraban tenerlos reprimidos, y así, en vez de amortiguarse, se inflamaban los resentimientos y los odios, de que el motin de Zaragoza no habia de ser sino una leve muestra.

Este entusiasmo de los liberales se desplegó de una manera ostentosa en la capital del reino, con motivo de la llegada del nuevo general Quiroga (23 de junio), que elegido diputado por la provincia de su naturaleza, habia salido el 12 de San Fernando, y recibido en las poblaciones del tránsito agasajos y obsequios. A su entrada en Madrid un inmenso gentío le aclamó con vivas y plácemes: las casas estaban adornadas con vistosas colgaduras; llevósele á descansar á las salas del ayuntamiento; pasó á Palacio á presentarse á SS. MM.; volvió á las casas consistoriales, y de allí fué conducido en medio de una inmensa multitud al local en que se le tenia preparado un suntuoso banquete, durante el cual tocaron las músicas y se cantaron himnos patrióticos. Por la noche su presencia en el teatro volvió á excitar el entusiasmo público. De todo esto daba cuenta muy formal el diario oficial del gobierno.

la Constitucion que habia jurado, no era apasionado de aquel código tal como estaba, y le hubiera preferido modificado en sentido menos popular y mas aristocrático, como eran sus aficiones y sus maneras. De carácter firme, y algo desabrido, no era amigo de las sublevaciones militares, y no le eran simpáticos sus promovedores y caudillos. Y como ministro de la Guerra, era el que principalmente tenia que habérselas con estos y con el ejército llamado libertador, ufanos unos y otros con su triunfo, y que eran los que mas partido tenian en la reunion de que

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Pero en medio de todos estos lisonjeros preparativos tramábanse ocultas conspiraciones contra el régimen constitucional, teniendo algunos el intento de causar una perturbacion que impidiera la celebracion de las córtes. Una de ellas, aunque descabellada en su fin y en sus medios, costó á sus autores, Bazo y Erroz, secretario del rey el uno y capellan el otro, ser mas adelante inhumanamente sacrificados en la Coruña, Proponíanse estos, y á su cabeza parece se hallaba el antiguo jefe de guerrillas Echavarri, sacar al rey de Madrid y llevarle á Burgos, donde podria proclamar su autoridad ilimitada. La voz pública supuso al mismo monarca cómplice, ó por lo menos sabedor y conocedor de este plan, lo cual produjo que la opinion se fijara en las malas disposiciones del rey, é hizo que los ministros conocieran sobre cuán inseguro cimiento descansaban las leyes.

Otra, que abortó en la noche del 8 al 9 de julio, víspera de abrirse las sesiones, y acaso con el fin de que este solemne acto no se realizara, pudo, si se hubiera llevado á cabo, tener consecuencias fatales. Intentaron los guardias de corps salir tumultuariamente de su cuartel á caballo; el distintivo de los sediciosos era un pañuelo blanco atado al brazo; pero las rondas y patrullas de nacionales, y tal vez mas que todo la circunstancia de haber dado muerte en la confusion del tumulto al centinela de estandartes, hizo que se malograse el proyecto. Cuál fuese este verdaderamente, quedó, si no ignorado, al menos envuelto en cierta misteriosa oscuridad; pues aunque gobierno mandó instruir causa criminal sobre el suceso, y aun se suponia que algun general, y el mismo gobernador de Madrid tenia noticias del hecho y de su significacion, conocese que hubo interés en que no se disiparan las tinieblas que encubrian (4).

el

lo

Pero nada habia aun turbado la alegre ansiedad con que se aguardaba el dia destinado á la solemne ceremonia de prestar el rey juramento á la Constitucion ante las nuevas córtes, y de inaugurar estas sus tareas legislativas.

(2)

Los secretarios fueron don Diego Clemencin, don Manuel Lopez Cepero, don Juan Manuel Subrie, y don Marcial Antonio Lopez. (3) Desde este mes de julio comenzó á publicarse la Gaceta del Gobierno diariamente y en pliego de á folio, en vez de los dias alternados y en tamaño de 4.o, en que hasta entonces se habia publicado.

(4) Ya antes de este dia el gobierno habia tenido que dirigir una exhortacion á algunos obispos, á causa de los sermones que en varios punel tos se habian predicado contra el sistema constitucional; tales como del famoso padre Maruaga en Cáceres, y el de fray Miguel Gonzalez en Burgos. Tambien en Sevilla habian aparecido pasquines subversivos, y el gobierno habia hecho trasladar de aquella ciudad á las cárceles de Murcia al célebre canónigo Ostolaza, y tomado una parecida providencia con un monje jerónimo y con alguna otra persona.

CAPITULO V

Córtes de 1820.-Primera legislatura

(De julio á noviembre.)

gala. Esta suntuosa ceremonia, que despues en nuestros dias hemos visto muchas veces repetida, era entonces y en aquellas circunstancias una novedad sorprendente, y que causó una admirable sensacion.

Llegado que hubo al salon de córtes la régia comitiva, recibida por las comisiones, colocadas la reina y las infantas en sus respectivas tribunas, sentado el rey en el solio, y mas abajo y á su izquierda los dos infantes sus hermanos, puesto luego en pié el monarca, con el libro de los Evangelios delante, pronunció con voz firme y con semblante halagueño, ante el presidente y los secretarios, el juramento siguiente:

Apertura de las córtes. -Sesion régia.-Jura el rey solemnemente la Constitucion.-Su discurso.-Contestacion del presidente.-Comision de mensaje.—Manifiesto de la Junta provisional. Regocijo público. -Actitud y predisposicion de los diversos elementos sociales respecto al nuevo órden de cosas.-El rey.-La nobleza.-El clero.-El pueblo. -Abuso del derecho de asociacion.-Exaltacion de las sociedades patrióticas. — Rígido constitucionalismo de los ministros.-Oculta des«Don Fernando VII por la gracia de Dios y la Constitucion confianza entre ellos y el rey.-Fisonomía de las córtes.-Resultado de la monarquía española rey de las Españas: juro por Dios de la falta de direccion en las elecciones.-Diputados antiguos del año 12.-Diputados nuevos del 20.-Dibújanse los dos partidos, moy por los Santos Evangelios, que defenderé y conservaré la derado y exaltado.-Conducta de los americanos.-Primeras sesiones. religion católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna -Desorden nacido de la iniciativa individual.-Multitud de proposi-lítica de la monarquía española, no mirando en cuanto hicieen el reino: que guardaré y haré guardar la Constitucion po

ciones, en sentido monárquico y en sentido revolucionario.-Presion que ejercian las sociedades secretas y públicas.- La de la Fontana de Oro.-Medidas violentas, y humillaciones que se imponían al clero. Resistencia de este á recomendar la Constitucion en el púlpito y enseñarla en las escuelas.-La Junta Apostólica.-Restablecen las córtes el plan de estudios de 1807.-Amnistía á los afrancesados.-Memorias presentadas por cada ministro sobre el estado de la nacion.—Cua

re sino al bien y provecho de ella: que no enajenaré, cederé ni desmembraré parte alguna del reino: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero, ni otra cosa, sino las que hubiesen decretado las córtes: que no tomaré jamás á nadie su propiedad, y que respetaré sobre todo la libertad política de la nacion, y la personal de cada individuo: y si en lo que

obedecido, antes aquello en que contraviniere sea nulo y de ningun valor. Así Dios me ayude y sea en mi defensa, y si no me lo demande.»>

dro desconsolador de la hacienda.-Triste situacion interior del país. he jurado, ó parte de ello, lo contrario hiciere, no deseo ser -Plaga de ladrones y malhechores.-Melancólico bosquejo del ejército.-Acuérdase la disolucion del ejército de la Isla.-Llamamiento de Riego á la corte.-Recibele el pueblo y le festeja con entusiasmo.Imprudencias y ligerezas de aquel caudillo.-Banquete patriótico.Su presencia en el teatro. -Escena tumultuosa. -Es destinado de cuartel á Oviedo.-Intenta hablar en la barra del Congreso.-Léese su discurso.— Acaloradas sesiones que produce.-Pónense de frente los dos partidos.-Tumulto en Madrid. — Memorable sesion del 7 de setiembre.-Fogosos debates.-Discursos de Argüelles y Martinez de la Rosa.-Rompen los dos partidos liberales.-Triunfan el gobierno y los constitucionales templados. -Temen luego los ministros al partido exaltado, y le lisonjean.-Decretos sobre vinculaciones y sobre órdenes monásticas.-Otras reformas políticas y administrativas.-Retroceden de este sistema.-Reformas en sentido contrario.-Reglamento de imprenta. Prohiben las sociedades patrióticas.-Fíjase la fuerza del ejército permanente.-Presupuesto de gastos é ingresos.-Déficit. -Enorme deuda nacional.-Recursos para amortizarla.-Planes de reacciones.-Niégase el rey á sancionar el decreto sobre monacales.-Esfuerzos del gobierno.-Cede el rey, con protesta.—Va al Escorial. -Proyectos reaccionarios que allí se fraguan.-Cierran las córtes su primera legislatura.

Hay ocasiones, y suelen ser harto frecuentes, en que las demostraciones de satisfaccion y de júbilo de los partidos políticos triunfantes predominan de tal modo sobre el oculto sentimiento y el silencioso disgusto de los vencidos, que exteriormente aparece ser universal la alegría; y diríase que todos los corazones rebosan de regocijo, y que á todos por igual alienta un mismo espíritu, y que en todos se abriga una misma esperanza de prosperidad y de ventura. Todo lo que puede contrariarla parece haberse olvidado; todas las sombras que podrian anublar aquella risueña atmósfera, parece haber desaparecido.

Una salva de aplausos siguió á las últimas palabras del rey. Terminado el juramento, el presidente Espiga dirigió á Su Majestad un discurso lleno de circunspeccion y sensatez, y de ideas liberales templadas y sanas. Manifestó el rey su agradecimiento á las córtes por los sentimientos expresados por el órgano de su digno presidente, y en seguida pronunció él con voz clara é inteligible un discurso, cuyos primeros períodos bastarán á dar idea de su espíritu, y eran los siguientes: «Señores diputados: Ha llegado por fin el dia, objeto de mis mas ardientes deseos, de verme rodeado de los representantes de la heróica y generosa nacion española, y en que un juramento solemne acabe de identificar mis intereses y los de mi familia con los de mis pueblos.-Cuando el exceso de los males promovió la manifestacion clara del voto general de la nacion, oscurecido anteriormente por circunstancias lamentables que deben borrarse de nuestra memoria, me decidí desde luego á abrazar el sistema apetecido, y á jurar la Constitucion política de la monarquía, sancionada por las córtes generales y extraordinarias de 1812. Entonces recobraron, así la corona como la nacion, sus derechos legítimos, siendo mi resolucion tanto mas espontánea y libre, cuanto mas conforme á mis intereses y á los del pueblo español, cuya felicidad nunca habia dejado de ser el blanco de mis intenciones las mas sinceras. De esta suerte, unido indispensablemente mi corazon con el de mis súbditos, que son al mismo tiempo mis hijos, solo me presenta el porvenir imágenes agradables de confianza, amor y prosperidad.- Con cuánta satisfaccion he contemplado el grandioso espectáculo, nunca visto hasta ahora en la historia de una nacion magnánima, que ha sabido pasar de un estado político á otro sin trastornos ni violencias, subordinando su entusiasmo á la razon, en circunstancias que han cubierto de luto é inundado de lágrimas á otros países menos afortunados! La atencion general de Europa se halla dirigida ahora sobre las operaciones del Congreso que representa á esta nacion privilegiada, etc. (1).»

Tal era el aspecto exterior de la poblacion de Madrid en la mañana del 9 de julio de 1820, dia destinado á la solemnidad de la sesion régia: espectáculo grandioso y nuevo en España, el de ir el rey en persona con toda la ceremonia y todo el aparato y brillo de la majestad á abrir las córtes y prestar ante ellas el juramento á la Constitucion. Dentro del santuario de las leyes esperaban con ansia este momento los representantes del país y las comisiones nombradas para recibir y acompañar la real familia, y las tribunas se hallaban ocupadas por El presidente manifestó á S. M. la alegría con que las córel cuerpo diplomático, por los altos funcionarios del Estado, tes habian oido de sus augustos labios tan nobles y generosos y por personas de ambos sexos de lo mas distinguido de la sentimientos; y concluida la ceremonia, salió la real familia corte. Henchia las calles una inmensa muchedumbre, que sin con el mismo cortejo, resonando, primeramente en el salon, señal alguna de inquietud, y mostrando la mas viva joviali- despues en la carrera hasta palacio, repetidos aplausos y vidad, aguardaba, seguia y aclamaba al rey, que acompañado vas á la Constitucion y al rey constitucional. Las córtes perde la reina y de los infantes don Cárlos y don Francisco con manecieron reunidas hasta nombrar, á propuesta del conde sus esposas, y de una brillante comitiva, se dirigió desde el de Toreno, una comision para redactar el proyecto de contesreal alcázar al palacio de las córtes, en elegantes y lujosas car-tacion al discurso de la corona, el cual se presentó y aprobó rozas, tiradas por soberbios caballos ricamente enjaezados, á un lado y á otro multitud de volantes, cazadores y lacayos con

(1) Estos discursos se publicaron íntegros en la Gaceta extraordina

vistosas libreas, y en la carrera tendidas las tropas de toda ria del 10. El que pronunció el rey se atribuyó á Argüelles.

en la sesion del siguiente dia. La Junta provisional consulti- | las mas peligrosas doctrinas; el alarde que muy desde el prinva, cuyas tareas terminaban con la apertura é instalacion de las córtes, despidióse el mismo dia 9 con un extensísimo Manifiesto, en que daba cuenta minuciosa á las córtes y á la nacion de todos sus actos políticos y administrativos en el período de su gobierno, al propio tiempo que sembraba su escrito de reflexiones y máximas juiciosas y saludables (1). Las juntas de provincia cesaron tambien en sus respectivas funciones.

Como un faustísimo dia fué mirado aquel por los amantes de la libertad; el mayor dia de España se le llamó en el diario oficial del gobierno. Pero ¿bastaban estas demostraciones exteriores para poder confiar en que las halagueñas esperanzas de los liberales se viesen cumplidas? Así hubiera podido ser, si hubiera habido sinceridad y buena fe en unos, juicio y templanza en otros, en otros menos fanatismo y apasionamiento, y en otros, en fin, mas ilustracion ó mas desinterés. Pero examinemos cuál era la actitud respectiva de los diversos elementos que jugaban en la organizacion y en la marcha del nuevo órden de cosas, y lo que de sus relaciones podia esperarse.

Pensar que Fernando VII hubiera renunciado de repente á las ideas y á los sentimientos de toda su vida; que hubiera jurado gustoso y estuviera sinceramente dispuesto á observar con beneplácito una Constitucion que siempre habia aborrecido; que se desprendiera sin repugnancia de las facultades y atribuciones de que aquella despojaba al poder real; que no lastimaran el orgullo de rey ni hirieran el amor propio de hombre los actos humillantes á que le forzaban los que en brazos de una insurreccion militar se habian atrevido á escalar las gradas del trono; que se sometiera de buen grado á la voluntad de los mismos á quienes él habia lanzado á los calabozos y á los presidios; que le hubiera de agradar que las córtes le dijesen en el mensaje: «Volviendo V. M. sus derechos al pueblo, ha legitimado los suyos al trono;» pensar que todas aquellas condescendencias fuesen actos espontáneos, y no sacrificios violentos, disfrazados con estudiadas sonrisas, hasta tener ocasion de romper el velo del disimulo, era olvidar de todo punto los antecedentes del monarca, era desconocer enteramente los instintos del hombre y los sentimientos del

rey.

Creer que la nobleza habria de recibir, no ya con benévola actitud, sino con pasiva resignacion, la nueva abolicion de sus privilegios seculares, y su igualdad con las clases llanas; y que el clero, fuerte todavía por su organizacion é influencia, activo por carácter, exclusivista por interés, y halagado por el reciente absolutismo de los seis años, hubiera de amoldarse impasible á instituciones que contrariaban sus hábitos y quebrantaban su influjo, era no conocer el espíritu de clase, la fuerza de la tradicion, y la natural resistencia del egoismo. Y creer tambien que el pueblo, falto de ilustracion, ardoroso entusiasta del rey absoluto, á quien habia aclamado con frenesí, y por quien habia mostrado hasta delirio, se trasformara repentinamente de realista en constitucional, y se adhiriera de pronto á instituciones contrarias á sus hábitos, y que ni siquiera comprendia, era una de tantas ilusiones como suelen ofuscar á los novadores y reformistas de mas capacidad y talento.

cipio comenzaron á hacer de su poder, y sus irrespetuosas exigencias, elementos eran, no para ganar proselitos entre los hombres sensatos y captar su adhesion á las reformas y principios constitucionales, sino para inspirarles ó recelo ó aversion, ó para arraigar en los enemigos de la libertad su repugnancia, 6 instintiva, ó interesada, ó al menos para darles pretexto y ocasion de zaherirla.

Ya hemos indicado que entre los ministros y el rey, léjos de existir aquella confianza mutua, aquella armonía y concordia que establecen la identidad de principios y la unidad de miras entre el monarca y sus consejeros, no podia haber sino una desconfianza recíproca, que la necesidad obligaba á disimular y encubrir. Y sin embargo, aquel ministerio, compuesto de lo mas notable de las primeras córtes, no era ni revolucionario ni palaciego. Hombres de buena fe y de estricta legalidad, apegados con el cariño de padres al código del año 12, rígida y severamente constitucionales, amantes de las reformas entonces proclamadas, empeñados en volver las cosas al ser y estado que tenian en 1814, al modo que Fernando VII se empeñó en que todo volviera al año 1808, como si unos y otros á su vez pudieran borrar los sucesos y los años de las tablas del tiempo, propusiéronse no obstante mantenerse firmes en un término medio, combatiendo con la misma entereza las intentonas del absolutismo y los excesos y violencias de la revolucion. Disolviendo la sociedad del café de Lorencini, de donde habia partido la tumultuaria exigencia de que fuese separado del ministerio el marqués de las Amarillas, vindicaron el principio de autoridad, pero se acarrearon la censura y la enemiga de los fogosos patriotas de los clubs y de las sociedades masónicas.

Mas, sobre ser las pasiones mas fuertes y poderosas que los buenos propósitos é intenciones del ministerio, por una parte no advertia este que el principio revolucionario que intentaba combatir estaba dentro de la Constitucion misma á que se hallaba tan encariñado; y por otra, encerrado en una mal entendida imparcialidad constitucional, léjos de dirigir prudentemente las elecciones, ilustrando por lo menos la opinion, las habia dejado abandonadas á la pasion política, que siempre es exaltada y ciega á la raíz de los cambios radicales, tanto mas, cuanto son estos mas repentinos, y están mas recientes y vivos los agravios del régimen anterior. Así fué que triunfaron en las urnas y pasaron á ocupar los escaños de los legisladores, jóvenes ardientes, fogosos é inexpertos, muchos de ellos salidos de las lógias masónicas, imbuidos en las ideas de la revolucion francesa, persuadidos de que era menester purgar la sociedad española de los elementos contrarios á la libertad, reproduciendo aquellos mismos excesos, partidarios de la doctrina y del sistema de Marat, y enemigos de todo lo que fuese templanza y moderacion. Figuraba á la cabeza de estos Romero Alpuente, y ayudábanle otros cuyos nombres iremos viendo aparecer.

Formaban contraste con estos nuevos diputados, contraste muy digno de observacion, los que lo habian sido en las córtes de la primera época constitucional, aquellos que entonces habian rayado mas alto en materia de liberalismo, los autores mismos de la Constitucion, algunos de ellos ministros ahora, como Argüelles, García Herreros y Perez de Castro, otros distinguidos y elocuentes oradores, como Toreno, Espiga, Villanueva, Garelly y Martinez de la Rosa. Amaestrados estos por fuegos de la imaginacion con seis años de dolores y padeci mientos, habiendo sustituido á los arranques de la pasion los consejos del raciocinio, queriendo imprimir á las ruedas de la máquina del Estado un movimiento compasado y regular, tolerantes por experiencia y por cálculo, aunque liberales y reformadores decididos, aparecian enfrente de los otros como moderados. De modo que desde el principio se dibujaron en estas córtes los dos partidos que tomaron las denominaciones de exultado y moderado, perteneciendo en lo general á aquel los diputados nuevos, á este los antiguos y los ministros; y si bien en las primeras discusiones votaron todavía juntos, no tardaron en deslindarse y en mirarse como adversarios. Contribuyó á esta division entre la familia liberal el haber un

Por otra parte la exagerada exaltacion y la intemperancia de las sociedades llamadas Patrióticas; el abuso que hacian del derecho de asociacion para influir directamente en la política, y hasta en las deliberaciones del gobierno; las declama-la experiencia y la desgracia, apagados hasta cierto punto los ciones de sus fogosos tribunos, que encaramados sobre las mesas explicaban el derecho político á un público desocupado, ávido de emociones, y dispuesto á aplaudir lo que mas podia lisonjear la pasion popular; aquellas ardientes discusiones sobre cosas y personas; los dicterios que se lanzaban contra los que se calificaba de tibios ó desafectos; las proposiciones que se hacian y los acuerdos que se tomaban, como si nacieran de un congreso legítimamente constituido; los periódicos revolucionarios que les servian de eco, y eran el vehículo de

(1) Inserta el marqués de Miraflores este largo documento en el tomo I de Apéndices á su opúsculo: «Apuntes históricos para escribir la historia de España del 20 al 23.»

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