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confianza; tal era la que tenia de su injusto proceder; y for- | Duhesme á la intimacion, haciendo responsable al capitan mando de ellas una corta division de diez mil hombres al mando del marqués de Alorna, ordenó su salida y las envió á España; gran número de soldados desertó antes de llegar á Valladolid (1).

general de cualquier desavenencia que pudiera sobrevenir entre ambas naciones. En su virtud Ezpeleta celebró un consejo, y en él se acordó permitir al francés la entrada en Barcelona, si bien guarneciendo las tropas españolas la ciudadela y Monjuich (13 de febrero, 1808). Inquieta estaba la poblacion, y eso mismo sirvió de pretexto al francés para pedir que alternaran sus tropas con las nuestras en las guardias de todos los principales puestos, á fin de que viendo el pueblo la buena armonía entre unas y otras, se tranquilizara y se disiparan sus recelos. Tambien se accedió á esta demanda, como si los españoles todos participaran del adormecimiento del gobierno. Pronto se verá el pago de tales condescendencias. Duhesme puso una compañía de granaderos en la puerta principal de la ciudadela, donde solo habia veinte soldados españoles. Ezpeleta le rogó que retirase aquella fuerza tan desproporcionada, pero el francés obró como si no se diera por entendido. Semejante proceder, por mas que el gobierno encargaba en todas partes que se procurara evitar todo motivo de colision con los franceses, iba apurando la paciencia, así del pueblo como de nuestros oficiales y soldados. Conocia Duhesme el peligro que corria, y con el deseo de proveer á su propia seguridad, coincidió el haber recibido una carta del ministro de la Guerra de Francia, en que le suponia dueño de los fuertes de Barcelona. Discurriendo, pues, cómo apoderarse por sorpresa de la ciudadela y de Monjuich, hizo esparcir la voz de que tenia órden de continuar con sus tropas á Cádiz, y con este pretexto las reunió para pasarles revista en la explanada de la ciudadela (28 de febrero). En este acto el italiano Lecchi con su estado mayor se acercó á la guardia de la ciudadela como en ademan de hacerle algunas prevenciones, deteniéndose con estudio en el puente levadizo, para dar lugar á que su batallon de vélites se acercara y pudiera entrar sin estorbo. Entonces Lecchi penetró en la plaza, siguióle el batallon atropellando la corta guardia española, y tras de aquel siguieron otros cuatro, que sin dificultad dominaron completamente la ciudadela, porque los dos batallones de guardias españolas y walonas que la guarnecian se habian ido confiada y descuidadamente á la ciudad, los unos por recreo y los otros á diversas ocupaciones. Cuando volvieron, tuvieron dificultades para que les permitieran la entrada los usurpadores de sus puestos. Aquella noche y el dia siguiente los pasaron formados frente á los franceses, con gran peligro de un rompimiento, hasta que por la tarde recibieron los nuestros órden de salir á acuartelarse en la ciudad, quedando así los franceses en posesion completa de la ciudadela.

Dueño pues Junot de Portugal y mandando allí abierta mente en nombre de Napoleon, situados Dupont en Valladolid y Moncey en Burgos, faltaba á Bonaparte alejar de España nuestra marina, y pidió con instancia que se uniera á la suya, y logró que se diera órden á don Cayetano Valdés para que con la escuadra de seis navíos que tenia en Cartagena se hiciera á la vela para Tolon, como lo verificó (10 de febrero). Por fortuna la dureza de los vientos y el mal estado de algunos buques, y acaso mas que todo la poca voluntad del comandante de alejarse de las costas y puertos de España, le hicieron arribar por dos veces á Mallorca. Nuevas órdenes le obligaron á salir para Mahon, donde el almirante príncipe de la Paz comisionó al general Salcedo para que tomase el mando de la escuadra, é investigara al propio tiempo la conducta de Valdés. Mas todas estas señales de insidiosos intentos por parte de los que aun se decian aliados y amigos, eran leves infracciones de la amistad, comparadas con las infidelidades, sin escrúpulo pueden llamarse ya perfidias, que al propio tiempo y por otros lados estaba cometiendo con nosotros, y con que manchaba y deslustraba sus anteriores admirables hechos el que con razon fué denominado el capitan del siglo: comportamiento indigno de tan grande hombre, inverosímil si pudiera resistir á la evidencia de los hechos.—Por las gargantas de Roncesvalles habia marchado el general D'Armagnac con tres batallones la vía de Pamplona; llegó á la ciudad (9 de febrero), y permitiósele sin obstáculo alojar en ella sus tropas. Pero habiendo recibido órden de apoderarse de la ciudadela, pidió arteramente permiso al virey marqués de Vallesantoro para encerrar en ella dos batallones de suizos so pretexto de no tener confianza en su disciplina. Negóse el virey á otorgar peticion tan grave sin órden expresa de la corte: pero no correspondió á esta digna contestacion la precaucion que debió seguirla. Verdad es que no podia presumir apelase un general del imperio á la treta alevosa que empleó para lograr su designio. Alojado en la casa del marqués de Besolla, frente y á corta distancia de la puerta principal de la ciudadela, en la noche del 15 al 16 de febrero llevó á su casa buen número de granaderos. En la ciudadela entraban todas las mañanas algunos soldados franceses á tomar la racion de pan, sin que nuestra guardia creyera necesaria precaucion alguna. La mañana siguiente á aquella noche fueron enviados á tomar el pan soldados escogidos, con armas ocultas debajo de los capotes. Habia bastante nieve, y comenzaron como á divertirse arrojándose unos á otros las pellas que hacian, y en tanto que así distraian nuestra guardia, colocáronse algunos sobre el puente levadizo para impedir que se cerrara. A una señal convenida, los unos se lanzaron sobre las armas de nuestros soldados, los otros sacaron las que tenian escondidas, desar-trado aquel intento, acudió Duhesme al capitan general Ezmaron sin gran esfuerzo á los descuidados centinelas, y saliendo á tal tiempo los granaderos ocultos en la casa de D'Armagnac, entre unos y otros ejecutaron fácilmente la traicion que tenian meditada de apoderarse de la ciudadela. Entonces pasó D'Armagnac un oficio al virey disculpando el hecho con la necesidad, y lisonjeándose de que no por eso se habria de alterar la buena armonía entre dos aliados; ; tras la ruin alevosía el insulto del sarcasmo!

al

Todavía era esto poco. Mientras así se conducia D'Armagnac en Pamplona, por la parte de los Pirineos Orientales el general Duhesme que mandaba otra division, teniendo á sus órdenes general italiano Lecchi y al francés Chabran, penetraba en España por el puerto de la Junquera, en direccion de Barcelona. Noticioso de este movimiento el capitan general del Principado, conde de Ezpeleta, requirióle que suspendiera su marcha hasta consultar al gobierno español, que, en verdad, ni lo sabia ni aun lo sospechaba. Respondió con arrogancia

(1) Proclama y decretos de Junot expedidos en 1.o de febrero en Lisboa.-Apéndice 27 al tomo I de la Historia de la guerra de España contra Bonaparte.

No era tan fácil la sorpresa de Monjuich que intentaron á la misma hora. Sobre estar el castillo en una colina elevada y descubierta, que permite ver todos los movimientos del que intente aproximarse, gobernábale interinamente el intrépido y decidido español don Mariano Alvarez, que haciendo levantar el puente levadizo negó la entrada á los franceses. Frus

peleta, que atemorizado con las órdenes imperiales de que aquel le habló, dió las suyas para que se franquease el castillo. Todavía vaciló Alvarez, pero la disciplina le obligaba á obedecer, y lo hizo. Los militares españoles no podian sufrir proceder tan desleal; los ánimos estaban irritados y se temia un conflicto: para evitarle, se hizo salir de Barcelona para Villafranca el regimiento de Extremadura, y se tomaron otras medidas y precauciones.

Pero aun faltaba algo que cumplir del pérfido plan de invasion que traian entendido los jefes franceses. Duhesme al pasar por Figueras habia dejado allí unos ochocientos hombres al mando del coronel Piat: pasaron unos dias sin demostrar intencion sospechosa, mas tan pronto como se supo la ocupacion de los fuertes de Barcelona, empleó allí Piat para apoderarse de la ciudadela de San Fernando una estratagema, no igual, pero parecida y de tan ruin género como la de Lecchi en la capital del Principado y la D'Armagnac en Pamplona, sacando permiso del débil gobernador para introducir en ella doscientos veteranos fingiendo ser conscriptos, logrando así enseñorearse de la plaza (18 de marzo), y haciendo salir los pocos españoles que la guarnecian.

Otro artificio, que prueba cuán general era el plan y cuán, uniformes las instrucciones imperiales que se habian dado, puso á los franceses en posesion de la plaza y castillo de San Sebastian en Guipúzcoa. Allí el pretexto fué la disposicion dictada por Murat de trasladar de Bayona á San Sebastian los hospitales y depósitos de los cuerpos que habian entrado en la Península. El comandante general de Guipúzcoa, duque de Mahon, consultó sobre ello á la corte, rogando entre tanto al gran duque de Berg que suspendiese su resolucion. Contestó este con una altiva y amenazadora carta (4 de marzo), que atendido el carácter, entereza y dignidad del jefe español, hubiera podido producir un grave disgusto, á no haber recibido respuesta del príncipe de la Paz, en que le decia, que pues no tenia medios de defender la plaza, la cediera el gobernador, haciéndolo de un modo amistoso, al modo que en otras plazas sin tantos motivos de excusa se habia ejecutado. Con esto logró el general Thouvenot que se le franqueara la plaza, y además guarnecer el castillo, que debia necesitar para su seguridad.

Semejante manera de invadir un reino aliado y amigo, con el que habia un tratado reciente, y del que no se recibian pruebas sino de lealtad y de condescendencia; tal modo de introducirse en el corazon del país, y de comprometer é inutilizar su marina, y de apoderarse de sus plazas fronterizas mas importantes, no puede tener mas que una calificacion, que es la que unánimemente le han dado todos los escritores españoles; no puede llamarse mas que perfidia y alevosía horrible, deshonrosa á un pueblo belicoso y grande, desdorosa para los guerreros que la ejecutaban, é indigna enteramente del hombre de genio que la disponia, y que hasta entonces habia sabido conquistarse tan colosal grandeza: proceder bastardo, en que no cabe disculpa, ni admite atenuacion siquiera (1).

Grande era la inquietud y la alarma de la corte á la presencia de tales hechos, aumentada con la venida á Madrid de la desposeida reina de Etruria, y mas todavía con la repentina

(1) Y sin embargo, M. Thiers, que en cuantas ocasiones se refiere á cosas de España parece encontrar escaso el diccionario de los dicterios para denigrar cualquier defecto ó flaqueza de nuestra nacion ó de nuestros hombres, no pudiendo resistir á la evidencia de la superchería empleada por Napoleon en su modo de conducirse con la España, que él suele llamar solo astucia, se ve en la precision de condenarla, pero buscándole disculpa. Hé aquí cómo se explica sobre esto el moderno historiador francés:

«Ciertamente si se juzgasen estos actos por las reglas comunes de la moral que hacen sagrada la propiedad de otro, habria que condenarlos para siempre, como los de un criminal que se apodera de lo que no le pertenece: y aun juzgándolos bajo diferentes principios, no puede menos de recaer sobre ellos el mas severo vituperio: pero los tronos no son lo mismo que la propiedad de un particular. La guerra ó la politica los dan 6 los quitan, y algunas veces con gran ventaja de las naciones de cuya suerte se dispone de este modo arbitrariamente. Al querer imitar á la Providencia, es preciso tener mucho cuidado en no salir mal de la empresa, en no hacerse odioso ó desgraciado queriendo ser grande, y sobre todo en alcanzar los resultados que deben servir de excusa. Por último, es preciso renunciar á todo acto que no pueda ejecutarse públicamente, y en que haya que recurrir á la superchería y á la mentira. Napoleon meditaba sobre lo que iba á emprender, como acostumbra á hacerlo siempre un político ambicioso. Esa nacion española tan altiva y tan generosa, merece, decia para sí, una suerte mas noble que la de ser esclavizada por una corte incapaz y envilecida; merece ser regenerada; y regenerada, podria prestar grandes servicios á la Francia y á sí misma, ayudar á derrocar la tiranía marítima de Inglaterra, contribuir á la libertad del comercio de Europa, y ser por fin llamada á grandes y hermosos destinos. Privarse de todo esto por un monarca imbécil, por una reina impúdica, y por un abyecto favorito, era mas de lo que podia esperarse de una voluntad impetuosa que se lanza á su objeto como el águila sobre su presa en cuanto la divisa desde la altura en que habita.....>>

Nosotros querríamos preguntar á M. Thiers, si admitida la doctrina de que los tronos no son lo mismo que la propiedad particular, de que la guerra ó la política los da ó los quita, á veces con ventaja de las naciones de que se dispone arbitrariamente, de que Napoleon se propusiera el buen fin que el historiador indica de regenerar la España, sacándola de la esclavitud de una corte corrompida, y depararle una suerte mas noble y mas digna, de que el éxito feliz de una tal empresa sirva de alguna excusa de los medios; si, admitido todo esto, decimos, cree M. Thiers que la felonía y la traicion sean de esos medios que pueden servir de excusa.

llegada del confidente del príncipe de la Paz, don Eugenio Izquierdo. A muchos comentarios y juicios dió ocasion la aparicion de este personaje, y á muchos cálculos el objeto de la mision que de Paris traeria. Ignorábase entonces la larga correspondencia que él y Godoy habian seguido sobre los asuntos de Portugal; que á haberla sabido, no se habria extrañado que viendo ahora los dos quebrantado, y, como quien dice, anulado el convenio de Fontainebleau, resultado de todas aquellas negociaciones, y al observar el proceder tortuoso y embozado de Bonaparte, quisieran el valido y su confidente tratar de palabra sobre la nueva faz que presentaban los negocios, y sobre el giro que convendria tomar, atendidas tambien las últimas conferencias y tratos que él habia tenido en Paris con los ministros de la corte imperial. Que Napoleon se propusiera al autorizar ó disponer su venida infundir á la corte el mismo terror de que estaba poseido Izquierdo, para provocar á la familia real á una emigracion como la de Lisboa, abandonándole la Península, como han discurrido nuestros escritores (2), es cosa que no negamos. Pero la verdad es que habian mediado en Paris nuevas proposiciones y pláticas sobre modificacion de aquel tratado; y que les era preciso á Godoy é Izquierdo conferenciar tambien sobre el conflicto en que los sucesos los ponian, y sobre la salida que á tan complicada y nebulosa situacion podrian encontrar.

Izquierdo volvió á salir el 10 de marzo para Paris, donde llegó el 19, llevando una carta de Cárlos IV al emperador. A los pocos dias se pudo ya ver con mas claridad cuál habia sido el objeto de su venida, puesto que en la nota de 24 de marzo escrita al príncipe de la Paz, y que fué interceptada por haber llegado despues de la caida del valido, se explicaba cuáles eran las nuevas proposiciones que hacia Napoleon, ó sea las condiciones que imponia para resolver definitivamente la suerte de España. Estas condiciones ó bases eran: 1.° Mutua libertad de comercio para españoles y franceses en sus respectivas colonias: 2. Dar el Portugal á España, recibiendo Francia un equivalente en las provincias españolas contiguas á aquel imperio: 3.o Arreglar de una vez la sucesion al trono de España: 4.o Un nuevo tratado de alianza ofensiva y defensiva (3) Como se ve, Napoleon no hacia ya caso del tratado de Fontainebleau;

(2) Así discurrió el ministro Cevallos en su Exposicion; esto calculó Toreno, y lo mismo piensan los autores de la Historia de la guerra de España, escrita de órden de Fernando VII.-Además se infiere de una carta de 21 de febrero que se halla en los archivos del Louvre, que el mariscal de palacio Duroc recibió órden de escribir á Izquierdo que haria bien en regresar á Madrid para disipar las densas nubes que se habian formado entre ambas cortes.

(3) Despues de dar cuenta de estas condiciones trasmitidas por Duroc y Talleyrand á nombre del emperador á Izquierdo, decia este en su nota:

«Mi ardiente amor á la patria me pone en la obligacion de decir que en mis conversaciones he hecho presente al príncipe de Benevento lo que sigue:

>>1.° Que abrir nuestras Américas al comercio francés es partirlas entre España y Francia..... He dicho que aun cuando se admita el comercio francés, no debe permitirse que se avecinden vasallos de la Francia en nuestras colonias, con desprecio de nuestras leyes fundamentales.

>>2.° Concerniente á lo de Portugal, he hecho presente nuestras estipulaciones de 27 de octubre último; he hecho ver el sacrificio del rey de Etruria; lo poco que vale Portugal separado de sus colonias; su ninguna utilidad para España; y he hecho una fiel pintura del horror que causaria á los pueblos cercanos al Pirineo la pérdida de sus leyes, libertades, fueros y lengua, y sobre todo el pasar á dominio extranjero.—He añadido: no podré yo firmar la entrega de Navarra por no ser el objeto de execracion de mis compatriotas, como seria si constase que un navarro habia firmado el tratado en que la entrega de Navarra á la Francia estaba estipulada.....

>>3.

Tratándose de fijar la sucesion de España, he manifestado lo que el rey N. S. me mandó que dijese de su parte; y tambien he hecho de modo que creo que quedan desvanecidas cuantas calumnias inventadas por los malévolos en ese país han llegado á inficionar la opinion pública en este.

>>4. Por lo que concierne á la alianza ofensiva y defensiva, mi celo patriótico ha preguntado al príncipe de Benevento si se pensaba en hacer de España un equivalente á la Confederacion del Rhin, y en obligarla á dar un contingente de tropas, cubriendo este tributo con el decoroso nombre de tratado ofensivo y defensivo. He manifestado que nosotros estando en paz con el imperio francés no necesitamos para defender nues

maciones, siguiera enviando tropas, «negarles la entrada con Į firmeza, respondió, y defenderse en caso necesario, hablar á la nacion, y fiar en Dios y en la justicia de la causa.» La resolucion pareció al tímido Cárlos IV temeraria y desesperada: los demás ministros impugnaron la proposicion, como quienes estaban persuadidos de que si Napoleon traia algun designio oculto, no seria contra los reyes, sino contra alguna otra persona de quien tuviera quejas, á la cual uno de ellos, el de Marina, el bailío Gil, aludió tan poco embozadamente que no le faltó mas que nombrarla. El resultado de este con

traban eco ni en el gabinete ni en la nacion, y de que en el sentido de provocar un rompimiento se encontraba en marzo de 1808 tan solo como lo habia estado en octubre del año 1806 (1).

lo que hacia era entretener con nuevas proposiciones á los negociadores, en tanto que acababa de cuajar de tropas la Península, no interrumpiendo su envío, para lo cual además de los seis mil hombres de la guardia imperial que preparó, formó otro cuerpo de diez y nueve mil, llamado de observacion de los Pirineos Occidentales, al mando del mariscal Bessieres, duque de Istria. De modo que entre las fuerzas dispuestas á internarse, y las que ya lo estaban, sin contar las de Portugal, se aproximaban á cien mil hombres. El mando en jefe de todas ellas le confirió Napoleon, con título de lugarteniente suyo, á su cuñado Murat, gran duque de Berg, el cual se puso tam-sejo convenció al de la Paz de que sus indicaciones no enconbien pronto en camino para España; tanto que el 13 de marzo se hallaba en Burgos, sin que se supiese todavía el verdadero objeto de la entrada de tanta gente, y de tanto aparato. Aunque lo mismo las tropas imperiales que sus jefes habian encontrado una benévola y aun cordial acogida en España, de los unos porque suponian dirigirse todos á Portugal, de los otros porque se figuraban venir contra el odiado favorito y á favor de su querido y desgraciado Fernando, de los otros porque las creian de paso para Cádiz para defender nuestra costa meridional de los ingleses, como el gobierno francés hacia propalar, y sobre todo, porque nadie sospechaba que cupiese una traicion tan horrible en un hombre tan grande como Bonaparte; con todo, tan numerosos cuerpos de tropas, tanto silencio y misterio, así en lo relativo á los tratados como al objeto y movimiento de aquellas fuerzas, no podian menos de llamar la atencion á muchos, y de infundir recelo por lo menos á algunos. El primero que se convenció de la mala fe de Napoleon y de que llevaba un objeto siniestro, fué sin duda el príncipe de la Paz; lo cual no es extraño, porque era tambien el que tenia mas motivos, y de mas largo tiempo, para sospechar de Bonaparte, y aun para creerse burlado por él, de lo cual mostró acabar de persuadirse con la última venida y entrevista de Izquierdo. Así fué que no contento con manifestar sus recelos y zozobras al rey, hizo que se celebrara un consejo de ministros extraordinario á presencia de S. M., en el cual propuso se exigiera al emperador la suspension del envío de tropas de que España no necesitaba para defender y guardar sus costas, y se le dijese que la mejor manera de mantener la buena amistad entre ambas naciones era que por parte de ambas se cumplieran religiosamente los tratados concluidos. Y como el rey le preguntase qué se haria si Napoleon, haciéndose sordo á nuestras recla

tros hogares del socorro de Francia; que Canarias, Ferrol y Buenos Aires lo atestiguan; que el Africa es nula, etc.

>>En nuestras conversaciones ha quedado ya como negocio terminado el del casamiento. Tendria efecto, pero será un arreglo particular de que no se tratará en el convenio de que se envian las bases.

>>En cuanto al título de emperador que el rey N. S. debe tomar, no hay ni habia dificultad alguna. Se me ha encargado que no se pierda un momento en responder, á fin de precaver las fatales consecuencias á que puede dar lugar el retardo de un dia en ponerse de acuerdo.

>>Se me ha dicho que evite todo acto hostil, todo movimiento que pudiera alejar el saludable convenio que aun puede hacerse. >>Preguntado que si el rey N. S. debia irse á Andalucía, he respondido la verdad, que nada sabia. Preguntado tambien que si creia que se hubiese ido, he contestado que no, vista la seguridad en que se hallaban concerniente al buen proceder del emperador tanto los reyes como V. A. >>He pedido, pues se medita un convenio, que ínterin que vuelve la respuesta se suspenda la marcha de los ejércitos franceses hácia lo interior de la España. He pedido que las tropas salgan de Castilla; nada he conseguido; pero presumo que si viesen aprobadas las bases, podrán las tropas francesas recibir órdenes de alejarse de la residencia de SS. MM. >>De ahí se ha escrito que se acercaban tropas por Talavera á Madrid; que V. A. me despachó un alcance; á todo he satisfecho, exponiendo con verdad lo que me constaba.

>Segun se presume aquí, V. E. habia salido de Madrid acompañando los reyes á Sevilla; yo nada sé; y así he dicho al correo que vaya hasta donde V. E. esté. Las tropas francesas dejarán pasar al correo, segun me ha asegurado el gran mariscal del palacio imperial. Paris, 24 de marzo de 1808.-Sermo. Sr.-De V. A. S.-Eugenio Izquierdo.»>

Esta carta, que cayó en manos de los enemigos de Godoy por haber llegado despues del levantamiento de Aranjuez, se tuvo por un gran descubrimiento, y como tal la publicó Escoiquiz en su Idea sencilla Lo era efectivamente para los que ignoraban toda la correspondencia anterior, que nosotros hemos dado á conocer.

Ultimamente, despues de muchas vacilaciones, de muchas pláticas con el rey, de muchos planes ideados y propuestos para conjurar el peligro que Godoy veia inminente, todos acogidos con timidez por el bondadoso é irresoluto Cárlos IV, que no pudiendo comprender la deslealtad que se atribuia á Napoleon (2), siempre respondia que se esperase á que él se explicara mas y manifestara sus intenciones, y que no se provocara su enojo con una resolucion precipitada é imprudente; cuando se vió ya á los franceses apoderados de la manera que hemos dicho de las plazas fronterizas de Cataluña, Navarra y Guipúzcoa, dueños de Portugal y ocupando las ciudades de Castilla, sus intentos envueltos en un misterio sombrío, los enemigos del príncipe de la Paz orgullosos con la confianza de que el objeto era entronizar á Fernando, derribar al valido, y librar de su opresion la monarquía, logró persuadir al monarca de la conveniencia de abandonar la corte donde peligraba ser sorprendido, retirarse con la real familia á lugar seguro, como Sevilla ó Cádiz, escoltado por su leal ejército, esperar allí los sucesos, preparar la defensa, invocar la lealtad de la nacion, y en el caso de una desgracia, retirarse á las Baleares, y aun á los dominios españoles de América, á imitacion de los príncipes de Portugal, confiando tambien en que Europa no consentiria á Bonaparte el despojo y atropello de los Borbones de España.

Para preparar la ejecucion de este plan, hizo reforzar la guarnicion de Aranjuez, residencia entonces de los reyes; proyectó formar un campo militar en Talavera; ordenó á las tropas de Oporto, cuyo dignísimo general Taranco habia fallecido allí víctima de un cólico violento, que se volviesen á Galicia; mandó al marqués del Socorro que se retirara del Alentejo replegándose sobre Badajoz, escribió á Junot pidiéndole su consentimiento para que Carrafa con su division pasara á guarnecer las costas meridionales de España que se suponian amenazadas por una expedicion inglesa, con cuyas fuerzas y las que estaban acantonadas en las inmediaciones de Madrid y de Aranjuez, y otras que al primer aviso se acercarian á la Mancha, contaba el príncipe de la Paz con reunir un respetable ejército, bastante á proteger con seguridad y sin temor de ser hostilizado la retirada de la familia real á Andalucía. Mas los preparativos no pudieron ser tan secretos como lo habia sido la resolucion; traslucióse esta, y circuló la noticia, acaso desfigurada; una turbulenta curiosidad produjo cierta efervescencia en los ánimos, que hizo augurar se atropellarian los sucesos, como así aconteció, desbaratándose todos aquellos planes de la manera que vamos á ver (3).

(1) Acerca de esto dice Toreno solo lo siguiente: «Se asegura que el príncipe de la Paz fué de los que primero se convencieron de la mala fe de Napoleon y de sus depravados intentos.»-Pero no dice una sola palabra, ni del consejo extraordinario que con este motivo provocó, ni menos de lo que en él propuso. De lo cual se queja, creemos que en esto con razon, Godoy en sus Memorias, puesto que lo que pasó en aquel Consejo se supo todo, y no pudo ignorarlo Toreno.

(2) Como de quien acababa de recibir un regalo de dos hermosos tiros de caballos, que mas que dádiva de amigo parecia como anuncio ó pronóstico de que no habria de tardar en necesitarlos para algun viaje forzoso.

(3) En ninguna parte se hallan tantas y tan interesantes noticias relativas al estado de la corte de España en los tres primeros meses de 1808, como en el tomo V de las Memorias del príncipe de la Paz. Re

CAPITULO XXI

El tumulto de Aranjuez.-Abdicacion de Cárlos IV.Proclamacion de Fernando VII

1808

Quéjase Murat á Napoleon de ignorar su pensamiento respecto á España. -Respuesta del emperador.-Sospechas y recelos del príncipe de la Paz.-Proyecta y propone la retirada de los reyes á Andalucía.-Efectos que produce el anuncio de este viaje.-Agitacion en Aranjuez.Proclama del rey.-Siguen los preparativos de marcha.-Primer tumulto en Aranjuez.-Es acometida la casa del favorito, y destruidos y quemados sus muebles.-Ocúltase Godoy.-Es descubierto y preso.Condúcenle con gran riesgo de su vida al cuartel de guardias.—Conducta del príncipe Fernando.-Segundo alboroto.-Abdica Cárlos IV la corona.-Reconocimiento de Fernando VII.-Alegría pública, turbaciones y excesos en Madrid.-Idem en provincias.—Ministros del nuevo monarca.-Primeros actos de su gobierno.-Confiscacion de los bienes de Godoy.—Es trasladado al castillo de Villaviciosa.-Entrada de Murat con el ejército francés en Madrid.-Entrada triunfal de Fernando VII.-Frenético entusiasmo de la poblacion.-Conducta indiscreta de Murat.-Bando del Consejo.-Pide Murat á nombre de Napoleon la espada de Francisco I.-Solemne y humillante ceremonia de la entrega.-Vergonzosa correspondencia entre los reyes padres, la reina de Etruria su hija, y el general francés Murat.-Protesta de Cárlos IV sobre su renuncia, y carta suya á Napoleon.-Confianza de Fernando VII en el emperador de los franceses.-Anuncia su próxima llegada á Madrid, y manda que le agasajen con esmero todas las clases del Estado.-No viene.-Diputacion de tres magnates del reino para que vayan á felicitarle á Bayona.-Planes de Murat.-Proyecta que Fernando salga á encontrar á Napoleon.

Las intenciones de Napoleon respecto á España no eran todavía conocidas. Ignorábalas el mismo encargado de ejecutar su plan, su propio cuñado Murat, general en jefe de todas las fuerzas imperiales destinadas á España. El príncipe de la Paz, antiguo amigo suyo, le habia dirigido dos cartas felicitándole cortésmente por su llegada, y haciéndole varias preguntas para ver de traslucir los proyectos de Napoleon; preguntas semejantes á las que le hacian las autoridades que le cumplimentaban. Murat, que de todos modos no habria revelado fácilmente el secreto, no tenia siquiera el mérito de la reserva, porque lo ignoraba él mismo; lo cual le colocaba en una situacion embarazosa, sentia ofendido su amor propio, y le disgustaba en términos, que se resolvió á escribir á Bonaparte, manifestán

fiérense allí, con una prolijidad que nosotros no podemos emplear en nuestra obra, todos los pasos oficiales y confidenciales, comisiones, consultas, cartas, consejos y conferencias que mediaron entre los personajes que figuraban en este prólogo del gran drama que estaba próximo á representarse. Aun contando con la parte de apasionamiento personal que se supone ha de haber en dichas Memorias, se encuentran en ellas datos y documentos útiles; y del cotejo de estos con otros que nosotros poseemos, y con los que nos suministran otros escritores, hemos hecho el resúmen ó extracto que damos en este capítulo.

Son importantes, entre otras noticias, las que da del Consejo de ministros celebrado en presencia del rey para tratar del remedio que se podria poner á los males que se veian venir, y de las opiniones que manifestó cada uno; de las últimas instrucciones que traia Izquierdo de Paris; de la carta del rey á Napoleon sobre ellas, que produjo la nota de Izquierdo de 24 de marzo que se interceptó; de la carta del príncipe de la Paz á Bonaparte, que volvió á recoger de Izquierdo por medio de un expreso despachado el 11 de mayo y que le alcanzó antes de Vitoria, pues podia comprometerle si se hacia mal uso de ella; de las instrucciones con que envió al teniente coronel de ingenieros don José Cortés cerca del marqués de Vallesantoro, gobernador de Pamplona, y al teniente coronel de artillería don Joaquin de Osma, cerca del conde de Ezpeleta, capitan general de Cataluña, sobre el modo como en uno y en otro punto se habian de conducir con las tropas francesas, y para que averiguasen cuanto pudiesen de las intenciones de estas, y le informasen de la opinion y el espíritu de los pueblos; del correo que expidió al capitan general de Valencia y Murcia, previniéndole sobre lo que habia sucedido en Pamplona y Barcelona, y sobre los recelos que abrigaba de los designios del emperador de los franceses; de las nuevas que al propio tiempo se recibieron de haberse apoderado tambien de Roma los franceses de un modo semejante en febrero de 1808, etc., etc.-De todo esto nos maravilla que no hayan hecho uso los que en España han escrito historias particulares de estos sucesos, y que ni siquiera lo hayan apuntado como nosotros, siendo general nuestra historia, y no prestándose por su índole á tantas individualidades.

dole serle tan extraño como sensible que despues de tantos años de servicios y de tan estrechos vínculos como á él le unian, no hubiera merecido su confianza; que aun no sabia en qué iba á emplear las tropas cuyo mando le habia conferido; que si su propósito era derribar á Godoy y hacer que reinara Fernando, no habria cosa mas fácil; y si se proponia cambiar la dinastía y dar á España un rey de su familia, tampoco encontraria en ello gran dificultad: que le diera instrucciones, en la seguridad de que serian ejecutadas cualesquiera que fueren. A lo cual le contestó Napoleon: «Cuando yo os mando que obreis militarmente, que tengais vuestras divisiones reunidas á punto de combatir... etc., ¿ no son, por ventura, instrucciones? Lo demás no os incumbe, y si no os digo nada, es porque no debeis saberlo.»>

El embajador Beauharnais seguia muy persuadido de que el plan de Napoleon era la caida del favorito, y acaso la de los reyes padres, y la elevacion del príncipe de Asturias, fundiendo las dos dinastías por el matrimonio de este con una sobrina de la emperatriz, y por consecuencia parienta suya. Bonaparte, que si bien antes habia acariciado este proyecto no pensaba ya en él, se reia de la credulidad de su embajador. Mas como quiera que aquel pensamiento era el que halagaba mas al pueblo español, que en su gran mayoría tenia los ojos, las esperanzas y el cariño puestos en su amado Fernando, dejaba al embajador que alimentara esta ilusion y fomentara y propagara estas ideas, las mas propias para adormecerle. De aquí que el pueblo, léjos de recelar de la internacion y aproximacion de las tropas francesas, las recibia á ellas y á sus jefes con una inocente cordialidad; y si bien la ocupacion alevosa de las plazas fronterizas debió alarmar y apercibir á muchos, y por mas que no faltara un pequeño número de personas instruidas que penetrara las torcidas intenciones que tales actos dejaban adivinar, eran juicios que se oscurecian, y débiles voces que se apagaban ante la general preocupacion de que todo se enderezaba á efectuar la traslacion de la corona á las sienes del príncipe que las masas adoraban y á la desaparicion del valido que aborrecian.

Nadie, pues, conocia el verdadero propósito de Napoleon. No es extraño; no solo no le habia contiado á persona alguna, sino que hoy es cosa ya averiguada que él mismo en aquella sazon aun no le habia fijado y determinado. La intencion del momento era aterrar á la corte con su misterioso silencio y con la actitud de sus tropas. Si la corte aterrada abandonaba la capital, imitando á los príncipes portugueses, proporcionábasele apoderarse con facilidad de un trono que se daria por tancias, y á lo que dieran de sí los sucesos que el estado de la vacante. Si esto no sucedia, obraria con arreglo á las circunscorte hacia á todo el mundo presagiar como inminentes, y á la perturbacion que de ellos resultaria. Solo al príncipe de la Paz no se le ocultaba por lo menos una cosa, á saber, que cualquiera que fuese la resolucion de Napoleon, habia de ser en contra suya, de la reina María Luisa, y probablemente del mismo Cárlos IV. Veíase, por otra parte, rodeado de enemigos en la corte. Comprendia que un llamamiento suyo á la nacion para oponerse á los intentos del emperador habia de ser mas desoido que lo fué en otra ocasion, mucho mas cuando de la intervencion imperial muchos se prometian grandes bienes para el reino. Tomó, pues, el partido de aconsejar al rey el viaje á Andalucía, ya para desconcertar sus planes, ya para prepararse allí á la defensa, si la nacion respondia á su llamamiento, ya en caso contrario para pasar á América y establecer allí el modo y con la presencia del monarca y de la real familia la asiento del trono español, y asegurar por lo menos de este conservacion de aquellos dominios.

Cualesquiera que fuesen las ventajas de esta determinacion en aquellas circunstancias, determinacion que hoy los escritores mas desafectos á la persona y gobierno de Godoy consideran como la mas conveniente y acertada y como el consejo mas atinado que podia darse al rey (1), era en aquella sazon

(1) Uno de ellos es el conde de Toreno, el cual dice hablando de aquel proyecto: «Entonces se desaprobó generalmente la resolucion tomada por la corte de retirarse hácia las costas del Mediodía, y de cruzar el Atlántico en caso urgente.-Pero ahora que con fria imparcialidad

mirada por la muchedumbre como el mayor menosprecio que se podia hacer de la familia real, y como la mayor injuria y agravio que se podia inferir á una nacion amante de sus reyes. Oponíase el príncipe de Asturias al proyectado viaje, y así era natural en quien esperaba, como lo esperaban sus adictos, que la intervencion francesa se dirigiria solo contra Godoy y en provecho suyo. Mirábase pues el viaje como una resolucion á que el favorito queria arrastrar violentamente al príncipe, como un insulto y una calamidad para el pueblo, á quien se intentaba privar de su único consuelo, de la presencia del que deseaba ver pronto soberano.

Habíanse observado preparativos de viaje en casa de doña Josefa Tudó, condesa de Castillo-Fiel, cuyas íntimas relaciones con el príncipe de la Paz eran sabidas, y de que hemos hecho mérito. El 13 de marzo se trasladó Godoy de Madrid á Aranjuez, donde se hallaban los reyes, y despues de haber conferenciado con ellos, anunció Cárlos IV á los demás ministros su resolucion de retirarse á Sevilla, á lo cual manifestó oposicion el ministro Caballero, cosa que pareceria bien extraña, atendida su reciente conducta con el príncipe de Asturias en la causa del Escorial, si algo pudiera extrañarse en el carácter de quien ha tenido el poco envidiable privilegio de ser unánimemente pintado por todos con feos y odiosos colores. En el Consejo, vistas las órdenes expedidas al capitan general por el almirante generalísimo, se acordó tambien exponer reverentemente al rey las consecuencias fatales que podia tener viaje tan precipitado.

Contrariábale igualmente el embajador francés, haciendo propalar que de este modo se querian destruir las miras del emperador para con el príncipe de Asturias. Y entre tanto crecia en Aranjuez la agitacion y la efervescencia; la gente se agolpaba por las calles y á las avenidas de Palacio; veíanse semblantes siniestros; el rey temió, y para calmar los ánimos hizo publicar la proclama siguiente:

«Amados vasallos mios: vuestra noble agitacion en estas circunstancias es un nuevo testimonio que me asegura de los sentimientos de vuestro corazon; y yo, que cual padre tierno os amo, me apresuro á consolaros en la actual angustia que os oprime. Respirad tranquilos; sabed que el ejército de mi caro aliado el emperador de los franceses atraviesa mi reino con ideas de paz y de amistad. Su objeto es trasladarse á los puntos que amenaza el riesgo de algun desembarco del enemigo; y que la reunion de los cuerpos de mi guardia, ni tiene el objeto de defender mi persona, ni acompañarme en un viaje que la malicia os ha hecho suponer como preciso. Rodeado de la acendrada lealtad de mis vasallos amados, de la cual tengo tan irrefragables pruebas, ¿qué puedo yo temer? Y cuando la necesidad urgente lo exigiese, ¿podria dudar de las fuerzas que sus pechos generosos me ofrecerian? No; esta urgencia no la verán mis pueblos. Españoles, tranquilizad vuestro espíritu: conducíos como hasta aquí con las tropas del aliado de vuestro buen rey, y vereis en breves dias restablecida la paz de vuestros corazones, y á mí gozando la que el cielo me dispensa en el seno de mi familia y vuestro amor. Dado en mi palacio real de Aranjuez, á 16 de marzo de 1808.-YO EL REY. -A don Pedro Cevallos. >>

La proclama estaba en contradiccion con los pasos y disposiciones oficiales dadas por el príncipe generalísimo; pero el pueblo, viendo en ella una especie de retractacion del intentado viaje, se entusiasmó, y agolpándose en la plaza y jardines del palacio, comenzó á victorear alborozado al rey y á la reina, que juntos se asomaron á los balcones á recibir los plácemes de la muchedumbre. Pero fué de poca duracion esta alegría. La órden de trasladarse la guarnicion de Madrid al sitio no se habia revocado, y aquella misma noche llegaron varios cuerpos, y otros continuaron entrando en Aranjuez á la mañana siguiente. Al propio tiempo infundia esperanzas á unos, daba

podemos ser jueces desapasionados, nos parece que aquella resolucion, al punto á que las cosas habian llegado, era conveniente y acertada..... Siendo pues esta determinacion la mas acomodada á las circunstancias, don Manuel Godoy en aconsejar el viaje obró atinadamente, y la posteridad no podrá en esta parte censurar su conducta.....-Historia de la Revolucion de España, libro II.

temor á otros y estimulaba en opuesto sentido á todos, la noticia de que las tropas francesas se adelantaban con cierta rapidez. Y era así que Murat se acercaba por Aranda á Somosierra, mientras que Dupont desde Valladolid se dirigia á Segovia y al Escorial. Movió esto á Godoy á precipitar los preparativos de marcha, así como, observados estos por el pueblo, produjeron en él mas irritacion, por lo mismo que se creyó engañado con la proclama del dia anterior, que en verdad no admite mas explicacion ni disculpa que la perplejidad y turbacion que en tales circunstancias y momentos dominaban al rey. Aranjuez se habia llenado de gente de Madrid y de los pueblos; veíanse cruzar y bullir hombres cuyos torvos semblantes y fea catadura anunciaban siniestros intentos; esparcíanse por la plebe las voces y especies mas alarmantes; y como se decia que la marcha estaba dispuesta para aquella noche, el paisanaje rondaba voluntariamente y vigilaba la morada del príncipe de la Paz, capitaneado por el conde del Montijo bajo el nombre y disfraz del tio Pedro; personaje inquieto y bullicioso, dado á figurar y hacer papel en tumultos y asonadas.

En cuanto al príncipe de Asturias, es fama haber dicho á un guardia de corps de su confianza: Esta noche es el viaje, y yo no quiero ir. Y añádese haber advertido de ello á su amigo el oficial de guardias don Manuel Francisco Jáuregui, quien en consecuencia de esta manifestacion se supone haberse puesto de acuerdo con oficiales de su cuerpo y de otros para impedir la partida de la familia real (1). De cualquier modo que fuese, todos (se añade) estaban prevenidos y al cuidado, cuando entre once y doce de la noche se vió salir de la casa de Godoy un carruaje con escolta de su guardia. Iba en él muy tapada la que era tenida por su dama, doña Josefa Tudó, y como el paisanaje que detuvo el coche se empeñara en descubrirla, oyóse un tiro disparado al aire, que unos atribuyeron al oficial Truyols que la acompañaba, para asustar al grupo que los detenia, otros al guardia Merlo, para avisar á los conjurados. Es lo cierto que estos lo tomaron por señal, á que pudo contribuir la coincidencia, que nosotros creemos casual, de haberse observado luz en una de las ventanas del aposento del príncipe de Asturias que miraban á aquella parte. Un trompeta apostado preventivamente tocó á caballo, y al momento se vió correr tropa y pueblo á tomar las avenidas y puntos por donde el viaje podia emprenderse. Levantóse furiosa gritería; soldados desbandados, paisanos de siniestras trazas, y entre ellos criados de palacio y monteros del infante

(1) Esto se afirma en el Manifiesto Imparcial de los sucesos ocurridos en Aranjuez, etc.-Anónimo.-Lo mismo dice la Historia de la vida y reinado de Fernando VII de España, impresa en 1842.-Adoptólo tambien Toreno en su Historia de la Revolucion.-Niéganlo sin embargo los autores de la Historia de la guerra de España escrita de órden del rey Fernando, sin expresar la razon que para ello tengan.

El príncipe de la Paz en sus Memorias cuenta haber sido llamado en aquellos dias el de Asturias por su padre, haber tenido los dos varias conferencias, algunas á presencia de Godoy, haber confiado en ellas Cárlos á su hijo todos sus pensamientos, su deseo y al propio tiempo la necesidad de que toda la familia apareciese unida, así para inspirar confianza al pueblo como para resistir cualesquiera proyectos hostiles de Bonaparte, las medidas que para ello tenia pensadas, su idea de nombrarle lugarteniente general del reino, con facultad de elegir para el gobierno las personas que quisiese, á excepcion de Escoiquiz é Infantado, dado caso que él no quisiese seguir á sus padres en el viaje; que si no se atrevia á encargarse de aquella empresa, se fuese con él, pero que reprimiera la faccion que conspiraba abusando de su nombre, etc. Que Fernando hizo mil protestas de adhesion á sus padres, de su decision á seguirlos hasta el fin del mundo que fuese necesario; y añade el de la Paz que para él es cierto que Fernando salió del cuarto de su padre resuelto á emprender la partida, y que aun dió algunos pasos para acallar á sus parciales, pero que despues, seducido y arrastrado de nuevo por estos mismos, mudó de opinion, y se entregó completamente á ellos. Quéjase Godoy de que sobre aquella última tentativa de conciliacion hecha por el rey y por consejo suyo no hayan dicho nada los que en España han escrito de estos sucesos.-Refuta tambien la especie de que el príncipe Fernando dijese aquellas palabras: Esta noche es el viaje, y yo no quiero ir: fundado en que él sabia perfectamente por su tio el infante don Antonio que el viaje no estaba dispuesto para aquella noche, y opina que aquel primer alboroto no provino de Fernando, ni acaso le supo hasta momentos antes de suceder.

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