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dos, ó fusilados si no habia verdugo, por el delito de haber, pinchado con la punta de un cuchillo un letrero que decia: Viva el rey absoluto (1)» Cuéntase que Chaperon solia asistir á las ejecuciones, luciendo delante de la lúgubre comitiva todos los grados é insignias que adornaban su uniforme militar; y atribúyesele haber tirado de las piernas al desgraciado don Juan Federico Menaje pendiente de la horca, apresurando así la obra del ejecutor de la justicia. Resistese el corazon y la pluma á continuar estampando horrores tales. Semejante estado de cosas era insostenible: y sobre ser insoportable tanta tirantez por un lado, exigian por otro pronto remedio los trabajos de conspiracion que por todas partes se vislumbraban, y los manejos de los apostólicos, en que andaban envueltos altos funcionarios, protegidos y alentados por el furibundo ministro de la Guerra Aymerich. Trabajaban por fortuna en contrario sentido los hombres moderados, á cuya cabeza estaba el ministro Zea, aunque decidido y celoso realista, pero enemigo de la tiranía y de las sangrientas venganzas; y ayudábanle en esta obra hombres como don Luis Fernandez de Córdoba, que indignado contra los excesos de las comisiones militares, en una exposicion al rey le decia: que la justicia administrada por aquel odioso tribunal tomaba el carácter de una venganza horrible y furiosa, que tenia consternado al país y afligidos á sus buenos servidores; y que el decoro de las insignias militares que S. M. mismo vestia pedia con urgencia la supresion con tanto anhelo deseada (2). Lograron, pues, los que así pensaban abrir los ojos al rey, mostrándole el peligro que el trono mismo corria, y resolvióse Fernando á mudar de sistema, desprendiéndose del terrible ministro de la Guerra Aymerich, nombrándole gobernador militar y político de la plaza de Cádiz (13 de junio, 1825). Fué conferido el ministerio interinamente á don Luis María de Salazar.

Juntamente con este decreto aparecieron los siguientes: exonerando á don Blas Fournás del mando de la guardia real de infantería, y nombrando para este empleo al teniente general conde de España; para la capitanía general de Aragon á don Luis Alejandro Bassecourt; para la de Valencia á don José María Carvajal y Urrutia; para la de Castilla la Nueva á don Joaquin de la Pezuela; para la de Granada á don Juan Caro; para la de Cataluña al marqués de Campo-Sagrado; para la de Guipúzcoa á don Vicente Quesada; para el gobierno de Málaga á don Cárlos Favre Daunois, y para la inspeccion de infantería á don Manuel Llauder.

A los pocos días (27 de junio, 1825) fué elevado al ministerio de la Guerra el honrado marqués de Zambrano, conservando la comandancia general de la guardia real de caballería. Y de este modo, y arrancado el mando de las arinas de las manos de los mas comprometidos en el plan reaccionario, y trasladados otros á diferentes puntos, pareció haberse conjurado la tormenta preparada, y entrar las aguas de la revuelta política en un cauce mas suave y tranquilo. De contado ya las desgraciadas viudas y huérfanos de los militares que habian muerto en las filas del ejército constitucional comenzaron á experimentar que se habia templado la rigidez del desapiadado sistema anterior, declarándoles los beneficios del Monte pío, si bien solo por lo correspondiente á los grados anteriores al 7 de marzo de 1820, y relevándolos del odioso trámite de la purificacion.

Mas lo que hizo resaltar la transicion que de una á otra política produjo el triunfo de los hombres templados sobre los apostólicos intolerantes y crueles, fué la real cédula de 4 de agosto (1825), expedida despues de oido el Consejo de Castilla (que fué cambio notable, atendidas las antiguas opiniones de este cuerpo), mandando cesar y que quedaran desde luego suprimidas todas las comisiones militares, ejecutivas y permanentes, creadas por real órden de 13 de enero de 1824, y que todas las causas en ellas pendientes se pasaran á los jueces y tribunales respectivos para que la sustanciaran y fallaran con arreglo á derecho. Fué este el mayor, y se puede decir que

el primer respiro que se dió á los desdichados que habian estado siendo blanco y objeto de viles delaciones y ruines venganzas, y víctimas de la inexorable cuchilla de aquellos adustos jueces. Al menos pareció haber cesado el reinado del terror y del exterminio, y asomar al horizonte español aurora mas bonancible.

Pero tanto como esta disposicion consoló á los perseguidos, otro tanto irritó á los terroristas, que sospechando escapárseles su influencia, metidos en conspiraciones, y menos amigos ya del rey que del príncipe en cuyos sentimientos y opiniones encontraban mas afinidad y mas calor para sus planes, creyendo que estos estallarian á un tiempo en todos los puntos en que tenian ramificaciones, levantaron al fin la bandera de la rebelion, siendo el primero á tremolarla el general don Jorge Bessieres, aquel aventurero francés, antiguo republicano en Barcelona, furibundo realista despues, audaz y bullicioso siempre, que al efecto habia enviado delante emisarios, pregonando que el palacio estaba dominado por los masones, y que se habia vuelto á poner la lápida de la Constitucion. Halábase la corte, cuando esto sucedia (15 de agosto, 1825), en San Ildefonso. Tomando el rebelde la voz del monarca, y fingiendo obrar por órden suya, acudieron á su llamamiento grupos de voluntarios realistas, y aun tres compañías del regimiento de caballería de Santiago, acantonado en Getafe, fueron á incorporársele por órden de su comandante; si bien los soldados, luego que conocieron dónde se los llevaba, retrocedieron abandonando á sus jefes, y solo algunos de estos se unieron al de los insurrectos.

Sea que realmente esta rebelion indignara al monarca, sea que los cortesanos mas comprometidos en el plan viesen que se habia frustrado, y quisiesen alejar toda sospecha de connivencia á fuerza de mostrar rigor contra los rebeldes, es lo cierto que el 17 de agosto (1825) se expidió el terrible decreto siguiente: «Art. 1.° Si á la primera intimacion que se haga por los generales, jefes y oficiales de mis tropas no se entregasen los rebeldes á discrecion, serán todos pasados por las armas: 2.o Todos los que se reunan á los rebeldes y hagan causa comun con ellos serán castigados con la pena de muerte: 3.o No se dará mas tiempo á los rebeldes que se aprehendan con las armas en la mano que el necesario para que se preparen á morir como cristianos: 4.o Cualesquiera personas, fuesen ó no militares, que en otro diverso punto cometiesen igual crímen de rebelion incurrirán en la pena señalada en los artículos anteriores: 5.o Serán perdonados los sargentos, cabos y soldados que entreguen á sus jefes y oficiales rebeldes. Tendréislo entendido, etc.>>

Una vez abandonado Bessieres por los mismos que acaso desde la corte le habian excitado á la rebelion, y tal vez los mas interesados ahora en ahogarla, dióse á los cuatro dias (21 de agosto, 1825) otro decreto declarándole traidor, concebido en los siguientes términos: Declaro á don Jorge Bessieres traidor, y que como tal ha perdido ya su empleo, grados, honores y condecoraciones. Igual declaracion hago respecto á los jefes y oficiales que le acompañen, y á los que cooperen con las armas en la mano á su criminal tentativa. -Todos ellos serán, inmediatamente que sean aprehendidos, pasados por las armas, sin mas demora que la necesaria para que se preparen cristianamente á morir.-Todos los que favorezcan ó auxilien, aunque sea indirectamente, los que comuniquen avisos, mantengan, conduzcan ó encubran correspondencia con dicho jefe rebelde, serán presos y juzgados breve y sumariamente con arreglo á las leyes del reino... Mi alcalde de casa y corte don Matías de Herrero Prieto procederá á instruir una sumaria informacion para averiguar los cómplices en este alzamiento revolucionario, arrestando á los que resulten implicados, cualquiera que sea su estado, clase y condicion, etc.>>

Bessieres entre tanto habia intentado, aunque infructuosa

mente, apoderarse de Sigüenza. Sorprendióle la noticia de los terribles decretos fulminados contra él; conocióse perdido, despidió la mayor parte de su fuerza, que no era ya mucha, y trató de salvarse con unos pocos metiéndose en los pinares de Cuenca; pero acosábanle ya las columnas del ejército, cuyo

(1) Don Emeterio Londesa y don Francisco de Uncilla. (2) Memoria justificativa que dirige á sus conciudadanos el general mando habia tomado el mismo conde de España, que habia Córdoba, Madrid, 1837.

TOMO V

ofrecido dar breve cuenta de los sediciosos, y creíase por mu

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Mas no se mostraba el rey menos severo ni menos terrible contra los hombres de otras ideas y de otros bandos. Habia descubierto y sorprendido la policía en Granada una logia de masones en el acto de recibir un neófito, revestidos por consecuencia de los trajes y rodeados de los instrumentos y emblemas propios de la sociedad. Pues bien, en el mismo dia y en la misma Gaceta en que declaraba traidores á Bessieres y á los suyos, y se los condenaba á ser pasados por las armas sin mas tiempo que el necesario para prepararse á morir como cristianos, se condenaba á la pena de horca en el término de tres dias á los masones aprehendidos en Granada, y á los que lo fueren en cualquier otro punto del reino. El sistema de suplicios y de sangre alcanzaba á todos.

chos que así convenia á sus compromisos personales. Alcan-, de todo género, declarando desde luego principales culpables zólos en el pueblo de Zafrilla la columna de granaderos que á los ocho primeros firmantes de cualquier representacion, guiaba el coronel don Saturnino Albuin, y hechos prisioneros, mensaje ó escrito de esta índole que al rey ó al gobierno se fueron trasladados á Molina de Aragon (25 de agosto, 1825). dirigiese. A la hora de haber llegado, intimóles el conde de España los decretos del rey, y púsolos en capilla. En vano alegó Bessieres que ellos se habian sometido á la primera intimacion de la tropa, conforme al primer real decreto. Sin atender el de España á esta excusa, ni querer oir declaraciones sobre las causas del alzamiento, á las ocho y media de la mañana del 26 fueron pasados por las armas Bessieres y los oficiales que le habian seguido (1). Acto continuo quemó el conde de España los papeles encontrados en el equipaje del caudillo rebelde, y voló á la corte á ofrecer á los piés del trono los trofeos y á recibir el galardon de su triunfo. Agracióle el rey con la gran cruz de Isabel la Católica. Pero no fué él solo el premiado: confirióse la de San Fernando al conde de San Roman, comandante de los granaderos de la guardia real, al marqués de Zambrano, ministro de la Guerra, que mandaba la caballería, y al conde de Montealegre, capitan de guardias. Dispensáronse otras gracias á los cortesanos, y acaso participaron de ellas algunos de los mismos que habian soplado el fuego de la sedicion.

De los demás puntos en que se esperaba que estallaria al mismo tiempo la revolucion, solo en algunos saltaron chispas, que habrian podido ser llamas á no haberse apagado tan pronto la hoguera principal. Perdieron la vida en Granada tres oficiales que intentaron sublevarse, y no fueron seguidos de los de su cuerpo. En Zaragoza debióse á la vigilancia y á la firmeza del capitan general Bassecourt que se contuvieran los sediciosos; y en Tortosa la lealtad del comandante de la guardia del castillo evitó que se apoderasen de él los conjurados, que eran tambien oficiales de la guarnicion, y que tenian el proyecto de revolucionar la ciudad, de arrojar á un pozo al gobernador, y de asesinar á todos los negros, como ellos decian, y á los demás á quienes les pareciese bien. Tres de aquellos oficiales fueron arrestados, si bien dos de ellos lograron fugarse. Con motivo de los decretos de 17 y 21 de agosto desplegó tal vigilancia y tomó tales precauciones en todas partes la policía, que frustró los intentos de muchos que estaban en combinacion con Bessieres.

Temiendo el rey y sus consejeros que el rigor de aquellas medidas produjera reclamaciones de parte de los muchos interesados en que ni se descubriese ni se castigase aquella gran trama, y que recogiendo, como solian hacerlo, las firmas de muchos incautos, intentaran persuadirle que el pueblo, el ejército y los voluntarios realistas sentian y desaprobaban las medidas del gobierno, expidióse otro real decreto (28 de agosto, 1825), cuyo primer artículo decia: «Renuevo y amplío la prohibicion de que el pueblo ó una parte, multitud ó asociacion de él, ó cualquiera cuerpo, ó compañía, ó trozo de mis ejércitos, milicias provinciales y voluntarios realistas, ú otra gente armada, fuerza organizada de tierra ó mar, esté ó no en servicio, se reuna ó comunique entre sí ó con otros, en público ó en secreto, de palabra, por escrito ú otros signos, para hacerme á mí ó á cualquiera autoridad representaciones ó mensajes, ó cooperar á sostener las que otros hagan sobre materias generales de gobierno contra las determinaciones de este ó los actos de justicia, ni para pedir indultos, perdones, bajas de derechos reales, municipales, que yo haya determinado ó aprobado, ni de precios de otras cosas establecidas por la autoridad legítima, ni bajo otro pretexto por importante ó necesario que parezca.»

Y en el segundo se declaraban las reuniones ó comunicaciones que tal objeto tuviesen, delitos de insubordinacion, conspiracion, sedicion ó trastorno contra el órden legítimo establecido. Y se hacian sobre esto las advertencias y las prescripciones mas severas á todas las autoridades, oficinas y corporaciones militares, eclesiásticas, civiles, municipales y

(1) Fueron estos desgraciados los siguientes: don Francisco Baños, coronel; don Valerio Gomez, comandante del escuadron de Santiago; don Antonio Peranton, comandante; don Francisco Ortega, ayudante; don José Velasco, don Miguel Cisvona y don Simon Torres, tenientes.

Otra víctima fué sacrificada en aquellos mismos dias, que á no haber caido en cierta desesperacion nada extraña, habria sido el tipo del verdadero mártir político, como fué objeto de bárbaras crueldades, que bastarian para hacer mirar con horror y anatematizar tan desdichada época. Hablamos del martirio y el suplicio de don Juan Martin, el Empecinado, valiente y famoso guerrillero de la guerra de la independencia, en cuyo período habia prestado eminentes servicios al rey y á la patria. Ninguna parte habia tenido en los alzamientos de 1814 á 1820. En la segunda época constitucional habia defendido la causa de la libertad como otros jefes militares, y despues de la capitulacion de Cádiz con el ejército francés habíase retirado á vivir tranquilamente en la villa de Roa, inmediata á su pueblo natal, Castrillo de Duero. El fanático y vengativo corregidor de la villa, ya por odio á las ideas, ya por personales resentimientos, formóle causa so pretexto de haber permanecido con las armas en la mano despues de la libertad del rey, y sumióle en un calabozo. No fué difícil al juez encontrar en una poblacion que se distinguia por su exaltado realismo quien depusiera contra el procesado. Ya en la cárcel, le hizo sufrir padecimientos sin tasa; pero lo horrible, lo inaudito, lo que hace erizar los cabellos como acto de inconcebible barbarie, fué haber mandado construir una jaula de hierro, donde hacia encerrar al desventurado don Juan Martin, y exponerle á modo de fiera salvaje en la plaza pública en los dias de mercado al escarnio y al insulto de la feroz y vengativa plebe, que se complacia en atormentarle con todo género de repugnantes ultrajes.

Sentencióle despues á la pena de horca, cuyo fallo confirmó la sala de alcaldes de casa y corte, á excepcion de dos individuos, que, aunque furibundos realistas, creyeron manchar su toga si aprobaban lo que les parecia una iniquidad. Un general francés interpuso su mediacion con el rey para ver de evitar un suplicio que miraba como ofensivo á la humanidad y á la civilizacion. La anciana madre de la víctima partia con sus justos lamentos todo otro corazon que no fuese como el de aquellos feroces jueces, y el del mismo Fernando, que se mantuvo sordo y frio á todos los ruegos. Preparóse don Juan Martin á morir como cristiano, confesándose en la capilla, y reconciliándose al salir de la cárcel, despidiéndose tambien con cierta serenidad de los que en ella quedaban. Mas en el camino y cerca ya del patíbulo, repentinamente, ó porque irritara al insigne caudillo de la independencia y de la libertad ver su espada en manos del 'comandante de realistas, ó porque en su genio impetuoso y altivo, antes de sufrir una inmerecida afrenta hubiera resuelto vender cara su vida, rompió con hercúlea fuerza las esposas de hierro que sujetaban sus manos, apeóse de su humilde cabalgadura, aterró á la muchedumbre, que se dió á huir, y tal vez se hubiera salvado rompiendo por los que le escoltaban, si á los pocos momentos no hubiera tropezado y caido, echándose sobre él los que le cercaban. Todavía forcejeó con ellos y con el verdugo, tanto que fué menester que entre todos le ataran y sujetaran con una soga y levantaran así su cuerpo hasta la altura del cadalso, donde al fin espiró (19 de agosto, 1825), con muerte que se creyó afrentosa entonces, y como tal se la dieron sus enemigos, pero que la posteridad, mas ilustrada y mas justa, ha

considerado gloriosa, siendo el nombre de El Empecinado, uno de los que han recibido los honores de ser inscritos con letras de oro en el salon de la representacion nacional entre los mártires de la libertad española (1).

Tomóse como síntoma y esperanza de darse á la marcha de los negocios nuevo y mas acertado rumbo la creacion de una Junta auxiliar del Consejo de ministros con el nombre de Real Junta consultiva de Gobierno (13 de setiembre, 1825), en razon á entrar en ella, entre hombres de exaltadas ideas realistas, otros conocidos por su templanza, y reputados por su conciencia y su saber (2). Eran los principales fines y cargos de esta Junta examinar el estado de todos los ramos de la administracion, y los recursos que ofrecieran, comparados con los que existian antes; calcular y graduar la suma anual que se necesitaria para sostener las obligaciones y cargas del Estado; formar un balance aproximado entre los gastos y los ingresos; dar dictámen sobre el aumento, diminucion, reforma ó subrogacion de los tributos, sin acrecentar la indigencia individual, sobre negociaciones de empréstitos, contratas ó empresas generales, supresion ó aumento de empleos, y sobre todo lo demás que el rey ó el Consejo de ministros le consultare. La junta se mostró desde luego animada de los mejores deseos, y protestó que procuraria hacer cuantas mejoras pudiese, obrando con imparcialidad y sin espíritu de partido. Pero esta esperanza fué de duracion muy corta. Los trabajos de mina de los apostólicos eran asiduos y constantes, y como el resorte que les imprimia movimiento é impulso era la persona que el rey tenia mas íntima y allegada, siempre contaban con un gran elemento para recuperar su influjo. Debida fué á esto la caida del ministro Zea Bermudez (24 de

(1) Entre los documentos oficiales que se salvaron relativos á este suceso, lo fué el siguiente: «Comision de la Real Chancillería de Valladolid. Sin embargo de que por el excelentísimo Receptor de la Comision se remite á V. S. el testimonio correspondiente de haberse ejecutado en este dia y hora de la una menos cuarto de su tarde la real sentencia de muerte de horca impuesta al Empecinado, con todo he creido de mi deber el hacerlo yo tambien como lo hago por este, manifestando á V. S. al mismo tiempo que hallándose ya el reo al pié de la misma horca, y habiendo dado al parecer muestras de arrepentimiento, hizo un esfuerzo prodigioso y rompió las esposas de hierro que tenia en las manos, y trató

de salir por entre las filas de los valientes voluntarios de esta villa y sus inmediaciones que tenian hecho el cerco.

>>El objeto, señor gobernador, que sin duda ofuscó á este perverso, fué el de acogerse al sagrado de la Colegial, ó lograr en otro caso el que los mismos voluntarios le diesen la muerte, y no sufrir la afrentosa de la horca; pero le salieron vanos sus intentos, pues solo trataron de asegurarle, y viendo yo que no queria subir por las escaleras y que se tiró en el suelo, mandé que lo subieran con una soga, como se verificó, y sufrió la tan merecida muerte.

>>Dios guarde á V. S. muchos años.-Roa, y agosto 19 á las dos de su tarde, de 1825.-Vicente García Alvarez.-Señor gobernador de las Salas del Crímen de la Real Chancillería de Valladolid.>>

Las cenizas del Empecinado fueron despues trasladadas á Burgos, donde descansan no léjos de las del Cid, y en Alcalá se empezó á levantar un monumento en su memoria.

El señor don Salustiano Olózaga, que escribió en la Crónica HispanoAmericana un sentido artículo sobre la muerte del Empecinado, en que hace merecidos elogios de muchos de los hechos heróicos de su vida, refiere varias circunstancias de su prision, de su proceso y de su muerte, pero omite otras que nosotros hemos hecho mérito, sacadas de escri tores contemporáneos, y oidas á testigos oculares dignos de respeto y de fe.

(2) Los de pronto nombrados fueron: el general Castaños, consejero de Estado y capitan general de ejército, presidente; don Anselmo de Rivas, consejero de Estado; don Diego de la Cuadra, honorario del mismo Consejo; el arzobispo de Méjico; el de Zaragoza; el obispo de Palencia; fray Cirilo Alameda, vicario general de la órden de San Francisco; don Ramon Montero, secretario de la Junta reservada de Estado; los tenientes generales marqués de la Reunion y conde de Guaqui; don Antonio Pilon, mayor general de la real armada; don Francisco Marin, del Consejo y Cámara de Castilla; don José Hevia y Noriega, del mismo Consejo; don Bruno Vallarino, del Consejo de Indias; don Jacobo Marin Parga, del de Hacienda; don Antonio de Elola, intendente de ejército; don José Juan Pinilla, contador general de Valores; don Luis Gargollo, del comercio de Cádiz; don Andrés Caballero, del comercio de Madrid; don Agustin Perales, intendente de Marina, secretario sin voto. Reservábase además el rey el nombramiento de otros vocales, hasta

veinticinco.

octubre, 1825), el representante del realismo tolerante é ilustrado, y su reemplazo por el duque del Infantado, agente ó instrumento siempre de la política y de la parcialidad mas reaccionaria. Consecuencia fué tambien de este cambio perder en importancia la Junta consultiva de Gobierno, que tan provechosa habria podido ser, si se hubieran encomendado á su exámen y juicio los vitales negocios para que habia sido instituida y formada.

En medio de estas variaciones y de estas alternativas de influencias, descollaba en el cuadro del gobierno, manteniéndose al parecer extraño á todas las rivalidades políticas, atento exclusivamente al mejoramiento del importante ramo de la administracion que á su cargo corria, el ministro de Hacienda don Luis Lopez Ballesteros, de cuya concentrada laboriosidad é incansable celo daban testimonio las muchas medidas, mas ó menos parciales ó generales, que aparecian frecuentemente en las columnas de la Gaceta. Siendo su empeño principal acomodar los gastos á la riqueza de los pueblos, cubrir con la posible exactitud y proporcion todas las obligaciones del Estado, conocer y calcular con la debida anticipacion el producto de las rentas y su relacion con las necesidades mas precisas del servicio público, dictó una disposicion (14 de noviembre, 1825), si en todos tiempos útil, en aquellos indispensable y salvadora, á saber: que cada ministerio formara anualmente el presupuesto de sus gastos y atenciones especiales, el cual habia de pasarse el 1.o de noviembre á lo mas tarde al de Hacienda, que oyendo al director general del Tesoro y demás que pudiera convenir, y con los datos que le suministraria la Contaduría general de Valores, vistos los gastos y sueldos, los productos de las contribuciones y rentas, y el líquido disponible que resultara, los pasaria á su vez para el 15 del mismo noviembre al Consejo de ministros, con sus observaciones. Examinados por el Consejo, se presentarian al rey para su soberana aprobacion, obtenida la cual, se comunicarian á los respectivos ministerios y direcciones para su cumplimiento. No se abonaria cantidad alguna á título de imprevistos, sino la que cada año estuviera presupuesta, y eso con expresa real aprobacion y á propuesta del Consejo, ni se admitiria en cuenta pago alguno que no estuviera comprendido en los presupuestos aprobados; juntamente con otras medidas y exquisitas prevenciones para la exactitud de las cuentas.

Con esta y otras providencias administrativas, que seria largo enumerar, y que constituian un sistema económico admirable para aquellos tiempos, y con una constancia no menos maravillosa, logró el ministro Ballesteros, en una época de atraso y de penuria, de desconcierto y de perturbacion, de arbitrariedad y de pasiones políticas, regularizar la hacienda en términos de poder ocurrir á las necesidades públicas mas imperiosas dentro y fuera del reino, y de atender y pagar á todas las clases que vivian del tesoro. Era su administracion el consuelo que los hombres sensatos experimentaban en aquel período, por otra parte y por tantos motivos tan aciago.

Bien merece tambien los honores de ser citada la disposicion de 4 de diciembre (1825) sobre montes y plantíos, imponiendo penas á las justicias y ayuntamientos que no cumpliesen lo mandado, estableciendo reglas sobre su cuidado, cultivo y mejoramiento, y dando preceptos á los subdelegados, visitadores y otros encargados de la vigilancia de aquel importante ramo de la riqueza pública: así como la regularidad establecida en los pagos de haberes á todas las clases dependientes de los diversos ministerios, para lo cual ordenó el ministro de Hacienda á los intendentes de provincia que vengado por los empleados en ejercicio, otra del devengado todos los meses remitiesen una nómina exacta del haber depor los jubilados, otra del de los cesantes, otra de los cesantes pendientes de purificacion que cobraban sueldo, otra de los cesantes impurificados que cobraban asignacion, otra de los pensionados y pensionadas, y otra de las viudas de los empleados. Hecho todo esto con arreglo á modelos, y ciones minuciosas que se les hacian, practicábase todo con un á prevenórden, una escrupulosidad, y una uniformidad y concierto

hasta entonces desconocidos.

Terminó aquel año con la creacion de un nuevo Consejo de Estado (28 de diciembre, 1825), del cual eran individuos na

tos los ministros, reservándose el rey la presidencia, y cuyas atribuciones eran proponerle y consultarle los planes para el arreglo y mejora de todos los ramos de la administracion, en lo civil, en lo militar, en lo económico, en todo lo relativo á marina, industria y comercio, á la conservacion de los derechos de la legitimidad, á los graves negocios de las provincias ultramarinas que se desprendian de la madre patria, á todo en fin lo importante y grave de la gobernacion del reino, que poco tiempo antes habia sido confiado á la real Junta consultiva de Gobierno, que con la nueva creacion cesaba, por no tener ya razon de ser. Y este era sin duda el objeto, porque el personal de la Junta ni era ni podia ser del agrado del partido realista exaltado é intolerante, que habia vuelto á predominar desde la salida de Zea Bermudez del ministerio. Aunque se conservaron en el nuevo Consejo algunos vocales de la Junta, los mas fueron sustituidos por personas y nombres que simbolizaban la intolerancia y el terror (1). Aparte de la significacion política de los mas de los nuevos consejeros, que era funesta, el decreto contenia una cláusula recomendable, á saber, la inamovilidad que establecia, prescribiendo que los consejeros no pudiesen ser separados sino por delitos positivos, y gozaran de toda seguridad, «para que sin recelos (decia), temores, ni influjos de ninguna especie, puedan, como deben hacerlo los vasallos fieles, expresar su dictámen y voto.» Condicion que desearíamos revistieran siempre cuerpos de esta índole.

Hemos seguido paso á paso la marcha de los sucesos de este año en lo interior del reino. Fáltanos dar una ojeada por lo que habia acontecido fuera, é interesaba é influia en la suerte de la Península, ya en las provincias españolas de allende los mares, ya en las naciones extranjeras de Europa con que estábamos mas en relacion y contacto.

Sabido es, porque lo hemos hecho ya notar, el empeño de Fernando VII en esta segunda época de su absolutismo, de querer sujetar y reducir á su obediencia, y mantener ó reconquistar las colonias españolas de América, que ó se habian emancipado ya de la metrópoli, ó luchaban todavía por alcanzar su independencia, cuya cuestion cometieron las córtes el error de no acabar de resolver en el último período constitucional. Algun tratado de reconocimiento, hecho con mas ó menos legítimos poderes, llegó á España cuando aquel espiraba, y quedó por lo tanto indeciso. Fernando, que no reconoció nada de lo hecho por las córtes, negóse tambien á todo pacto ó transaccion con los insurrectos americanos, sin mirar que le faltaban fuerzas y medios para reducirlos, cuando aquellos se habian proclamado ya libres, y establecido las repúblicas de Venezuela y de Colombia, de Chile y del Rio de la Plata, que en Nueva España solo se conservaba por nosotros el castillo de San Juan de Ulúa, y que solo en el vireinato del Perú teníamos un lucido ejército que peleaba glorio

(1) Los consejeros nombrados fueron: el cardenal arzobispo de Toledo; el obispo de Leon; el padre Fr. Cirilo Alameda; el general Castaños; el marqués de Villaverde; el de la Reunion; el conde de Venadito; don José García de la Torre; don Francisco Ibañez de Leiva; don Juan Bautista Erro; don José Aznares; don Joaquin Peralta; don Pio Elizalde, y los duques del Infantado y de San Carlos, don Luis María Salazar, Calomarde, Ballesteros y Zambrano como ministros.

samente, siempre con heróico denuedo, pero no siempre con próspera fortuna.

Fiaba Fernando en la proteccion de los soberanos de Europa para domar la rebelion americana y recobrar sus antiguas posesiones ultramarinas; pero además de la vacilacion de las potencias, por encontradas consideraciones, deteníalos y los paralizaba, dado que tales hubieran sido sus deseos, la política de la Gran Bretaña, cuyas declaraciones y cuya conducta hemos visto y podido juzgar en el capítulo precedente. Al fin el gobierno inglés dió á España el golpe de gracia de tanto. tiempo meditado y con que la habia estado amenazando, con la declaracion (1.o de enero, 1825) de que reconocia como potencias independientes varios de los Estados desprendidos de la dominacion española, haciendo conocer su resolucion por una nota dirigida á los agentes diplomáticos de todos los gobiernos con quienes estaba en amistad. Lo mismo habian hecho ya los Estados-Unidos, comprendiendo en una general declaracion á todos los que habian proclamado su independencia. En aquel mismo año se vieron los españoles que guarnecian el castillo de San Juan de Ulúa obligados á evacuarle por capitulacion (18 de noviembre, 1825), abandonando así el único punto que España poseia en el territorio mejicano. La guerra del Perú era la que se habia sostenido con mas empeño y con mas gloria de parte de los generales y del ejér cito español. Fundábanse en ellos grandes esperanzas, y no pocas veces consolaba leer en la Gaceta de Madrid los partes de victorias y triunfos conseguidos allí contra los insurrectos por nuestros leales soldados. Pero faltaban las fuerzas navales y los recursos necesarios para reparar las pérdidas que tambien se sufrian, y para poder alcanzar la conservacion de un imperio tan lejano. En favor de los disidentes del Perú acudió de la república de Venezuela el general Simon Bolivar, acreditado entre los americanos como guerrero, y tambien como político. Conocióse este auxilio en las operaciones de la guerra: en la batalla de Junin alcanzaron los peruanos una considerable ventaja sobre los españoles. Repusiéronse estos sin embargo, merced á la inteligencia y á los esfuerzos de sus caudillos, entre los cuales sobresalia el valiente, activo y honrado don Jerónimo Valdés. Las cosas parecian ofrecer ya un aspecto favorable á las armas españolas: mas todas las esperanzas vinieron á desvanecerse en la batalla que por el nombre del valle en que se dió es conocida con el de batalla de Ayacucho, en que despues de haber andado varia la fortuna se declaró completamente en favor de los americanos, teniendo que capitular todo el ejército español, obligándose á abandonar aquellas regiones. Infortunios que vinieron á condensar y oscurecer las ya harto negras sombras del calamitoso reinado de Fernando VII.

rey

En Francia, como hemos visto, habia sucedido á Luis XVIII, monarca que á pesar de haber acabado con las libertades españolas habia dado tantos consejos de tolerancia al Católico, su hermano Cárlos X, de menos alcances y capacidad, de mas fanática devocion, mas obstinada, mas dado á sostener los privilegios de la nobleza, y por lo mismo mas expues diciones, mas del agrado de Fernando VII, que no se veia to á perder los de la corona, pero tambien, por aquellas condiciones, mas del agrado de Fernando VII, que no se veia importunado con consejos que contrariaran su carácter y las tendencias de su política. Sin embargo de esto, las relaciones entre las cortes de Francia y España no sufrieron alteracion esencial en este período.

CAPITULO XXI

Insurreccion de Cataluña.

Fernandez Bazan y su hermano don Juan, que con algunos otros jefes y sobre sesenta individuos que los seguian, des

La guerra de los agraviados embarcaron una noche en la costa de Alicante (18 á 19 de fe

DE 1826 Á 1827

brero, 1826) y cercaron al amanecer el pueblo de Guardamar. Muy pronto se abrieron sus ojos al desengaño. En lugar de los numerosos adictos que confiaban habian de levantarse en su favor, echáronseles encima los voluntarios realistas de la comarca, como ansiosos de devorar la presa que se les venia á las manos. Quisieron los invasores reembarcarse, mas como se lo impidiese el contrario viento, buscaron amparo en la áspera y quebrantada sierra de Crevillente. Los gobernadores militares de Orihuela, Alicante y Murcia, todos enviaron fuerzas contra ellos; los realistas de Elche los alcanzaron, y mataron al teniente coronel don José Selles, haciendo varios prisioneros. Perseguidos y acosados los demás por la sierra, don Juan Bazan cayó mortalmente herido; desesperado el don Antonio, intentó acabar con la vida de su hermano y con la suya propia disparando dos pistolas, mas con tan mala suerte que en ambas le falló el tiro. Abalanzáronse sobre ellos sus perseguidores, y ambos fueron hechos prisioneros con bastantes de los suyos. Bazan fué fusilado en Orihuela sobre las mismas parihuelas en que habia sido conducido por sus heridas (4 de marzo, 1826), sufriendo con admirable serenidad la muerte (1). En Alicante corrió la sangre de veintiocho vícti

Instalacion del nuevo Consejo de Estado.-Temeraria invasion de emi-
grados. Los hermanos Bazan.-Su exterminio.-Fusilamientos.-
Privilegios á los voluntarios realistas.-Influencia teocrática.-Lamen-
table estado de la enseñanza pública.-La hipocresía erigida en siste-
ma.-Excepcion honrosa.-Célebre y notable exposicion de don Javier
de Burgos al rey.-Efecto que produce.-Ascendiente del conde de
España en la corte.-Viaje de SS. MM. á los baños de Sacedon.-Su-
cesos de Portugal.-Muerte de don Juan VI.-Conducta del infante
don Miguel.-Renuncia don Pedro la corona en su hija doña María de
la Gloria.-Otorga una carta constitucional al reino lusitano.-Dis-
gusto y agitacion en los realistas portugueses y españoles.-Proteccion
de Inglaterra á doña María de la Gloria.-Manifiesto del monarca es-
pañol.-Movimientos en España con motivo de los sucesos de Portu-
gal.-Consejos del gobierno francés á Fernando.-Son desoidos.-Exi-
gencias de los realistas exaltados.-Don Carlos y su esposa.-Los
agraviados de Cataluña.-Federacion de realistas puros.-Se atribu-
yen maliciosamente los planes de rebelion á los liberales emigrados.-
Estalla la primera rebelion realista en Cataluña.-Es sofocada.-Fu-
silamiento de algunos cabecillas.-Proclamas y papeles que descubren
sus planes. -Indulto.-Segunda y mas general insurreccion.-Reunio-
nes de eclesiásticos para promoverla.-Junta revolucionaria de Man-mas; la de algunas mas tiñó el suelo de otros pueblos.
resa.-Pónese á la cabeza de los sediciosos don Agustin Saperes (a) Ca-
ragol.-Alocuciones notables.-Bandera de los agraviados.-Proclaman
la Inquisicion y el exterminio de los liberales.-El clero catalan.-
Levantamiento de Vich.-Cunde la insurreccion en todo el Principa-
do.-Resuelve el rey pasar en persona á Cataluña.-Va acompañado
de Calomarde. Su alocucion á los catalanes.-Refuerzos de tropas.
El conde de España general en jefe.-Van siendo vencidos los insur-
rectos.—Sorpresa grave del conde de España en un convento de Man-
resa.-Resultados de aquel suceso.-Huida de Jep dels Estanys.-
Entrada del de España en Vich.-Diálogo notable con aquel prelado.
-Derrota de los rebeldes.-Curioso episodio de la célebre realista Jo-

sefina Comerford. -- Pacificacion de Cataluña.- La reina Amalia es
llamada por el rey.-Recibela en Valencia.--Festejos en esta ciudad.
-Misteriosos horribles suplicios en Tarragona.-Pasan á Tarrago-
y
na el rey y la reina.-Prision y castigo de Josefina.-Va el conde de
España á Barcelona.-Evacuan la plaza las tropas francesas.-Traslá-
danse á Barcelona los reyes.-Cómo son recibidos y tratados.-Pri-
meras medidas del conde de España contra los liberales.-Síntomas
de grandes infortunios.

Por suplemento á la Gaceta de Madrid de 17 de enero (1826) se anunció haberse instalado solemnemente el dia anterior el nuevo Consejo de Estado, creado por real decreto de 28 de diciembre último, presidiendo el rey la ceremonia y ocupando la silla del trono, y teniendo á sus lados á los infantes don Cárlos y don Francisco. El duque del Infantado, como primer secretario de Estado y del Despacho, pronunció un discurso, del cual fueron las mas notables las frases siguientes:

«De todas nuestras atenciones ningunas mas sagradas que la de ser unos vigías constantes de la seguridad del trono, y la de conservar ilesos los legítimos derechos que V. M heredó con la corona de las Españas, evitando que por persona ni so pretexto alguno sean desconocidos ó menoscabados. Sí; juramos y prometemos á V. M. que no descansaremos mientras nos conste que existen enemigos de vuestra soberanía, cualquiera que sea la máscara con que se disfracen, ó do quiera que se oculten; aun en las cavernas tenebrosas de su malignidad, allí los descubriremos, y los presentaremos á la innata clemencia de V. M.» Y concluia protestando que el Consejo llenaria su mision con calma, con prudencia, con la mas estricta imparcialidad, y libre de todo espíritu de partido.

Quiso la mala suerte para los liberales, que los primeros que dieran ocasion al gobierno para desplegar nuevamente su fiero rigor contra los que consideraba enemigos de la soberanía, fuesen de la clase de los constitucionales emigrados, que preocupados con una idea, ciegos en su delirio, y desconociendo desde el extranjero las circunstancias y el verdadero espíritu de su país, fascinados con la ilusion de que los aguardaban para unírseles á su llegada numerosos partidarios, se lanzaban á temerarias empresas, soñando facilidades y triunfos halagueños. Tal des sucedió al coronel don Antonio

El artículo de oficio, en que se anunciaba por Gaceta extraordinaria este suceso, comenzaba: «Una nueva gavilla de aquella ralea de desalmados forajidos á quienes no escarmienta la experiencia, etc.» Así eran tratados y calificados oficialmente los que, si bien con ligereza y con indiscrecion, obraban muchas veces á impulsos de una idea política, y guiados por un fin á sus ojos patriótico y noble. Cada chispa de estas que saltaba daba pié para que arreciaran los furores de la persecucion, y para que se apretaran los resortes de la máquina. Extendíanse á nuevas clases las purificaciones. Mudábanse los capitanes generales de las provincias (2). Nombrábase un inspector general de voluntarios realistas (3); concedíanse á estos cuerpos nuevos privilegios, como los de exencion de cartas de seguridad, y de libre introduccion por las provincias exentas del armamento que necesitasen, con lo cual crecia su orgullo, y se iban considerando como los señores privilegiados del reino, aparte del clero, que era la clase y el poder dominante, pero uniéndose admirablemente las dos influencias para los mismos fines.

Confiada á los frailes la enseñanza de las universidades y seminarios; dirigidos por los jesuitas los colegios mayores; designados para libros de texto los que contenian doctrinas

(1) Escribian de Orihuela, al tiempo de noticiar la muerte de este desgraciado, que habia pedido la imágen de la Vírgen y orado ante ella con las lágrimas en los ojos, admirando y enterneciendo á todos los circunstantes, y que habia suplicado siempre al confesor que no le desamparase ni un instante.-«No cabe duda, añadian, en que ha muerto como un buen cristiano.»-Gaceta del 23 de febrero, 1826.

Pero en la Gaceta del propio dia se estampaba la siguiente correspontido: «Ayer fué ahorcado en esta Antonio Caso, alias Jaramalla: murió dencia, que repugna á la cultura, á la humanidad y hasta al buen senimpenitente, y dejando consternado al numeroeo concurso que asistió á este horrible espectáculo, haciéndolo mas espantoso un terrible torbelino que se observó al espirar este malvado, quien salió de la cárcel blasfemando, y diciendo tales palabras que no se pueden referir sin vergiienza; y á pesar de haberle puesto una mordaza, repetia como podia; viva mi secta, viva la institucion masónica: así fué arrastrado á la cola de un caballo hasta el patíbulo. Por mas diligencias que han hecho sacerdotes de todas clases, no han podido conseguir que ni siquiera pronunciase el nombre de Jesus y de María, antes bien los despreciaba con injurias é inauditas blasfemias: despues de muerto se le cortó la mano derecha para ponerla en el sitio de sus delitos, y arrastrando su cadáver lo condujeron al muladar. Así concluyen miserablemente su vida estos proclamadores de la libertad, y esta es la libertad que prometen á los que los siguen, ir á parar á donde van las bestias.»-¡Así se escribia oficial y semi-oficialmente en la Gaceta del gobierno!

(2) En esta ocasion pasó de Castilla la Vieja á Navarra el duque de Aragon don Felipe Saint-March y á Valencia don José O'Donnell. Castroterreño; fué destinado á Castilla la Vieja don Francisco Longa, á (3) Lo fué don José María Carvajal, que mandaba la provincia de

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