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Cuesta descansaba, si hemos de creer la relacion que un tes- | el saqueo de templos, casas y tiendas, y hasta los transeuntes

tigo de vista dejó escrita (1), no poniendo el pié en el estribo hasta clarear el dia 14, cuando ya habia el fuego empezado y se hallaba empeñado el combate.

eran despojados de sus ropas en las calles, cometiendo además todo género de demasías, excesos y profanaciones (4). Inicua crudeza que no merecia aquella desventurada ciudad, y medio mas propio para provocar la ira de aquellos mismos pueblos á quienes querian imponer un rey de su nacion. Nuestra pérdida en la desgraciada jornada de Rioseco, aunque evidentemente exagerada en el parte de Bessieres que se publicó en la Gaceta de Madrid (5), fué sin duda lastimosa y muy considerable, como tenia que serlo en el hecho de haber sufrido una infantería fugitiva la persecucion de una caballería numerosa y vencedora por una extensa explanada. Trece piezas de artillería quedaron en poder del enemigo, despues de haber hecho gran destrozo en sus filas. Así la pérdida de los franceses fué tambien grande: murió en el campo el general D'Armagnac, y de dos regimientos de caballería, el 10 y el 22, perecieron dos jefes y casi todos los oficiales: todavía desde Mayorga enviaron á Palencia muchos heridos (6). Sangrienta jornada la llamaron ellos, y la llaman sus historiadores (7), y la verdad es que, aunque funesta para nosotros, fué admirable el arrojo y el teson con que se batieron unas tropas que llevaban contados dias de instruccion, y se presentaban por primera vez delante de las legiones imperiales, casi sin caballería, y en posiciones desventajosas y fatalmente elegidas. El ilustre Blake llenó cumplidamente sus deberes, peleó siempre en vanguardia, perdió uno de sus caballos, y sostuvo el honor de la bandera española. ¡Ojalá hubiera podido decirse otro tanto de Cuesta, á quien no sin razon fué atribuido aquel desastre, comenzando por el ciego y temerario empeño de batir las terribles huestes de Napoleon en los llanos de Castilla con tropas bisoñas y colecticias, desprovistas de caballería además, siguiendo por la malhadada eleccion de sitio para el combate, continuando por su inaccion la víspera y hasta el momento de la lid, y concluyendo por la desgraciada colocacion de su cuerpo de ejército y por sus desacuerdos con el general del de Galicia, conjunto fatal de errores que no podia traer sino un desastroso remate!

Hacer una detenida y minuciosa descripcion de este, ni nos cumple, ni es compatible con la índole de nuestra obra. Diremos, sí, que el llano y descampado en forma de meseta llamado Campos de Monclin, que media entre Rioseco y Palacios, en que acamparon nuestras tropas, no era posicion favorable para resistir á un enemigo cuya caballería era por lo menos cuádruple de la nuestra. Que el punto en que se situó Cuesta, á espaldas y á considerable distancia de Blake, como si fuesen dos ejércitos distintos, ya fuese por error, ya por celos, ya con otro cualquier propósito, que á muchos juicios dió lugar su extraña conducta, favorecia á Bessieres para procurar interponerse, como lo hizo, entre los dos generales, para lo cual le proporcionaba sobrado espacio la distancia. Por lo demás la izquierda y centro de Blake resistieron valerosamente las primeras acometidas de las brigadas Merle y Sabathier, junto con los escuadrones de Lassalle, y no es maravilla que tropas tan aguerridas hicieran al cabo cejar y desordenarse nuestra izquierda. Lo peor fué el haberse interpuesto Mouton con sus veteranos entre los dos separados trozos del ejército español. Aun así, una parte de nuestra infantería, favorecida por una brillantísima carga que dieron los carabineros reales y guardias de corps, arremetió con tal ímpetu que logró apoderarse de una de las baterías francesas, causando tal espanto en el enemigo, que por un momento se creyó nuestra la victoria (2). Pero duró muy poco esta persuasion y aquella ventaja. La columna de granaderos y de reclutas con que habia contado Blake para la defensa de la segunda línea no correspondió á los deseos de aquel general, y se dejó envolver, aumentando el desórden. Merle revolvió sobre la cuarta division, y subiendo gran golpe de caballería enemiga sobre la altura de la meseta, todo lo atropellaron y desordenaron, cundiendo el terror en los nuestros, y cebándose en ellos en aquella inmensa llanura los sables de los jinetes franceses, vendiendo no obstante caras sus vidas algunos jefes y oficiales, siendo de los que murieron con gloria el ilustre conde de Maceda, general de la vanguardia. No era dable que Cuesta, combatido ya por Mouton y atacado despues por Merle, resistiera con su segundo cuerpo, bisoño y mal colocado, y así fué mucho mas fácil mente desordenado y deshecho que el de Blake, retirándose ambos generales, á menos distancia material que lo que esta-guir por Astorga á replegarse detrás de las montañas en sus ban sus voluntades y sus ánimos. Los caminos y campos de Villalpando y Mayorga se llenaron de dispersos que huian poseidos de espanto.

Algunos soldados que continuaron batiéndose en retirada hasta Rioseco penetraron por la calle de la Cárcel Vieja y se refugiaron en el hospital de San Juan de Dios. Los franceses que los perseguian, al llegar á la Plaza mayor desplegaron una ferocidad inaudita contra una poblacion indefensa y que no los habia ofendido, tratándola con mas rigor, si cabe, que una plaza conquistada. Vecinos pacíficos fueron inmolados en sus hogares, religiosos en sus conventos (3), enfermos en el lecho del dolor, sin perdonar la brutalidad ni aun á las vírgenes del claustro paralíticas ó ancianas. Horrible fué tambien

(1) El caballero don Ventura García de Fonseca, vecino de Rioseco; cuyo escrito, cuidadosamente conservado, sirvió á su descendiente el malogrado don Ventura García Escobar, con quien nos unieron amistosas relaciones, para escribir una historia de aquella célebre y desgraciada batalla, con una exacta y minuciosa descripcion de los sitios y lugares de la accion; tenemos delante este opúsculo, que no ha visto la luz pública, y en que se rectifican algunos incidentes del combate, no bien contados en las historias conocidas; parécenos sin embargo que aumenta las fuerzas enemigas y disminuye las nuestras : al menos nosotros no hemos hallado datos en que fundarnos para poder alterar el número de unas y otras que damos en el texto.

(2) Las mismas historias francesas ensalzan aquel arranque de arrojo de los nuestros, califican de brillante la carga que dió la caballería, y dicen que la infantería española se dió á gritar ¡viva el rey! creyendo ya suyo el triunfo.

(3) Los de San Francisco, desde cuyas ventanas se dijo que se les habia hecho fuego, fueron casi todos pasados á cuchillo.

Cuesta se retiró á Leon, á cuya ciudad llegó en pos de él Bessieres (17 de julio), teniendo que abandenaza de noche el general castellano para retirarse hacia Salamanca, y quedando el francés dueño de la tierra llana. Blake tomó la direccion de Benavente, no solo por el apoyo que encontraba en la tercera division que había dejado allí, sino con ánimo de prose

antiguas posiciones de Fuencebadon y Manzanal, para defender la entrada de Galicia, reorganizar su ejército y aumentarle con los refuerzos que de aquel reino le serian enviados, y estas eran tambien las instrucciones de la junta (8). Todavía Cues

(4) «Cargaron en carros, dice García de Fonseca, todas las alhajas de iglesias y conventos, vestiduras sagradas y copones, arrojando indignamente las sagradas formas, mutilaron las santas imágenes, profanaron pila bautismal de la parroquia de Santa Cruz dieron agua á los caballos; las iglesias con toda clase de obscenidades, llegando á tanto que en la

tados que cometieron en los templos, dejándolos tan inmundos
es imposible referir el pormenor de los sacrilegios, irreverencias y aten-
que el
dia que marcharon no hubo con qué decir misa. El saqueo de las casas
y comercios fué tan completo, que los vecinos no tienen absolutamente
con qué cubrir sus carnes; nada han dejado en el pueblo, llevándose el
botin en los carros y mulas de los labradores para imposibilitar de esta
suerte la recoleccion de frutos que tienen pendiente, de forma que pasa
de cuarenta millones la pérdida.»-Relacion MS.

(5) Decia entre otras cosas que solo el general Lassalle con la caballería ligera habia acuchillado cinco mil españoles.

(6) No determinamos las pérdidas de una y otra parte, porque nos ha sido imposible averiguarlas con exactitud, ni concertar los contradictorios y á nuestro juicio apasionados cálculos que hemos visto en los partes oficiales y en las historias y relaciones francesas y españolas, impresas y manuscritas. Creemos desde luego que la nuestra fué bastante mayor, y no nos parece exagerada la cifra que algunos indican de cerca de cinco mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros.

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ta, no escarmentado con los desastres de Cabezon y de Rioseco, persistia en comprometer á Blake á que no se retirara de Castilla, hasta el punto de amenazarle con que responderia ante el rey y la nacion de las consecuencias, y aun logró arrastrar al coronel del provincial de Valladolid, que abandonó la tercera division, dando lugar con su ejemplo á la indisciplina. Blake, sin embargo, desoyendo esta vez las sugestiones del general veterano, continuó su marcha hasta el Vierzo, donde tuvo que resistir con firmeza á tentaciones de otra índole.

Vinieron estas de parte del mariscal francés, el cual, á vueltas de razones especiosas que empleó para persuadirle, intentó quebrantar su lealtad, haciéndole proposiciones ventajosas para ver de atraer á su partido al general español y las tropas de su mando. Desechólas Blake con noble energía, repitió Bessieres sus instancias, y por último le propuso una entrevista. El leal caudillo se negó abiertamente á celebrarla, é inquebrantable en su fidelidad, contestó á la nueva excitacion con la misma dignidad que la vez primera (1). Esta correspondencia es uno de los episodios de la vida de Blake que mas le honran; la junta de Galicia comprendió que no en vano habia depositado en él su confianza, y recompensó su entereza añadiendo á su título de general en jefe del ejército de Galicia el de gobernador capitan general del reino y presidente de su audiencia.

Como la batalla de Rioscco se dió al tiempo que el intruso José Bonaparte hacia su viaje á Madrid para instalarse en el trono español, Napoleon dió una gran importancia á aquel triunfo, comparóle con el de Villaviciosa que en el siglo anterior habia asegurado la corona en las sienes del nieto de Luis XIV, y exclamó: «La jornada de Rioseco ha colocado en el trono de España á mi hermano José;» y partió de Bayona para Paris satisfecho con tan agradable nueva.

Por fortuna para España, si en Castilla se habia sufrido un descalabro, otra estrella muy diferente alumbraba á las armas españolas en la region del Mediodía. Dejamos atrás al general francés Dupont acantonado en Andújar, y reforzado con las tropas de Vedel, Ligier-Belair y Gobert. El general Castaños, á cuyo mando se habian puesto todas las fuerzas regulares españolas de ambas Andalucías, así como la multitud de paisanos voluntarios que cuidó de instruir, organizar y discipli

nar, habia podido á últimos de junio pasar revista á un ejército de veinticinco mil infantes y dos mil caballos, comprendidos los cuerpos volantes y partidas que acaudillaban don Juan de la Cruz, don Pedro Valdecañas y don Pedro Agustin de Echavarri, el que habia peleado ya en el puente de Alcolea. Habia distribuido el ejército en tres divisiones con un cuerpo de reserva: la primera de seis mil hombres con la gente de Granada á cargo de don Teodoro Reding, suizo al servicio de España, militar valeroso y entendido; la segunda de igual fuerza, á las órdenes del marqués de Coupigny, antiguo oficial de guardias walonas; la tercera regida por el anciano irlandés don Félix Jones, que debia obrar unida á la reserva capitaneada por don Manuel de la Peña, fuerte de diez mil hombres. Aunque la base de todas eran tropas de línea, entraban tambien paisanos armados, en general no uniformados todavía, pero que ya habian recibido alguna instruccion. Desde 1.o de julio habian avanzado las tropas españolas por la orilla izquierda del Guadalquivir hácia los puntos ocupados por Dupont; y como habia un general deseo en el pueblo, y una impaciencia de que participaban los soldados, de llegar pronto á las manos con el enemigo, juntáronse en Porcuna los jefes en consejo (11 de julio) para acordar el plan de ataque. Redújose este á que Reding cruzaria el Guadalquivir por Menjíbar dirigiéndose sobre Bailen, sosteniéndole Coupigny que deberia pasar el rio por Villanueva, Que entre tanto Castaños con la tercera division y la. reserva atacaria de frente á Dupont en Andújar, mientras Cruz con las tropas ligeras pasaria el puente de Marmolejo para caer sobre la derecha del enemigo.

De inconveniente y comprometida censuran los entendidos en el arte de la guerra la posicion de Dupont en Andújar, debiendo haberse limitado á la defensa de Sierra-Morena, manteniendo las comunicaciones con Madrid, recibiendo cuantos refuerzos y víveres necesitara, y viendo venir el ejército español. Falta de provisiones su gente, envió á buscarlas á Jaen, á cuyo fin destacó al general de brigada Cassagne, de la division de Vedel, con cuatro batallones. Pero mejor defendida ahora aquella ciudad que la vez primera por el regimiento de suizos de Reding y por los voluntarios de Granada, libertóse de otro saqueo rechazando despues de varios reencuentros al francés, cuya retirada á Bailen descaba ya Dupont, receloso del movimiento de Castaños. Tambien llamó á Andújar una de las brigadas de Bailen; el general Vedel pasó á reforzarle, no con una brigada, sino con toda la division, dejando solo á Ligier-Belair con mil trescientos hombres para guardar el paso de Menjíbar y contener á Reding. No tardó este en presentarse con sus suizos y la gente de Granada (16 de julio), y en tanto que Ligier- Belair se preparaba á rechazarle, vióse sor

oficio reservado, quedará satisfecho en esta primera experiencia de que los hombres de bien son los engañados, y que exigen mucha cautela las operaciones de que pende la suerte de una nacion. V. E. dice en su oficio que halló mas fuerzas de infantería y caballería en los enemigos de las que pensaba, deduciéndose de esto que á V. E. se le hizo creer que eran pocas y despreciables, y que bajo este concepto ha salido de su campamento para un auxilio que siempre pronosticó el Reino formaria su desprendido y envuelto por parte de las fuerzas españolas que gracia. En el actual estado es preciso que V. E. se replegue y atrinchere en un punto ó situacion que cubra á Galicia, presente un ataque dificultoso y en donde no pueda obrar la caballería, para organizar de nuevo el ejército de su mando, á cuyo efecto el Reino despacha las órdenes conducentes para que salgan inmediatamente el regimiento de estudiantes, el de milicias de Pontevedra, y el batallon de la Victoria, como igualmente todos los conscriptos que haya en las provincias de Lugo y Orense, con el número de fusiles que puedan proporcionarse al pronto, siguiendo los mas que se vayan alistando. V. E. cuide de la seguridad de Galicia: ga su ejército en un estado respetable, que despues podrá combinar alguna operacion interesante con la seguridad de buen éxito. La guerra tiene accidentes; los buenos soldados no se desalientan con una desgracia, y solo debe serles sensible que la confianza y la hombría de bien fuera tal vez causa de un mal suceso. El Reino espera de dia en dia recibir dinero y tropa de los ingleses, que retardan los vientos contrarios, y no omitirá diligencia ni medio posible para la necesidad de las tropas y felicidad de sus operaciones.-Reino de Galicia, etc.-Excmo. Sr. don Joaquin Blake.»-Roman, Noticias históricas, MS.

habian cruzado el rio por el vado del Rincon, teniéndose por dichoso de poder retirarse á Bailen de donde en mal hora salió á protegerle el general Gobert, puesto que perdió la vida en el combate que sostuvo hasta las once de la mañana el jefe de brigada Dufour que le sucedió. Reding, muy prudente, no se empeñó en la persecucion: lo que hizo fué retroceder y repasar el rio, para dar lugar á que se le incorporara Coupigny.

pon

(1) Toreno dice que concluyeron los tratos con una carta de Blake demasiadamente vanagloriosa, y una respuesta de su contrario atropellada y en que se pintaba el enfado y despecho. Tenemos á la vista copia exacta de esta correspondencia, y en verdad nada encontramos en las cartas de Blake que se pueda calificar de vanaglorioso, ni vemos en ellas una sola idea ó frase que no sea atenta y digna.-Acaso se refiera á otra que escribió despues de la batalla de Bailen.-La respuesta atropellada de Bessieres no la hemos visto tampoco, ni sabemos si existe, pues ni se halla en esta correspondencia, ni la inserta Toreno en el apéndice á que

hace remision.

Salióle felizmente esta maniobra. Creyendo Ligier-Belair y Dufour que se habia corrido á la derecha y que iria á proteger á don Pedro Valdecañas que con su cuerpo volante habia sorprendido un destacamento francés, y recelando que juntos se apoderaran de los pasos de la Sierra, dejaron á Bailen y marcharon á Guarroman, tres leguas en aquella direccion. Asustado por otra parte Dupont con el descalabro de Menjíbar, con las noticias que entonces recibia de Valencia y con la proximidad de Castaños, ordenó á Vedel que volviera á ocupar á Bailen: hízolo este así, mas como allí recelase que Ligier y Dufour pudieran ser atacados, siguió adelante hasta reunirse con ellos, y juntos avanzaron á la Carolina y Santa Elena. Este inoportuno movimiento proporcionó á Reding lanzarse sobre Bailen (18 de julio), con ánimo resuelto de reocasion para repasar el rio, é incorporado ya con Coupigny volver sobre Andújar, y coger á Dupont aislado entre sus divisiones y las de Castaños que estaban en los Visos. Pero el

general francés, con un propósito semejante al de Reding, cual era el de coger á este entre su cuerpo de ejército y las fuerzas que se hallaban en la Carolina, habia salido la noche del 18 de Andújar muy silenciosamente para ver de evitar que se apercibiera Castaños de esta evolucion, y salvar el inmenso bagaje que en centenares de carros conducia. Así fué que al romper el alba del dia 19 se avistaron inopinadamente las avanzadas de uno y otro ejército, dando de ello aviso á sus respectivos generales.

La batalla, despues de algun tiroteo entre las avanzadas, comenzó á empeñarse formalmente á eso de las cuatro de la

mañana.

Tenia prisa Dupont, temeroso de ser atacado á retaguardia por Castaños: teníala Reding, temeroso de serlo por Vedel. Dupont dirigia la vanguardia francesa compuesta de dos mil seiscientos hombres de la brigada Chabert. Reding desplegó su division en medio del camino, la suya al norte Coupigny; un batallon de guardias walonas se dividió por mitad para apoyar las dos alas. La vanguardia enemiga sufre un fuego mortífero, y dos de las cuatro piezas de su batería son desmontadas por nuestros artilleros. Además de la brigada Chabert, acuden y toman parte en la refriega los cazadores á caballo del general Dupré, los dragones, los coraceros del general Privé, y la brigada suiza. Dupré cae mortalmente herido combatiendo el regimiento de guardias walonas, el de las Ordenes militares y otros cuerpos de la vanguardia española mandada por Saavedra. El bravo Reding anima con su voz y con su ejemplo á los soldados bisoños. Los suizos de Francia se baten contra los suizos de España, y el veterano jefe de aquellos recibe una herida. Los coraceros franceses atropellan un regimiento de infantería española, y acuchillan nuestros artilleros al pié de sus piezas; pero el centro francés se ve arrollado, y forzado á retroceder, dejando no solo un cañon que habia tomado, sino tambien el resto de los suyos. Dupont reconcentra sus fuerzas; á eso de las diez de la mañana entra en accion la brigada Pannetier con alguna artillería que iba llegando; muchas y porfiadas tentativas repiten los franceses por toda la línea, pero siempre son con igual vigor rechazadas, haciendo en ellos nuestra artillería destrozo grande.

Era ya medio dia, cuando desesperado Dupont acordó ponerse á la cabeza de las columnas con todos los generales, y arremeter furiosamente nuestra línea. Toda su caballería entró otra vez en juego. Llegó á la funcion el último cuerpo de su reserva, el terrible batallon de marinos de la guardia imperial, la gente mas arrojada que se conocia, y que en efecto hizo esfuerzos heróicos, y llegó casi á tocar nuestros cañones. Pero todo su ardimiento y empuje se estrelló en la firmeza de nuestros guerreros, compitiendo en valor reclutas y veteranos, en la serenidad inalterable de Reding, y en la inteligente y atinada direccion del mayor general Abadía. Colocado don Juan de la Cruz con su cuerpo volante cerca del Rumblar á la izquierda del enemigo, le molestó tambien mucho, y contribuyó á su abatimiento. Dos mil franceses yacian tendidos en el campo, entre ellos el general Dupré y varios oficiales superiores; el mismo Dupont habia sido herido. Infinitamente menor habia sido nuestra pérdida, no llegando á doscientos cincuenta los muertos. Los dos batallones suizos que los franceses traian se pasaron á los de España, con quienes antes se habian batido. Todo era ya desaliento en las filas enemigas.«¿Dónde está Vedel? ¿qué hace Vedel?» gritaba desesperado Dupont. Sus soldados, devorados de sed bajo el sol abrasador de julio en el ardiente clima de Andalucía, debilitados con la fatiga y el sudor, apenas podian ya manejar las armas. En tal estado propuso Dupont una tregua á Reding, y este la otorgó sin vacilar. A esta accion llegó ya tarde, y cuando estaba decidida, don Manuel de la Peña con la tercera division española, enviado por el general en jefe Castaños que habia ocupado á Andújar.

Vedel y Dufour que andaban por la sierra buscando los españoles que estaban venciendo á su espalda, habian vuelto á la Carolina despues de haber dejado algunas fuerzas para guardar los pasos de Santa Elena y Despeñaperros. Allí llegó á sus oidos el zumbido lejano del cañoneo de Bailen. Emprendió entonces Vedel su marcha hácia donde aquel se oia; pero tan lentamen

te que á las nueve de la mañana no habia salido de Guarroman, donde todavía dió un largo descanso á sus tropas (1). Aun cometió la torpeza, ¡tal era su aturdimiento ó su preocupacion! de dejar allí la division de Dufour y la brigada de coraceros de Lagrange. Al continuar su marcha observó que habia cesado el cañoneo, é infirió que el peligro habia pasado. Al acercarse á Bailen divisa las tropas españolas, que bajo el seguro de la tregua reposaban de las fatigas del calor y del combate, y envia á llamar los coraceros de Lagrange y la primera brigada de Dufour. Apercibido de su aproximacion Reding, le envia dos parlamentarios á informarle de que se ha convenido con Dupont en una suspension de armas. La primera respuesta de Vedel fué: «Andad á decir á vuestro general que yo me cuido poco de eso, y que voy á atacarle.»> Pero los parlamentarios insisten, Vedel reflexiona, y despacha su edecan al cuartel general español. Mas como este retardara su regreso, manda á Cassagne acometer con la primera legion y los dragones el puesto en que nuestros soldados descansaban bajo la fe de lo pactado, sorprende un batallon de Irlanda y le hace casi todo prisionero con dos cañones. Ordena luego á Roche atacar la ermita de San Cristóbal, cuyo puesto impedia la comunicacion con Dupont; pero allí, ya prevenido el coronel del regimiento de Ordenes Militares don Francisco Soler, rechaza vigorosamente la embestida. Disponíase ya él mismo á acometerla al frente de otra brigada, cuando llega un edecan de Dupont con dos oficiales españoles, y le entrega una órden escrita para que suspenda toda hostilidad, porque se está celebrando un armisticio cuyas condiciones le serán notificadas. Vedel obedece, cesa el combate y conserva su posicion y sus prisioneros.

reanudara

Pedia Dupont en las negociaciones que se le permitiera retirarse con sus tropas á Madrid: Reding contestó que remitia la resolucion de esta demanda al general en jefe Castaños, y en su virtud pasó á Andújar, donde este se hallaba, el general Chabert, autorizado para firmar el convenio. Inclinábase Castaños á franquear á los vencidos el paso de Sierra-Morena, pero súpose la accion de Vedel, interceptóse una carta del duque de Rovigo en que mandaba á Dupont que acudiese á contener las tropas españolas de Galicia y Castilla, y entonces el conde de Tilly que, como representante de la junta suprema de Sevilla, acompañaba á Castaños, rechazó decididamente aquella condicion. Incomodáronse los negociadores franceses, y faltó poco para que se rompieran los tratos. Pero ya el paisanaje armado de toda la comarca, noticioso de la victoria, rodeaba y oprimia á los soldados franceses abatidos y cansados, y Dupont que veia su posicion hacerse por momentos mas crítica y peligrosa, envió al general Marescot. que por acaso habia llegado á su cuartel general, para que los tratos. Todavía hubo oficiales superiores que propusieron abandonar la artillería y los bagajes, y ver de abrirse paso por Bailen: todavía Vedel hizo proponer á Dupont un ataque combinado contra Reding; todavía el mismo Dupont, atolondrado ya, dió órdenes contradictorias, y en una de ellas dijo á Vedel que obrara libremente y se pusiera en salvo. En su virtud levantó de noche Vedel su campo retirándose hácia Santa Elena, resuelto á volar las rocas de Despeñaperros para hacer el desfiladero intransitable tan pronto como él le hubiera franqueado. Mas apercibidos de su fuga los españoles intimaron á Dupont, que si no hacia retroceder á Vedel, toda su gente, y en especial la division Barbou, seria pasada á cuchillo. Con esta amenaza apresuróse Dupont á enviar á Vedel dos oficiales de estado mayor con órden formal y escrita para que se detenga, porque sus tropas están comprendidas en un tratado que acababa de ajustarse en Andújar. Vedel vacila, pero se resigna y obedece: irrita á las tropas la idea de rendirse á los españoles, y cuesta trabajo á los oficiales calmar su

orillas

(1) Motivó este descanso el siguiente curioso incidente. Los soldados muertos de sed se lanzaron á beber agua en un arroyo á cuyas pastaba un hato de cabras. Mal racionados á causa de las marchas y contramarchas de aquellos dias, arrojáronse sobre las cabras, las despedazaron é hicieron de ellas su almuerzo. Esta operacion naturalmente los detuvo mas espacio de tiempo que el de una hora que Vedel les habia concedido para descansar; lo bastante para que llegaran tarde á Bailen, como vamos á ver.-Foy, Guerra de la Península, libro VI.

efervescencia: llega por la noche el tratado; las vidas de diez mil franceses dependen de la aceptacion; celebra Vedel consejo de oficiales superiores; de los veintitres que son, cuatro solos opinan por no sujetarse y por continuar su marcha á Madrid; los diez y nueve restantes votan por la obediencia ciega y precisa al general en jefe, Vedel se conforma, y se somete tambien.

La capitulacion fué firmada en Andújar el 22 de julio, por don Francisco Javier Castaños y el conde de Tilly de una parte, y los generales Marescot y Chabert de otra. Todas las tropas á las inmediatas órdenes de Dupont eran declaradas prisioneras de guerra; á las de Vedel y Dufour solo se las obligaba á evacuar la Andalucía, pero debiendo tambien entregar las armas en calidad de depósito, hasta ser todas embarcadas en puertos españoles y trasportadas á Francia en buques de nuestra nacion (1). En su virtud las tropas de Du

(1) Hé aquí el texto de la célebre capitulacion de Andújar:

Los Excmos. Sres. conde de Tilly, y don Francisco Javier Castaños general en jefe del ejército de Andalucía, queriendo dar una prueba de su alta estimacion al Excmo. Sr. general Dupont, grande Aguila de la Legion de honor, etc., así como al ejército de su mando por la brillante y gloriosa defensa que han hecho contra un ejército muy superior en número y que le envolvia por todas partes, y el señor general Chabert encargado con plenos poderes por S. E. el señor general en jefe del ejército francés, y el Excmo. señor general Marescot, grande Aguila, etc., han convenido en los artículos siguientes:

1. Las tropas del mando del Excmo. señor general Dupont quedan prisioneras de guerra, exceptuando la division de Vedel y otras tropas francesas que hallan igualmente en Andalucía.

2. La division del general Vedel, y generalmente las demás tropas francesas de la Andalucía que no se hallan en la posicion de las comprendidas en el artículo antecedente, evacuarán la Andalucía.

pont, en número de ocho mil doscientos cuarenta y dos hombres, desfilaron al dia siguiente por delante de Castaños y la Peña y sus divisiones tercera y de reserva, precisamente las que no se habian batido: Dupont entregó su espada á Castaños, y las tropas depusieron sus armas y banderas. Las de Vedel y Dufour, en número de nueve mil trescientos noventa y tres hombres, llegaron el 24 á Bailen, donde se habia trasladado Castaños, y colocando las armas en pabellones sobre el frente de banderas, las entregaron á los comisarios españoles, así como los caballos y la artillería que constaba de cuarenta piezas. De este modo entre los rendidos en Andújar y Bailen, los que luego se rindieron en la Sierra, y los dos mil que habian muerto en la batalla, la pérdida del ejército enemigo pasaba de veintiun mil hombres: triunfo asombroso para los españoles, y tanto mas, cuanto que se ganó á costa solo de doscientos cuarenta y tres muertos y setecientos heridos por nuestra parte. Dióse á Castaños el título de duque de Bailen, y desde entonces llevaron el nombre de aquella batalla dos regimientos, uno de caballería y otro de infantería (2).

necesarias para encontrar los vasos sagrados que pueden haberse quitado, y entregarlos si existen.

16." Los empleados civiles que acompañan al ejército francés no se considerarán prisioneros de guerra, pero sin embargo gozarán durante su trasporte á Francia todas las ventajas concedidas á las tropas francesas, con proporcion á sus empleos.

17. Las tropas francesas empezarán á evacuar la Andalucía el dia 23 de julio. Para evitar el gran calor se efectuará por la noche la marcha, y se conformarán con la jornada diaria que arreglarán los señores jefes del estado mayor español y francés, evitando el que las tropas pasen por las ciudades de Córdoba y Jaen.

18. Las tropas francesas en su marcha irán escoltadas de tropa es

3. Las tropas comprendidas en el artículo 2.o conservarán general-pañola, á saber 300 hombres de escolta por cada columna de 3,000 hommente todo su bagaje; y para evitar todo motivo de inquietud durante su viaje dejarán su artillería, tren y otras armas al ejército español, que se encarga de devolvérselas en el momento de su embarque.

bres, y los señores generales serán escoltados por destacamentos de caballería de línea.

4. Las tropas comprendidas en el artículo 1.° del tratado saldrán del campo con los honores de la guerra, dos cañones á la cabeza de cada batallon y los soldados con sus fusiles, que se rendirán y entregarán al ejército español á cuatrocientas toesas del campo.

5. Las tropas del general Vedel y otras que no deben rendir sus armas, las colocarán en pabellones sobre su frente de banderas, dejando del mismo modo su artillería y tren, formándose el correspondiente inventaria por oficiales de ambos ejércitos, y todo les será devuelto, segun queda convenido en el artículo 3.o

6. Todas las tropas francesas de Andalucía pasarán á Sanlúcar y Rota por los tránsitos que se les señale, que no podrán exceder de cuatro leguas regulares al dia con los descansos necesarios, para embarcarse en buques con tripulacion española y conducirlos al puerto de Rochefort en Francia.

7. Las tropas francesas se embarcarán así que lleguen al puerto de Rota, y el ejército español garantirá la seguridad de su travesía contra toda empresa hostil.

8. Los señores generales, jefes y demás oficiales conservarán sus armas, y los soldados sus mochilas.

9. Los alojamientos, víveres y forrajes durante la marcha y travesía se suministrarán á los señores generales y demás oficiales, así como á la tropa, á proporcion de su empleo, y con arreglo á los goces de las tropas españolas en tiempo de guerra.

10. Los caballos que segun sus empleos corresponden á los señores generales, jefes y oficiales del estado mayor, se trasportarán á Francia mantenidos con la racion de tiempo de guerra.

11. Los señores generales conservarán cada uno un coche y un carro; los jefes y oficiales de estado mayor un coche solamente, exentos de reconocimiento, pero sin contravenir á los reglamentos y leyes del reino. 12. Se exceptúan del artículo antecedente los carruajes tomados en Andalucía, cuya inspeccion hará el general Chabert.

13. Para evitar la dificultad del embarque de los caballos de los cuerpos de caballería y los de artillería comprendidos en el artículo 2.", se dejarán unos y otros en España pagando su valor, segun el aprecio que se haga por dos comisionados español y francés.

14. Los heridos y enfermos del ejército francés que queden en los hospitales se asistirán con el mayor cuidado, y se enviarán á Francia con escolta segura, así que se hallen buenos.

15. Como en varios parajes, particularmente en el ataque de Córdoba, muchos soldados á pesar de las órdenes de los señores generales y del cuidado de los señores oficiales, cometieron excesos que son consiguientes é inevitables en las ciudades que hacen resistencia al tiempo de ser tomadas, los señores generales y demás oficiales tomarán las medidas Томо у

19. A la marcha de las tropas precederán siempre los comisionados español y francés para asegurar los alojamientos y víveres necesarios, segun los estados que se les entregarán. 20.

Esta capitulacion se enviará desde luego á S. E. el duque de Róvigo, general en jefe de los ejércitos franceses en España, con un oficial francés escoltado por tropa de línea española.

21.° Queda convenido entre los dos ejércitos que se añadirán como suplemento á esta capitulacion los artículos de cuanto pueda haberse omitido para aumentar el bienestar de los franceses durante su permanencia y pasaje en España.-Firmado.

Artículos adicionales, igualmente autorizados

1. Se facilitarán dos carretas por batallon para trasportar las maletas de los señores oficiales.

2. Los señores oficiales de caballería de la division del señor general Dupont conservarán sus caballos solamente para hacer su viaje y los entregarán en Rota, punto de su embarco, á un comisionado español encargado de recibirlos. La tropa de caballería de guardia del señor general en jefe gozará la misma facultad.

3.

Los franceses enfermos que están en la Mancha, así como los que haya en Andalucía, se conducirán á los hospitales de Andújar, ú otro que parezca mas conveniente.

Los convalecientes les acompañarán á medida que se vayan curando; se conducirán á Rota, donde se embarcarán para Francia bajo la misma garantía mencionada en el artículo 6.o de la capitulacion.

4. Los Excmos. señores conde de Tilly y general Castaños, prometen interceder con su valimiento para que el señor general Exelmens, el señor coronel Lagrange y el señor teniente coronel Rossetti, prisioneros de guerra en Valencia, se pongan en libertad, y conduzcan á Francia bajo la misma garantía expresada en el artículo anterior.-Firmado.

(2) Respecto á la suerte de los generales vencidos, dice Thiers: «En el archivo de la Guerra existen porcion de volúmenes de documentos relativos á Bailen, con los modelos del interrogatorio, que fueron dictados por el mismo Napoleon, los cuales revelan la opinion que se formaba sobre esta campaña. Allí está su correspondencia con el general Savary, la de Dupont con sus subalternos, y el proceso mismo instruido contra los generales Dupont, Marescot, Vedel, Chabert, etc. Napoleon en el primer ímpetu de su cólera quiso fusilar á cuantos generales tomaron parte en aquella capitulacion. Pero cediendo á las reflexiones del sabio y cuerdo Cambaceres y á los propios instintos de su corazon, sometió á un tribunal de honor, compuesto de los grandes del imperio, el juicio de los asuntos de Bailen. Su sentencia fué la degradacion, y por un decreto imperial se depositaron tres ejemplares manuscritos de ella, uno en el Senado, otro en el archivo de la Guerra y otro en los del alto tribunal imperial. 8

Fué ciertamente lamentable y doloroso lo que despues pasó con los prisioneros franceses. Continuamente insultados en los pueblos del tránsito, cuando eran conducidos de Andújar á los puertos donde debian embarcarse, las columnas que los escoltaban tenian que emplear la fuerza para salvarles la vida, y enfrenar á los paisanos que á bandadas afluian y pugnaban por vengarse de los aborrecidos expoliadores de Córdo- | ba y de Jaen. Hubo desórdenes y desgracias en Lebrija y en el Puerto de Santa María; en el primer punto por haberse hallado casualmente en las mochilas de algunos prisioneros mas dinero del que á simples soldados y en tal situacion correspondia tener; en el segundo, á causa de habérsele caido á un oficial de su maleta una patena y la copa de un cáliz. Acabó de enfurecer al ya harto irritado paisanaje la vista de tales objetos, y acordóse hacer un reconocimiento general de equipajes; los mas fueron registrados, de muchos se apoderaba la muchedumbre, que no contenta con esto desahogaba su ira maltratando á los infelices prisioneros. Dignos siempre de reprobacion tales desmanes, y mas con gente vencida, algo los atenuaba, aunque disculparlos no puede nunca, el ser cometidos por la irreflexiva plebe, sobrexcitada además por el inicuo comportamiento de aquellos en dos principales ciudades de Andalucía.

Menos disculpa cabe, ó por mejor decir, ninguna hallamos para las autoridades españolas que bajo injustificables pretextos dejaron de cumplir la capitulacion. Por uno de sus artículos todas las tropas francesas de Andalucía debian ser embarcadas en buques españoles y conducidas á Rochefort. El general Castaños bien queria que se cumpliese lo estipulado; pero el gobernador de Cádiz, Morla, fué de opuesto dictámen, primero so pretexto de no haber suficientes buques para el trasporte, despues sosteniendo abiertamente la inadmisible y funestísima máxima de que no habia obligacion de guardar fe ni humanidad con quienes habian invadido traidoramente el reino y habian cometido tales sacrilegios é iniquidades. Y como si tal doctrina no fuera destructora de todo derecho y repugnante á la razon, y como si un crímen pudiera justificar otro crímen, la junta de Sevilla tuvo la flaqueza de deferir á la opinion de Morla, y las tropas de Vedel como las de Dupont fueron encerradas en las fortalezas y en los pontones de la bahía de Cádiz, y por último, despues de tenerlas en ruda y penosa cautividad, fueron entregadas como prisioneras á merced del gobierno inglés. ¡Cáusanos honda pena que de este modo se empañara el brillo de la gloriosa jornada de Bailen!

Sobre la importancia y trascendencia de la memorable victoria de Bailen nada queremos decir nosotros, porque no se atribuya nuestro juicio á apasionamiento y á exceso de amor patrio. Contentámonos con trascribir lo que sobre ella dice un historiador francés: «No habia en el imperio un general de division mas altamente reputado que Dupont. La opinion del ejército, de acuerdo con la estimacion del soberano, le llevaba al primer grado de la milicia; y cuando partió para Andalucía, nadie dudaba que iba á encontrar en Cádiz su baston de mariscal.....»-Y mas adelante: «Cuando Napoleon supo el desastre de Bailen..... derramó lágrimas de sangre sobre sus águilas humilladas, sobre el honor de las armas francesas ultrajadas. Aquella virginidad de gloria que él juzgaba inseparable de la bandera tricolor se habia perdido para siempre, habia desaparecido el encanto, los invencibles habian sido vencidos, puestos bajo el yugo, ¿y por quién....? por los que en la política de Napoleon eran considerados y tratados como pelotones de proletarios insurrectos. Su golpe de vista exacto y rápido penetró en el porvenir. Por la capitulacion de AndúCuando despues de la restauracion volvió al favor el general Dupont, obtuvo un decreto del rey revocando el imperial, y prescribiendo la destruccion de los tres ejemplares del proceso..... Sin embargo añade que el mismo Napoleon solía decir despues: «Dupont ha sido mas desgraciado que culpable.»-Historia del Imperio, lib. XXXI.-Dice tambien el general Foy, que cuando Napoleon vino España encontró en Valladolid al general Legendre, jefe de estado mayor de Dupont, y que al verle se apoderó de él una crispacion nerviosa, y le dijo: «General, ¿cómo no se os secó la mano cuando firmaisteis la infame capitulacion de Andújar?» -Pero Legendre no era el que la habia firmado, aunque en su ajuste hubiera tenido parte.

jar, la Junta, que no era antes sino un comité de insurgentes, vino á hacerse un gobierno regular, un poder. España debió aparecer de repente altiva, noble, apasionada, poderosa, tal como habia sido en sus tiempos heróicos. La imaginacion borraba de las páginas de la historia los recuerdos descoloridos de los últimos reyes austriacos y de los Borbones, y enlazaba y confundia los triunfos de Pavía y las palmas de Bailen. ¡Qué fuerzas y qué poderío iban á ser necesarios para domar una nacion que acababa de conocer lo que valia.....! y qué efecto en las demás naciones! La Inglaterra deliró de gozo: la Europa oprimida se volvió hácia la España, y todos los pueblos fijaron sus miradas en el punto de donde saltaba de una manera tan imprevista un destello de luz que habia de alumbrar al mundo (1).»

Estremecióse José Bonaparte en su recien ocupado solio, así como el general Savary, cuando supieron de cierto y de un modo oficial la completa derrota de su ejército de Andalucía y la capitulacion de Bailen, que un vago rumor, al cual no acertaban á dar fe, habia hecho antes llegar á sus oidos. Inmediatamente convocó un consejo de generales y de personas calificadas para ver qué partido habria de tomar. Discordaron en él los pareceres, pero adoptóse el de Savary, que fué abandonar la capital, retirarse al Ebro, y pedir refuerzos á Napoleon. Tan negro se les representaba el semblante de las cosas! Tomaron al efecto sus disposiciones: hicieron replegar en aquella direccion á Bessieres y Moncey con las fuerzas de Castilla y de Valencia; clavaron la artillería del Retiro y casa de la China, en número de mas de ochenta piezas, é inutilizaron y arrojaron al agua las cajas de fusiles y municiones que no podian llevar; recogieron las alhajas de los palacios reales que les restaba arrebatar, y acordaron su salida para el 30 de julio, dejando á la libre voluntad de los españoles comprometidos por su causa el quedarse ó seguirlos. De los siete ministros del rey José, cinco se decidieron á acompañarle y seguir su suerte, á saber, Cabarrús, O'Farril, Mazarredo, Urquijo y Azanza; dos optaron por permanecer en Madrid, Peñuela y Cevallos. Imitaron el ejemplo de estos últimos los duques del Infantado y del Parque. A juicios diversos dió ocasion y lugar la conducta de unos y otros.

Dejemos á otro historiador francés hacer la descripcion de esta retirada, que nos gusta oir la verdad de boca de quien no puede ser tachado de parcial, ni siquiera de afecto á España: «Ninguno (dice) de cuantos siguieron al rey José pudo lograr llevar consigo un criado español: los hombres de esta condicion quedáronse todos en Madrid: en palacio y en las caballerizas reales habia empleados mas de dos mil individuos, y de miedo que se tratase de obligarlos á seguir la nueva monarquía desaparecieron de la noche á la mañana. El rey José, por lo tanto, apenas halló de quien servirse en su retirada..... Salió de la corte sin que se le dirigiese ningun apóstrofe insultante, porque su persona habia logrado inspirar cierta especie de respeto. La poblacion vió partir á las tropas francesas con una alegría que era muy natural..... Desde esta retirada ya no quedaba en la Península ni siquiera una persona que fuese adicta al rey José; ni el pueblo, que jamás le habia querido; ni la clase elevada, ni la clase media, las cuales, despues de haber vacilado un momento por temor á la Francia y con la esperanza de las mejoras que podian espe

(1) Foy, Historia de la Guerra de la Península, lib. VI.-Además de la imparcialidad que se observa en este juicio del historiador francés, es sin duda el general Foy uno de los escritores extranjeros que con menos apasionamiento han referido así los movimientos como los hechos prin

cipales y los incidentes que precedieron, acompañaron y siguieron á esta memorable batalla.-Thiers, ya que la notoriedad y la evidencia del resultado no consiente atenuar la importancia de nuestro triunfo, disminuye cuanto puede las fuerzas francesas, aumenta con manifiesta inexactitud las españolas, y procura, para rebajar el mérito de la accion, atribuir poco á la inteligencia de los jefes y al valor de las tropas de España, mucho á la influencia del clima ardiente y del sol abrasador de julio sobre los soldados franceses. No negaremos que esto contribuyera á su abatimiento, pero tambien en nuestras filas habia, además de los regimientos suizos, muchos soldados naturales de las provincias del Norte de España, que ciertamente no serian insensibles á los cuarenta grados de calor y á los rayos del sol que sobre sus cabezas caian á campo raso como sobre las de los franceses,

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