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-Cuatro de la tercera luna.-Firmaron la carta presidente y oidores, secretario y camarero.

Luego que el dicho Embaxador la recibió, previno su despacho, llevando consigo treinta hombres con sus arcabuces y mosquetes, bandera, estandarte real y caxa, porque para ello se le invió permiso del dicho Príncipe. Y viernes 17 por la mañana, partió con la dicha gente en cinco funcas y con los religiosos y algunos japones de los que habian ido de la Nueva España.

CAPITULO V.

De la llegada y recibimiento que se hizo al dicho Embaxador en la ciudad de Yendo, y embaxada, y. lo que sucedió hasta salir della.

Salimos, como está dicho, de Urangava el dicho dia, como á las ocho, y á las cinco de la tarde de él llegamos á la boca del rio de la dicha Yendo, do hallamos al dicho General de las funcas y á su hijo y otros criados del Príncipe, que por su órden salieron al dicho Embaxador con grandes muestras de alegría, y colacion á su usanza: hízoseles salva con la mosquetería y arcabucería y caxa, llevando en la funca del Embaxador en el tope del árbol della el estandarte real del navío, en la cuadra de popa. otro estandarte real de damasco de Castilla, con las armas reales de una parte, y de la otra el patron Santiago, y una bandera de infantería y sus pavesados, que dió á los japoneses gran gusto en ver la gente, estandarte y banderas y la salva que se hizo; que á esto acudió á la playa tanta multitud de gente, ansí hombres como mugeres, y por agua tantas funcas, que cubrian el rio y tierra, que

no habia por do pasar, y lo mismo de la fortaleza y casas de palacio y ciudad. Y como á la oracion fuimos entrando por ella, que por haber sido baxa mar no se pudo llegar con las funcas al parage de las fortalezas y casas reales, que nos obligó á desembarcar é ir por tierra con las dichas insignias á casa del dicho General; el cual, padre é hijo, recibió en ella al dicho Embaxador y gente, y dió muy ámpliamente de cenar á todos y posada con grande amor, no tan solamente padre é hijo, sino más de ducientos criados que tenia en su casa.

Y estando cenando el dicho Embaxador, le vino de Palacio un recado de parte del Príncipe, en que se le hacia saber cómo habia entendido que era ya llegado á la ciudad y que le avisase de su salud; y que el hijo del General de las funcas tenia órden para su aloxamiento y para el gasto de su persona y gente, y que pidiese todo lo que hubiese menester, que se le daria cumplidamente.

Respondió al recado con el comedimiento debido, y esta noche se pasó muy bien. Y otro dia, sábado, por la mañana, se fué el Embaxador con toda su gente á la casa que le estaba señalada, que era de las mejores del lugar, aunque no muy grande; que estar en buena comodidad У ser de piedra y cubierta de texa y segura de fuego, que en esta ciudad la mayor parte de ellas son de ⚫madera y se queman por momentos, se les señaló esta. La cual estaba muy bien aderezada á su usanza; y este dia hubo por huéspedes al dicho General de las funcas, su hijo y otros criados de Palacio, y comieron á nuestra usanza, brindaron y hicieron la razon de muy buena gana.

Y el dia siguiente, domingo, á la tarde, le vino otro recado del Príncipe, que le trujo un caballero, su nom

bre Guatanave Amajirodono, de los más privados de S. A., con mucho acompañamiento. Saliósele á recibir á la puerta, estando nuestra gente en órden. Hizo grandes comedimientos y reverencias y humillarse hasta el suelo, á su usanza, y el dicho Embaxador á la nuestra, con grandes comedimientos, particularmente, al entrar por la puerta, quien habia de entrar delante. Dió su recado, en que dijo: Que el Príncipe, su señor, le inviaba á saber cómo estaba y si se hallaba bien en su córte y tierra; que descansase del mucho trabajo que habia tenido en el viage y que le diese por bien empleado, que él y su reino habian recibido particular contento con su venida, y que este caballero acudiria en su nombre á su regalo y de la gente, muy ampliamente; y que se les daria cada dia seis veces de comer; y aunque los de su Consejo habian ordenado que se diese racion y para el gasto cantidad de arroz, que con este género se compra en esta tierra todo lo necesario; y habiendo venido á noticia de S. A., mandó se diese plata y oro para comprar de comer, y se enojó mucho de la menudencia que de los dichos consejeros habia salido.

Respondió al recado con la sumision y respeto que convenia, de que el dicho caballero recibió contento, regalándolo con dulces, á nuestra usanza.

Y otro dia siguiente, vinieron de casa del Príncipe dos de sus cocineros, con muchos criados, aparato y bastimentos de gallinas, faisanes, codornices, palomas, tórtolas y diferentes géneros de pescado, que deste género hay en esta ciudad de todos los que Dios crió en la mar para el hombre, en tanta abundancia, que ningun puerto de los de España le compite. Ordenó dos, y en la una se aderezó la comida á nuestra usanza y en la otra á la suya.

Y á las nueve, volvió el dicho caballero metido en una silla, de secreto, á ver cómo se aderezaba la comida y. si estaba todo prevenido como él lo habia ordenado, y el dicho Embaxador le convidó, y fue su huésped ese dia, aunque á las cosas de carne se inclinó poco y al Xerez mucho; pero á dos veces que le brindó el Embaxador, dió con él á la corta.

Y otro dia siguiente, mártes, le vino otro recado de S. A., en que le hacia saber cómo el dia siguiente, miércoles, haciendo buen tiempo, le daria licencia para que fuese á dar su embaxada. Y este recado trujeron dos caballeros, nombrados Guinjoson, copero de S. A., y el otro, Escavaguinban, de la boca del Príncipe, ambos señores de título; los cuales, despues de haber dado el recado, le dijeron que de qué manera pensaba dar la embaxada: si habia de ser como se acostumbraba á los Reyes del Japon antiguamente, que era, en viendo la cara al Príncipe, hincar las rodillas ambas, en tierra manos y cabeza, hasta que el Príncipe hiciera seña. Á esto respondió, que no pensaba hacer ninguna cosa de las que le decian, sino á la usanza española, haciendo las reverencias y acatamientos que á su Rey y señor se acostumbraban hacer, sin dexar armas ni zapatos, y que se le habia de señalar sitio á dónde se sentase, y fuese tan cerca de la persona de S. A., que le pudiese oir lo que dijese.

Sobre esto hubo muchos dares y tomares; fueron recados y vinieron á palacio. Finalmente, el dicho Embaxador se resolvió en que si S. A. no le daba licencia para dar la embajada como habia dicho, que se volveria á su reino sin dársela, y que se le diese recado cómo habia entregado los japones y lo que se prestó al dicho D. Rodrigo de Vivero.

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Á esto respondió el Consejo, que habian sabido que el dicho D. Rodrigo era caballero y pariente del dicho Virey y que habia sido Gobernador de las islas de Luzon; y que cuando estuvo en esta córte y vido al Príncipe, su señor, no reparó en nada, que de la manera que le quisieron dexar entrar, entró. Á esto respondió el dicho Embaxador, que era verdad lo que decian del dicho D. Rodrigo, y que merecia por su persona y partes cualquier merced que se le hiciese; mas bien sabian que el haber venido á su córte habia sido por haber dado á la costa con el navío y perdidose, y la necesidad le constriñia á buscar remedio para ir adelante á la Nueva España, y cualquier sumision que hiciera, no se le debia tener á mal, pues la necesidad era tan patente, pues venia á pedir auxilio, y de habérselo dado en este reino su Rey y señor, lo estimó, como es razon. Y considerando esto, el dicho Virey le mandó despachar á este reino con japones y retornó, y porque se entendiese la buena correspondencia que los católicos Reyes tenian; y él no venia á pedirles nada, ni traer mercadurías, grangerías ni ganancias, sino sólo á dar su embaxada y á lo dicho; y que antes, como tiene dicho, se iria sin darla, á trueco de que la autoridad de su Rey y Virey que lo envia, no pierda un punto de su grandeza, pues es el mayor señor del mundo.

Esto Hevaron á mal, y se fueron á palacio sin resolver nada, y dieron noticia al Principe, el cual mandó luego se hiciese junta con los presidentes del Consejo de Estado y Gobierno y oidores y otros consejeros, y salió decretado que el dicho Embaxador diese la embaxada á su usanza, como más bien le estuviere, con que cuando la diese en nombre de su Rey fuese una grada, dó estaba

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