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rable, reconociendo todos los puertos, bahias y ensenadas que á la ida habíamos visto. Como el viento Norueste es tan contínuo y ordinario en esta costa, fácilmente en un mes se puede venir desde el cabo Mendocino hasta el puerto de Acapulco, si el piloto sabe tomar las derrotas en sus puestos y á sus tiempos, como yo lo pongo en un derrotero que hice para esa navegacion. La navegacion que traíamos á la vuelta era tierra á tierra, y tan cerca, que con gran claridad y distincion se via todo lo que en ella babia. Los indios, como nos vian pasar de largo, nos hacian humos y otras señas llamándonos, y dieron muestras en todas las partes que saltamos en tierra de sus buenos naturales, y de sus habilidades, , que nos pareció á todos que con facilidad y á muy poco trabajo se les podria enseñar nuestra santa fé católica, y que la recibirian bien y con amor. Mas esto conviene se haga con grande prudencia, y por el modo que nuestro maestro y Redentor Jesucristo nos enseñó en su Santo Evangelio. De cómo se haya de enviar gente á tierras nuevas para la conversion de los indios gentiles, hice un breve tratado que se lo envié al Rey nuestro señor D. Felipe III, en que trato lo que conviene hacerse para que las gentes se conviertan, y S. M. pueda con título justo ser legítimo emperador y señor de sus tierras, á que remito al letor. Con todo, como allí de dotrina en general para todos, aquí para más claridad pondré con brevedad lo que S. M. en particular pueda y deba hacer para la conversion de los indios deste gran reino de las Californias, y para pacificar sus tierras y ser señor con buena conciencia de ellos, como se verá desde el número 23 en adelante deste tratadillo. Finalmente, volviendo á nuestro viaje, digo que volvimos al puerto

de Acapulco á 22 de Marzo del año de 1603, habiéndose pasado mucho trabajo y rigurosas enfermedades, de que murieron la gente que dije al principio; y de todo lo sucedido en el viaje hice una copiosa relacion, y una pintura de la postura deste reino.

El modo que se ha de guardar para pacificar y poblar el reino de Californias.

XIII.

Todo este reino de las Californias se puede pacificar ́y poblar, y por este medio reducir á los naturales de él al gremio de nuestra santa madre Iglesia católica romana, y convertirlos á nuestra santa fé católica por medio de la predicacion del Santo Evangelio. Pues para que esto venga á tener cumplido efecto, y S. M. lo haga con un moderado gasto, lo que se ha de mandar y ordenar y disponer es lo siguiente:

Hánse de aprestar y prevenir en el puerto de Acapulco dos navíos pequeños de á doscientas toneladas, y una fragata con sus barcas y esquifes para el servicio de ellos; y estos se han de proveer con abundancia, así de municiones y pertrechos de guerra como de bastimentos, jarcias y velame, y de todo lo que pareciere necesario para poblar en tierras de infieles y gentiles. Y en el ínterin que esto se apercibe y apresta, en Méjico se han de levantar hasta doscientos soldados que sean buenos marineros juntamente, advirtiendo que sean soldados viejos, curtidos y bien esperimentados, así en las armas como en el marinaje; porque todos con uniformidad y sin diferencia acudan á todo segun las ocasiones se ofre

cieren; y procúrese que sean hombres de bien, y de vergüenza, porque en el viaje, así por la mar como en tierra, haya paz, unión y hermandad entre todos. Bien fácil mente se hallará en Méjico hartos hombres destas pren das y partes, si S. M. les acrescienta los sueldos, confor me lo piden los dos oficios á que han de acudir, y que con puntualidad se les den las pagas y socorros á sus tiempos. El cargo de levantar esta gente, se ha de dar á uno ó dos capitanes que sean buenos cristianos, y temerosos de Dios, y personas de méritos y que hayan con fidelidad en otras ocasiones servido á S. M., así en guer ras por tierra como en armadas por la mar, á cuyo car go sea el nombrar los oficiales de su compañía, y que sean personas de que en ellos tengan satisfacion que lo harán con cristiandad y cuidado, y que sean hombres de esperiencia; y que sepan servir los oficios que se les encomendaren, porque en estos oficiales consiste la quietud y buena enseñanza de los soldados. Esta jornada se ha de encomendar y encargar á una persona de valor y prendas, y que sea ya de atrás esperimentada y cursađa en semejantes cargos, para que sepa tratar á todos con amor y con imperio, y á cada uno en particular, segun lo mereciere su persona. Y adviértase en que está tal persona sea temerosa de Dios, cuidadosa de su conciencia y celosa del servicio de S. M., y de cosas de la conversion de estas almas. A persona de estas calidades, se le podrá dar el oficio de general de la armada, á quien todos, así capitanes como soldados, vayan sujetos, para que en todo le obedezcan y sigan sus órdenes. Al general, capitanes y soldados y todos los que fueren á esta jornada, se les ha de dar espresa orden y mandado que tengan gran de obediencia y sujeción á los religiosos que fueren en su Томо VIII.

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compañía, y que sin su órden, consejo y parecer, no se haga guerra y otra molestia alguna á los indios infieles, aunque ellos den alguna ocasion; porque así las cosas se hagan con paz y con cristiandad, y con amor y quietud, que es el modo que se ha de tener en la pacificacion de aquel reino, y en la predicacion del Santo Evangelio, en el qual fin y blanco á que se endereza estos gastos y prevenciones; porque de no hacerlo ansí, sino lo contrario, será malograllo todo, y perder el tiempo y la hacienda en valde, como por la esperiencia se ha visto muchas veces en esta Nueva España en otras conquistas y pacificaciones de nuevas tierras, de que Dios Nuestro Señor ha sido más ofendido que servido.

XIV.

Los religiosos que han de ir á esta jornada, serán los descalzos de Nuestra Señora del Cármen, que son á quien está cometida y encargada la conversion, doctrina y enseñanza de los indios deste reino de las Californias por S. M. Serán seis religiosos en número en esta primera entrada, quatro sacerdotes y dos legos, y se pedirá en nombre de S. M. á los supériores desta religion, que los que señalaren y nombraren para este viaje, sean tales, quales la ocasion y empresa lo pide, santos, afables, y amorosos y doctos para que sepan aconsejar, guiar y encaminar estas almas, y discernir los casos que se ofrecieren conforme á doctrina sana y católica. Siguiendo los indultos y bienes que los sumos Pontífices han concedido en favor de las nuevas conversiones para su mayor aumento, estos santos religiosos con su santidad y modestia, y llaneza y afabilidad religiosa, procurarán ganar las

voluntades y corazones, así del general y capitanes, como de todos los soldados, para que por este medio los encaminen por el camino santo de la virtud, y con razones amorosas los persuadan y amonesten, que antes que se embarquen, todos confiesen sus pecados y reciban el Santísimo Sacramento de la Eucarestía con la devocion y dispusicion posible, ofreciendo á Su Divina Majestad su alma y su vida á su servicio; pidiéndole el buen suceso de su viaje y navegacion. De hacerse esta diligencia con el espíritu y devocion que conviene, se hacen los religiosos señores de los corazones y voluntades de todos, y tendrá mano con todos para conservarlos en paz, amor y union; y si acaso hubiere algun encuentro entre ellos, lo apacigüen luego con discrecion, de que se escusarán moynas, desgustos, enemistades, y los motines y alzamientos y desobediencias á los mayores, que de ordinario en semejantes empresas suelen suceder. A los religiosos se les proveerá de todo lo necesario para su viaje, como son ornamentos para decir misa, y administrar los Sacramentos; libros y vestuarios, y algunas cosas de regalo en particular, para que tengan que regalar á los enfermos, si los hubiere. Tambien à costa de S. M. se embarcarán cantidad de cosillas, de dijes de Flandes, como son quentas de vidrio de colores, granates falsos, cascabeles, espejuelos, cuchillos y tijeras baladies, y trompas de París, y algunas cosas de vestidos; de estas cosas se haga reparticion entre los religiosos y soldados, para que en los puestos que saltaren en tierra, ó escogieren para hacer asiento en las tierras de los infieles, las repartan de gracia, con muestras de amor y voluntad, en nombre de S. M., con los indios que vinieren á verles, para que con estas dádivas graciosas los indios

y

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