Imágenes de páginas
PDF
EPUB

REVISTA POLITICA.

Escritos apenas los últimos renglones de la anterior vinieron los sucesos á confirmar algunas de nuestras predicciones, ya con relacion al curso de los asuntos públicos en general, ya en particular tocante á las personas que los preparan y dirigen, con mayor suma de influencia, en nuestra España.

No bastaba a la opinion pública que el triunfo de la UNION LIBERAL en las últimas elecciones de la mesa del Congreso hubiese determinado la formacion de un Ministerio aceptable, ó mejor dicho, la parcial y poco importante modificacion del anterior; porque este Ministerio, compuesto siempre de elementos heterogéneos y discordantes en su esencia, mantenia vivo el temor de que pudiese dividirse mas adelante en cuestiones graves, aun no resueltas, producíendo conflictos lamentables en la nacion y en el Gobierno. Ni bastaba tampoco á tranquilizar los ánimos el programa del Gabinete; pues, ni era conocido oficialmente por declaracion parlamentaria y solemne del Presidente del Consejo, ni sus cláusulas, acomodaticias y ambiguas muchas de ellas, tenian derecho á la confianza tranquila y serena que solo merecen las declaraciones terminantes y los propósitos enérgicos.

Era, pues, necesario que una votacion del Congreso, en asunto propuesto por el Gobierno como cuestion de Gabinete, diese á conocer la opinion de éste y la opinion de la mayoría parlamentaria tocante á la monarquía y á la dinastía: dos puntos estos acerca de los cuales dudaba aun la nacion si habria parecer unánime en las Cortes, y resolucion decisiva por parte de Espartero: dos puntos, ademas, de primera magnitud y trascendencia.

Conciliose todo con la siguiente proposicion, presentada á la Asamblea el 30 de Noviembre, aunque desde el 28 estaba sobre la mesa:

«Pedimos á las Cortes se sirvan acordar, que una de las bases fundamen

tales del edificio politico que, en uso de su soberanía, van á levantar, es el trono de doña Isabel II, reina de las Españas y su dinastía. Palacio del Congreso á 28 de Noviembre de 1854.-Manuel de la Concha.-Pablo Avecilla.-Miguel Zorrilla.-Patricio de la Escosura.-Manuel Cortina.-Evaristo San Miguel.-El marqués de Perales.

Antes de la votacion que recayó sobre este asunto gravísimo, habia circulado por Madrid la noticia de que el duque de la Victoria se adheriria, en nombre del Gabinete, á la proposicion presentada; lo cual, y el anuncio de que las Cortes debiaa oir aquel dia el programa del Ministerio, fué parte para que los Diputados y el público, cada cual por su lado, con asistencia mas puntual y presurosa que en los casos comnnes, diesen á la sesion del 30 cierto aire de solemnidad y grandeza extraordinaria Ciertamente el Ministerio defraudó las esperanzas de todos en lo tocante á explicar sus ideas y planes de gobierno; pero hizo en cambio, como vamos à ver, una cosa importantísima.

Leida la proposicion de que hablamos, se levantó á apoyarla y ocupó la tribuna para hacer uso de la palabra el general San Miguel. La voz autorizada del anciano á quien tanto debieron en Julio la poblacion de Madrid, el Trono y el reino en general, conmovió profunda y visiblemente al Congreso; el cual se disponia ya ǎ manifestar su adhesion á las convicciones y afectos del orador, que eran los suyos propios, cuando una declaracion del duque de la Victoria y cierto incidente inesperado cuanto interesante vinieron á aumentar la honda emocion de que todos estaban poseidos.

Cuando el general San Miguel acahó de hablar, se oyeron las siguientes palabras que dijo desde su asiento el señor duque de la Victoria: «El Gobierno está conforme con la proposicion del general San Miguel: pido que la votacion sea nominal.» Entonces bajó presuroso de la tribuna el orador, y dirigiendose al banco de los Ministros, se arrojó en los brazos del general Espartero y le estrechó tiernísimamente entre los suyos.

Largo rato estuvieron los señores Diputados poseidos de la profunda é inefable emocion que se originó de aquella escena: largo rato duró el estruendo del general aplauso con que el Congreso y las tribunas saludaron aquel fraternal abrazo, simbolo de esperanza que ponia término á los recelos y desconfianzas que sucesos recientes, y en la apariencia significativos, habian engendrado en muchos corazones.

Tomada en consideracion la propuesta, y habiéndose acordado que fuese inmediatamente discutida, se entabló un debate harto pobre en el fondo y en la forma; y eso que, clevándose á la esfera de las doctrinas y penetrando en el terreno de la historia, ofrecia él ancho campo y oportunisima ocasion para profundas consideraciones y no poco elocuentes enseñanzas.

Hablando, el primero, contra la proposicion, pronunció el señor Bertemati un breve discurso en que confesó, que la nacion española era monárquica; y no adujo mas argumento contra la dinastía actual que el juicio que deben abrir las Córtes á la Reina Madre, suponiendo que debia amenguar la autoridad y el prestigio de la hija. Contestó á Bertemati el diputado Escosura (don Patricio) defendiendo la monarquía como afecto nacional, como tradicion de quince siglos, como hecho respetado por la revolucion, y como necesidad histórica, geográfica y hasta de raza. Apuntando la idea de que la democracia no consiste en las formas de gobierno, probó sin grande esfuerzo que república no era sinónimo de libertad: echó una rápida ojeada á los estériles y bulliciosos gobiernos democráticos de la América del Sur: manifestó que no cabe imaginar otre vínculo de union entre provincias de hábitos diversos sino el Trono; y recordando luego los hechos contemporáneos, hizo mencion de la guerra civil

de siete años, y del desenvolvimiento simultáneo de la idea liberal y de la dinástica. Tuvo el orador momentos felices, especialmente cuando respondiendo á la observacion de su contricante respecto de doña Maria Cristina de Borbon, dijo que la autoridad Real no podia amenguarse por el triste deber que la Representacion Nacional tuviese que cumplir en semejante caso, como no se habia amenguado con la muerte del príncipe de Viana, ni con la del infante don Cárlos, ni con la lamentable y vergonzosa causa del Escorial en otras épocas.

Pero ¡qué diferencia entre esta discusion y la que sobre la monarquía y la república comparadas se promovió en Francia el año de 1848! Si por una y otra se debiese medir la diferencia entre los paises respectivos, ¡cuán grande apareceria nuestra inferioridad! ¡cuánto deberia humillarnos nuestra pobreza! Por fortuna sobran medios de explicar el hecho sin necesidad de acudir á cotejos, desfavorables para nosotros, entre la elocuencia parlamentaria francesa y la española; fuera de que en la ocasion presente los resultados de la discusion, y la discusion misma, pueden consolarnos de la poca elevacion que en ella se ha notado.

Perorando en favor de la proposicion y para cerrar el debate declaró el general Prim que era monárquico por sentimiento, por conviccion y por necesidad. «Los republicanos, dijo, son pocos en España. Todos los Diputados cono cen en sus provincias á los españoles que propalan la república; y saben cuántos son en cantidad y en calidad.» Haciéndose cargo luego de ciertas palabras del señor marqués de Albaida, exclamó con verdadera elocuencia: «¡Se dice que un Trono discutido es un Trono herido de muerte! En esta época de análisis todo se discute; y sin embargo, la discusion no mata, sino sino que fortalece. Dios mismo ha sido negado por algunos; y esto no impide que el género humano se postre ante el Ser omnipotente é invisible.»>

Esta declaracion del señor general Prim fué una de las consecuencias favorables de la discusion de que estamos tratando; porque ella, (nada sospechosa por cierto de parcialidad ni de ignorancia) nos preparó para el resultado del debate, y fué el preludio de una votacion nominal en que 194 votos contra 19 proclamaron una vez mas á Doña Isabel II Reina constitucional de España.

Tal fué, brevísimamente compendiada ó bosquejada apénas, la memorable sesion del dia 30. La nacion aplaudió sinceramente un resultado que debia poner término al curso vario, incierto y asendereado de la revolucion, no ménos que á las vacilaciones misteriosas atribuidas, por lo visto sin razon, al Presidente del Consejo. Verdad es que una sola palabra de éste hubiera podido anticipar tan fausto desenlace; y es cierto tambien que muchas y poderosas razones debieron haberle movido á salir antes de su ya harto exagerada reserva. ¡Cuántos motivos de disculpables recelos, cuántas desconfianzas, cuántas inquietudes fundadas en hechos que se prestaban á tristes conjeturas se habrian desvanecido! No pocas alteracioues graves y ocasionadas á fatales consecuencias se habrian igualmente conjurado, haciendo desapareer como humo vano las locas esperanzas de propios y de extraños que les servian al par de fundamento y de pretexto. Pero aunque algo tarde para lo que el bien público reclamaba, no por eso ha dejado de hacer el general Espartero un grandisimo servicio à la patria; y no por eso dejaremos nosotros de tributar á su conducta aplausos tan desinteresados é imparciales como lo han sido las acusaciones que sus procederes anteriores nos han sugerido en otro tiempo.

La votacion del dia 30 colocaba pues, al Gabinete presidido por el duque de la Victoria en la situacion que corresponde á los gobiernos regulares; los cuales, supuesta la forma representativa de las instituciones, toman la iniciativa en los grandes asuntos de interes público, y buscan en las mayorías parlamen

tarias los medios de hacer preponderar sus principios y de llevar à cabo sus planes y sistemas. Dejó tambien muy mal parados à los escasos partidarios con que cuenta la república en España y en el seno de las Cortes; y esta era una victoria de gran precio para la paz interior y el órden público. Abria el palenque á la discusion fecuuda y siempre útil de los principios y teorías aplicables á la gobernacion del Estado; y le cerraba al estéril y desagradable debate de las reticencias humillantes y de los recelos suspicaces. Y establecia por fin una linea divisoria entre lo que es permitido controvertir y lo que es necesario respetar, señalando el campo, de vasta extension y firme asiento, en que, supuesto el amor á la libertad y el deseo del órden, sin el cual la libertad no es posible, pueden todos, Gobierno y Parlamento, Pueblo y Trono, contribuir ordenadamente y con recíproco concierto al bien comun.

Grande cuanto fundado y general fué por lo tanto el júbilo que produjo la casi unánime votacion del dia 30; y en vista de ella todos nos pusimos á confiar en que iba á abrir para el Gabinete, para el Congreso, para los partidos, y en suma, para la nacion, una nueva era de sosiego y regularidad que permitia esperar confiadamente la consolidacion de los principios y de los intereses legítimos á cuyo nombre se ideó y puso por obra el alzamiento nacional.

Pero los republicanos no quisieron darse por vencidos, y al siguiente dia presentaron una proposicion en que nada menos se pedia sino que las Cortes anulasen la régia prerogativa haciendo ellas mismas, por sí y potestativamente, el nombramiento de Ministros. Renovóse, pues, la discusion del dia anterior con un largo discurso del señor Ruiz Pons (uno de los autores de la proposicion), á despecho de la voz y la campanilla del tercer vice-presidente que advertian al orador su lastimoso extravío; á despecho tambien del Congreso, que harto visiblemente manifestaba su impaciencia y asombro; y á despecho del sentido comun, que motejaba de extemporáneo un asunto en el cual iba envuelta significacion contraria al voto solemne emitido por las Cortes Constituyentes poco antes. Y en efecto, si corporaciones como esta no reconocen las cortapisas que ellas mismas, en uso de su derecho y por medio de acuerdos solemnes, ponen á sus facultades; si consienten que se mantenga constantemente vivo y agresivo el espíritu de exámen de sus propios actos; si, en suma, no se atienen y conforman a las limitaciones con que en el curso de los trabajos legislativos van elaborando su pensamienso y bosquejando su obra ¿cómo se concebiria la posibilidad de que llegasen nunca á obtener un resultado satisfactorio cumpliendo en breve término los justos deseos de sus comitentes?

El señor Ministro de Estado impuso silencio al orador demócrata declarando que a nadie le era lícito (por respeto á la autoridad de las Cortes así como á la autoridad Real, legitamente consagrada) renovar un litigio fallado ya en términos no ménos perentorios que irrevocables. «Hasta que llegue el tiempo (dijo ademas) en que los señores firmantes de la proposicion vean establecido el gobierno á que aspiran (la república), desgraciadamente han de pasar muchos años. No le verán SS. SS.; y eso que son bastaute jóvenes. »

que

Pasaba esto el dia 1.o de Diciembre. En el siguiente 2 empezó la sesion de Cortes con un breve discurso del señor Presidente del Consejo de Ministros, reducido á decir que el Gobierno contribuiria con toda su buena voluntad á las Cortes hiciesen leyes que afianzasen los derechos de la nacion, destruyesen los abusos (todos los abusos introducidos en la administracion del Estado) y fomentasen la prosperidad y ventura de los pueblos. «Las Cortes y el Gobierno, exclamó, tienen grandes deberes que cumplir, y estoy seguro de que los cumplirán.»

Ni la mejor voluntad del mundo, ni la imaginiacion mas dispuesta á forjar

fantasmas y recreativas ilusiones, puede hallar en tales palabras fondo ni forma de programa general de gobierno, como en la ocasion le llamaron algunos ; pero ello es cierto que el Congreso, ménos por lo que decian que por lo que permitian esperar, las acogió con grandes muestras de aprobacion, interpretándolas sin duda como manifestacion del deseo de entrar resueltamente en el camino del régimen constitucional y parlamentario.

Deslizábase tranquilamente la sesion, despues de este incidente de buen agüero, entre proyectos y proposiciones de ley, cuando el señor Sanchez Silva presentó una para que se suprimiesen la contribucion de consumos y los derechos de puertas, aduciendo ingeniosos argumentos en demostracion de que es-tos impuestos, por gravar las primeras materias, asi como por vejar á los pobres y estimular la codicia de los especuladores, alimentan un sin número de gentes que viven de la sangre del pueblo, sin que por fin y postre saque de ellos el Gobierno mas que una muy escasa utilidad. De la suma total que la contribucion de consumos produce, solamente ingresa en el Tesoro, segun la cuenta de S. S., una dozaba parte, á causa de la extraordinaria complicacion de sus medios, y de su mal entendido sistema de cobranza. «Yo bien sé, dijo el orador, la delicada situacion de todo Gobierno, y mas despues de una revolucion que, sin contar con los despilfarros de otros Ministerios, basta por sí sola para destruir toda proporcion entre los ingresos y los gastos..... El señor Ministro de Hacienda dirá probablemente ¿con qué se sustituye la contribucion de consumos? Pero la respuesta no incumbe à un Diputado que se limita á acusar de oneroso un impuesto, La ilustracion del señor Ministro y la del Gobierno sabrán discurrir un equivalente que llene el vacío.»>

La teoría de dejar solo al Gobierno en esto de discurrir impuestos nuevos, despues de privarle de los antiguos, conocidos y vigentes, en circunstancias extraordinarias y nada favorables al fisco, no deja de ser original; pero como ahora no vamos á tratar de la propuesta en si misma, sino del suceso que de ella se originó, diremos que el señor Collado calificó de exagerados los cómputos del señor Sanchez Silva, y protestó que un impuesto suprimido, sin previa preparacion del ingreso que ha de reemplazarle, podia trastornar la Hacienda: por lo cual pidió al Congreso que la proposicion pasase á la comision de Presupuestos, para que ésta, teniendo á la vista datos mas generales y procediendo á comparar unos con otros impuestos, gastos é ingresos, su diversa índole y su notoria utilidad ó inconveniencia, diese á la idea del proponente la preferencia que con entero conocimiento de causa mereciese.

El señor Sanchez Silva, antiguo Diputado, ofreciendo el testimonio de su larga experiencia, dijo que en la comision à que se le queria remitir, todo caminaba muy despacio; y que su proposicion no consentia términos dilatarios. Asi los cosas, el señor marqués de Corbera y otros miembros del Congreso acudieron en auxilio del señor Ministro de Hacienda firmando y defendiendo otra proposicion en que se pedia que la anterior pasase á la comision de Presupuestos. Puesta á votacion resultó desechada por 138 votos contra 67, quedando así acordado que del asunto de supresion de los impuestos de consumos y puertas conociese, como el señor Sanchez Silva lo deseaba, una comision especial é independiente. Los señores Ministros O'donnell, Collado, Santa Cruz y Allende Salazar, únicos presentes, votaron con la minoría; y en el mismo instante se vió poseida la Asamblea de una agitacion profunda al par que tumultuosa. Oyéronse voces en las tribunas, é interpelaciones de los Diputados que el bullicio no permitió entender. El señor Collado, y sus compañeros de Ministerio, salieron cabizbajos del salon; y como el tumulto aumentase, el presidente de las Cortes tuvo por conveniente levantar la sesion, temeroso, segun dijo con

« AnteriorContinuar »