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rentas que el arzobispado de Sevilla tuvo en lo antiguo no hubieran bastado al cardenal insigne para aliviar necesidades y promover toda clase de beneficios, y sobre todos el de la cultura de las ínfimas clases; la dotacion muy escasa de ahora y su patrimonio particular tuvieron siempre tan digno empleo. Para si necesitaba de muy poco, habituado á la decorosa modestia característica de los prelados españoles hasta cuando valian considerablemente las mitras en bien de los menesterosos y los aplicados. Madrugaba mucho, oraba á solas, oia misa á uno de sus capellanes, la decia en seguida, se desayunaba y se dedicaba al trabajo y á recibir á los que le visitaban hasta las dos y media en que comia; luego de reposar en el sofá de su gabinete unos breves minutos, iba á pasear á algun punto solitario los dias en que no asistia al jubileo ó á los hospitales; y antes de anochecer volvia á su palacio, donde no tenia mas tertulia que la de sus familiares, y despues de leer algo y de orar de nuevo, se recogia cerca de las once. Su libro predilecto para elevar la mente á Dios, y nunca faltaba sobre su mesa al pie de un crucifijo, era el De la oracion y meditacion de Fray Luis de Granada.

Las ideas políticas del cardenal don Judas José Romo se habian modificado naturalmente á vista de los desengaños funestos que lloran todos los buenos patricios. Ocioso es decir que hombres de la elevacion de miras de este gran prelado, no se deleitan soñando la restauracion de lo antiguo que, sobre ser imposible, no traeria á este siglo venturas que no produjo en los anteriores correspondientes á la edad moderna y con aplicacion á España. Lo que el último arzobispo de Sevilla anhelaba, consta por estas palabras de su pluma.- «En el supuesto de habernos >>demostrado una triste experiencia que la variacion de forma de gobier»no aumenta los males en vez de minorarlos, puede presagiarse con > bastante fundamento que, si una juventud ilustrada preparase la reac>>cion universal de las ideas, si llegase á enseñorearse de la opinion pú>>blica, y á presidir para dicha de la humanidad al gobierno de las na»ciones, relegará imperiosamente al lado de los libros de nigromancia las > teorías de los antiguos publicistas; y abriéndose un camino nuevo à la »ciencia política, cifrará todo su intento, no en mudar arbitráriamente »á cada instante la forma de gobierno, sino mas bien en perfeccionarla >> con inteligencia, adoptando para el efecto las bases convenientes y fun»damentales que afiancen, juntamente con la dignidad augusta de los >> reyes, la noble libertad de las naciones y la independencia de la Iglesia. »

Casi queda ya dicho lo que va á finalizar este pobre homenage á la memoria de un varon tan esclarecido como el cardenal Romo. Ni perte

neció al número de los que aplaudieron con el abate Gaume la condenacion de los clásicos griegos y latinos para la enseñanza; ni al de los que ayudaron al señor Gonzalez Romero á arrancar la facultad de teología de las universidades españolas; ni al de los que ven cifrada la ventura de Europa en el triunfo de Rusia; ni se avino jamás con el órden de ideas que significan todas estas cosas. Contra lo primero discurrió admirablemente al abrir el curso de 1852 en el seminario conciliar de Sevilla; contra lo segundo en sus representaciones al gobierno; contra lo terce— ro en sus conversaciones cotidianas.

Modelo de ciudadanos y de obispos el cardenal don Judas José Romo, expansivo en los afectos, noble en las ideas, recto en las obras, era imposible verle y no venerarle, tratarle y no quererle, conocerle á fondo y no celebrarle. Tampoco hoy puede el que esto escribe traer su nombre á la memoria sino con el llanto en los ojos.

ANTONIO FERRER DEL RIO.

DE LA INSTRUCCION PUBLICA EN ESPAÑA ").

ORIGEN DE NUESTRAS ESCUELAS:

SU ESPLENDOR Y DECADENCIA.

Los tiempos inmediatamente posteriores à la conquista de España por los árabes, no hubieron de ser en manera alguna favorables al estudio ni al cultivo de las ciencias. Las escuelas que durante la monarquía goda habian existido, restos las unas de las establecidas por los romanos, creadas las otras por el clero, desaparecieron casi todas en aquella gran catástrofe; y las pocas que para la educacion de los fieles quedaron en el territorio ocupado por los moros, y consentidas por estos, perdieron toda importancia al lado de las mas célebres que erigió la ilustracion de los dominadores. En cuanto á los cristianos libres, reducidos á las asperezas de Covadonga, ocupados primero en defenderse contra el poder formidable de sus enemigos, y luego en recuperar pal

(4) Con este título acaba de escribir el señor don Antonio Gil de Zárate una obra de importancia suma, y con la plenitud de noticias que necesariamente atesora quien ha figurado como director general de la Instruccion pública española muchos años, y no ha omitido fatiga ni desvelo por mejorarla y darla impulso. A la amistad que con este eminente patricio nos une debemos la satisfaccion de proporcionar á nuestros lectores tres ó cuatro capítulos de este libro que forman la introduccion y comprenden un bosquejo de las vicisitudes de la enseñanza entre nosotros hasta 1808. Verosimilmente saldrá toda la obra á luz cuando acabemos de insertarlos, y examínándola oportunamente en nuestra REVISTA, se comprenderá su trascendencia.

mo a palmo la tierra de sus mayores, solo el ejercicio de las armas era entonces entre ellos de sazon, no quedándoles lugar para las pacíficas tareas del entendimiento. Guerreros y no estudiantes se necesitaban en tan tremenda crisis: todos eran soldados; y hasta los ministros del altar, á quienes mas particularmente incumbia el conservar la moribunda antorcha del saber, tenian que abandonar la pluma por la espada, y lanzarse á los combates en defensa de su Dios y de su patria.

Era ademas la época en que por toda Europa se eclipsaban los últimos restos de la civilizacion antigua. En vano Carlo-Magno procuró detener la decadencia dando nuevo impulso á los estudios: ocupado á su muerte el Occidente en la larga elaboracion del feudalismo, triste fin que tuvo su dilatado imperio, se completó la barbarie á que habian dado principio las invasiones septentrionales; y durante mas de tres siglos, castillos y no escuelas se alzaban por do quiera; armas y no libros se fabricaban; guerras y no discusiones literarias se promovian entre los conmovidos pueblos.

Pero no está la especie humana destinada á padecer un eclipse que la envuelva entera en las perdurables sombras de la ignorancia, y siempre existe un principio conservador que alimenta la fuerza vital y progresiva del entendimiento. Error fuera creer que durante aquellos siglos, llamados de barbarie, se apagó del todo la luz de la ciencia, sin que nada quedasc de la obra de Carlo-Magno. El hijo y los nietos de este grande hombre, educados en su escuela palatina, blasonaban de doctos; y en medio de sus interminables guerras, dispensaron proteccion á la enseñanza. El clero, depositario entonces del saber, coadyuvaba á sus miras, sosteniendo en iglesias y monasterios algunas escuelas donde se aprendia gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música. Verdad es que estos estudios apenas aprovechaban mas que á los que seguian la carrera eclesiástica: los seglares abandonaban cada vez mas las escuelas; y las invasiones normandas, la disolucion de los últimos restos del imperio carlovingio, produjeron, aun en el clero, si no retroceso, al menos paralizacion respecto de la enseñanza, la cual no volvió á dar señales de vida hasta que asentada de un modo firme en el trono la dinastía de los Capetos, fué organizándose la universidad de París, origen y vehículo de la ilustracion francesa.

Entonces, en aquella gran reunion de maestros y alumnos que de todo el orbe acudian, Guillermo de Champeaux, Pedro Lombardo, Roscelino, Abelardo, y otros sabios elocuentes, produjeron un movimiento intelectual inmenso, movimiento que estendiéndose à todas partes, fué,

por decirlo asi, el despertador del genio europeo, que desde entonces empezó á desplegar el vuelo que á tanto se ha remontado en los tiempos modernos. El siglo XII, tan despreciado generalmente cuando se pondera la ignorancia de la edad media, es, sin embargo, uno de los que mas sobresalen en los anales del mundo, porque en él se ve á la civilizacion recibir un poderoso impulso para entrar en nuevas vias de actividad y progreso. Las grandes cuestiones literarias y filosóficas, saliendo de la oscuridad de los claustros, se controvierten á la luz del dia, se apoderan de todas las cabezas pensadoras, y producen ruidosas disputas, en las que si bien no faltan intolerancia y persecuciones, hay movimiento y vida. Porque el entendimiento humano, en su laboriosa carrera, no camina sino entre escollos, que, si á veces le detienen, sirven tambien para darle mas brios con los rudos combates á que se ve obligado. El siglo XII fué, pues, el punto de partida de la civilizacion europea: en él la enseñanza adquirió grande importancia, y empezó á organizarse por todos lados: en él creáronse multitud de escuelas; y de aquella época data el origen de las mas célebres universidades.

Acontecimiento es este notable, no solo por la grande estension que adquirieron los estudios, sino tambien por ser el primer paso que se dió para la secularizacion de la enseñanza. Esta entonces salió de las iglesias y monasterios para fijarse en escuelas propiamente tales, sin otro destino que el de la instruccion pública. A la verdad, hasta mucho tiempo despues, fueron aun clérigos y monges los que regentaron las cátedras; pero ya no lo hacian como ocupacion inherente á su estado, sino á fuer de sábios, circunstancia que alcanzando tambien á los seglares, les abria las puertas de la universidad para brillar en ella. Asi se fué formando poco a poco una clase de hombres exclusivamente dedicados al profesorado, y que reclutándose cada vez mas en el siglo, tenian que traer un tiempo en que los lazos entre el templo y las escuelas quedasen de todo punto disueltos.

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Si en las orillas del Sena, como tambien en las del Támesis, del Pó en otros puntos de Europa renacia de esta suerte la civilizacion, no sucedia lo mismo en el norte de la Península ibérica, colocado en circunstancias menos favorables, y donde el retroceso intelectual hubo de ser espantoso. Hasta la batalla de Calatañazor, que acabó con el mas formidable enemigo de los cristianos, dando principio á la decadencia del imperio de los Ommiades, ningun punto de los habitados por aquellos, se hallaba á cubierto de la devastacion. La capital misma de los monarcas leoneses, se vió mas de una vez abandonada ó destruida; y en tal esta

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