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»jo y proteccion en lo sucesivo.» Despues de examinar este prócer lo mucho que en Nápoles habia protegido Carlos III las bellas artes, dijo: «Pues este mismo protector, señores, este mismo es el que, piadosa >>la Providencia, trasladó á España como á su propio centro. ¿Podrá te> mer enemigos donde no hubo mas conquista que la del amor y tiene >>>tantos reinos como corazones? Una opulenta monarquía tan fecunda de »talentos como de frutos de la tierra, una nacion amante por naturaleza >>del amor y la gloria, una Academia de San Fernando, que brilla con >>resplandores del cenit en el punto de su oriente, presentan á su mag» nánimo pecho las mas felices disposiciones para que haga tambien rei»nar en España las nobles artes á la sombra de su trono. ¿Quién dudará >>que logremos en breve la misma fortuna?»>

Hay ahora quem estar de qué manera se cumplieron tan lisonge

ras esperanzas.

JOSE DE MADRAZO.

DE LA POESIA DEL BRASIL.

Cuando á bordo de un barco de vapor pierde de vista el viagero que nunca ha estado en América, las estériles y desoladas islas de Cabo Verde, y cuando, despues de una navegacion de ocho ú nueve dias, llega á atravesar el Atlántico y la línea equinoccial, y casi al mismo tiempo que descubre otro cielo mas diáfano y brillante y mas rico de estrellas, descubre asimismo y ve levantarse sobre las ondas azules y serenas de la mar, allá en el claro y bien perfilado horizonte, las costas hermosísimas del Brasil, no cabe duda que entonces siente este viagero en el alma, si la tiene dispuesta y templada á armonizar con la hermosura de la naturaleza, la mas grata emocion que ha sentido en su vida. Le parece que va á rejuvenecerse en el seno de una creacion mas jóven; cree aspirar el aroma delicado de flores desconocidas; imagina escuchar el canto de aves mas melodiosas que el ruiseñor, y se da á entender que el silbo de las auras y el ruido de las olas son mas sonoros y dulces que hasta entonces lo han sido para él. Tiende luego la vista en torno suyo, y ve que una luz mas pura dora el ambiente, poniendo en todos los objetos indefinible encanto; y mira la tierra hácia

la cual camina, y la ve cubierta de árboles gigantescos de perenne verdura, cuyas hojas, que nunca, al parecer, se marchitan, cuyas flores y cuyos frutos tienen sabor, olores y matices mas vivos y agradables que las hojas, flores y frutos de los otros climas.

Embriagado con esto, por poca imaginacion que el viagero posea, se estiende y avanza con la imaginacion mas allá de donde llega con la vista; y olvidándose de lo presente, se figura en lo pasado uno de los descubridores primeros de aquellas vastísimas regiones, y las puebla á su antojo, segun lo que tiene leido ú averiguado de otro modo cualquiera, no solo de pájaros de riquísimo y vistoso plumage, de plantas admirables, de raros cuadrúpedos, de terribles reptiles y de mariposas de mil colores y formas, sino que pone alli y coloca, segun mejor le viené en voluntad, tribus feroces de hombres selváticos, y los oye hablar en sus propios, diversos é innumerables idiomas, y piensa ya que, apenas toque á tierra, le saldrán á recibir los tupusambás, los tamoyos y los guaranis, invocando á Tupan en su ayuda, y cantando cánticos guerreros al son confuso y discorde de los maracás, de las inubias y de los espantosos muremurés, instrumentos hechos de osamentas humanas.

Algo de esto, fuerza es confesarlo, les pasó por la mente á los que conmigo venian, cuando por vez primera divisaron la costa brasílica; y ya estaban ideando y trazando la mejor manera de vivir con los salvages y de ser otros Caramurús, y de tener por esposas unas paraguasús hermosísimas, y ya hacian propósito firme de no comer carne humana, aunque hubiesen de morirse de hambre, resignándose en el último apuro á comer carne de monos y de lagartos, que en el Brasil son muy apetecidos y codiciados manjares y delicadísimas golosinas, cuando nos sacó del embeleso y distraccion en que estábamos la vista de las ciudades de Pernambuco y de Olinda, que alli se parecian muy cerca, no ya como tabas ó aldeas de salvages, sino como dos hermosas y modernas poblaciones, la una comercial y universitaria la otra.

Y no creas, lector, que yo me alegrase ni que se alegraran todos mis compañeros de verse al desembarcar, como suele decirse, en tierra de cristianos; porque muchos notaban con dolor la falta de color local, y hubieran deseado ver al menos un par de salvages, macho y hembra, con su canitar, enduape y arasoya correspondientes, en vez del sombrero, pantalones y enaguas que por aqui se usan, y que alli encontramos en uso casi enteramente como por aqui. Porque verdaderamente es cosa muy dura andar toda la vida ó la mejor parte de ella, peregrinando por

esos mundos, y pasando malos dias y peores noches para no poder, de vuelta á la patria, contar nada de nuevo ni de curioso á los amigos. Todo está ya sabido y resabido, contado y recontado, y no hay hombre, por ruin que sea, del que no se pueda decir como de Ulises: mov δ' άνθρωπων ἴδεν άστεα, παὶ νδον έγνω. Ello es que nosotros nos afigimos y desilusionamos como el viagero francés que viene á España se desilusiona y aflige si no ve á las señoritas bailar el fandango, fumar el cigarrillo, sacar el puñal de la liga y plantarle un chirlo en la cara al lucero del alba. Los unos por esceso de imaginacion y los otros por esceso de ignorancia, todos esperan ver algo mas nuevo y estraordinario de lo que ven cuando viajan, y no quieren ó no pueden persuadirse de que al fin y al cabo todo el mundo es uno; hasta que por una reaccion natural, aunque exagerada, vienen á caer, como caimos nosotros, en el estremo contrario de verlo todo identico, sin notar la multiforme variedad con que la naturaleza diversifica sus obras.

Por fortuna venia á bordo con nosotros un sabio español, de los pocos que hay ahora; el cual no habia dejado rincon de la tierra por visitar, ni ciencia por aprender, ni cosa creada por ver y por examinar en el mundo; y este sabio no solo nos esplicó que el mundo es uno y vario, y que por eso se llama universo, sino que nos hizo notar y considerar la diversidad de las cosas, y muy singularmente la de las cosas brasílicas:

y

nos habló de pájaros y de cuadrúpedos americanos, mejor que pudiera hacerlo el mismo Azara, y de plantas y de flores de América tan bien como pudieran Hernandez Pavon ó Ruiz (1). El nos contó, entre otros prodigios, el de la reproduccion de cierta planta llamada herba da fortuna, de la cual no hay mas que esparcir en un cuarto algunas hojas por el suelo, cerrar luego el cuarto, y volver al cabo de pocos dias, para

(4) Este sabio, de que aqui vamos hablando, y cuyo nombre se calla ahora por ciertos respetos, es un gran biólogo, y no menor funi-fantasmagórico. Cuando tengamos ocasion, humor, y mas estudios, daremos una idea exacta de lo que es la biologia y la funi-fantasmagórica. Baste saber, por lo pronto, que son dos ciencias, 6 si se quiere dos artes nuevas, inventadas en Alemania y en los Estados Unidos. La biologia es la perfeccion del magnetismo, y por medio de ella, se hacen ver á los biologizados despiertos mas portentos que ven dormidos los magnetizados. En Cuanto à la funi-fantasmagórica, solo sé decir en pocas palabras, que es un descubrimiento sibarítico, mas eficaz que el opio y que el haschich, para g zar todo lo que se quiere, ahorcándose en una hocra de nueva invencion, que no acaba nunca de matar; y tomando, antes de ahorcarse, unos elixires, que varian en la substancia y en el nombre segun lo que se quiere ver y gozar durante la susodicha funicular suspension. Estos elixires va se llaman satánicos, ya mistico-angelicales, ya heróico-afrodisiacos. La horca se llama la funi-fantasmagórica: debiendo advertir que los principiantes y novicios se sirven para ahorcarse de cordones de seda. Los que ya estan acostumbrades, y tienen encallecido el pescuezo, usan buenas sogas de cáñamo, y aun de esparto.

TOMO III

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hallarle transformado en un bosque impenetrable. Nos habló igualmente de una flor, que tiene la mismísima figura de un ángel con las alas desplegadas, y tocando la trompeta; y de la curiosa propiedad y apacible condicion de la culebra de cascabel, que no muerde sino cuando le duelen las muelas, y esto por libertarse del dolor, que á no ser asi no morderia: y nos refirió por último otras historias dignas de ser apuntadas y añadidas entre las que apuntó y escribió el famosísimo padre Valdecebro.

Con esto nos fuimos ya persuadiendo de que la tierra del Brasil era por demás prodigiosa y nueva: y mas aun nos confirmamos en esta creencia, cuando oimos hablar y discurrir á uno, que con nosotros venia, y cuyo nombre y gloria supimos todos con agradable sorpresa. Era el célebre conde de Castelnau, que, por espacio de cinco ó seis años, habia viajado por lo interior del Brasil, y volvia entonces de Francia, donde acababa de publicar la larga relacion de su viage. El gobierno francés habia dado al conde de Castelnau, en premio de sus servicios á la ciencia, el consulado de Bahia; y el conde pasaba á la sazon á aquella ciudad á tomar posesion de su destino.

Repetir aqui lo que él nos contó de maravilloso seria prolijo, y supérfluo, puesto que sus obras estan ahí, que cualquiera las puede consultar: y aun por añadidura puede darse al estudio de las de aquellos dos grandes naturalistas alemanes, Spix y Martins, que apenas han dejado ya en el Brasil macaco ni murciélago vampiro, que no bayan sacado á la vergüenza; ni pájaro, ni serpiente, que no hayan disecado; ni planta, que no hayan descrito; dando á conocer á los amigos de la ciencia Flora y la Fauna de aquel estensísimo imperio. Mas á pesar de los trabajos de estos sabios peregrinos, y de los que han hecho algunos sabios del pais, queda aun mucho por esplorar y conocer: de lo cual se originan mil fábulas y exageraciones, que, si bien son perjudiciales á la ciencia, todavía se prestan soberanamente, y dan pábulo á la poesía.

Digalo si no, la descripcion del valle de las Amazonas, que, para despertar la codicia de sus compatriotas, ha hecho el anglo-americano Manry. (1) En este valle, verdadero El-Dorado, el polvo resplandece en

(1) The amazon, and the atlantic Slopes of Sonth-america. By M. K. Maury. Washington. 1833. Enrique Lister Maw, y otros viageros cuentan tambien maravillas del Amazonas, y de sus costas. Domingo José Gonçalves de Magalhães describe de es te modo la entrada del gran rio en el Atlántico.

Pujante assin no Atlántico se entranha,

Ante si repellindo ó argenteo salso,

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