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La Inglaterra es la potencia que hoy dia hace mayores esfuerzos por humillar á la Rusia y refrenar su ambicion, y es probable que no perdone medio alguno de conseguirlo, siendo sin duda uno de ellos el ensanche que de poco tiempo á esta parte se ha dado al establecimiento tipográfico arriba nombrado, y que puesto á cargo de un emigrado ruso, hombre entusiasta y de no vulgares conocimientos, no dejará de producir fruto con el tiempo. Esto naturalmente trae á nuestra memoria la singular circunstancia de que la primera vez que en Europa se supo algo de Rusia fué por conducto de un viagero inglés. Ricardo Chancellor, célebre marino, buscando un paso por el Nordeste de Europa á la China, fué el primero que á su vuelta à Londres anunció el descubrimiento del imperio ruso. Hallábase á la sazon en Londres Felipe II con su esposa la reina doña María y un caballero de los de su comitiva, quizá Alonso de Erzilla, escribió á un su amigo en España una carta anunciándole tan notable suceso y feliz descubrimiento. La relacion que se imprimió en Valladolid en 1554 refiere como los ingleses han hallado unas nuevas Indias, y descubierto una tierra incógnita que ni se halla señalada en las cartas de marear, ni en el mapa del Mundo, añadiendo el autor «que el imperio asi descubierto era de mucha riqueza y policía.» En 1696 Ludolf imprimió en Oxford su Grammatica Russica, el segundo libro impreso en ruso que se conoce hasta ahora. El autor se lamenta en el prólogo de que en aquella época los rusos persistieren aun en el uso de la lengua eslava para toda clase de escritos literarios, y que no hubiese mas libros en ruso vulgar que el «Ulozhenie» ó código de sus leyes. Propone las ventajas de este último idioma, y recomienda á los rusos que se sirvan de él, como en efecto lo han hecho despues, adoptándole no solo para la poesía, á la que se presta admirablemente, sino para todo género de literatura. Las grandes reformas de Pedro el Grande, sus armamentos y construcciones marítimas, la industria planteada en sus Estados, todo vino de Londres. Inglaterra, pues, estuvo desde un principio en relaciones amistosas con la Rusia y ha contribuido poderosamente despues al desarrollo de su civilizacion y comercio hasta el momento en que la famosa cuestion de Oriente la ha convertido en rival y enemiga.

Mémoire sur les noms propres et les titres musulmans, por Mr. Garcin de Tassy. Este interesante opúsculo es muy útil para todos aquellos que no estando iniciados en las lenguas orientales, tienen á cada paso que citar nombres propios, ya árabes, persas, turcos, ya pertenecientes á los varios reinos de la India musulmana, porque á parte de la confusion, mejor diremos anarquía, que se observa en la ortografía de los nombres orientales, la cual llega hasta el punto de tener cada nacion su sistema propio, sucede a menudo que un mismo individuo se halla designado en la historia con nombres distintos, y de aqui resulta que no pocas veces escritores distinguidos han caido en errores tan de bulto como el hacer de un mismo personage dos distintos. El trabajo de Mr. Garcin de Tassy tiene por objeto ilustrar á los inexpertos, esplicándoles el origen y significacion de los varios nombres usados por los orientales, y constituye una especie de vademecum que no podemos menos de recomendar á nuestros lectores. Desgraciadamente los estudios del orientalista francés parecen tener por objeto principal la Persia, la Turquía y la India musulmana, siendo poco ó nada lo que dice acerca de los árabes occidentales, ó sea africanos, que atravesando el estrecho de Gibraltar, se establecieron en nuestra Península. Hubiera sido de desear que su trabajo hubiera tambien abrazado esta parte importante, y para nosotros sumamente útil, por lo que nuestra historia se roza con los árabes africanos y andaluces. En primer lugar tenian estos un nombre que equivalía al nuestro de bautismo y que gene

ralmente era el de algun patriarca ó personage de la Biblia como Ibrahim (Abraham), Ishák (Isaac), Suleymán (Salomon), Dawud (David), Zakariyya (Zacarías); ó bien de algun individuo célebre en su historia como Mohammad ó Mahomad (vulgo Mahoma), Chaafar, Zeyd, Omar, Amru, Ali, etc. A este nombre, que era el propio y se daba á los niños al nacer, ó á la edad de cinco á seis años, cuando los circuncidaban, añadian otro apelativo (alcuña) que generalmente comenzaba con la palabra Abu, padre (genitivo Abi, acusativo Aba) unida al nombre del primogénito ú otro hijo querido, como Abu Ayyub (el padre de Ayyúb), Abu Abdillah (el padre de Abdallah), Abu Hayyán (el padre de Hayyán) y asi á este tenor. Acostumbraban en seguida á poner el nombre de sus padres, abuelos, bisabuelos y demas ascendientes hasta llegar al mas distinguido de ellos, como Mohammad ben Abde-r-rahman ben Suleyman ben Ishác ben Attiya; y á veces tambien solian designarlos absolutamente como Ebn Hayyán, Ebn Jaldún, Ebn Al-abbár etc. formando asi una especie de apellido que lo era de toda la familia.

Viene despues el patronímico ó nombre relativo, que asi puede tener relacion al lugar, reino ó provincia de que son oriundos ó naturales los que lo usaban como á la tribu á que pertenecian y en último grado á la secta religiosa que profesaban como Garnati, Cortobi, Ixbilii, Tolaytoli, segun eran de Granada, Córdoba, Sevilla ó Toledo; Kaysi, Hadhrami, Quelbi, Temimi, si pertenecian á las tribus árabes de Kays, Hadhra-maut, Quelb ó Temim; Masmudi, Gomeri Zeneti, Kazuli, si eran mazamudas, gomeles, gazules ó zenetas, y por último Malequí, Hanbali, Hanefi, segun la secta religiosa que profesaban. A esto añadian á menudo la indicacion del empleo ú oficio que desempeñaban, y ademas eran muy comunes los motes ó apodos. Otro género de sobrenombre ó dictado honorífico usaban los ulemas, doctores y gente de la ley, que aun cuando no tan frecuente en España como en Oriente, se encuentra sin embargo algunas veces como es de Bedre-d-din (estrella de la religion), Cotbe-d-din (polo de la ley. (Borhane-d-din (argumento de la ley), y así á este tenor. Los reyes tomaban ademas al subir al trono ó en ocasiones solemnes, dictados honorificos como Al-mansor (el vencedor), An-ná-sir (el amparador), Al-mostain-billah (el que implora el auxilio de Dios), Al-mótamed ála-llah (el que confia en Dios), Al-mamón (el que es de fiar), Al-dadil (el justo) etc.

Sucede a menudo en libros árabes que para no poner todos los nombres, Sobrenombres, apellidos y patronímico de un personage, se le designa por abreviar con aquel de sus nombres que es mas comun en el barrio ó ciudad donde habita, ó entre la gente de su misma profesion, lo cual no obsta para que otro escritor le nombre despues de distinta manera, produciendo como es consiguiente, gran confusion y duda entre los no iniciados en estos estudios.

PASCUAL DE GAYANGOS.

REVISTA POLITICA.

Todas las situaciones ó estados de los pueblos, recien salidos de una revolucion, ó padecientes de ella todavía, tienen siempre un lado vulnerable que, mas que ningun otro, manifiesta la causa del mal pasado y el origen probable de los males venideros. El lado vulnerable, la parte flaca de la revolucion de Julio es la Hacienda: lo cual demuestra, así que el principio morboso del estado anterior á la revolucion era la Hacienda, como que esta puede ser tambien la fuente de futuros desastres que anulen esa misma revolucionó la hagan infructifera.

Los asuntos planteados por el alzamiento nacional, cual mas cual menos, han tenido ó van teniendo, no obstante su índole trascendental y gravísima, felices desenlaces. El de la monarquía y la dinastía, ei de la sancion real, el de reorganizacion del ejército, el de quintas, y en fin el de órden público (materias de inmensa importancia, ora por su carácter constitutivo ó orgánico, ora por su inevitable influencia en el éxito definitivo de las reformas, y en la suerte de la nacion) todas, decimos, se van venciendo paulatinamente, puesto que con suerte varía, sin gran conformidad entre sí, y algunas disonando en el cuadro de las instituciones destinadas á poner por obra la idea nacional manifestada en el último alzamiento.

Pero la cuestion de Hacienda permanece siempre en pié, viva, terrible, amenazadora: todavía no ha tenido resolucion; y si alguna, no pasa de transitoria é incompleta, acaso fundada en hipóte-is, y dependiente de futuras contingencias.

Esto por una parte: por otra ¿satisface lo que se hecho hasta ahora, y lo que para mas adelante se intenta, á la premiosa necesidad de UNION que ha sido y es el voto unánime del reino expresado en la serie sucesiva y concorde de las

mas inequívocas manifestaciones? No lo creemos. En la provision de empleos y destinos públicos se nota una tendencia de mal agüero al nepotismo político y personal que tan funesto influjo ha ejercido en la continuacion y recrudescencia de nuestras divisiones intestinas: en la administracion se ha reputado progreso retroceder á la organizacion provincial y municipal de épocas pasadas, ya irrevocablemente condenadas por el fallo acorde de la ciencia y de la práctica: en la política, pugnan todavía los partidos por alzarse con el dominio que ninguno de ellos, solo Y de por sí, puede sustentar sobre sus débiles y ya cansados hombros: en la region suprema del imperio, la libertad que, para ser fuerte, debiera hermanarse con el Trono, desconfia de este y le amenaza; y el Trono que, para ser universalmente amado, debiera hacer alianza intima y perpetua con la libertad, la mira con temor y sobresalto.

Por lo tocante al proyecto de ley fundamental, ya lo hemos dicho ó dado á entender antes de ahora, al dar nuestra opinion general sobre las bases presentadas: pocas para código, son muchas para Constitucion política; porque esta nunca es buena sino cuando el pueblo la sabe de coro por tradicion, ó puede fácilmente aprenderla por enseñanza. La Constitucion que un pueblo no se apropia y asimila; la que no es un catecismo ó símbolo breve y sustancioso de sus dogmas políticos; la que necesita explanaciones y comentarios como materia abstracta de derecho comun controvertible; la que requiere estudios prolijos cual si fuera una ciencia complicada y á pocos concedida, será cuanto se quiera sábia, completa, profundísima: pero no será, cual debe ser, el libro vulgar de la nacion: su vade mecum. ¿Ni cómo quereis que el pueblo se apasione de una obra complexa, plagada de pormenores, dispuesta como un tratado, cuajada de artículos como un código, erizada de baluartes como una fortaleza? Ademas, los pormenores difusos matan las Constituciones multiplicando los casos de infraccion, facilitando la impunidad de los infractores, rompiendo el freno de la responsabilidad, y privándolas del acento preceptivo y solemne, del lenguaje conciso, sentencioso y enérgico que tanto impone á la imaginacion, y que tan bien sienta á la ley fundamental y suprema del Estado. Ensuma, las Constituciones (hecha la debida y respetuosa diferencia entre lo divino y lo humano) tienen un modelo en los preceptos del Decálogo: diez artículos comprenden toda la ley moral de la humanidad: pocos mas serian necesarios para formular toda la ley política de un pueblo.

No abrigamos esperanzas ningunas de que semejantes ideas predominen en las Cortes, las cuales, por lo visto hasta ahora, trasmitirán à la Constitucion la influencia que ellas mismas han recibido de circunstancias transitorias y especiales, aunque indudablemente poderosas. Las frecuentes violaciones de la época pasada sugeriran sin duda el deseo de aglomerar precauciones encaminadas á impedirlas en lo futuro. La idea es patriótica, el fin plausible; pero el medio es erróneo é infructuoso. ¿Quereis que la futura Constitucion sea inviolable y sagrada? Haced que se encarne en el pueblo: proceded de modo que el pueblo la conozca, la comprenda, la ame, y encuentre en ella la suma compendiosa de sus deberes y de sus derechos, así como la fianza segura y constante de su seguridad y bienestar. Bien pueden venir entonces combates y tempestades: el pueblo salvará la ley llevándola sobre sus hombros, como llevaron los levitas el Arca, como llevaron sus lares los troyanos. Aprendamos en recientes experiencias. La Constitucion de 1812, erizada de precauciones y colmada de cortapisas, sucumbió tres veces, en 1814, en 1823, en 1837; y cien mas sucumbiria si otras tantas resucitara. La Constitucion republicana de Francia en 4848, formada expresamente con la idea, entonces predominante, de acotar en estrechisimas lindes los poderes públicos, cedió á la ligera presion de un Presidente

simpático al pueblo por los recuerdos de su nombre. ¿De qué sirvieron tantas y tan exquisitas precauciones? Esas Constituciones eran códigos complexos, verdaderos libros fuera del comun alcance del pueblo iliterato y sencillo; y este no amó ni amará nunca lo que no conoce ni comprende, lo que no está en su corazon ni en sus costumbres.

Y en tanto que con la discusion de las bases constitucionales (tres solamente de las cuales llevan consumidos 29 dias) se pierde un tiempo precioso, postérganse los Presupuestos; se da de mano á las leyes orgánicas mas esenciales; se prolonga el estado de interinidad que enflaquece y lastimosamente desautoriza la situacion creada por el alzamiento nacional; se dan vagar, respiro y favorables coyunturas á la conspiracion carlista; y se gasta el Gobierno en su incesante lucha con la ambicion hidrópica de sus amigos, y con los reiterados embates de sus diferentes adversarios.

Las consecuencias de tan lamentable conflicto público saltan patentes á la vista de todo el mundo. Las provincias se indisciplinan creando embarazos cuotidianos al Gobierno, y dificultades insuperables al religioso cumplimiento de las obligaciones del Estado: los extranjeros nos desprecian, aplicándonos el celebre dicho del historiador romano: «Nec servitutem nec libertatem patiuntur»: póstranse las fuerzas sociales: y la seguridad y el sosiego huyen de nuestro suelo amenazando llevarse en pos de sí hasta la esperanza, este supremo y último bien de los pueblos afligidos, que buscan á Dios cuando desesperan de sí mismos.

Pero el remedio de tamaños males ni es difícil de señalar ni imposible de emprender: Constitucion, lo mas pronto posible: exámen inmediato de los Presupuestos: medidas económicas liberales á la vez que prudentes: reforma de la pésima organizacion administrativa de las provincias peninsulares y ultramarinas; y otras, enlazadas con estas, que la misma notoriedad de su urgencia, y la falta de espacio, nos dispensan de enumerar con minuciosos pormenoros. Grande seria nuestra satisfaccion si en la próxima REVISTA pudiéramos felicitarnos, y con nosotros al reino, de ver encaminado el curso de los negocios públicos por la senda que con profunda conviccion señalamos como la única gloriosa para las Cortes y el Gobierno.

LA FUTURA CONSTITUCION. Gracias al espíritu controversista y nimiamente disputador de nuestros actuales diputados constituyentes, necesitamos decir algunas palabras acerca de las debatidas cuestiones del DERECHO DIVINO y de la SOBERANIA NACIONAL. Muy graves son ellas en la region especulativa, y forman, segun la manera como se resuelvan, las bases de dos sistemas sociales opuestos entre sí; aunque, á decir verdad, no tanto corresponden á los tiempos que alcanzamos, como á otros, ya muy distantes de nosotros, en que dominaba la pasion de las disputas de palabras, que Napoleon llamaba con desprecio soberbio ideologia política, y Bacon, con harta propiedad, virgenes estériles. Fuera de que, si no nos engañamos, acaso por querer discurrir y sutilizar demasiado acerca de ellas, á impulso de encendidos afectos de partido y de rencillas miserables de escuela, no se las ha considerado en el punto de vista mas conveniente á la fructífera indagacion de la verdad, ni á la aplicacion concreta de esta á los gobiernos.

Es de fé que todo poder es de Dios y viene de Dios: de fé, y tambien de razon, porque es de verdad. Pero la Iglesia nos advierte que lo que se dice del Poder en general no comprende ni puede comprender á ningun principe en particular. SAN GREGORIO EL GRANDE es terminante en este asunto. «La razon, asegura, no permite mantener como rey á quien en lugar de regir el imperio le destruye.»

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