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VII.

Nos espondriamos á pecar de minuciosos y prolijos, apoyando con nuevos pormenores y poniendo en relieve algunos de los hechos aislados que, en esta rápida reseña, apenas hemos señalado. Lancemos ahora un golpe de vista sintético sobre el sistema colonial en su conjunto, y veremos como todo cuanto se ha dicho, se eslabona y confunde en el círculo vicioso que describe.

Y decimos que describe un círculo vicioso, porque, en sus varias manifestaciones, reproduce en todas partes los mismos hechos.

Y esos hechos patentizan de un modo indudable que el sistema colonial, por mas que se diga, era y no podia menos de ser malo. La esperiencia y la historia nos lo prueban hasta la evidencia.

Si mal no recordamos, desde el principio del siglo XVII hubo motines en varias ciudades, no ya por contiendas civiles, sino por las medidas opresoras de sus gobernantes. En 1692 el pueblo mejicano, impulsado por el hambre y la desesperacion, prendió fuego al palacio del virey Galvez, que se refugió en el convento de los frailes de San Francisco, á varias oficinas y á las prisiones públicas. En 1711, 1748, 1780, 1797, 1798, el mulato Andresote, Leon, Tupac-Amadú, España, Rico, Gual y otros ciento, dejaron escritos con su sangre los principios que invocaban.

Pero aun concediendo cuanto pretenden los defensores de ese sistema, ellos mismos se ven obligados à confesar, y es evidente, que la prosperidad pública encontraba sus límites forzados en los gastos improductivos de la magnificencia, en los ruinosos de las clases ricas, en los cuantiosos envios hechos á la península, en la falta de educacion de la clase trabajadora, en la escasa poblacion, en los obstáculos naturales y facticios que se oponian á la comunicacion con los estrangeros, y muy señaladamente á la de las provincias entre sí, y á los vicios inherentes á la naturaleza de los gobiernos coloniales (1).

Lejos de nosotros la idea de atribuir á la nacion española el deseo de hacer la desgracia de America intencionalmente, y á consecuencia de un sistema friamente calculado y llevado á efecto por los distintos (4) Méjico en 1842, pág. 20.

reyes que la han regido. ¡No, mil veces no! Antes que nosotros un escritor, célebre por sus trabajos é investigaciones sobre el nuevo mundo, al defender á España de la calumnia con que algunos han querido ultrajarla, diciendo que se propuso reducir la América á un desierto, esterminando á sus primitivos habitantes, para asegurarse su tranquila posesion, observa: que es muy raro que las naciones lleven sus designios tan lejos y formen planes tan estensivos y atroces, y que debe notarse para honor de la humanidad, que no se ha encontrado una sola que haya concebido un sistema tan execrable (1). Esto es aplicable, bajo cualquier aspecto que se considere á todos los males y vicios que hemos ido descubriendo, en el sistema de gobierno establecido por ella respecto de sus colonias. Lo que ese sistema tenia de malo y funesto era resultado, bien del atraso de la época en que fué formulado, bien del absolutismo que ha pesado tres siglos sobre España, y al que atribuye uno de sus mas doctos escritores (2) con hechos y razones que merecen meditarse, la causa de su decadencia física y política, bien de las circunstancias escepcionales en que se encontró con frecuencia, debiendo atribuirse el olvido é inobservancia de las leyes en América á las mismas causas que destruyeron y atropellaron en España, sus propias y mejores leyes (3): mientras que su parte sana es digna de todo nuestro aprecio y agradecimiento, ora por el bien que nos ha hecho, ora por los gérmenes de prosperidad que todavía encierra. La propia seguridad y la política de otros tiempos no muy lejanos, aconsejaban ciertos principios y medidas que hoy, especialmente á los americanos, nutridos desde la cuna con otras ideas, viviendo en otra sociedad tan diversamente organizada, nos parecen injustas, tiránicas y hasta inícuas, porque no queremos tomarnos el trabajo de considerarlas en su verdadero punto de vista, porque no queremos trasladarnos con el pensamiento á la Europa feudal, á la España inquisitorial y despótica de Felipe II y Torquemada.

Puede asegurarse sin miedo de incurrir en la nota de aduladores. ni hipócritas que, á pesar de las circunstancias referidas, los monarcas españoles manifestaron siempre el mas paternal desvelo por la felicidad y bienestar de sus colonos. Ese mismo Felipe II tan déspota, que encargaba al pacificador del Perú el uso del fuego y del hierro á semejan

(4) Robertson, libro VIII, pág. 152.

(2) Marina, Teoría de las cortes, tomo III, pág. 134.-Madrid, 1820. (3) Toreno, Hist. del alz. etc., tomo I, pág. 371.

za de un buen médico, le recomendaba muy eficazmente la mas rigorosa observancia de los siguientes preceptos.

«Y porque entre los dichos habrá muchos pobres; tendreis mucho cuidado de no menospreciarlos, ocupándolos luego en oficios, para que asi se entienda que vais á hacer bien à ricos y á pobres, y obligados todos con esto asegurarán mi estado, y les hareis su situacion en esas partes mas durable.>>

Procurareis los mejores hombres para el interése del fisco....... advirtiendo que para este bien público importa mucho buenos administradores...»

Cuando alguna persona principal ó no principal, sea delincuente de ninguna manera os hagais juez, sino que lo remitais á los ministros, que asi os hareis bien quisto, advirtiendo que en los castigados nunca queda memoria de la culpa, sino de la pena.»

«...No es cosa digna de un buen gobernador dejar de comunicar con todos, principalmente con pobres, esto os encomiendo mucho, procurando hermanaros con ellos, mostrándoles el rostro y semblante alegre y ·apacible para que asi tengan la libertad de decir en lo que vienen lastimádos, y pongais remedio sin dilacion, porque quizá no le dará lugar su pobreza á volveros á ver otra vez.»

«Mirareis mucho por el pueblo y le hareis proveer de dos cosas, que son: abundancia y quietud.»>

Ademas le encarga la moderacion y la justicia en la distribucion de empleos y gracias, la benevolencia con los ingratos y culpables, el desprecio á los parleros de su casa y de fuera; en fin, todo cuanto debe concurrir á formar un escelente y digno gobernador, sin olvidar de encomendarse en todo á Dios, que siendo para honra suya le daria para el castigo remedios como rayos (4).»

Este era el lenguaje de Felipe II, este el de sus sucesores. «Que se procure evitar inquietudes con los mas suaves medios que se pudiere.

«Que se tenga especial cuidado de saber como se administra y ejecuta la justicia, y del proceder de los gobernadores y corregidores avisando de ello de propia letra con inviolable secreto (2), etc:»

Ahora bien; ¿Por qué la bondad y solícito empeño, nobles disposi

(1) Instrucciones de Felipe II al licenciado Gasca.

(2) Art. 24 y 34 del sumario de lo que contiene la instruccion que S. M. dió al conde de Chinchon, Muñoz, t. XXXV.

ciones y hasta sacrificios de los monarcas españoles para el bien y felicidad de sus vasallos de Ultramar, eran estériles é infecundos? ¿Por qué en la práctica las leyes y mejoras intentadas, rara vez coronaban sus esfuerzos? Viedma os lo dirá mejor que nosotros, puesto que hablaba por esperiencia propia.

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Rara desgracia de nuestra nacion, que tan sagrados fines tenga semejantes resultas! Las órdenes y disposiciones de la córte jamás han faltado al logro de ellos: no se ha perdonado gasto, aun en medio de los tiempos mas calamitosos que afligian á la España; pero la inconstancia, la emulacion, la falta de sinceridad y el poco sufrimiento á los traba jos en todas ocasiones, han sido poderosos enemigos que han malogrado tan heróicas empresas (1).»

Creemos por lo tanto, que el rigor de su sistema de gobierno se habia ido suavizando, á medida que la esperiencia revelára sus inconvenientes á los que se hallaban en el caso de remediarlos, si, como pretende un escritor, en los momentos en que la fortuna de España se estendia por sus descubrimientos y conquistas en el continente americano, sus alianzas en el europeo no la hubiesen precipitado en una carrera de ambicion, que no le permitia ya seguir con discernimiento los negocios de las Indias Occidentales (2).

Prescindiendo de los hechos incontrovertibles en que fundábamos nuestro juicio, no es una suposicion gratuita el creer que la metrópoli, en via de progreso, no habria realizado cuanto hubiera podido en favor nuestro, en tanto que no perjudicase á sus intereses. Las mejoras introducidas por Cárlos III; el proyecto del conde de Aranda de poner en las colonias en vez de vireyes, infantes de España que mantuviesen con su presencia, siempre vivas y estrechas las relaciones de comercio y buena inteligencia entre ambos paises; la conducta observada despues con las Antillas, proclaman á una voz esta verdad.

VIII.

La revolucion francesa, entretanto, derribaba las antiguas vallas en Europa, y sobre los fragmentos de un trono salpicado con la sangre de

(1) Memoria dirigida al marqués de Loreto sobre los establecimientos de la costa Patagónica, Ang., t. I

(2) Girardin. Memoire sur la situation militaire et politique de l'Europe, página 95. París, 1844.

un monarca, digno de mejor suerte, proclamaba á la faz de los reyes las altas verdades que la han regenerado. Las ideas mas exaltadas puestas en circulacion por atrevidos innovadores, penetraron por una reunion de circunstancias favorables à la causa de los pueblos, en las playas mas remotas del Nuevo y Viejo Mundo.

Entonces oprimidos y opresores se miraron con recelo: los hombres pensadores, los espíritus jóvenes y entusiastas, los buenos y malos patriotas, los sectarios del antiguo régimen y los partidarios de las ideas nuevas, todos á la vez, pública ó privadamente empezaron á discutir los derechos del poder, afianzado solamente en la gracia de Dios; y si no todos, la mayor parte convino, no investigaremos ahora si con razon ó sin ella, que para ejercerlo en toda su plenitud, es necesario mantener á la sociedad en la ignorancia; apelar frecuentemente á la razon de estado, contener el vuelo del pensamiento, conservar á los pueblos estacionarios, y mientras todo se agita y progresa á su alrededor condenarlos á la inaccion y al reposo, ó por mucho favor, medirles con un compas el camino que pueden andar: y conocieron tambien, clavando sus ojos en el suelo humeante de la Francia, cubierto de sangre, de escombros, de privilegios opresores, incubados por siglos de barbarie y despotismo y arrancados de raiz en un momento, que la humanidad, semejante al Océano, sale de repente de madre y se lleva por delante cuanto intenta detenerla en su carrera sin término, y que solo la mano de Dios puede trazarle una línea y decirla como á aquel: ¡De pasarás!»

aqui no

Esas ideas obraban generalmente sobre la parte mas rica é ilustrada de las ciudades: encontraban eco en la juventud, condenada á la inaccion y á malgastar su actividad en frívolos y enervantes pasatiempos. Desde entonces se oia decir con altanería: «Yo no soy español, sino americano (4).»

La revolucion tramada en 1797 por don José María España y don Manuel Gual, reproducida á principios de este siglo, por Miranda y otros, en la que estaban iniciados la mayor parte de los jóvenes caraqueños, que han figurado despues en primera línea en la guerra de la Independencia, si no tuvo su único orígen, como se ha supuesto, en la revolucion francesa, fué, sin duda alguna, engendrada prematuramente por el choque entre las ideas ya dominantes en el pais, y las nuevas introducidas por aquella, señalando á los futuros inovadores marcada con

(1) Essai sur la Nov. Espagne, t. II, pág. 3.

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