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los señores y hasta el rey en sus realengos, coartando la facultad que tenia la persona libre de testar lo que quisiese acerca de sus bienes. Los que tenian sucesion no hacian testamento, los hijos entraban á su muerte en la posesion de cuanto dejaban, lo que quedaba sujeto á un impuesto llamado nuncio ó luctuosa, que consistia en el derecho de elegir entre los bienes del difunto la mejor cabeza de ganado, la mejor alhaja ó cosa mueble. Las armas y caballo que á su muerte quedaban, solian ser tambien para el rey ó para su señor. Los que no tenian hijos, no podian disponer de sus bienes por el derecho de mañería, en virtud del cual correspondian al rey en los realengos y al señor en sus tierras el derecho de heredarles.

Esta costumbre se generalizó por todos los reinos cristianos de España, y aunque su nombre generalmente era el de mañería, en algunos pueblos se llamó sterilitas, y en Cataluña en lenguaje vulgar exorch (1). En verdad debemos decir que no en todas partes fué recibida, y de ello son prueba muchos antiguos documentos de donacion y testamento hechos por colonos, vasallos y algunos individuos que indudablemente pertenecian á la nobleza inferior. En muchos puntos se empezó á poco de su introduccion á moderar este gravoso derecho reduciéndolo á una cuota módica y determinada (2). En otros lugares se llevaba á un rigor y exceso extraordinarios. En Burgos antes del año 1073, cuando moria sin hijos una persona casada, todo cuanto en la casa mortuoria habia perteneciente al difunto, era llevado al palacio y abjudicados al mismo todos sus bienes inmuebles. Asi consta del privilegio que el rey don Alfonso VI otorgó en el año mencionado á los nobles, clérigos, legos, castellanos y francos que habitaban ó fuesen á habitar á aquella ciudad y castillo, por el que les eximió de mañería, á la que llama pessima consuetudo, conccdiéndoles al propio tiempo la libre facultad de testar (3).

(1) Véase el Viage literario á las iglesias de España, tomo XI, pág. 208. (2) En el fuero de Melgar de Suso, otorgado por su señor Fernan Armentales en tiempo del conde de Castilla Garci Fernandez, que solo poseemos romanceado, se lee: «Ningun ome manero, quier clérigo, quier lego, non le tome el señor en mañería mas de cinco sueldos é una meaja.

(3) Quoniam şi vir et femina sine filiis moriebantur, tota hereditas atque possesio sine aliquo herede vel halemosina que pro dominorum suorum remedio daretur ab integro ad palacium rapiebatur. Quod si vir, viva uxore, ant uxor, vivo viro suo, mortua esset et multos post se filios reliquis et postquam filios suos..... ab hoc seculo migrassent.... ad regale palacium rapiebatur.... Ut villa et castellum de Burgis melius populetur..... volo ut ab isto die et deinceps tota mannaria sit in Burgos ablata..... Et de tota sua hereditate vel possesione faciant quod sue placuerit voluntati, sive relinquant parentibus suis, aut extraneis, aut dent pro animarum suarum remedio, vel qnod facore voluerint, ipsi et filii eorum vel nepotes, seu omnis posteritas eɔrun ....» in era MCXI, X Kal. aŭgusti. (Archivo de la ciudad de Burgos).

Entre los muchos tributos con que solian contribuir los colonos y vasallos á sus señores, era uno cuando aquellos casaban á sus hijas, prestacion llamada generalmente osas ó huesas. Su origen pudo acaso ser una indemnizacion de la renuncia hecha por el señor del derecho de otorgar su licencia á los adscriptos para contraer bodas. No fué indemnizacion de aquellos malos usos contra el honor de las mugeres, á que vulgarmente suele darse el nombre de pleito burdelo, cuya existencia no encontramos comprobada en nuestros antiguos documentos.

La mañería, las costumbres vejatorias y tributos onerosos, fueron desapareciendo ó moderándose à medida que los concejos iban adquiriendo fuerza y poder. La influencia de los municipios fué extraordinariamente favorable à la mejora de la condicion de las clases inferiores. Los servicios que hicieron á la civilizacion de nuestra patria fueron tan eminentes, que cada dia es mas de lamentar el que carezcamos de un trabajo histórico en que pueda estudiarse paso a paso el desenvolvimiento social y político de los concejos de nuestras villas reales, marcando las diferencias que solian ofrecer estos entre sí, y otro tambien de los pueblos de señorío desde la época en que sus habitantes eran siervos ó adscriptos, hasta que entraron en el pleno goce de la libertad individual, de la propiedad y de la adquisicion del derecho de intervenir en los negocios del municipio. Tarea es esta árdua, enojosa y difícil, pero que no dejaria de ser gloriosa para el que con copia de documentos, inteligencia y crítica pudiese llevarla á cabo.

TOMÁS MUÑOZ Y ROMERO.

LOS GUERRILLEROS.

NOVELA.

PRIMERA PARTE.
Ꭺ Ꭱ Ꭲ Ꭼ

LAUREANO.

A FERNAN CABALLERO.

A V., mi querido amigo, que tan preciosos modelos nos ha presentado de lo que puede y debe ser en España la novela de costumbres; á V. que, como la Primavera, se nos ha entrado por el campo de las letras derramando flores; á V. dedico este modesto ensayo, no diré inspirado (pucs data de antes de publicarse LA GAVIOTA), pero, sí, alentado por el ejemplo de V. Tambien yo me he propuesto pintar las costumbres de nuestra amada España en una serie de cuadros bosquejados del natural, sin otra pretension que la de entretener honestamente á mis lectores. El cuadro que hoy dedico á V., bajo el título de LAUREANO, forma parte de una reducida galería, compuesta de solo tres que han de comprender en mi plan (no sé si en la realidad) la pintura moral de las costumbres españolas durante los años que van transcurridos del ya mas que mediado siglo en que vivimos. Esa pintura constará, pues, de tres novelas, unidas entre sí por el lazo comun de un mismo objeto, de unos mismos personages (aunque no todos) y de una misma accion fun

damental, de la que todas participarán en alguna manera, aunque formando cada cual un cuerpo separado. A esto llaman los críticos una trilogia. El nombre importa poco: yo lo llamo una novela en tres partes, cada una de las cuales puede leerse independientemente de las otras; ó tres novelas distintas unidas por un mismo pensamiento bajo un título comun: Los Guerrilleros.

Sírvase V., mi querido Fernan, recibir con bondad á ese pobre LAUREANO, que despues de un encierro de diez años en mi cartera (tributo pagado á mis preocupaciones horacianas), se va ahora por esos mundos de Dios á buscar simpatías y á no encontrar acaso mas que desdenes. Acójale V. con bondad, repito, aunque él no lo merezca, siquiera porque yo se lo envio en testimonio de vivo afecto, en señal de confraternidad literaria y en reconocimiento del honroso agasajo que V. me hizo, dedicándome su encantadora CLEMENCIA.

Madrid 1.o de enero de 1855.

I.

VEINTE AÑOS HA.

EUGENIO DE OCHOA.

De veinte años á esta parte Madrid ha esperimentado una transformacion de que no es fácil formarse idea sin haber visto lo que fué, y compararlo con lo que es. No solo ha variado mucho en su aspecto material, sino tambien, y mas aun, en lo que pudiéramos llamar su fisonomía moral, su movimiento, su vida. Esta sobre todo, ha recibido un incremento asombroso. Desde luego, el número de carruages ha aumentado en una proporcion increible; en la de uno á ciento. Tanto como su número, han variado su figura y calidad; mas para llegar al bello ideal de lo incómodo y lo ridículo en este ramo, es ya preciso dar un salto atrás de algo mas de veinte años, no mucho: es preciso trasladarse al de 1820, por ejemplo. Hácia los últimos años del reinado anterior, ya el lujo moderno habia empezado á invadir nuestra capital á paso de carga: de un estremo pasamos á otro, casi de repente. Lo mismo solemos hacer en todo, ¡y asi sale ello!

Pocas de nuestras lectoras, todas sin duda jóvenes, amables y her

mosas, habrán conocido ó se acordarán ya, aunque los conocieran, de aquellos venerandos simones, tirados por dos mulas, en una de las cuales iba montado un cochero antidiluviano, con su casaquin verdegay, su sombrero apuntado con galon de oro raido, calzon de ante, chaleco de grana, látigo y botas de postillon. Muchas de aquellas pesadas máquinas llevaban pendiente de los tirantes con un gancho, bajo la portezuela ó á la zaga, un banquillo forrado de baqueta negra para suplir la falta de estribo. El ruido de maderamen cascado y hierro viejo que hacian en su lenta rotacion por el escabroso empedrado de la época movia á asomarse al balcon, como para ver pasar un tren de artillería, á los vecinos honrados de las calles algo apartadas del centro. En ellas especialmente reinaba á todas horas del dia un silencio claustral: las mismas calles del centro (y centro eran entonces para los efectos del ruido de coches, Palacio y los Consejos), eran á ciertas horas del dia y desde las diez de la noche en adelante, una verdadera Tebaida. Durante las horas de la siesta, que todo el mundo dormia despues de comer á las dos lo mas tarde (comer á las tres era ya una excentricidad, una muestra de afectado extrangerismo), Madrid parecia un gran convento. Hoy en nuestras calles un carruage es como una golondrina en verano: nadie repara en tal cosa. Entonces solo eran señores de coche-¡y qué coches! ya lo hemos dicho, -las Personas Reales, los grandes, los obispos, los embajadores, los ministros, algunos consejeros y tal cual ricote indiano: todos los demas iban á pie, ó alguna vez rarísima, en simon. El simon era vehemente indicio de boda, de bautizo, de dias, de ascenso magno en la carrera ó de haberle á uno caido el premio gordo en la lotería. Se alquilaban por todo el dia, por medio à lo menos, ᎥᎩ costaban un ojo de la cara!... Hoy ¿quién no tiene carruage en Madrid, siquiera un modesto tres por ciento, con una hermosa yegua normanda ó de Meklemburgo? El que es bastante misero para no tenerlo propio, alquila uno á la carrera ó á la hora, y el resultado viene à ser el mismo para el movimiento de la poblacion. Solo van á pie los muy pobres ó los muy ricos; los que no tienen una peseta disponible, ó los que nunca llevan prisa y pueden derrochar el precioso capital llamado tiempo.

Por lo tocante al aspecto material de Madrid, baste decir que se ha mejorado mas en lo que va del reinado de doña Isabel II, que en los cuarenta y cinco años que duraron los de sus augustos abuelo y padre. No solamente se ha enriquecido con algunos barrios de nueva planta, sin contar el de Chamberi, que por sí solo es ya un pueblo, mas se ha

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