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«crificado su quietud y su sangre en servicio de V. M., << las que han aprontado sus caudales para alivio del «erario, las que viven de sueldo, y que no teniendo «más arbitrio para sostenerse que sus empleos, pere«cen en la miseria por falta de consignaciones; y au<<mentando créditos sobre créditos y deudas sobre «deudas, embarazan el tesoro público para la paga, y hacen llegar hasta los individuos más mise«rables del estado los efectos e la penuria y del des«crédito. Y al terminar su Memoria decia: «Aun«que los ingresos del erario puedan ser mayores en lo «sucesivo por lo que proporcionarán el comercio y la « abundancia consiguiente á la paz, y por los mayores productos de las colonias, nunca pueden ser tan grandes que basten á cubrir todas las necesidades; «y mucho menos en los años primeros: porque los «pueblos agotados con las calamidades pasadas ne«cesitan tiempo para reponerse, y para animar la «reproduccion de las riquezas, con utilidad del te« soro (1). »

En efecto, á las calamidades de la guerra se agregaron las de la peste, que comenzó azotando y diezmando la rica y comerciante ciudad de Cádiz, arrebatando

(1) Don José Canga Argüelles, oficial que era entonces de la Secretaría de Hacienda, y ministro dei ramo que fué después.-Memoria sobre nivelar en tiempo de paz los ingresos y los gastos del erario español, escrita de órden superior.

Por esta misma Memoria se vé que el gasto de la Real Casa correspondia, con respecto á los ingresos, á 18 por ciento; el del ministerio de Estado á 2; el de Gracia y Justicia á 2; el de Hacienda á 29; y el de Guerra y Marina á 47.

en poco tiempo la muerte siete mil trescientas ochenta y siete personas, con la circunstancia notable de que las cinco mil ochocientas diez fueron varones (1). Al tiempo que aquella epidemia se estendia por el litoral del Mediodía, otra de diferente índole afligia las provincias interiores de las Castillas; en términos de tener que suspenderse el curso académico en algunas universidades, como las de Salamanca y Alcalá, para evitar los peligros de la afluencia de los jóvenes; y en los pueblos de la Carlota y la Carolina se estableció un cordon sanitario riguroso para impedir bajo las más graves penas toda comunicacion con la Andalucía Baja, no permitiendo entrar ni salir á persona alguna (2).

(1) Por suplemento á la Gaceta de Madrid del martes 28 de octubre de 1800 se publicó una Descripcion de la enfermedad epidémica que tuvo principio en la ciudad de Cádiz, su origen y propagacion, etc.

Precisamente en aquella dolorosa y aflictiva situacion fué cuando el almirante inglés Keith y el general Albercombry se acercaron ǎ la plaza con poderosa escuadra, pidiendo la entrega de las naves de la Carraca y la de la isla y ciudad de Cádiz, á cuya intimacion dió el capitan general y gobernador don Tomás Morla, convaleciente él mismo de la epidemia, aquellas dignas y vigorosas respuestas, de las cuales fué la última la siguiente, que movió al almirante británico á volver proas á Gibraltar: «Señores generales de tierra y «mar de S. M. B.: escribiendo à «VV. EE. la triste situacion de este «vecindario, á fin de excitar su hu«manidad para separarlo del estré

pito de las armas, no me pude imaginar que jamás se creyera flaqueza y debilidad semejante procedimiento; mas por desgracia veo que VV. EE. han interpretado muy mal mis espresiones, ha«ciéndome en consecuencia una proposicion, que al nismo tiempo que ofende al que se le dirige, no hace honor al que la profiere. Estén VV. EE. entendidos de que si intentan lo que propo«nen, tendrán ocasion de escri«birme con más decoro, pues estoy que las tropas que tengo el honor de mandar harán los más terribles esfuerzos para grangearse el aprecio de VV. EE., de quieres queda su más atento y afecto servidor.-Cádiz 6 de octubre de 1800.>>

(2) Pues se debe mirar á los contraventores, decia la real cédula (28 de octubre, 1800), como asesinos del género humano y enemigos de toda sociedad.»

Y no fueron de este solo género las calamidades. En 30 de abril de 1802, reventó el famoso pantano de Lorca llamado de Puentes, obra costosísima del reinado anterior, asolando y destruyendo la parte baja de la ciudad llamada puerta de San Ginés y casi todo el arrabal de San Cristóbal, haciendo estragos dolorosos y horribles en personas, animales, casas, sembrados y plantíos, cuyos daños, fuera de los personales, se calcularon en 24 á 30 millones. Unidas las pérdidas de esta catástrofe á los gastos de la guerra de Portugal, aunque corta, á la escasez de las cosechas de algunos de aquellos años, y á las calamidades públicas, no bastaban á remediar tantos infortunios ni las bondades del rey que con mano liberal distribuia auxilios de subsistencias y aun de medicamentos á los pueblos más afligidos, ni las suscriciones á que generosamente se prestaban los particulares, ni los esfuerzos de la junta de socorros, que en verdad los hizo grandes para enjugar las lágrimas de tantos afligidos.

Y sin embargo, la paz marítima con la Gran Bretaña despues de una guerra costosísima de seis años, aunque de más breve duracion aquella de lo que hubiera sido de desear, dió un respiro á la nacion, y se le proporcionó tambien al gobierno para hacer frente en lo posible á tantos quebrantos. Sobre venir con más facilidad, merced á esta feliz coyuntura, las flotas de América, fué muy acertado poner al Consejo á la cabeza de la comision gubernativa de consolidacion de

vales reales y demas negocios de la deuda del estado, y muy oportuna la providencia de aquel de suprimir las cajas de descuento y satisfacer sus acciones á los prestamistas, con que llegó á tomar el papel en el mercado un valor hasta entonces desconocido. Ello es que en diciembre de 1802 resultaba amortizada la suma de 200.000,000 de reales, pequeña en cotejo de la enorme deuda del tesoro, pero grande, atendido el corto tiempo trascurrido y el estado tan miserable de la hacienda, y que algo atenuó la afliccion pública.

A este resultado cooperaron diversas otras medidas que se tomaron en este tiempo, tales como el reglamento para la redencion de los censos perpétuos, la entrega de todos los fondos de pósitos á disposicion de la Direccion de provisiones, el arancel de los servicios pecuniarios que habian de hacerse por las gracias al sacar que se concedieran con destino á la consolidacion de vales, las reglas para la colectacion y administracion de una anualidad de las dignidades y beneficios vacantes destinada á la estincion de los mismos, el recurso de las loterías, de los depósitos judiciales, de quiebras y concursos aplicados al propio objeto, y otras semejantes provisiones (1). Fué una novedad, notable para aquel tiempo, y novedad útil, la creacion de Oficinas de Fomento, las cuales, entre otras cosas, entendieron en la estadística que se mandó formar

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(1) Coleccion de Pragmáticas, de Cárlos IV.: años 1801 y 1802. Reales Cédulas, etc., del reinado

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en 1801, y se publicó en 1802 de los bautismos, matrimonios y defunciones, con espresion de sexo, edad, naturaleza, oficio ó profesion, enfermedad y otras circunstancias, que se contenian en nueve estados ó formularios à que habian de arreglarse en las tablas que se remitieran, á fin de conocer en todo tiempo el estado de la poblacion y las causas que contribuian á aumentarla ó disminuirla (1). De mayor utilidad aúr. pudo ser la estadística de frutos y manufacturas que tambien se mandó formar, primera de esta clase en la península, y que si bien imperfecta, como tenia que ser en el principio, demuestra el valor que se empezaba á dar á los datos estadísticos, y que continuada habria podido conducir á establecer la equidad en los impuestos, y producir otras ventajas y resultados de reconocida utilidad (2).

Si bien en 1803 se amortizó menor suma de vales relativamente al año anterior, pues solo se cancelaron unos 250.000,000, consistió mucho, ya en el aumento de pagos que por las nuevas ordenanzas se estableció para el ejército y marina, ya por la escasez de las cosechas, y ya principalmente por el subsidio en metálico á Francia en sustitucion del contingente de navíos armados que reclamaba Bonaparte, como me

(1) Reales órdenes de 17 de mayo y 24 de setien bre de 1801.

(2) Los trabajos de aquella dependencia estaban ya muy adelantados cuando sobrevino la in

vasion francesa, que les impidió ver la luz, é inutilizó el fruto que de ellos hubiera podido recogerse.

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