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Último sus

bre, y enteradas del estado de los negocios decidieron el 29, oidos los denodados Valdés y Burriel, enviar una diputacion diciendo al rey que po- piro de las Cordia salir de Cádiz y avistarse libremente con el duque de Angulema.

Es tan negra la traicion, tan vil el hombre que desierta de su bandera política, que condenando la ciega fatalidad que lanzó á los diputados en el camino de la perdicion no podemos menos de admirar su constancia y su valor. Fueron vencidos, y nunca para la desgracia se entretejen coronas. Su situacion, el carácter del rey, el estado de Europa, el de la nacion misma, todo debe pesarse en la balanza política antes de pronunciar un fallo demasiado severo contra las Cortes de 1823. Al cerrarse desplomóse el templo de la libertad, sacadas de quicio las columnas que lo sostenian; y todas las furias del despotismo coronadas de sierpes, y con la antorcha y el puñal en la mano, se precipitaron y derramaron por el reino. El príncipe pues, que soltó aquellos monstruos, el príncipe que inspiraba la certidumbre de que salido de Cádiz se entregaria á todo el furor de la tiranía con menosprecio de pactos y transacciones, fue un obstáculo grande, inmenso, que no salva á las Cortes, pero que disminuye la gravedad del yerro.

Fernando acordó trasladarse al Puerto de Santa María el mismo 29; y salió al instante al campamento francés el conde de Corres en clase de parlamentario á participar al duque de Angulema el acuerdo del rey. Una conmocion popular que pedia garantías antes de la salida del monarca le impidió verificarlo; y el general Alava pasó á anunciar al duque que Fernando estaba en libertad, pero que el pueblo se oponia á su partida sin una prenda de seguridad. Irritado Angulema no recibió tampoco á Alava, y dió órdenes oportunas

tes.

1823.

Decreto de 30

de Setiembre.

para el ataque general que debia verificarse el 30. Aplacado el pueblo con la divulgada fama de un decreto que se estaba preparando, Fernando comunicó á S. A. la resolucion que habia tomado de trasladarse al dia siguiente 1.o de Octubre al referido Puerto.

Llenóse Cádiz de tristeza, luchando sus moradores con las zozobras de una suerte dudosa, pues dependia de la voluntad de un monarca que habia manifestado amor á la tiranía y á las pasiones que engendra en el corazon humano. El monarca español llamó á los ministros, y díjoles que queria antes de partir dejar una prenda de seguridad para que nada temiesen los liberales, y añadió que aborrecia el despotismo. Declaró sus reales intenciones, y conforme á ellas estendió el ministro de Gracia y Justicia, don José María Calatrava, un borrador. Tomándolo en sus manos el rey anunció

que para no ofrecer dudas queria mudar de su puño algunas frases; " y en efecto, lo enmendó sustituyendo palabras mas claras y terminantes á las que le parecieron oscuras. Cuando estuvo el escrito á su gusto, cual si procediese de buena fé añadió: Asi no debe quedar duda de mis intenciones. El decreto, que copiamos á continuacion, quedó en poder del ministro Calatrava, con las añadiduras y enmiendas de puño del príncipe; y hemos oido á personas dignas de crédito, que todavía lo conserva en su poder cuando esto escribimos.

"Siendo el primer cuidado de un rey el procurar la felicidad de sus súbditos, incompatible con la incertidumbre sobre la suerte futura de la nacion y de sus súbditos, me apresuro á calmar los recelos é inquietud que pudiera producir el temor de que se entronice el despotismo, ó de que domine el encono de un partido.

» Unido con la nacion he corrido con ella has

ta el último trance de la guerra, pero la imperiosa ley de la necesidad obliga á ponerle un término. En el apuro de estas circunstancios solo mi poderosa voz puede ahuyentar del reino las venganzas y las persecuciones, solo un gobierno sabio y justo puede reunir todas las voluntades, y solo mi presencia en el campo enemigo puede disipar los horrores que amenazan á esta isla gaditana, á sus leales y beneméritos habitantes, y á tantos insignes españoles refugiados en ella.

» Decidido pues á hacer cesar los desastres de la guerra he resuelto salir de aqui el dia de mañana, pero antes de verificarlo quiero publicar los sentimientos de mi corazon haciendo las manifestaciones siguientes: 1.° Declaro de mi libre y espontánea voluntad, y prometo bajo la fé y seguridad de mi real palabra, que si la necesidad exigiere la alteracion de las actuales instituciones políticas de la monarquía, adoptaré un gobierno que haga la felicidad completa de la nacion, afianzando la seguridad personal, la propiedad y la libertad civil de los españoles. 2.° De la misma manera prometo libre y espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer llevar á efecto, un olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin escepcion alguna, para que de este modo se restablezcan entre todos los españoles la tranquilidad, la confianza y la union, tan necesarias para el bien comun, y que tanto anhela mi paternal corazon. 3.o En la misma forma prometo que cualesquiera que sean las variaciones que se hagan, serán siempre reconocidas, como reconozco, las deudas y obligaciones contraidas por la nacion y por mi gobierno bajo el actual sistema. 4. Tambien prometo y aseguro que todos los generales, gefes, oficiales, sargentos y cabos del ejército y armada que hasta ahora se han mantenido en el actual sistema de gobierno, en cual

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quiera punto de la Península, conservarán sus grados, empleos, sueldos y honores. Del mismo modo conservarán los suyos los demas empleados militares, civiles y eclesiásticos que han seguido al gobierno y á las Cortes, ó que dependen del sistema actual; y los que por razon de las reformas que se hagan no pudieren conservar sus destinos, disfrutarán á lo menos la mitad del sueldo que en la actualidad tuviesen. 5.0 Declaro y aseguro igualmente que asi los milicianos voluntarios de Madrid, de Sevilla ó de otros puntos que se hallan en la isla, como cualesquiera otros españoles refugiados en su recinto que no tengan obligacion de permanecer por razon de su destino, podrán desde luego regresar libremente á sus casas, ó trasladarse al punto que les acomode en el reino, con entera seguridad de no ser molestados en tiempo alguno por su conducta política ni opiniones anteriores, y los milicianos que los necesitaren, obtendrán en el tránsito los mismos auxilios que los individuos del ejército permanente. Los españoles de la clase espresada, y los estrangeros que quieran salir del reino, podrán hacerlo con igual libertad, y obtendrán los pasaportes correspondientes para el pais que les acomode. Fernando.

Cádiz 30 de Setiembre de 1823." Tras esto admitió la renuncia de todos los ministros, manifestando en la orden dirigida al de Estado "quedaba muy satisfecho del celo y lealtad con que en circunstancias tan dificiles los habian desempeñado."

El pueblo gaditano leyó sin confianza las promesas del rey, porque su carácter no era un secreto, y todos temian que sus antiguos consejeros, abusando de su debilidad y de sus pasiones, le separasen del camino del bien, aun cuando hablase de buena fé. Brilló el aciago dia 1.° de Octubre, y la bahía amaneció empavesada: los gaditanos, en

caramados en los muros ó tendidos por el muelle, mostraban en sus rostros el triste presentimiento que oprimia sus corazones. Apenas entró la regia familia en una rica falúa que gobernaba Valdés, comandante general de las fuerzas navales, donde ondeaba el pabellon real, anunciaron la partida las salvas de artillería, correspondidas por las de la armada francesa y el repique general de campanas. Numerosas lanchas y ligeros bateles lujosamente Salida del rey adornados como en dia de gala servian de acompañamiento á los augustos viajeros. Fernando tenia el semblante ceñudo, y sus ojos, cuando por última vez los volvió á la plaza, vibraban rayos de furor; pareció aquella una mirada de maldicion. La reina contemplaba á su esposo, cuya impaciencia denotaba el ansia de dictar las proscripciones escritas en su alma.

de Cádiz.

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