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Consejos de Angulemia.

Tras esto salieron los reyes de Sevilla en la mañana del 23, admitiendo en Alcalá de Guadaira un magnífico almuerzo que les ofreció el marques de Gandul, y siguieron á Carmona, donde mandó Fernando erigir en Madrid un monumento para perpetuar la memoria del duque de Angulema.

Habia procurado el príncipe francés permanecer á cierta distancia de la corte para mostrar su desagrado por las sanguinarias medidas que habia aprobado el rey de España; mas pensando ya en restituirse á su patria, se constituyó el 10 de Octubre en Sevilla, comió con Fernando, asistiendo por la tarde á los toros, como dijimos arriba. En esta comida espresó el duque los sentimientos de templanza que convenian á la escabrosa situacion en que se hallaba el reino; pues aunque las cosas corrian con próspero viento, podia este mudarse y convertir la bonanza en airada tormenta. No agradaron á un rey incensado por el vulgo los consejos del de Angulema, y eludió la respuesta cubriendo con las flores de la finura y de la cortesía las esespinas de sus intenciones, siempre crueles, pero simuladas. El 11 ausentóse Angulema, acompañado hasta Carmona por los infantes don Carlos y don Francisco, y mandóse á los capitanes generales de las provincias que hiciesen al duque y al príncipe · de Carignan los honores de infantes de Castilla á su paso para Francia. Asi los elogios públicos ocultan muchas veces el odio secreto de los reyes. Eludieron los príncipes franceses la manifestacion prescrita llegando de incógnito á Madrid, donde al siguiente dia desfiló ya por delante de su alojamiento el batallon de voluntarios realistas, cuya bandera se bendijo en nuestra Señora de Atocha con sumo aparato y pompa. Nombró Angulema á Bourmont general en gefe de las tropas francesas que ocupaban la Península, y atravesando rápidamente

Regresa Angulema á Fran

Burgos y Vitoria, y desdeñando los carros de
triunfo que le ofrecian los pueblos, repasó el Vi-
dasoa. El 2 de Diciembre celebró su entrada pú- cia.
blica en París, montado en un hermoso caballo
y aclamado por las tropas que se hallaban tendi-
das en la carrera.

Rendido Cádiz habíanse posesionado de sus fuertes y de la plaza los soldados franceses, acantonándose los españoles en pueblos inmediatos. El gobernador nombrado por el rey de España mandó por orden reservada de Fernando prender, apenas llegó, á muchas personas que se habian señalado por sus opiniones liberales; pero el general francés las puso en libertad, y avisó al funcionario español que se abstuviese de encarcelar á nadie, pues de lo contrario le obligaria á salir del Puerto. Rendíanse à medida que llegaba el decreto del rey los puntos fortificados, como Tarifa, Melilla, Peñíscola, Lérida, Urgél y Badajoz. Ya entonces habian capitulado San Sebastian, Figueras y Ciudad-Rodrigo; y posteriormente enarbolaron el estandarte real Barcelona, que se rindió á Moncey, Tarragona, Hostalrich, Cartagena, Alicante y Mallorca. Y el brigadier Plasencia habia entregado las armas de los restos de su division en 25 de Octubre en Almendralejo en virtud de un acomodamiento con los estrangeros. En los puntos donde dominaban las armas francesas reinaban la tolerancia y la paz, porque los generales no per- las autoridades mitian prender á los ciudadanos por hechos ante- francesas. riores á la capitulacion; mas apenas se apartaban aquellos de las murallas de la plaza, ó la desguarnecian los estrangeros, veíanse aprisionados por las autoridades españolas. Entonces ¡cosa increible! bendecian los naturales la dominacion estrangera, y era su yugo mucho mas suave que el de los hijos de la misma España convertidos en tiranos.

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Tolerancia de

Distribuyó el monarca los principales destinos entre los que mas habian descollado en la faccion, concediendo la capitanía general de Castilla al baron de Eroles, la de Valencia á don Felipe Saint March, y la de Castilla la Vieja á don Distribucion Carlos O'donell. Confirióse la embajada de Francia de los destinos, al duque de San Carlos, y la de Rusia al conde de la Alcudia, famoso por su destemplanza y espíritu reaccionario: el conde de Miranda obtuvo la mayordomía mayor, el duque de Montemart la presidencia del Consejo supremo de Indias, y el del Infantado la comandancia de la guardia real y la presidencia del Consejo de Castilla, que por su renuncia pasó á manos de don Ignacio Martinez de Villela.

Dejamos al sin ventura Riego encerrado en Andújar, donde le habian conducido los franceses para libertarle del furor popular de la Carolina. No tardó la regencia realista en reclamar al reo bajo pretesto de que habia caido en manos de los españoles; y el general francés vizconde FoissacLatour entregó la víctima á los verdugos sin oponer la menor resistencia. Guardado por fuerte escolta don Rafael del Riego, y echado en un miserable carro al lado de sus compañeros de infortunio, tuvo que atravesar el largo camino de Andújar á Madrid entre las amarguras y tribulaciones de una muerte mil veces creida y deseada. El frenético vulgo, atumultuado en todos los pueblos del tránsito, presentó la imagen de un motin conTrabajos de tinuado, que tomando principio en Andújar no se Riego.

apagó ni en la corte misma donde residia el gobierno. Llenaban de dicterios á los infelices presos, apedreábanlos con la mayor inhumanidad, los escupian y golpeaban, y en Valdepeñas tuvo la escolta que luchar á brazo partido con los amotinados para librar á Riego la vida. De este modo lle

garon al puente de Toledo de Madrid el 2 de Octubre, víspera del dia en que se recibió la noticia de la libre salida del rey; y sin tocar en la villa y corte, donde hubieran sido despedazados por el fanático vulgo, los condugeron por las afueras al Seminario de Nobles. Trasladáron los despues á la carcel pública, y en 27 del mismo mes se vió en la sala de alcaldes la causa formada contra aquel que meses antes habia sido apellidado héroe quizás por los mismos que ahora ansiaban beber su sangre.

Limitábase la acusacion fiscal, son sus palabras, "al horroroso atentado cometido en calidad de diputado de las llamadas Cortes votando la traslacion del rey y su real familia á la plaza de Cádiz, violentando la real persona, y llegando la traicion al estremo de despojarle de la precaria autoridad que la rebelion le permitia:" por cuyas razones, y en virtud del real decreto de 23 de de Junio, pedia la pena de horca y desmembramiento del cadáver, colocando la cabeza en el pueblo donde en 1820 dió el grito de libertad, y los pedazos del cuerpo en Sevilla, isla de Leon, Málaga y Madrid. Los magistrados pronunciaron la sentencia siguiente: "Se condena á don Rafael del Riego en la pena ordinaria de horca, á la que será conducido arrastrado por todas las calles del tránsito; en la confiscacion de todos sus bienes para la Cámara de S. M., y asimismo en las costas del proceso."

El 5 de Noviembre á las diez de la mañana notificaron á Riego la cruel sentencia, y en el acto le colocaron en la capilla de los reos condenados á muerte. Si en el transcurso de su carrera política no habia desplegado el general los talentos y la cordura que exigia el elevado carácter que deseaba representar en las revueltas de su

Sentencia.

1823.

patria, habia ostentado al menos un valor á toda prueba. Mas el arrojo del campo de batalla no es aquella constancia filosófica que se requiere para padecer y despreciar el dolor, para esperimentar sin horrorizarse las prolongadas agonías de una muerte que se siente venir á pasos contados. Debilitado por los padecimientos fisicos y morales, aterrada la imaginacion con aquel cuadro de peDesaliento. ligros y de humillaciones que le saltearon durante su amarguísimo viaje, Riego habia perdido la fuerza de ánimo necesaria para mirar de cerca el fin de la existencia entre los lúgubres pronósticos y amenazas de los frenéticos frailes. Entregóse pues en la capilla no á los dulces consuelos de la religion, sino al desaliento, y púsose en manos de sus enemigos, que le armaron mil redes para degradarle y envilecerle. Un generoso estrangero le facilitó á costa de riesgos el medio de morir dignamente y lo rehusó: copió de su puño y letra la noche del 6 una especie de declaracion dictada por su confesor, en la cual se declaraba culpable y pedia perdon por sus delitos cometidos en la época pasada; el lector la ha(Ap. lib. 12. lará en el apéndice de este libro (*). Arrastrado en una mísera estera, besando de contínuo la estampa que llevaba en la mano, abatido y moribundo, llegó al patíbulo el general don Rafael del Riego, imprimió sus labios en los escalones de la horca, y espiró entre los víctores al rey absoluto en que al tiempo de la ejecucion prorumpió para escarnecer su muerte la desapiadada muchedumbre.

núm. 5.)

Ejecucion.

Condenado por una ley posterior al delito de que le acusaban, pues votó la traslacion de la familia real el 11 de Junio y aquella se espidió el 23, escudado con la inviolabilidad de diputado, murió inocente, y lejos de parecer al pueblo su

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