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jada de la sangre que tan bárbaramente derramaron. La culta Europa se horrorizó con la muerte de Ripoll: en Francia llenaron de maldiciones á sus verdugos, y la prensa inglesa denunció al mundo tan execrables actos. Esta fue la última llamarada del santo oficio en España, y el postrer rugido de la intolerancia religiosa.

1824.

rcalistas,

La parte moderada del ministerio, que no dormia porque sus plantas hollaban la lava del volcan, y porque observaba el desenfreno de los voluntarios realistas que seguian atropellando á los hombres pacíficos y sobreponiéndose á los tribunales, conoció que sin enfrenar su desenvoltura y aherrojarlos al pedestal de la ley no lograria cortar la cabeza de la hidra de la anarquía. El ministro de la Guerra Cruz dió pues con fecha de 28 de Febrero un decreto que trataba de la organizacion de aquellos cuerpos, acompañando el reglamento á que habian Reglamento de sujetarse, y que prescribia sus obligaciones y las de voluntarios cualidades de que debian estar adornados para vestir el uniforme realista, y para ascender á oficiales. Juntamente con este decreto se circuló á los gefes de los voluntarios una falsa real orden, manifestando que los franceses habian violentado al rey para que firmase aquel decreto, y que su deseo era que no le obedeciesen, ni se sujetasen al reglamento cuyas bases destruían hasta las raices de tan beneméritos cuerpos (*). Autorizaba la referida (* Ap. lib. 12. orden el coronel comandante de los realistas de la num. 8.) corte don José Aymerich, quien en 14 de Abril dió á la prensa un manifiesto desmintiendo que fuese suya la firma, y asegurando que habia sido suplantada (*). No obstante las protestas del general, y la oscuridad que envuelve los acuerdos de un conciliábulo secreto, tenemos motivos para afir mar que el gefe de los voluntarios estampó verdaderamente su rúbrica, y que lo verificó en virtud

(Ap. lib. 12.

núm. 9.)

1824.

Exequias de Vinuesa,

de un plan resuelto por los apostólicos para enardecer los ánimos y conseguir el trastorno que deseaban. Lo cierto es que el reglamento no solo no se puso en práctica, sino que andando el tiempo se alteró y modificó esencialmente, y el autor de la supuesta orden del monarca no cesó de obtener ascensos y honoríficos cargos, hasta sentarse en el alto puesto que ambicionaba.

El orgullo pues del realismo esterminador creció y redobló sus infernales trabajos con la circular de su gefe; y la fama pública señalaba el 19 de Marzo como el dia destinado á degollar en una misma hora y en todos los puntos á los que gozaban opinion de liberales. Gloriábanse de antemano los voluntarios realistas hablando misteriosainente de próximas venganzas; y los buenos ciudadanos, inquietos y desasosegados con tales amenazas, y observando en la ardorosa plebe deseos de secundar el movimiento para llegar al pillage y al saqueo, huían unos de su pueblo natal, otros escondian sus riquezas, y todos vivian temblando de que sonara la hora anunciada. Ignoramos las causas que estorbaron la esplosion de la mina; ora faltase á los apostólicos algun resorte con que contaban, ora retrocediesen á la vista del abismo de crímenes en que iban á lanzarse, lució la bonanza en un dia que tan tempestuoso pregonaban.

Celebráronse en Madrid magníficas exequias en honor de don Matías Vinuesa, sacrificado en 1821 por el partido revolucionario que estrelló con sus escesos la nave pública contra el escollo donde ahora yacía destrozada y presa de las facciones; y los reyes permanecieron en el balcon de palacio mientras pasó la pompa fúnebre. Tras esto salió el 27 de Marzo la familia real para Aranjuez, de donde se trasladó el 9 de Abril á Toledo para asistir á las ceremonias religiosas de la Semana Santa,

como deseaba la reina Amalia, y tributar este testimonio de gratitud al cabildo por los pasados servicios. El dia 11, constante el rey en su plan de hipocresía y de mantener la ignorancia general, dió el decreto de prohibicion absoluta de libros estrangeros sin la previa licencia del Consejo para introducirlos en España.

en Toledo.

El Domingo de Ramos concurrió la augusta La familia real familia á la procesion con palmas en la mano, y permaneció en el templo durante los divinos oficios. Al observar á Fernando escuchando los cánticos sagrados, acompañando el Jueves Santo con la vela encendida el divino caliz, seguido de los generales franceses, de los embajadores y de los grandes de su corte, visitando las estaciones rodeado de los oficiales realistas, ó halagando el Sábado de Gloria al corderito que por antigua usanza le presentaron los canónigos, no vemos á un monarca religioso rebosando en sentimientos de damiracion al Criador del universo, sino á un príncipe solapado é hipócrita que convierte la religion en instrumento de sus pasiones ambiciosas. El teocrata don Victor Saez, que residia en Toledo esperando las bulas del Sumo Pontífice, recibió á SS. MM. en la Academia de nobles artes de que era director; tambien visitaron los reyes la cueva de Santa Leocadia y la preciosa biblioteca del cabildo, donde examinaron el bellísimo devocionario que usaba el emperador Carlos V; las poesías manuscritas que compuso don Alonso el Sabio, y los libros de devocion escritos en carácter talmúdico sobre hojas de palma. En la catedral tuvieron en sus manos la espada que don Alonso VIII esgrimió en la batalla de las Navas de Tolosa, y el cuchillo con que el rey Recaredo cortó el velo á Santa Leocadia cuando se levantó del sepulcro, segun refiere su

historia. Sensible debe sernos no poder referir los pensamientos que sobre tales reliquias asaltarian en secreto la imaginacion del monarca cuando paseando despues por las alamedas hermosas de la Peraleda, que refleja en sus cristales el deliciosísiino Tajo, se entregase á sus propias reflexiones, porque sería un rayo de luz que aclararia su carácter. El 24 de Abril regresó la familia real á Aranjuez, saliendo de Toledo entre el clamoroso entusiasmo de los voluntarios realistas tendidos por las calles.

Abriéronse las Cámaras en Francia, y Luis XVIII se glorió de los triunfos que su ejército habia conseguido en España domando el carro de la revolucion, y los diputados se felicitaron con el monarca por los laureles arrancados en un suelo que tan áspero y espinoso habia sido para las huestes imperiales. Pero la tribuna de las Cámaras no tronó como debia contra los escesos y las horrorosas proscripciones que devastaban un pais donde las bayonetas francesas habian ahogado la libertad en vez de la licencia, y donde habian derrocado un partido para levantar otro mas cruel y sanguinario. Ni en la libre Inglaterra, cuyo parlamento habia tambien comenzado sus tareas, alzó su elocuente voz con la energía què era de esperar el ministro Canning: es verdad que los radicales y algunos generosos diputados condenaron la anarquía que despedazaba nuestra patria, pero no se trató del remedio, y contentáronse con pagar aquel homenage de justicia á las luces del siglo. Ocupaba á los ingleses y á su gobierno la importante cuestion del reconocimiento de la independencia americana, porque las colonias españolas habian ya roto el último eslabon de la cadena, y el despotismo del monarca español no convidaba ciertamente á volver al yugo. El gabinete de la Gran Bretaña, comenzando por anudar sus relaciones mercantiles,

vino por fin á reconocer la libertad de! Nuevo Mundo, seguro de que no contaba España con los elementos necesarios para reencarcelar los vientos de la revolucion, una vez abierta la cueva donde estuvieron encerrados. El camino que restaba entonces á la nacion española era sencillo. Cimentar sobre recíprocas ventajas el comercio de la metrópoli con las colonias sancionando su independencia; hermanar con estos lazos ambos paises; libertarse de una parte de la inmensa deuda que la abrumaba, y que los americanos se hubieran obligado á pagar, é impulsar por todos los medios su agobiada agricultura y su moribunda industria. La Inglaterra envió á España comisionados para tentar un acomodamiento entre la metrópoli y las colonias; pero Fernando no queria dar oidos á semejante proyecto, y parecíale tan facil la reconquista de América y el esterminio de los que apellidaban libertad como le habia sido volver á empuñar en España su cetro de hierro.

1824.

El príncipe don Pedro, emperador del Brasil, habia dado una Constitucion á su imperio, y con- Sucesos de Pormovidos con esta nueva los realistas portugueses, á tugal. cuya cabeza se hallaba el infante don Miguel, fraguaron una conspiracion para obligar al rey á plantificar el terror, y á regar con abundante sangre el suelo de la Lusitania. Amaneció el 30 de Abril, y puestas sobre las armas todas las tropas de Lisboa, salió de palacio el infante y se colocó á su cabeza: acto contínuo ordenó el arresto arbitrario de los ministros, de algunas personas de la servidumbre real, y de numerosos individuos de todas categorías, con los cuales llenó las cárceles de inocentes y beneméritos ciudadanos. Rodeó el regio alcázar con gente armada, convirtiéndolo en una especie de prision, é impidiendo la entrada y aun la comunicacion con el monarca por un largo es

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