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Abandonaron los reyes los deliciosos jardines 1821. de Aranjuez el 19 de Junio, y trasladáronse á Madrid, donde permanecieron hasta el 5 del siguiente Julio, en que salieron de la villa para los baños de Sacedon. Habia caido en Francia del ministerio de negocios estrangeros el vizconde de Chateaubriand, que tanto habia trabajado para que Fernando se rodease de consejeros moderados y templase el furor de los partidos. El monarca español, viéndose desembarazado de sus consejos, y estimulado por los apostólicos, exoneró al conde de Ofalia en 11 de Julio de la secretaría de EsZea Bermu- tado, y nombró en su reemplazo á don Francisco dez ministro. Zea Bermudez, embajador en la Gran Bretaña. Contribuyó á este nombramiento el secretario don Antonio Ugarte, poniendo en juego su influjo y el de la infanta doña Francisca á impulsos del embajador ruso Mr. Oubril, que acababa de presentarse en la escena. El blanco de la urdida trama era sustituir á la influencia francesa, representada por el conde de Ofalia, la preponderancia rusa, cuyo admirador suponian al nuevo secretario de Estado. Mas Zea Bermudez, á pesar de sus relaciones y deferencia á la corte del autócrata Alejandro, profesaba principios de templanza y de justicia, y declaróse enemigo de la reaccion y de las venganzas. En Sacedon espidió S. M. el 1.o de Agosto el decreto que prohibia las sociedades secretas, aplicando la amnistía únicamente á los individuos fracmasones ó comuneros que se presenEspontanea tasen espontáneamente á solicitarla de las autoridades, señalando la logia ó sociedad á que hubiesen pertenecido y entregando sus diplomas, insignias y papeles." En el artículo décimo prescribíase que todo empleado antes de tomar posesion de su destino jurase no pertenecer ni haber pertenecido á sociedades secretas, "ni reconocer el ab

mientos.

surdo principio de que el pueblo es árbitro de variar la forma de los gobiernos establecidos." Causa de escándalos y perjurios, porque puesto el hombre en la alternativa de prestar el juramento ó perder su subsistencia, cedia á la espuela de la necesidad que lo aguijoneaba, y perjuraba vilmente. Mas adelante, en 25 de Setiembre, mandó el rey que los masones y comuneros se espontaneasen ante los obispos ó sus delegados. Era este el buscapie para sistematizar las proscripciones, porque como la delacion de los compañeros teníase por circunstancia precisa, resultaba una cadena de reos que nunca se terminaba. El 7 de Agosto restituyéronse los reyes á Madrid, siendo recibidos por los infantes que habian permanecido en la villa.

El ministro de Hacienda habia por fin logrado establecer el orden de dirigir, administrar, recaudar, distribuir y llevar la cuenta de las rentas del Estado; pero la pobreza y el agotamiento del erario no podian remediarse sino con el trans. curso del tiempo. Buscando en todas partes medios para aumentar los productos, dispuso en 31 de Julio suspender por dos años la provision de las prebendas eclesiásticas, no obstante el grito que alzaron los apostólicos contra semejante medida. Habíase recargado al pueblo, como insinuamos en otra parte, con la contribucion de paja y utensi lios para satisfacer los millones malversados por las regencias realistas, y los gastos de la ocupacion francesa; y temíase el acrecentamiento de tributos. El distinguido literato don Javier de Burgos, que gozaba el favor de Fernando, era comisario de la caja de amortizacion de España en París, y tenia el encargo de contratar un empréstito que sacase al ministerio español de las agonías que le agobiaban. Y habiéndose quejado en comunicacio

1824.

Representa

al rey.

nes anteriores de los obstáculos que oponia al desempeño de su comision la marcha del gobierno, é indicado la necesidad de adoptar otra mas conforme al espíritu del siglo, el secretario de Hacienda previno á Burgos que hiciese mas esplícitas y categóricas sus indicaciones. Entonces el comisario, armado de un valor muy raro cuando se habla á un tirano y peligra la dulce existencia, y muy comun cuando se adula al vulgo y se escala el poder en alas de la lisonja, escribió á Fernando aquella elocuente y osada esposicion, que á pesar de la policía se difundió por el reino entero en miles de copias. Proponíase Burgos resolver las siguientes cuestiones: 1. Aquejan á la España males gravisimos? 2. ¿Bastan á conjurarlos los medios empleados hasta ahora? 3. Si para lograrlo conviene emplear otros, ¿cuáles son estos?

No podemos ofrecer á nuestros lectores una pintura mas brillante de la época que describimos, que la que resulta de los hermosos párrafos que vamos á copiar del escrito anunciado.

"De vuestra corona, señor, se han desgajado cion de Burgos los dos florones inagníficos con que Cortés y Pizarro adornaron la de Carlos I. Quince millones de súbditos cuenta hoy menos la monarquía española que contaba en 1808. El pabellon de los insurgentes de Méjico tremola en fin sobre las almenas de San Juan de Ulúa, y es de temer que el de los insurgentes del Perú ondée en breve sobre las del Callao. Al tráfico inmenso que alimentaban con la metrópoli tan vastas posesiones, ha sucedido un cabotage mezquino, turbado todos los dias por los piratas de aquellos mismos paises, que deben á la España las artes de la paz y los beneficios de la civilizacion. La multitud de objetos preciosos y esclusivos de cambio que reuníamos en territorio de una estension de 60 grados al norte y al sur de

la línea, es reemplazada con una corta porcion de sacos de lana, ó de pipas de vino ó de aceite, que son hoy nuestros únicos artículos de esportacion. Cádiz, ese emporio del comercio del mundo, cuyas aduanas solas, al subir al trono vuestro augusto padre, daban al tesoro real de ciento veinte á ciento cuarenta millones por año, y el tercio á lo menos de la misma suma cuando reducida á sí misma desafiaba desde sus invencibles murallas el mayor poder de los tiempos modernos; Cádiz, señor, es hoy un presidio, de donde se apresuran á emigrar todos los que pueden realizar sus capitales, paralizados por la ocupacion estrangera, y por la emancipacion de nuestras colonias. Barcelona, esa segunda ciudad del comercio, que multiplicando los productos de su industria fabril, y aprovechando los de su industria agrícola, equilibraba las ventajas que debia Cádiz á su posicion, está en una situacion casi semejante. El comercio de los demas puertos del reino yace en una estancacion completa, de que nadie prevée el término, mientras una voluntad eficaz é ilustrada no remueva los obstáculos que los errores y las pasiones oponen á su prosperidad.

Y mas adelante:

er Estos males son sin duda graves; pero, señor, hay otro que es tanto mayor, cuanto no todos le reputan mal. Este es el cancer que devora la monarquía, y sin cuya estirpacion ningun poder humano basta, no digo á restablecer su esplendor, pero ni á prolongar su existencia. V. M. adivina sin esfuerzo que hablo de la discordia. A mí, que miro como la primera necesidad el sofocarla, no me toca decir de qué manera empezó á agitar sus teas entre nosotros, ni cómo los errores ó las pasiones han alimentado el incendio violento que ellas ocasionaron. Misionero de paz, sin la cual no

hay prosperidad ni ventura, yo disculpo á los autores de las proscripciones sucesivas que en nuestros dias han afiigido y desolado la España; pero como son la calamidad peculiar de esta época, no es posible, al enumerar nuestros males, dejar de insistir sobre ella. En 1808 era el pueblo quien proscribia, y no siempre podia la autoridad oponerse á sus decisiones tumultuosas. Mas tarde el gobierno central proscribia á los que obedecian al hombre que la fuerza de las armas habia sentado sobre vuestro trono. Mas tarde, el que disponia de la fuerza de aquellas armas proscribia á toda la España adicta a vuestro gobierno, en las personas de los diez mas ricos y mas ilustres españoles que habian emigrado á Cádiz. Por el misino tiempo se proscribia en Cádiz á todos los que ejercian empleos en las cinco sestas partes de la Peninsula ocupadas por los franceses. En 1814, en la época de la reconciliacion universal, cuando todos los soberanos de Europa pactaban en París por un tratado solemne el olvido de lo pasado, la España no disfrutó de este beneficio, que obtenido habria evitado quizá la fatal reaccion de 1820. V. M. sabe que en las luchas políticas no hay mas que un paso de la proscripcion á la apoteosis, ó lo que es lo mismo, de la carcel al poder. Esperimentando en sí mismos la verdad de esta máxima, los hombres de 1820, llevados en triunfo desde sus destierros á la capital del reino, la olvidaron sin embargo, y empezaron su nueva carrera proscribiendo primero á sesenta y nueve de sus colegas antiguos, y despues á muchos que en otros tiempos se distinguieron por una lealtad señalada á su monarca. La reaccion, que sigue siempre á las proscripciones, sobrevino, y la restauracion prometió dias mas serenos á la España.

» Pero, señor, proscripciones nuevas vinieron

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