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el barniz de la inocencia. A la formacion del ejército de observacion siguió una circular de la secretaría de la Guerra, en que el monarca ofrecia

permanecer neutral y no tomar parte en ningun acto hostil contra Portugal, evitando de este modo compromisos con aquel pais y con su aliada la Gran Bretaña." Hablaba en seguida la circular "de cierta tendencia de hostilidad moral" que se suponia en las provincias fronterizas, y del caso en que las tropas inglesas ocupasen algunos puntos de Portugal, que era entonces la general creencia. Y al propio tiempo que el gobierno encomiaba en ella á los ingleses, amenazábalos con que Fernando se pondria en un caso al frente de su ejército, y escitaria el denuedo y constancia de los castellanos; señales claras del pavor de los ministros españoles, combatidos ahora por encontrados vientos.

Amenazas á Inglaterra.

Porque á mas de las nubes que empañaban el cielo lusitano, oscurecíase tambien la atmósfera política á la otra parte de los Pirineos. En las discusiones de los diputados franceses sobre la ley represiva de la libertad de imprenta las pasiones se habian mostrado tan enconadas, que asustado Carlos X tuvo que retirarla para no perecer en la tormenta. El pueblo de París se entregó á la alegría, y el rey, queriendo aprovechar aquel momento de embriaguez, pasó revista á la guardia nacional. Apenas se presentó Carlos á la vista de los ciudadanos armados, llenaron estos el aire con anatemas contra los opresores y los Jesuitas, cuyo impolítico Francia. restablecimiento meditaba ó toleraba aquel gobierno. El monarca, creyendo mancillada su corona con el tumulto de voces y de improperios que escuchó, licenció la guardia nacional, con cuya vigorosa medida aunque reprimió por entonces á los descontentos, acrecentó su odio y preparó las futuras tramas. La muerte del célebre Canning en la flor de sus

Sucesos de

1826.

dias, y cuando mas necesario era á la libertad del mundo, sumió en el dolor á los buenos ingleses; pero ya en 6 de Julio de este año se habia concluido entre la Gran Bretaña, Francia y Rusia un tratado para la pacificacion de la Grecia, y su independencia quedaba asegurada desde aquel dia. Asi caminaba la Europa á la perfeccion social y á la humana regenaracion, mientras España se consumia en una especie de fiebre lenta, aterrada con los progresos de sus vecinos, y trabajada por la hidra de la discordia, que roía su corazon.

El ministerio francés en medio de su resistencia á las opiniones liberales veía con ojos imparciales el estado lastimoso de la Península española, los peligros de una guerra civil á que esponia á la misma su vecindad con el reino lusitano, y pensaba que el medio único de atajar el daño era que Fernando modificase su gobierno y concediese algun desahogo al oprimido pueblo imitando al emperador don Pedro. Fernando, aunque respondia al embajador francés y á las notas que pasó el gabinete de las Tullerías en aquella época con la sagacidad que le era natural, irritábase sin embargo con ellas porque aborrecia á los liberales, y en su pequeño corazon no cabia la grandeza de perdonar las ofensas. Observemos detenidamente el doble juego que empleó para librarse de embarazos sin comprometerse ni figurar directamente en este drama digno de Maquiavelo.

Fernando tenia en los conciliábulos realistas y Espías del rey. en el cuarto de su hermano espías fieles y entusiastas de su persona que le contaban cuanto pasaba, y los individuos de que se componian las juntas. Por consiguiente el monarca no ignoraba la tendencia que en ellas habia á un levantamiento á favor del santo oficio y contra los liberales, mucho inas ahora que estimulaban á los realistas exaltados

la Constitucion de don Pedro y la salida de los suizos de Madrid, que habian regresado á Francia, y que por lo tanto no podian hostilizarlos. Habló pues el rey á los primeros amigos de la reaccion de la política que quizás tendria que seguir obligado por las notas del gabinete de las Tullerías, lo cual equivalia á abrirles los ojos para que se apresurasen á impedirle semejante rumbo.

Las palabras oscuras de Fernando, pronunciadas como por acaso, inflamaron á los cortesanos, que las interpretaron en distintos sentidos: en el cuarto del infante don Carlos dominó la opinion de que el rey por su natural cobardía cederia al miedo y comprometeria al partido realista. Las sociedades secretas resolvieron pues oponer resistencia y correr á las armas en hostilidad abierta, llevando esta vez á cima el proyecto que abortó cuando dió el grito de rebelion don Jorge Bessieres. El rey para mayor incentivo del realismo exaltado le halagó cual si temiese su poder: en Enero de este año habia mandado que todas las comisiones se desempeñasen por ilimitados, y que á cada compañía se aumentase un subteniente en los cuerpos de infantería, preferiendo á los oficiales que procediesen de las filas del estinguido ejército de la fé; y en Febrero, que se llevasen á efecto los decretos sobre arbitrios para la organizacion de voluntarios realistas. Tambien en 18 de Julio mandó que se antepusiese á los comandantes de voluntarios realistas para las comisiones de apremio.

En tales decretos los partidarios de la inquisicion no veían sino otros tantos premios á su inérito y á sus servicios; y parecíales que Fernando, ingrato con ellos, los engañaba con aquellas mues→ tras de cariño. Por otra parte dilatábase y se estendia por toda España la fama de la santidad y rectitud de don Carlos, hombre religioso de buena

1827.

Federacion de

1827.

fé, que en el palacio y en la iglesia edificaba con su fervor y con su piedad. La administracion de su casa era un modelo de economía y de orden; pero su carácter, honroso en un ciudadano particular, llevaba en sí los gérmenes de la destruccion de la monarquía si se hubiese sentado en el solio, porque el fanatismo es inseparable de la tiranía y de la intolerancia. La infanta doña Francisca su esposa le empeñaba en el plan de destronar á su hermano sin declararle el objeto, y sin que el infante creyese que trabajaba por otra causa que la de afianzar en el solio á su querido Fernando destruyendo á los enemigos de la religion. Preciso es repetirlo una y mil veces en honor de la verdad, única guia de nuestra pluma: nunca don Carlos, mientras existió su hermano, dió un solo paso para empuñar el cetro; y al contrario se opuso con religiosa confianza á las tentativas de sus amigos. Pero alentábalos la ambiciosa doña Francisca, y las tramas urdidas se tendian por el reino entero, pendiente de la mano de don Carlos el hilo que las anudaba todas, y que su consorte le hacia sostener en nombre de la religion, que tanto amaba el príncipe alucinado.

La llamada federacion de realistas puros, que realistas puros. era la sociedad del Angel esterminador, habia circulado desde principios del año un manifiesto "sobre la necesidad de elevar al trono al serenísimo se(Ap. lib. 13. ñor infante don Carlos (*): y el ministerio fulminúm. 3.) nó su anatema contra dicho libelo en 26 de Febrero, atribuyendo Calomarde su invencion á los españoles refugiados en Gibraltar. Reíase Fernando de las tentativas de los exaltados, porque conocia los medios con que contaban; porque leía el corazon de su hermano; porque por medio de sus espías podia destruir de raiz sus quimeras, y porque entonces veníanle de perlas aquellos insensatos

1827.

á recibir á los

realistas.

proyectos para negarse á la demanda de las Tuilerías. Continuaba pues el sistema de rigor con los liberales y de lenidad con los sectarios del santo oficio, y complacíase en alentarlos con su blandura y sus halagos. En 1.° de Marzo la brigada de voluntarios realistas, compuesta de tres batallones de infantería, cuatro piezas de artillería y un escuadron de caballos, se encaminó al Pardo. Fernando salió á pie á media hora del Sitio en compañía Fernando sale del inspector á encontrar la columna, y los infantes don Carlos y don Francisco se adelantaron hasta la mitad del camino, distinguiéndolos asi con honores nunca dispensados al ejército por la familia real de España. Despues de haber evolucionado en presencia de los reyes comieron los realistas bajo de una especie de pabellones, y Fernando y Amalia recorrieron las tiendas asistiendo á la comida y probando los ranchos. El monarca, que siempre fue amigo del aura popular, creía gozarla hablando familiarmente con aquellas heces de la democracia, y envileciendo el manto real, que desde entonces ha sido juguete del ardor de pasiones encontradas. Únicamente quedaba á los conspiradores el freno de la policía, porque Recacho habia descubierto sus talleres, y aunque sumido ya en la desgracia execraban su memoria. En 1.o de Agosto para romper el único dique que se oponia á la inundacion, Calomarde refundió la policía en su ministerio de Gracia y Justicia, encargando las subdelegaciones de las provincias á los regentes y oidores, bajo pretesto de que los realistas descontentos se habian declarado contra ella.

Desembarazados los partidarios del santo oficio de las ligaduras que los detenian corrieron apresuradamente á la lucha, y encendióse esta en la provincia de Cataluña, donde todos los que ha

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