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Penetraron en el pueblo los cabecillas Jep dels Estanys, don Agustin Saperes, alias Caragol, Abres, conocido por Pijola, al frente de sus somatenes, y atacaron las casas consistoriales, que defendió la guardia del principal hasta que la orden del comandante del cuerpo mandó que se entregase. Desarmaron á veinte y cinco oficiales, reclutaron varios quintos del último reemplazo, alistaron en sus banderas á los facciosos licenciados de 1823, saquearon la casa del gobernador, á quien tuvieron arrodillado para fusilar, espulsando á puntapies del lecho donde yacía á su desolada esposa. Tras esto sumieron en la carcel á cuantos reputaron enemigos de sus planes, y todas las mañanas á la voz de mueran los negros, viva la religion, obligábanlos á barrer la plaza pública con un cántaro y una escoba en las manos. El desenfrenado vulgo, fanatizado por los frailes, insultaba á aquellos infelices llenándolos de denuestos, y hasta las mugeres convertidas en horribles harpías se abalanzaban á ellos y desgarraban sus vestidos.

Al dia siguiente, 28 de Agosto, crearon los sediciosos una especie de gobierno que rigiera el Principado con el título de junta provincial, presidida por el referido Caragol, y cuyos individuos eran el reverendo doctor don José Quinquer, domero mayor de aquella catedral; el reverendo padre predicador fray Francisco de Asis Vinader, religioso mínimo; el doctor don Magin Pallas, síndico del ayuntamiento, y don Bernardo Senmarti, regidor del mismo cuerpo. Erigida en poder la teocracia, y encargados de la administracion y gobierno del Principado los hombres furibundos, dieron las órdenes mas absurdas y opresoras y esparcieron proclamas y escritos de sangre y de venganza, entre ellos un manifiesto del ayuntamiento digno de figurar en las actas de la revolucion fran

1827.

Junta de Manresa.

cesa. Igual levantamiento se verificó en Vich para auxiliar la entrada de los agraviados, y repitiéron. se las escenas de Manresa sembrando el pavor entre los ciudadanos pacíficos y atropellando las personas y las propiedades.

Hirió los oidos de Fernando la nueva de aquel imponente alzamiento y de tantos trastornos y revueltas, y su cobarde corazon tembló, no obstante el conocimiento que tenia del origen del daño. Al punto espidió dos decretos licenciando los cuerpos de voluntarios realistas de Vich y de Manresa, y mandando se procediese contra los que habian firmado el manifiesto y prestado auxilio á los revoltosos. Decia tambien el rey que hasta entonces habia empleado la dulzura y que en adelante usaria del rigor, porque donde solo habia visto el alucinamiento veía ya la sedicion.

Mientras ardía Cataluña saltaban chispas en distintos puntos de la monarquía. La audiencia de Zaragoza anunciaba en 20 de Setiembre que se mulChispas en tiplicaban las tentativas para levantar el Aragon, y Aragon.

1827.

principalmente el corregimiento de Alcañiz. Tambien en los contornos de Vitoria lanzó el grito de rebelion don Asensio Lausagarreta; pero cayó en poder de los soldados del rey: igual suerte sufrió don Luis Escudero, que en Castilla robaba y saqueaba á la voz de mueran los negros. En la ribera derecha del Ebro el general de Valencia don Francisco Longa, que con su prudente política tenia á raya á los exaltados, desbarató las bandas que alli vagaban capitaneadas por el comandante general José Balda y otros oficiales. Es digno de notarse un Rasgo sagaz rasgo del general Longa, merecedor de alabanza en las espinosas circunstancias en que ejerció el mando. Sabiendo que debia estallar en la provincia un movimiento sedicioso quiso sufocarlo en su cuna, y antes de salir de Valencia llamó á los prin

de Longa.

cipales corifeos del partido furibundo que desde aquel centro agitaban la rebelion. Citados todos para una hora misma y sin conocimiento de causa dispuso que le acompañasen en su viaje pacificador, sin darles tiempo para que tomasen medidas de ninguna clase. Llevándolos á su lado y á su vista estorbó que ejecutasen sus planes, y consiguió ahogar antes de su nacimiento la intentada revuelta. No debemos pasar en silencio que al propio tiempo que los conducia mal de su grado al fin político que se habia propuesto los llenaba de obsequios, tratándolos con la esplendidez que le era natural.

Los agraviados hartábanse de venganza contra los que ellos llamaban liberales, que eran todos los que por su industria ó por sus riquezas vivian en el seno de la abundancia y no se habian pronunciado partidarios suyos. Asi es que las personas ricas de los pueblos se fugaban á Barcelona, donde rebullia tanto gentío que en 17 de Setiembre el ayuntamiento ordenó que no se alojasen en las casas mas individuos los que buenamente cupiesen, y que se cuidase del aseo y de la limpieza, pues no obstante la estacion temíase un contagio.

que

Lejos de disminuir su furia el incendio adquiria de punto en punto mayor incremento, y el monarca hispano arrepentíase de no haber cortado sus llamas al nacer. El embajador francés tenia contínuas conferencias con el rey; y los demas representantes de las naciones estrangeras estaban en contínuo movimiento: en tan críticos instantes llegó un correo con la noticia de que los agraviados divulgaban en los pueblos donde entraban que aburrido Fernando de las tribulaciones que habian trabajado su vida desde niño iba á abdicar la corona en el infante don Carlos, modelo de religion y de odio á los liberales. En política los eslabones de la cadena

1827.

Acumulamiento de gentes en Barcelona.

1827.

se tocan y enlazan, y de la abdicacion propalada á la proclamacion del infante solo mediaba un paso. Fernando pues anunció el 18 de Setiembre en un decreto "que queriendo examinar por sí mismo las causas que habian producido las inquietudes del Principado de Cataluña, y persuadido de que su real clemencia contribuiria poderosamente al restablecimiento de la paz en aquella provincia, habia resuelto pasará la plaza de Tarragona." Al dia siguiente mandó que el corregidor de Madrid se encargase de la superintendencia general de policía, pues el ministro Calomarde debia acompañar á S. M. en el viaje con el encargo de darle cuenta del despacho de todos los ministerios.

El astuto secretario de Gracia y Justicia amaba á don Carlos y pasaba por una de las cabezas de su partido; pero opinaba como el conde de España y otros corifeos del realismo, que mientras existiese Fernando, cuya vida no debia ser larga á juzgar por sus achaques, era muy aventurado ensalzar al solio al infante. Habia favorecido la insurreccion en el sentido teocrático, y para el fin único de restablecer el santo oficio; conocia que ni Francia ni Inglaterra tolerarian el destronamiento del actual monarca, y que los franceses ocupaban todavía las plazas fuertes de Barcelona, Pamplona y Cádiz. En vista de tau poderosas razones su dictámen era poner fin al levantamiento con tanta mesura que no quedase destruido el partido carlista; pero haciendo desaparecer rápidamente los pocos cabecillas iniciados en el principio de la rebelion y sabedores de las manos que la habian atizado, para que no comprometiesen á los altos personages de la Corte. Antes de salir el rey de palacio las sociedades espidieron circulares para apagar la encrespada hoguera, y Calomarde contó con la certidumbre de su doble victoria.

Fernando partió de San Lorenzo con estraordinaria velocidad, llevando consigo y en su mismo coche al ministro Calomarde: la cándida Amalia en su despedida (*) dijo á su augusto esposo:

Calma de los partidos el furor:

y agrada tambien en los labios de una reina abso-
luta hablando de los españoles:

De su sangre una gota es mas preciosa
Que cuanto llanto pueda yo verter.

En tres dias recorrió el príncipe el largo camino que media de San Lorenzo á la deliciosa huerta de Valencia, y en Ginet recibió á las autoridades de aquella ciudad y á su arzobispo y cabildo eclesiástico, que le presentaron el regalo de cuatrocientas onzas de oro para sus urgencias. Al rayar el dia 26 atravesó rápidamente Valencia, donde de antemano se habia prohibido con pena de la vida gritar viva el rey absoluto, porque habia sospechas de que los realistas exaltados proyectaban cortar los tirantes á los cabaHos y apoderarse del rey para inclinarlo de grado ó fuerza á la reaccion de los agraviados. El príncipe se negó primero á pasar por la ciudad, y solo accedió á la demanda de las autoridades cuando estas se constituyeron garantes de la pública tranquilidad. Al atravesar el Ebro en Amposta ambas riberas se veían coronadas de gente que saludó con entusiasmo al que venia á pacificar el Principado el 28 entró Fernando en Tarragona como en triunfo, y se alojó en el palacio del arzobispo (*). El mismo dia espidió la proclama siguiente: EL REY. "Catalanes. Ya estoy entre vosotros segun os lo ofrecí por mi decreto de 18 de este mes; pero sabed que como padre voy á hablar por última vez á los sediciosos el lenguaje de la clemencia, dispuesto todavía á escuchar las reclamaciones que

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Parte el rey á Cataluña.

(* Ap. lib. 13. núm. 4.)

Llega á Tar

ragona.
Ap. lib. 13.
núm. 5.)

El rey á los

catalanes.

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