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miento de la

Fernando.

suerte que aislados los autores de la urdimbre, que estaban reducidos á una sociedad secreta, desaparecieron al instante, y el silencio y el terror dominaron la ciudad en vez de la algazara y el tumulto que creían debia originar la muerte de Hierro. Entonces el teniente rey tomó el mando, y los gefes militares tuvieron tiempo para contener á los soldados en el círculo de la disciplina mientras acudia el capitan general de Sevilla, que entró en Cádiz al dia siguiente. Salidos entonces de su estupor los realistas hicieron pública ostentacion de sus sentimientos, consagraron magníficas exequias al gobernador Hierro, y principiaron á encarcelar á cuantos reputaban amigos de las reformas.

Mientras tan crudos corrian alli los vientos, la Pronuncia misma noche del 3 la brigada real de marina, que marina de San guarnecia la isla de San Fernando se pronunció á favor de la Constitucion de 1812, arrastrando á su partido á dos compañías que habia en la isla procedentes de la guarnicion de Cádiz. Los marinos dieron libertad y armas á varios presos, depusieron á las autoridades, y nombraron gobernador militar y político al capitan de navío don Marcelino Dueñas. Mas el pueblo permaneció pasivo espectador de aquel levantamiento, que fuera de San Fernando tampoco encontró eco, y que no se→ cundaron las personas con quienes se contaba, aterradas con la fria indiferencia de todas las clases. Marzo de 1831. Sabiendo los liberales el 4 que se acercaban tropas realistas juzgáronse comprometidos en la isla, y decidieron salir á reunirse con Manzanares y los suyos, á quienes suponian en Tarifa. En efecto, á las veinte y cuatro horas de haber proclamado la libertad abandonaron la isla de San Fernando, saliendo por el puente Zuazo, y vagaron hasta el 8, en que el capitan general de Sevilla, que los perseguia con rapidez, les cortó la retirada junto

Rinden las

á Bejer, y les obligó á rendir las armas en nú-
mero de cuatrocientos implorando la clemencia armas.
del monarca.

Entre tanto Manzanares, que veía levantada en masa la Serranía de Ronda, sus soldados derrotados y dispersos, y abortada una conspiracion tan bien urdida, internóse en las asperezas de Sierra Bermeja; la dispersion y varios encuentros redujeron su gente á veinte hombres. Corrióse entonces hacia el término de Bene havis para buscar una salida á su angustiada y crítica situacion, y habiendo encontrado á los ganaderos Juan y Diego Gil les ofreció dos mil duros si entregaban una carta en Marbella para que le facilitasen un barco: el hambre y el cansancio tenia rendidos y estenuados á los liberales, y prometió tambien á los ganaderos un duro por cada pan que le proporcionasen, diciéndoles que á su vuelta le haIlarian escondido en un arroyo. Juan y Diego Gil en vez de cumplir el encargo que les habia confiado Manzanares encamináronse á Igualeja, y dieron parte á la policía: seguidos despues de los voluntarios realistas de aquellos pueblos, mandados por su comandante don Juan Becerro, volvieron al arroyo. Juan Gil iba delante, y les señaló á Manzanares, quien al ver la fuerza armada tiró del sable y cortó la cabeza de un tajo al indigno delator. Entonces el hermano de éste, Diego Gil, mató de un tiro á Manzanares y le despojó de sus insignias: la refriega fue breve, y despojados de la vida cuatro liberales entregáronse prisioneros los restantes, en número de diez y seis, que no tardaron en perecer en el cadalso.

Muerte de Manzanares.

Cuando la brigada real de marina rindió las armas al capitan general de Sevilla el 8 junto á Marzo de 1831. Bejer, lograron fugarse los gefes de ella, quienes

errantes unas veces, otras escondidos, pasaron toda

:

clase de tribulaciones y miserias por espacio de ca

torce dias. Desesperados por fin lanzáronse al mar en un barquichuelo que hallaron en la playa la Marzo de 1831. noche del 22 al 23, y habiendo andado remando sorprendieron la tarde del 23 á un barco pescador obligando á los marineros á dar la vela para Tanger. Su despecho era tanto que temerosos de que el bajá no los admitiese gritaron al acercarse á la arena: queremos ser mahometanos; y habiénDesesperacion dose sujetado á las ceremonias del culto de Mahodellos gefes de la mariua, ina, renegaron de la ingrata patria donde habian visto la luz.

Aqui toma principio otra era de proscripciones y de muerte, resultado de las tentativas anteriores y del funesto decreto de 1.° de Octubre del pasado año, que daba ya en abundancia su amarguísimo fruto. Mas de doscientos españoles perecieron fusilados por haber pertenecido á las filas de Manzanares, por supuesta ó verdadera complicacion en la muerte del gobernador de Cádiz, y por el levantamiento de la Isla. Y sin embargo, un cuadro tan atroz se oscurece al lado de la tiranía y del espíritu de esterminio que dominaban en el reino entero, despertada la sed de venganza al calor de las conspiraciones. En 19 de Marzo habíanse otra vez establecido las inhumanas comisioRenacen las nes militares con facultades aun mas ámplias, y comisiones mi- sujetando á ellas hasta á los que diesen noticias de la fuerza de los liberales, "ó de cualquier otra cosa que pudiese inspirar temor á los pacíficos vecinos (artículo 4.0)" El terrible decreto de 1.° de Octubre comentado en el de 19 de Marzo y puesto en manos de los tribunales de escepcion era una arma formidable faltaba solo para que temblasen todos los ciudadanos poner á los delatores á cubierto de la ley asegurando su impunidad, y asi lo hizo Fernando en 10 de Mayo ordenando "que

litares.

Impunidad de los delato

res falsos.
(Ap. lib. 13.
núm. 10.)

1831.

Suplicio del

los denunciadores de hechos ó indicios contra la seguridad pública no fuesen responsables en ningun tribunal." (*) De este modo la libertad, la vida y el honor de los españoles dependian del capricho de un voluntario realista, que convertido en delator los acusase á la policía: si agarrándose á una palabra podian aplicarle alguno de los artículos del decreto de 1.° de Octubre perecia el acusado en la horca, y si no tenian con que empañar su inocencia yacía meses enteros en un calabozo y el denunciador nada perdia, sino que por el contrario satisfacia su venganza. Los procesos se actuaban con tanta rapidez y atropellamiento que acusado en Madrid Juan de la Torre de haber gritado en la tarde del 22 de Marzo viva la libertad fue ahorcado el 29. Abierta en el correo una carta que el librero don Antonio Miyar, vecino de la corte, escribia á un espatriado español lamen- librero Miyar. tándose de las proscripciones que asolaban el reino, formósele causa y espiró colgado del afrentoso patíbulo el 11 de Abril. Un magistrado pundonoroso clamó en la misma capital de la monarquía - contra aquel sangriento proceder, y el príncipe le desnudó al punto de la toga, mostrando con esta medida á los otros jueces que lo que se queria era sangre. La policía de Granada allanó la casa de doña María Pineda, y habiendo encontrado en ella una tela de seda verde que bordaba, y dádole el nombre de bandera, abrió un proceso, y la desventurada jóven perdió la dulce existencia en el patíbulo á manos del verdugo, porque ría de Pineda, ni el sexo, ni la hermosura, ni la inocencia enternecian á los tigres que presidian los tribunales. Este asesinato jurídico, que llenó de oprobio á la magistratura española, ofreció el odioso cuadro de una muger condenada por delitos políticos, no por delitos consumados, sino por su conato, aun su

De doña Ma

guel.

1831.

poniendo probado el que el tafetan bordado debiese servir de bandera. Amanecieron esparcidas por las calles de Madrid dos ó tres veces targetas con letreros subversivos; y registrada la casa de don Tomas de la Chica, y encontradas algunas que se parecian á las primeras, la sala de alcaldes de Casa y Corte, vendida á Calomarde, fulminó contra el reo la pena de horca, donde acabó sus dias la Chica en 29 de Julio. Apartemos los ojos de tantos horrores: aterrada la mente y el corazon lleno de congoja cáese la pluma de la mano, y nos falta el aliento para seguir nuestra penosa tarea.

El bill de reforma agitaba la Inglaterra, y el rey, queriendo consultar la opinion nacional disolvió el parlamento. Pronuncióse aquella por la reforma, y la cámara de los lores la desaprobó: entonces la de los comunes insistió en favor del bill, y declaró que depositaba toda su confianza en los ministros que sostenian la reforma, y cuyo presidenInhumani te era lord Grey. En Portugal el usurpador don dad de don Mi- Miguel preferia arrostrar la enemistad de las naciones mas poderosas á dar la menor señal de clemencia, como habia ofrecido. Ciego de rabia cebaba su venganza, no solo en los naturales del pais, sino tambien en los estrangeros, á quienes protegian sus respectivos pabellones. El cónsul francés reclamó la libertad de varios individuos de su nacion, y las consiguientes indemnizaciones; y habiéndose negado el tirano, ausentóse el cónsul de Lisboa y principiaron las hostilidades. Tambien el gobier no británico exigia satisfacciones, y para obtenerlas de grado ó por fuerza envió una escuadra, á cuya vista humillóse el gabinete lusitano. Del inismo modo procedió cuando la bandera tricolor francesa ondeó en el Tajo delante de las murallas de la capital del reino: los franceses salieron de sus calabozos, y fueron reparados los daños que habian

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