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nistro de Estado Salmon.

1832.

ron el encono y la cizaña debemos la cosecha de calamidades que devastan y han devastado el

reino.

Al comenzar el año 1832 murió el ministro Muere el mi- de Estado Salmon, hechura de Calomarde, y sentóse en su silla el conde de la Alcudia, que escedia al primero en intolerancia y aborrecimiento á las reformas. Las tentativas de los liberales habian de tal suerte exasperado á Fernando, que el mágico ascendiente de la hermosa Cristina no bastaba á apartarle de los realistas furibundos, no obstante que en 30 de Enero nació otro lindo retoño en la infanta María Luisa Fernanda, para mas asegurar la sucesion directa de la corona. Una de las medidas que logró la reina en su feliz cumpleaños fue la abolicion de la muerte en horca, que conmutó el rey en la de garrote en 24 de Abril, haciendo desaparecer el repugnante é indecoroso espectáculo de un hombre luchando con las últimas agonías.

El emperador don Pedro desde su llegada á Europa habia preparado en Belle Isle una espedicion, é iba á abrirse la lucha en Portugal entre los dos hermanos. Con este motivo el ministerio español, que habia acantonado las tropas en la frontera, volvió á reunir el ejército llamado de observacion, y á situarlo en la ribera del Tajo bajo el mando del mismo general Sarsfield. La escuadra de don Pedro, compuesta de cuarenta y cinco velas, desembarcó sus tropas en 8 de Julio en la playa de Leza, situada dos leguas al norte Don Pedro de Oporto, de cuya ciudad se apoderaron los libres al siguiente dia sin resistencia y con acuerdo de su gobernador, que la mandó evacuar á los soldados de don Miguel.

en Oporto.

Entre tanto Italia habia lanzado el grito de libertad, y las huestes austriacas corrian á auxiliar

á las del Papa, oprimiendo á los pueblos, no obstante el principio de no intervencion proclamado por todas las potencias. El sabio Casimiro Perrier, que presidia el ministerio en Francia, reunió brevemente una espedicion en Tolon, la que dándose á la vela con el mayor sigilo llegó frente de Ancona y esperó la noche: saltando entonces en tierra los franceses rompieron con hachas las puertas, y se apoderaron de la ciudadela y de los fuertes.

La cámara de los lores aprobó finalmente el bill de reforma, y el rey de la Gran Bretaña lo sancionó. La terrible plaga del cólera morbo devastaba á Londres, de donde saltando á París hirió con su guadaña al presidente del consejo de ministros Casimiro Perrier, que despreciando el peligro se sacrificaba por salvar la Francia de las calamidades de la anarquía. Tambien arrebató la peste al general Lamarque, en cuyos funerales alzó su bandera en París el partido republicano, batiéndose denodadamente con las tropas del ejército y quedando al fin vencido y arrollado.

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El gobierno francés declaró en estado de sitio la capital de la Francia: no solo tenia que combatir á la anarquía, tambien el realismo levantaba su cabeza en la Vendée, donde se habia presentado la duquesa de Berry proclamando á su hijo Enrique.

En Cádiz habia subido al patíbulo en 9 de Marzo uno de los que quitaron la vida al gobernador Hierro, llamado Pablo Palacios, á quien prendió la policía de Álava. Las comisiones militares seguian el mismo rumbo en todas los provincias de la monarquía: el cadalso nunca se veía despoblado; y cuanto mas sacudia Europa sus cadenas, tantos mas riesgos y tramas se imaginaban en España con el fin de oprimirla y sujetarla. Para

Los franceses en Ancona.

Bill inglés de reforma.

1832.

1832.

colmo de ridiculez prohibió Calomarde en 18 de Junio la venta de mortajas del hábito de san Francisco, para que los frailes gozasen solos el lucro.

El infante don Sebastian habíase casado con la Casamiento princesa doña María Amalia, que desembarcó en de don Sebas- Barcelona. En el mes de Junio celebróse con mucha

tian.

Enfermedad del rey.

pompa la bendicion de las banderas regaladas por la reina Cristina al ejército para entusiasmar á los valerosos adalides que muy pronto tendrian que defenderlas. Lejos de cobrar aliento Fernando decaía de instante en instante, y agravábase su enfermedad con síntomas de corta duracion. Trasladados los reyes al Escorial en 30 de Junio, pasaron el 2 de Julio á San Ildefonso, donde apenas estamparon las huellas sintióse el monarca atacado de la gota. Los infantes don Francisco y su augusta esposa habian partido á Andalucía, y don Carlos, doña Francisca, la princesa de Beira, don Sebastian y doña Amalia habian acompañado á SS. MM. al Sitio.

La enfermedad presentó caractéres distintos en los meses de Julio y Agosto, pero siempre graves y desarrollando su maligno influjo de un modo progresivo. Despues de un alivio momentáneo, el 27 de Agosto un nuevo ataque de gota en la mano derecha alarmó á los médicos, porque eran ya demasiado frecuentes los amagos, y temian que uno de ellos comprometiese la vida del príncipe, lo cual no tardó en verificarse; porque el 13 de Setiembre el rey se acatarró, y á las once de aquella noche fijóse la gota en el pecho, poniendo desde el 14 sus dias en inminente peligro. Los médicos combatian el mal con toda la eficacia de su saber, sin que el rigor de los remedios los detuviese, y echando mano de los mas activos aunque mas crueles. La hermosa Cristina, constituida en tan amargos instantes á la cabecera del lecho, no aban

donaba á Fernando: sus manos le curaban las heridas abiertas por las sanguijuelas y las cantáridas, y tantas otras medicinas que atormentaban al augusto enfermo. Vista en aquel acto, rodeada de los médicos é individuos de la servidumbre y en actitud de aplicar los remedios, cubierta con el hábito de nuestra Señora del Carmen que en su fervor religioso se vistió, parecia un angel de hermosura y de consuelo. Nunca se vió esposa mas tierna ni mas solicita enfermera: pasaba las noches de claro en claro sin desnudarse ni aun recostar la cabeza, y su único descanso era una silla colocada junto al tálamo, en que observaba los movimientos del enfermo y adivinaba hasta sus deseos. "Jamas abrí los ojos, decia despues el rey en su decreto de 4 de Enero siguiente, jamas abrí los ojos sin que os viese á mi lado y hallase en vuestro semblante y en vuestras palabras lenitivos á mi dolor: jamas recibí socorros que no viniesen de vuestra mano. Os debo los consuelos en mi aflicción, y el alivio en mis dolencias." La muger privada que hasta tal punto se hubiese inmolado por su marido era digna de elogio: la reina sin par, que asi se olvidó de sí misma para aligerar los dolores del monarca, se hizo digna de la diadema que ceñia su cabeza. Pero ni el amor conyugal, ni la virtud de Cristina, ni el celo de los médicos podian ahuyentar la muerte, que amenazaba al príncipe, y el 17 de Setiembre todos perdieron las esperanzas de salvar su existencia.

Fernando, eu medio de sus padecimientos y de su tribulacion, observaba la tierna solicitud y amorosos cuidados de la reina, y afligia su corazon el presentimiento de la horfandad en que quedaria juntamente con sus hijas, entregadas al mar de las pasiones que tenian dividido y turbado el reino. Habíase interrumpido el despacho de los negocios del

Asistencia y heroismo de Cristina.

1832.

Jomarde.

Estado, y no se permitia la entrada en la cámara del rey ni aun á los infantes: solo estampaban en ella las pisadas las personas necesarias á su asistencia. La reina de acuerdo con Fernando llamó al ministro Calomarde y le preguntó qué providencias deberian adoptarse para el caso posible en que exhalase el monarca el último suspiro en uno de aquellos ataques de fatiga que en tanto conflicto le ponian: el secretario de Gracia y Justicia responPerfidia de Ca dió que el reino se pronunciaría por don Carlos, porque los doscientos mil voluntarios realistas que existian con las armas en la mano, y aun el ejército le amaban, y por lo tanto que no era posible sostener la sucesion directa sin el apoyo del infante, que quizás se comprometeria á defenderla si le daban parte en el gobierno por medio de un acomodamiento. El obispo de Leon, llamado á su turno, esforzó aun mas los argumentos de Calomarde; y confióse al ministro de Estado conde de la Alcudia el encargo de presentar á don Carlos un decreto firmado por el rey, autorizando á la reina para el despacho de los negocios durante su enfermedad, y al infante en calidad de consejero de la misma.

El cuarto de don Carlos presentaba un cuadro que hubiera dibujado dignamente el pincel de Tácito. Todo era movimiento: el obispo de Leon entraba y salia á cada instante dando cuenta de lo El padre Car- que pasaba en la cámara real al padre Carranza,

ranza.

prepósito de los Jesuitas, hombre que frisaba en los treinta y cinco años, y cuya elocuencia arrebatadora y hermosa figura le habian granjeado la privanza de doña Francisca. Otros partidarios de alta esfera cruzábanse en la intriga, y los misterios y las confidencias eran frecuentes. A todos animaban la princesa de Beira y la infanta, en cuyo rostro se desarrugaba un instante el orgullo pa

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