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yó tener ahora el cielo abierto cuando se reconoció fuera de la cámara real. La infanta pidió el original del decreto é hízolo pedazos, como igualmente las certificaciones que se habian librado, y que ordenó recoger de manos del decano del Con sejo, contentándose por entonces con este rasgo de firmeza. Ya Fernando con entendimiento mas cla

se enteraba del modo como habian recibido los pueblos la noticia de su falsa muerte, y observando que el reino no se habia declarado en punto alguno por don Carlos concluía de aqui que no era su partido ni tan universal ni tan poderoso como se habia supuesto. Asi resultaba de los partes de los generales que empuñaban el baston del mando en las provincias, pues únicamente los condes de Casa-Eguía y de España pintaban las cosas á su modo. "Pongamos, dice el marques de Miraflores, la mano sobre el corazon, prescindamos de pasiones y de opiniones de partidos, trasladémonos á los momentos críticos de hallarse el rey Fernando VII al borde del sepulcro el año de 1832 en la Granja, y digamos de buena fé cuál habria sido la suerte del Estado si en efecto hubiese muerto entonces: en mi opinion el infante don Carlos habria reinado, ό á lo menos se habria sentado en el trono por mas ó menos tiempo." Antes de entrar en la nueva era que va á abrirse recorramos rápidamente las tramas de los carlistas en las provincias durante la agonía de Fernando.

Las sociedades secretas del realismo participaron á sus afiliados la revocacion de la pragmática y la creida muerte del monarca para que se preparasen á alzar pendones por don Carlos y contuviesen el ímpetu de los liberales en tan críticos momentos. El general don José O'donell, que mandaba las armas en Valladolid, envió una circular secreta á las autoridades y personas de los pueblos

con quienes contaba, anunciándoles que comenzaba á amanecer el dia del triunfo, y que debian vivir alerta para ahogar el menor aliento de sus contrarios. El furibundo conde de España confió al coronel don José Segarra el encargo de recorrer el Principado misteriosamente, y sobre todo Tarragona y Tortosa, disponiendo los ánimos á favor del infante don Carlos. En Cartagena los carlistas dieron en aquellos dias mucha publicidad á sus reuniones, y el coronel de uno de los cuerpos que guarnecian la ciudad formó á los soldados de gala en la plaza real, y permitió que su capellan les arengase contra la sucesion directa, y á favor de la herencia del infante. Como los carlistas creían de todo punto la muerte del rey, hubieran proclamado á su hermano en Cartagena si el aspecto imponente de la marina y del pueblo no los hubiera tenido á raya.

Intrigas en las provincias.

1832.

Desde el 28 de Setiembre la mejoría del monarca ya no fue tan lenta, y los médicos confiaron libertar su vida aunque fuese por breve espacio de tiempo. La reina, robustecida con el apoyo de los infantes don Francisco y doña Carlota, y con los grandes y caballeros que habian corrido á la defensa de su causa, conoció que se habia consumado una revolucion, y que era necesario seguir el hilo de sus consecuencias. Lo primero era derrocar de sus escaños á los ministros que á la voz de Calomarde habian puesto en olvido sus mas sagrados deberes y desamparado en el peligro á la inmortal Cristina, encumbrando á su alto puesto á los que sin vacilar se habian declarado sostenedores de la descendencia directa. Para poner en planta semejante pensamiento mandaron que se acercase á Madrid la division del general Pastor, que era una de sion de Pastor las que componian el ejército de observacion; y en 16 de Octubre fueron exonerados de sus respec

Acércase á Madrid la divi

gundo ministerio de Zea.

Caida de Ca- tivas secretarías los hombres furibundos que por tanlomarde, y se to tiempo habian gobernado el Estado paseando la nave pública de escollo en escollo y de proscripcion en proscripcion. Sentóse en la silla de Gracia y Justicia don José de Cafranga, secretario de la Cámara y Patronado real de Castilla, en la de Estado don Francisco Zea Bermudez, ministro plenipotenciario en la corte de Londres, en la de Guerra don Juan Antonio Monet, que mandaba el campo de Gibraltar, en la de Marina el gefe de escuadra don Angel Laborde, y en la de Hacienda don Victoriano de Encima y Piedra, director de la real caja de Amortizacion. Desterraron á Calomarde de la corte al pueblo de su naturaleza, como autor principal de la traicion, dándole sin embargo el mas ámplio pasaporte, como espresamente mandó el rey; y al marques de Zambrano, que se habia portado con honradez en aquellas críticas circunstancias, nombráronle capitan general de Castilla la Nueva.

La caida del ministerio del terror sembró el alborozo por el reino entero. Un hombre solo, el secretario de Hacienda, habíase captado el aprecio de los buenos ciudadanos introduciendo mejoras en las artes, orden en los gastos, y decretando medallas de honor á los artistas. Mas esta rueda habia andado sola y como separada de la máquina de las proscripciones, injusticias y asesinatos jurídicos que habian desolado los fertilísimos campos de la monarquía. El cuadro que presentaba el gobierno de los diez años estaba pintado con sangre, y en él descollaba la colosal figura de la negra intolerancia precipitando víctimas en el sepulcro. Calomarde en vez de regenerar la España habíala desmoralizado: en vez de suavizar las pasiones con la ilustracion, habíalas irritado azotándolas de muerte, y al atropellarse y romper las puertas de la cueva donde yacían encerradas, iban como los

vientos de Eolo á levantar horribles tormentas. Tal era la perspectiva que presentaba España.

Constituido el nuevo ministerio, el 6 de Octubre firmó Fernando el siguiente decreto:

"Teniendo en consideracion el retraso que sufren

1832.

Cristina en

los negocios del Estado por la indisposicion de mi despacho de los salud, que no me permite dedicarme á ellos con la negocios. intension que deseo, y exige el bien de los pueblos que la divina Providencia ha confiado á mi cargo, vengo en habilitar para el despacho á la reina mi muy cara y amada esposa por el tiempo de mi enfermedad, de la que confio en Dios verme en breve restablecido; y estoy bien penetrado de que corresponderá á mi digna confianza por el amor que me profesa y por la ternura con que siempre me ha interesado en beneficio de mis leales y generosos vasallos. Tendréislo entendido, y lo comunicareis á quien corresponda para su cumplimiento. Está rubricado de la real mano.-En San Ildefonso á 6 de Octubre de 1832."

La primera medida en que estampó su firma la hermosa Cristina fue un indulto general dado el 7 á todos los presos capaces de esta gracia: en el mismo dia rompió los cerrojos de las universidades, todavía corridos desde 1830, y el decreto, primera piedra del edificio que se proyectaba levantar en contra del carlismo, merece copiarse á la letra.

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Su indulto.

Octubre de

1832.

Decreto sobre

"Una nacion grande y generosa, como la que la divina Providencia ha confiado á los paternales universidades. desvelos del rey mi muy caro y amado esposo, es acreedora al mas esquisito anhelo por su esplendor y por su gloria. Esta idea, cuyo logro ha ocupado su corazon desde el momento de su advenimiento al trono, ha encontrado tales y tan poderosos obstáculos, que sin tropezar en la amargura de su memoria no se pueden debidamente esplicar. Entre

T. III.

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ellos no es el menor la ignorancia, que á manera de plaga se ha derramado por todas las clases del Estado tan prodigiosamente, que apenas se ha librado alguna de su contagio. En efecto, de tan ominoso principio han nacido los vicios capitales que destruyen los imperios y anonadan las instituciones mas justas, mas prudentes, mas sanas, benéficas y acertadas; al mismo se deben las divisiones, los partidos, las feas denominaciones, la garrulidad con que se afectan como virtudes los vicios mas abominables, y se revisten con el nombre del bien público las pasiones que mas le alteran y contradicen. Deseando pues poner una impenetrable barrera á estos males, y corresponder al amor que los pueblos de esta nacion magnánima han manifestado siempre á su soberano, y señaladamente en estos últimos dias, he adoptado entre otras medidas de utilidad general, y en uso de las facultades que el rey me tiene conferidas por su decreto de fecha de ayer, el restablecimiento de las universidades literarias á aquel grado de lustre que tanto ha ennoblecido la España en los siglos anteriores; y mando que cesando los estudios particulares que hasta ahora se han permitido ó tolerado por lo imperioso de las circunstancias, se abran las universidades en el dia 18 de este mes, cerrando la matrícula en el 25 de Noviembre próximo, como antes se hacía, entendiéndose este término improrogable, cualquiera que sea la causa que espongan en contrario. Tendréislo entendido, y dispondreis lo correspondiente á su cumplimiento.- Está rubricado de la real mano de la reina nuestra señora. En San Ildefonso á 7 de Octubre de 1832.A don José de Cafranga."

A los citados decretos siguió la exoneracion de los generales Eguía y Gonzalez Moreno; y despojóse igualmente del mando que ejercian á don San

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