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1833.

Don Pedro en Lisboa.

luntad, y mostraré, como lo juzgue conveniente, que un infante de España no es libre para desobedecer á su rey.—Ruego á Dios os conserve en su santa guarda. -Yo el rey."

En efecto, la victoria naval de don Pedro habia producido abundante fruto. El general Villaflor, que mandaba las armas de la libertad, acercábase á Lisboa, y habiendo querido atajar sus progresos el general de los miguelistas Tellez Gordaon dióse una batalla el 23 de Julio al otro lado del Tajo junto á Casillis de Almada, y que daron derrotados los esclavos y muerto en el campo su gefe Tellez Gordaon. Aquella misma noche desocuparon la capital del reino las autoridades del usurpador, y al dia siguiente entraron en triunfo los soldados del duque de Braganza á libertar al pueblo de la prolongada é indigna servidumbre en que habia yacido. El ministerio español dió con este motivo instrucciones á los generales de las provincias vecinas á Portugal para que si se presentaba don Miguel con ánimo de refugiarse en España se le admitiese, pero no asi á don Carlos, á quien debia obligarse á darse á la vela. Ni aun los triunfos del duque de Braganza lograron abrir los ojos al secretario Zea. El 22 de Setiembre llegó á Portugal doña María de la Gloria, siendo recibida con el entusiasmo y alegría que debia inspirar la presencia de la que venia á sustituir el reinado de la libertad al de las cadenas. Ya desde el 15 de Agosto habíase presentado á don Pedro en el palacio de Ayuda lord Guillermo Russel en calidad de ministro plenipotenciario de la Gran Bretaña, y con la mision especial de reconocer el gobierno de doña María de la Gloria.

En 9 de Agosto habia aparecido el cólera en Huelva y de alli saltó á Sevilla, llenando de ter

ror á los habitantes, que espiraban apenas acometidos tanta era la vehemencia de la peste. Huyendo de tan horrorosa plaga derramábanse las gentes por los campos, y al paso que estendian el mal morian mas facilmente privadas de auxilios y de medicinas. Verdad es que estas eran inútiles, y que al principio todos abandonaban á los enfermos, recelosos del contagio que no existia, porque el daño venia de la atmósfera, y por consiguiente del aire que se respiraba. En aquellos momentos España presentaba un cuadro negrísimo, amenazada próximamente por la guerra civil y presa de la peste que se disponia á diezmar el reino.

El cólera en España.

Alboroto en

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En los ángulos mas opuestos de la monarquía saltaban chispas de rebelion, y lo que es peor la indisciplina levantaba su cabeza en el ejército. En el palacio mismo de los reyes atumultuóse la guardia real el 30 de Julio pidiendo los soldados la guardia real. cumplidos su licencia, y únicamente se apaciguaron con la promesa de que asi se haria. El baron de los Valles ya citado dice que aun en estos dias se negó don Carlos á mezclarse en las cosas de España, y á escribir las cartas que le aconsejaba para levantar el reino; y que solo consintió tácitamente al ver afligidas á las princesas en que la infanta doña Francisca le confiriese poderes por escrito que le autorizaban para dar á conocer á los realistas las intenciones de la familia y la confianza que en el baron tenian. Rasgo jesuítico que levanta la cubierta del pecho del infante, donde el fanatismo, la hipocresía y la ambicion salteaban el alma.

Asi mientras la esperanza de pasar al reinado de la teocracia deleitaba al clero, el pueblo creía que iban á romperse sus cadenas, y los ánimos se hallaban agitados y reinaban la zozobra y la inquietud que anuncian las grandes revoluciones.

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Muerte de Fernando.

Fernando, cuya existencia se apagaba rápidamente, habia llegado en primeros de Setiembre á un estado cadavérico, y parecíase á una bujía consumida, cuya luz no puede tardar á apagarse. Previsto el caso, y avisados reservadamente los capitanes generales, tomáronse varias providencias en todos los puntos del reino. El 27 de Setiembre los médicos dieron el parte siguiente:

"El dia 19 de Julio último empezó el rey nuestro señor á quejarse de un dolor en la cadera izquierda, y aunque desde entonces no ha podido S. M. andar con libertad, no ha habido necesidad de que haya guardado la cama dia alguno. Mas notando que la constitucion del rey va debilitándose por la inapetencia, y por las vigilias que hace mucho tiempo que padece, á pesar de ser inuy poco el dolor, lo participamos á V. E. para su conocimiento."

Al dia siguiente ya no pudo levantarse del lecho Fernando, y el 29 anunciaron su fallecimiento de este modo:

"Ecxmo Sr. Desde que anunciamos á V. E. con fecha de ayer el estado en que se hallaba la salud del rey nuestro señor, no se habia observado en S. M. otra cosa notable que la continuacion de la debilidad de que hablamos á V. E. Esta mañana advertimos que se habia hinchado á S. M. la mano derecha, y aunque este síntoma se presentaba aislado, temerosos de que sobreviniese algu na congestion fatal en los pulmones ó en otra víscera de primer orden, le aplicamos un parche de cantáridas al pecho y dos á las estremidades inferiores, sin perjuicio de los que en los dias anteriores se le habian puesto en los mismos remos y en la nuca. Siempre en espectacion, permanecimos al lado de S. M. hasta verle comer, y nada de particular notamos, pues comió como lo habia

hecho los dias precedentes. Le dejamos en seguida en compañía de S. M. la reina, para que se entregase un rato al descanso, segun costumbre; mas á las tres menos cuarto sobrevino al rey repentinamente un ataque de apoplegía tan violento y fulminante, que á los cinco minutos, sobre poco inas o menos, terminó su preciosa existencia."

reinado.

Murió aquel rey á quien nosotros daremos Analisis de su siempre el nombre de Ingrato, porque pagó los sacrificios heróicos de su pueblo para libertarle del destierro con cadenas y con horcas. Seis inil españoles por un cálculo aproximado subieron al cadalso por opiniones políticas durante su reinado, y doscientos cincuenta mil perecieron en el campo de batalla en la guerra, de la independencia, en la de 1823 y en la de 1827. Las proscripciones de 1814 arrojaron del suelo patrio á quince mil individuos, entre ellos la flor del saber y del valor, y en 1823 rayaron en veinte mil los espatriados. Tal es en pocas pinceladas el retrato en miniatura de su reinado.

tamento.

Al dia siguiente de su muerte abrióse el plie- Abrese el tesgo cerrado que contenia el testamento del monarca; y el decreto de 2 de Octubre, en que se estractó la parte que interesaba al reino, decia asi:

"Encargada por el ministerio de la ley del gobierno de estos reinos, á nombre de mi augusta hija doña Isabel II, tuve á bien espedir varios decretos con fecha 29 del próximo pasado mes de Setiembre, anunciando al Consejo para las providencias que en semejantes casos se acostumbran, la infausta muerte de mi muy caro y amado esposo el señor don Fernando VII, que está en gloria, confirmando en sus respectivos cargos y einpleos á los secretarios de Estado y del Despacho, y á todas las autoridades del reino, con el fin de que no se detuviese el despacho de los nego

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cios y la administracion de justicia y de gobierno. Hallado que fue en el siguiente dia un pliego cerrado y sellado con las reales armas, cuya cubierta espresaba ser el testamento del referido mi augusto esposo y señor, otorgado en el Real Sitio de Aranjuez en 12 de Junio de 1830 por ante don Francisco Tadeo de Calomarde, entonces secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, y notario mayor de los reinos, y el competente número de testigos, cuyas firmas aparecian ser de don Luis María Salazar, don Luis Lopez Ballesteros, don Miguel de Ibarrola, don Manuel Gonzalez Salmon, don Francisco Javier Losada, don Juan Miguel de Grijalva y don Antonio Martinez Salcedo, mandé que el actual secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia y notario mayor don Juan Gualberto Gonzalez, á quien lo entregué en la misma forma, convocase de mi orden á los referidos testigos existentes, y que se hallasen en la corte, y que por don Ramon Lopez Pelegrin, ministro del Consejo y Cámara de Castilla, en clase de juez, y por ante mi escribano real, competentemente autorizado, se procediese á la práctica de las diligencias y solemnidades que el derecho previene en semejantes casos, para el reconocimiento, apertura y publicacion del espresado testamento. Verificado el acto en toda forma en el salon del real palacio donde se celebran las sesiones del Consejo de Estado, delante de los referidos testigos testamentarios existentes en Madrid, á los cuales se agregaron para mayor solemnidad el duque presidente del Consejo real; don Francisco de Zea Bermudez, mi primer secretario de Estado y del Despacho; el duque de Hijar, marques de Orani, sumiller de corps; el marques de Bélgida, caballerizo mayor, y el marques de Valverde, mayordomo de la

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