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LIBRO UNDÉCIMO.

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«Señores diputados. He recibido con satisfaccion el mensage que las Cor tes estraordinarias han tenido á bien dirigirme con fecha 11 del corriente, y al ver en él la uniformidad de sus sentimientos con los mios, me he congratulado nuevamente de estar al frente de una nacion por tantos motivos distinguida. >>

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«El sentimiento del honor y de la independencia nacional, grabados tan profundamente en los pechos españoles, me ofrecen la mas segura garantia de que las actuales instituciones políticas, objeto de su predileccion y cariño, permanecerán inalterables, á pesar de todos los esfuerzos de sus mas encarnizados enemigos. ¿Y cómo pudiera yo concebir la menor duda de una verdad para mi eterna á vista de la efusion de sentimientos patrióticos resoluciones generosas que harán para siempre memorables las sesiones del congreso nacional del 9 al 11 del corriente?»

«Eilas me han hecho ver, señores, lo que puede una nacion cuando la conformidad de sentimientos, todos grandes, da un impulso tan generoso á la confianza. Ellas son las respuestas mas terminantes y elocuentes á las imputaciones calumniosas de que estan llenas las comunicaciones de los gabinetes estrangeros que causaron la sorpresa y la indignacion de las Cortes estraordinarias.»

<< Las naciones verán pronto la franca manifestacion de mis sentimientos y de mis principios. Ellas se convencerán de que el rey constitucional de las Españas está en el libre ejercicio de todos los derechos que le concede el código fundamental, y formarán exacta idea T. III.

del verdadero origen de los desórdenes que afligen á la patria. »

«Los sacrificios que exigirán en estas circunstancias el decoro nacional y la independencia del Estado serán acaso grandes; pero nada hay costoso para una nacion acostumbrada á padecer, y á no escuchar mas grito que el de la libertad y el honor. »

«Por mi parte, convencido mas y mas de la imperiosa necesidad de que los hijos todos de esta gran familia se reunan en derredor del trono constitucional, seguiré imperturbable la senda que mi deber prescribe; y si el espectáculo que ofrece una nacion decidida á defender su independencia y sus leyes no contiene á los que intenten invadirla, me sostendré firme al frente de ella, seguro de vencer por la mas justa de las causas, que es asimismo la de todas las naciones cultas de la tierra. Palacio 17 de Enero de 1823. Firmado Fernando. »

Núm 4. Véase la citada obra de Miraflores, Apuntes &c., tomo 3.o, página 32.

Núm. 5. Estractaremos las certificaciones de los médicos presentadas á las Cortes.

Don Juan Manuel de Aréjula decia, que siendo el acceso de gota que padecía el rey muy leve no le perjudicaría la traslacion, sino al contrario debia proporcionarle alivio: don Eugenio Arrieta pensaba que dentro de pocos dias podria el rey ponerse en camino don Antonio Hernendez Morejon opinaba que verificar la salida era esponer el rey á dolores crueles; pero que dentro de algunos dias, si cesaba el acceso, no le seria nocivo, á no ser que el verano fuese muy caluroso en Sevilla: don Vicente Soriano que hasta que terminase el acceso no debia ponerse en camino; y finalmente los tres profesores de cámara de S. M., don Hilario Torres, don Agustin Frutos y don José María Turlan, que no debia emprender el viaje, y que si lo emprendía no garantizaban los resultados.

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Entre otros párrafos del dictámen de la comision que nombraron las Cortes para examinar las certificaciones anteriores parécenos notable el siguiente.

« La comision, que reconoce la gota como un achaque propio de los hombres robustos y de vivir holgado; que sabe por el testimonio de todo autor clásico la virtud que para su curacion tiene la sobriedad, continencia y ejercicio; que considera el achaque de S. M. próximo á terminarse; que contempla que la traslacion á un clima mas benigno en estacion y tiempo favorables, y la cesacion del estado de ansiedad que interin permaneciese S. M. en Madrid habría de ocuparle, é iría en aumento, antes le será provechoso que perjudicial, cree que el rey no está imposibilitado de caminar, guardándose las atenciones correspondientes á la comodidad de su real persona; ni es de creer que un viaje en esta forma sea impracticable ni tenga malas consecuencias, cuando vemos en las historias frecuentes ejemplos de generales y reyes que molestados por la gota han hecho largas jornadas, dado batallas y cumplido con todas las obligaciones de su cargo, aun las mas duras y penosas. »

Núm. 6. Mina, en el Estracto de su vida &c. ya citado.

Núm. 7. Congreso de Verona &c.

Núm. 8. «Las Cortes, usando de la facultad que se les concede por la Constitucion, han decretado lo siguiente: Vista la negativa de S. M. á poner en salvo su persona y las de su real familia de la invasion enemiga que amenaza esta capital, declaran llegado provisionalmente el caso de impedimento moral, señalado en el artículo 187 de la Constitucion, por efecto de las circunstancias actuales, habiendo acordado se nombre una regencia provisional, compuesta del señor diputado á Cortes don Cayetano Valdés, presidente; del señor don Gabriel Ciscar, consejero de Estado; y del señor don Gaspar Vigodet, tambien consejero de Estado; la cual por el tiempo de la traslacion de las Cortes y del Gobierno á la isla gaditana reasuma todas las facultades correspondientes al poder ejecutivo. Dado en Sevilla á 11 de Junio de 1823. »

Núm. 9. REPRESENTACION DIRIGIDA A LA REGENCIA DEL REINO CON FECHA 21 DE AGOSTO DE 1823 POR VARIOS SUGETOS RESIDENTES EN MADRID.

Serenisimo señor. Los españoles que suscriben, decididos por su religion, por su rey y por sus antiguas leyes, acuden á V. A. S. respetuosamente, no con repeticiones inútiles, sino con la manifestacion de sus puros sentimientos, uniformes en un todo con los ya elevados á la alta consideracion de V. A. S. por los ayuntamientos de los pueblos y otras corporaciones, por las autoridades subalternas y por gefes de la fuerza armada; sentimientos cuya espresion espontánea y enérgica, oida en todos los ángulos de la Península tan pronto como los pueblos se han visto libres del yugo ominoso que los oprimía, ha debido convencer á los enemigos públicos y solapados del altar y del trono que los españoles no se dejarán seducir ya con falsas teorías, y que á costa de su preciosa existencia sabrán sostener á su rey y señor en la plenitud de los derechos y absoluta autoridad con que le juraron en 1808 y volvieron á proclamar en 1814. Dentro de nuestras antiguas leyes, buenos usos y costumbres, hallará sin duda S. M., dispuesto siempre á hacer la felicidad de sus pueblos, aquellas providencias sabias, fruto de la observacion reflexiva de nuestro carácter, y que nacidas en armonía con la influencia de nuestras pasiones y necesidades, bastan para fijar de un modo ventajoso y estable nuestros futuros destinos. He aqui lo que oportuna y dignamente proclamó la real junta provisional de gobierno al tiempo de su instalacion, y lo que repitieron todos los verdaderos españoles al decidirse á no admitir en su antiguo sistema politico ninguna innovacion. Mas por desgracia han renacido y se han generalizado las sospechas de que la faccion impía y enemiga de la legitimidad pueda alcanzar sobre los bordes de su inexistencia un término medio que la dé vida, y que perpetue en el seno de la religiosa y fiel España sus talleres de iniquidad y de turbulencia.

Los esponentes, serenisimo señor, ignoran el verdadero origen de estas sospechas; pero ven que progresivamente se aumentan en todas las clases del Estado, y que se acreditan en las esposiciones y suplicas dirigidas á V. A. S.,

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y si bien las atribuyen á arterías de los enemigos para introducir la desunion desconfianza entre los buenos españoles, tambien las creen dimanadas de la interpretacion que de buena fé haya podido darse á las siguientes frases estampadas en la esposicion de una poracion poderosa, publicada en esta corte por el mes de Junio último, en que se dice: Puestos los españoles en honrosa y sabia armonía con las naciones cultas de la Europa, tan lejos de la arbitrariedad, precursora siempre de desastres, como de la inquieta y destructora anarquía.» Pero cualquiera que sea el motivo que las haya producido, existe la necesidad de hacerlas desapareccer, de privar de estos pretestos á los enemigos del orden, y de calmar las inquietudes de los verdaderos españoles, los cuales esperan su tranquilidad de V. A. S., de cuyo patriotismo y virtudes estan bien penetrados los que esponen, y por lo mismo creen que una pequeña declaracion de V. A. S. sobre un punto de tanta importancia para la nacion española, el cabal restablecimiento de todas las instituciones religiosas y políticas existentes en 7 de Marzo de 1820, particularmente la del santo tribunal de la inquisicion; una seria prevencion bajo la mas estrecha responsabilidad á las autoridades civiles y eclesiásticas, á quienes competa, sobre la breve y puntual observancia en el contenido y letra de la circular de 13 del corriente acerca de la calificacion de las personas contra quienes haya prueba de abuso en su conducta política; la separacion de todos los empleados que no hayan testificado positivamente su amor al rey nuestro señor, y que los primeros agentes del gobierno se hallen ligados intimamente á la jus

La

causa é inspiren confianza por su pública lealtad, son las medidas capaces de acallar el clamor de los pueblos y aliviarles del peso de sus temores, de afianzar la union y la confianza entre los buenos españoles, y de desesperanzar y dejar en una eterna impotencia á la faccion desorganizadora. Asi lo suplican y esperan los esponentes de V. A. S.; no dudando que esta sencilla y respetuosa esposicion, hija de su buen desco 7 acreditada fidelidad, merecerá acogida de V. A. S. Dios guarde á V. A. S. muchos años. Guillermo Hualde, consejero de Estado. El inspector de milicias provinciales Pedro

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de Grimarest. Tomas Aparicio Santui, consejero honorario de Estado, colector general de espolios. El teniente general consejero de Guerra Gregorio Rodriguez. El capitan general Francisco de Eguía. Javier Castaños, capitan general. El mariscal de campo y comandante general de los voluntarios realistas José Aymerich. : Julian Martin de Retamosa, teniente general y consejero de Estado. El teniente general Bernardo de Acuña. El inspector interino de infantería Wenceslao Prieto. El mariscal de campo fiscal militar del Consejo de la Guerra Antonio Benavides. El decano del tribunal apostólico y real del escusado José Salomé García Puente.= El inspector interino de caballería Pedro de Sotomayor. - El mayordomo de semana del rey nuestro señor, conde de Villapun, capitan de voluntarios realistas. M. el conde Ibangrande, consejero de Hacienda. : Antonio de Gregorio, teniente general. = El intendente de ejército, director general del crédito público, Joaquin de Acosta y Montealegre. El superintendente general de vigilancia del reino Julian Cid. José Cienfuegos, teniente general. Pedro Mendinueta, capitan general. El comandante del primer batallon de voluntarios realistas y brigadier de los reales ejércitos José María de Arantibel. N. el marques de la Regalia, mayordomo de semana del rey nuestro señor. El comisario general de cruzada don Francisco Yañez Bahamonde. El subdelegado general de cruzada Lorenzo Hernandez de Alba. = El teniente general José María de Alós. El párroco de San Salvador de Madrid Dionisio Castaño y Bermudez. Id. de San Pedro Antonio Perez de Hirias. = Id. de Santa Cruz Francisco Ignacio Muñoz. El de San Andrés Felipe Guio. El de San Sebastian Manuel Mariano Gomez y Sanchez. = Bernardo Bonavia, mariscal de campo. = El teniente general consejero de Guerra Manuel Zappioгo. = Pedro de Bailui, mariscal de campo. Hermenegildo Sanchez Pleiid.: Brigadier de caballería Nicolás Badolato. Francisco Diz, consejero de Guerra. José Falqués, mariscal de campo. = El secretario de la colecturía general de espolios y vacantes Matías Bravo. El contador general de las órdenes militares Fernando

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Zapp iro. El conde Torremuzquiz, decano del Consejo de Indias. = El coronel José María Bonicelli. El teniente ge neral Luis Alejandro Bassecourt.= El coronel José Villamil. El oficial de la secretaria de Guerra Manuel de Ubiria. El coronel José Maria Beza. = El oficial de la secretaría de Guerra Manuel Sanz. El brigadier Luis Antonio de Rueda. El oficial de la secretaria de Guerra Luis José de Urbistondo. Ignacio Omulrian, ministro de Indias. El oficial de la secretaría de la Guerra Francisco Franco. = Maestro Fr. Albito Villar, abad y cura de San Martin de Madrid. = El marques de las Hormazas, consejero de Estado. Rafael Morant, oficial de la secretaria del despacho de Hacienda. = El secretario del rey nuestro senor Santiago Gomez de Negrete, &c., &c., &c. Siguen muchas firmas mas.

Núm. 10. Copiaremos algunos párrafos de la esposicion del conde de Cartagena al duque de Angulema.

« Serenisimo señor. = El deseo de ser útil á mi patria, único móvil de mis acciones, me obliga á tomarme la libertad de dirigirme á V. A. R. Las adjuntas copias de mis proclamas y de mi correspondencia con el teniente general Bourk instruirán á V. A. R. de los motivos que he tenido para separarme del gobierno de Sevilla y unirme á las tropas francesas, como tambien de las condiciones que he puesto, y que me han sido concedidas, conforme á las promesas que V. A. R. ha hecho á los españoles. Ruego á V. A. R. que tome en consideracion los documentos citados, y me concretaría á formar su estracto sino creyese conveniente que V. A. R. los lea integros para que se forme una idea exacta de mi posicion.»>

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«Estoy enteramente unido con general Bourk, y le he ofrecido todos los esfuerzos posibles por mi parte y por parte de las tropas que estan bajo mis órdenes para obtener la libertad del rey y la completa pacificacion del pais. Los socorros que puedo prestar al ejército francés, aunque menores de lo que deseo, son de alguna importancia, porque podré contener los pueblos en los límites del orden y evitar muchos males. Mi conducta siempre franca y leal, y el interes que constantemente he manifestado á sus habitantes, me han procurado cierto crédito que em

plearé desde luego en provecho de estas provincias. Jamas hablaria de mi en estos términos á V. A. R. si no creyese que cuando se trata del bien publico no debe callarse cosa alguna. »>

«Mientras que las tropas que mando trabajaban en poner un término á los males de la guerra y en contribuir tanto cuanto les era posible á la libertad del rey, por la que suspiran todos los buenos españoles, se nos ha dado el titulo de revolucionarios en un escrito publicado en Madrid, y no se nos hubiera prodigado esta injuria sin el consentimiento del gobierno, puesto que la Gaceta está sujeta á su censura. Presumo, serenisimo señor, que me han tratado con tanta ligereza de revolucionario porque en vez de conciliar los espiritus y de atraerlos se procura exasperarlos; porque no me he dirigido directamente á la regencia de Madrid. Esto me obliga á hablar francamente á V. A. R. de los motivos que he tenido, y que todavía tengo, para no entenderme con la regencia de Madrid. »

«Este gobierno no ha correspondido, á mi entender, á las esperanzas de V. A. R.; y los españoles que piensan, que desean la estabilidad del trono, la prosperidad del pueblo, no encuentran en su marcha ni la, firmeza ni la deci-sion que podrian salvarnos. En cuanto á sus decretos, puede decirse que no ha dado uno solo fundado en los verdaderos principios de conciliacion; podemos considerarlos mas como las reglas que se impone un partido triunfante, que como las que deben seguirse para conseguir la union y la paz. Si atendemos á los hechos hallaremos una apariencia aun menos favorable por lo que mira á la capacidad del gobierno actual. Por todas partes se oye hablar de desórdenes, de encarcelamientos arbitrarios, de insultos permitidos al pueblo, de exacciones violentas: en fin, se olvida el respeto debido á las leyes, y la anarquía no cesa de afligir á la desventurada España. »

«Este cuadro no está exagerado, serenísimo señor; y los hombres mas sensatos de todas las provincias se desesperan al ver las riendas del gobierno flotantes, las autoridades procediendo

con

una arbitrariedad escandalosa, y el populacho desencadenado, halagado en vez de ser reprimido; al ver, en fin, que no se observan las leyes. »

«Tal es la verdadera situacion de

muchas provincias; y no creo que ni las felicitaciones recibidas por la regencia, ni los regocijos desordenados de las poblaciones á la entrada de las tropas francesas ó de los realistas españoles, causen ilusion à algunos hasta el punto de persuadirse que no queda otra cosa que desear, y que la marcha del gobierno es buena y acertada. Mientras que el populacho recorre las calles y despedaza las lápidas de la Constitucion, insultando á cada paso á las personas mas respetables, profiriendo gritos furiosos de muera, y entonando canciones de sangre y de desolacion, los hombres de bien lloran amargamente sobre la suerte de un pais cuyo destino parece ser el caer siempre en las manos de gobernantes que le arrojan de estremo en estremo. Los españoles ilustrados y celosos del honor de su patria conciben muy bien que existen ciertos momentos en que no se puede reprimir á la muchedumbre; ¿ pero qué juicio deberán formarse del estado de los negocios cuando estos momentos que deberian ser pasageros se prolongan semanas y nieses enteros? >>

«Pues los hombres que esperimentan ahora tanto disgusto son precisamente los que han derribado al gobierno anterior. Si, serenísimo señor, no cabe duda alguna. Las Cortes, despojando á los propietarios de sus bienes, distribuyendo los del clero secular y regular, predicando y tolerando el desorden, hubieran arrastrado á la muchedumbre, y V. A. R. hubiera encontrado sobre los Pirineos numerosos ejércitos de patriotas que se hubieran formado, como aconteció en Francia en iguales circunstancias; porque el pueblo español no es ni menos ilustrado ni menos afecto á su pais que lo era el pueblo francés en la época de 1789. Mas los hombres de luces y de probidad, amaestrados por la revolucion francesa, han opuesto un dique al torrente de la anarquía: el resultado de sus esfuerzos no ha sido rápido, pero si seguro han conseguido formar esa opinion que ha desacreditado completamente á la demagogia, que ha sido causa de que ni el estímulo del desorden ni el imperio del terror hayan podido armar al pueblo en defensa de la Constitucion. Ahora solo se presta oidos á la voz confusa de la multitud; pero la calma sucederá á la efervescencia, y la verdadera opinion ocupará su lu

gar; y entonces, ¡desgraciados de nosotros si el gobierno no la ha consultado!»

Núm. 11. CARTA DIRIGIDA POR EL GENERAL MORILLO DESDE LUGO CON FECHA 28 DE JUNIO DE 1823 AL GENERAL QUIROGA.

Mi querido Quiroga. Has hecho una locura impidiendo el paso al ofi-cial que de mi orden conducia pliegos para las autoridades de la Coruña, en que les participa ba las ocurrencias acaecidas en esta ciudad en el dia 26 del corriente, y permitiendo que las personas que te acompañan alteren los sucesos y pinten mi conducta como la de un traidor á mi patria. Tú sabes bien, pues que lo has presenciado, que mi declaracion de no reconocer la regencia, que con despojo de la autoridad del rey se ha formado en Sevilla en 11 de este mes, procede de los mismos principios que me obligaron á aceptar el mando de este ejército, decidido à emplear todo género de sacrificios para repeler la invasion estrangera y defender la Constitucion política de la monarquía. He visto atacada esta en los fundamentos que la sostienen, y no puedo reconocer un acto que detestan los pueblos y la tropa. Tú has sido testigo de la opinion que generalmente han emitido las diferentes personas que he reunido para proceder con acierto en asunto tan delicado.

Tú mismo, conviniendo en los principios que los dirigieron, y dudando únicamente de la autenticidad del papel que ha servido á todos para persuadirse del hecho, y de las noticias que por separado lo confirmaban, solo reconociste la regencia condicionalmente. Convencido de todo te has decidido á poner en seguridad tu persona, y me pediste con este objeto auxilios, que te facilité gustosamente, quedándome el sentimiento de que el estado de los fondos, que solo ascendian á 70,000 reales, no permitiese franquearte mas que 40,000, aunque te prometí librar á tu favor en lo sucesivo, de mi propio caudal, yor cantidad. ¿Qué es pues lo que esperas? Cometerás la bajeza de ser tú el traidor á las promesas que has hecho voluntariamente á tu salida, sin que yo las exigiese de tí, y añadirás á esta mancha sobre tu honor la de mancillar el mio, permitiendo las falsas

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