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ras; y en Navarra Torrijos, De Pablo llamado Chapalangarra, y Jáuregui, conocido por el Pastor, batieron en encuentros parciales á Guergué, Cuevillas, Zumalacarregui y Uranga. De estas alternativas de triunfos y derrotas deducíase la impotencia de los facciosos para llevar á cabo la guerra: y Mr. de Villele, ministro de Francia, decia al vizconde de Chateaubriand: "Resulta de estos sucesos, y asi lo confiesan los naturales del pais con quienes hablo, que nunca los realistas españoles podrian consumar la contrarevolucion en su patria sin el auxilio de un ejército estrangero, aun cuando otros gobiernos favoreciesen su causa.

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Arrojada de Urgél la regencia, los realistas, moderados atribuyeron á la violencia y á la sed de tiranía del presidente una gran parte del triunfo de las armas de Mina. Varios españoles de aquel partido, entre ellos Córdoba y Quesada, trabajaron en París para evitar la intervencion estrangera, y formar otra regencia presidida por el infante de Luca, que ayudada con un empréstito garantido Proyecto de por las potencias de la Santa Alianza, organizase nueva regen- y modificase los elementos que componian el realismo. Mas la caida del vizconde Montmorency, reemplazado en el ministerio de negocios estrangeros por Chateaubriand, hechura de la Santa Alianza, dió mas peso en el gabinete de Luis XVIII á los partidarios de la guerra, que despues de la arrogante respuesta de San Miguel parecia inevitable. Sin embargo, Mr. Villele hacia los últimos esfuerzos para atraer á los liberales españoles á un acomodamiento; y sus conferencias con el conde de Toreno prueban que no adivinaba los obstáculos que el tratado secreto de Verona, y mas que el tratado secreto Fernando, iban á oponer á la transaccion intentada, que segun los órganos de los regentes de Urgél, fundábase en dar á España la

carta francesa fundida en hispano crisol, en una amnistía general para todos los delitos políticos, en el reconocimiento de la deuda contraida por las Cortes, y en la coronacion en América de un prín cipe de la familia real.

El tratado de la Santa Alianza desvaneció, como era de esperar, muchas de las ilusiones de Villele, á quien nosotros concedemos honradez y buena fé, si entre hombres de estado puede existir alguna vez; pero no por eso desistió del proyecto de sustituir á la regencia de Mataflorida otra de indole mas suave. En 1.° de Enero de 1823 el baron de Eroles, Eguía y el prefecto de Tolosa tuvieron una larga conferencia con este objeto, en virtud de la cual, y de las seguridades dadas á Chateaubriand por el baron, partió éste á París: tambien don Carlos España, que, concluida su mision en Verona, pretendió ser empleado en la carrera diplomática, se axasperó con la negativa, y volvió la espalda á los regentes. Finalmente, el gobierno de París, cual si nuestra nacion fuese patrimonio suyo, acordó nombrar una especie de junta provisional hasta la llegada de los enemigos de la libertad á Madrid, donde segun aviso encontrarian instrucciones de la voluntad del rey.

Fiel Balmaseda á Mataflorida, acudió á los reyes de Europa solicitando el reconocimiento de la regencia de Urgél, y el despotismo puro y sin mezcla de reformas para España: tambien el general don Francisco Longa, que venia con recientes aclaraciones dadas verbalmente por el monarca, sostuvo á los regentes en la reunion oficial que en la secretaría de la Guerra de Francia celebraron el baron de Eroles, el conde de España y Quesada en compañía del ministro. Balmaseda entregó en 12 de Marzo al secretario de Estado del mismo pais una enérgica esposicion de la junta de Cataluña á

1823.

Luis XVIII, pidiendo fuese reconocida la regencia: en el mismo sentido representaron los arzobispos de Tarragona y Valencia, el presidente de los apostólicos de Galicia, los diputados de Alava y Guipúzcoa, la junta de Navarra, los obispos de Urgél y Pamplona, el inquisidor general, y varios gefes del realismo. No contento el ambicioso Mataflorida con tantas intrigas para sostenerse en el mando, pasó despues una nota al embajador de Rusia consultando el rumbo que debia seguir en vista de la política adoptada por el gabinete de las Tullerías, que segun la regencia tendia á dar á España un simulacro de instituciones representativas: el embajador escusó el consejo.

Eguía dió por disuelta la regencia, manifestando que iba á tomar el mando supremo; y el baron de Eroles avisó en Febrero á Mataflorida el acuerdo que el gabinete francés habia tomado de nombrar un Consejo Supremo de gobierno para España, designando los individuos; acuerdo fundado en la voluntad de Fernando, que la habia declarado en dos cartas; la primera presentada por el encargado de negocios de Dinamarca en Madrid al ministro en París, y la segunda entregada al rey de Francia por el embajador Lagarde.

El presidente de la regencia de Urgél podia oponer documentos á documentos, voluntad á voluntad, y á unas órdenes otras órdenes contrarias. En Enero de este año 1823 habia recibido una regia autorizacion por conducto de don Manuel Gonzalez, en la que "S. M. aprobaba todo lo hecho por la regencia, mandábale continuar la empresa, declaraba su real determinacion contra el establecimiento de cámaras y toda clase de gobierno representativo, diciendo que solo accedia á la proclama de 15 de Agosto del año anterior: prevenia al marques que sancionaba cuanto en su

nombre hiciese, y que no obstante se le comunicase cosa en contrario la tuviese por no mandada.” Mas reciente era otra comunicacion puesta en manos de Mataflorida por don Felix Alvarado para que la regencia continuase sus funciones hasta la llegada de los franceses á Madrid, donde se hallarian designados por S. M. los sugetos que debian componer el gobierno. Asi lo manifestó Alvarado en las representaciones dirigidas al rey de Francia y al duque de Angulema á favor de la continuacion de la regencia.

Los que duden de que un príncipe que se daba á sí propio el título de católico, de que un hombre de nuestro siglo, de que un español en fin jugase hasta tal punto con la vida de sus semejantes y elevase á este grado la perfidia, pueden consultar los papeles del archivo de la regencia de Urgél en las secretarías del despacho, y el estracto que de ellos publicó el mismo Mataflorida (*). Fuente pura donde hemos bebido muchas de las noticias apuntadas, y manantial fecundo de descubrimientos para la lúgubre historia de aquella época. Vender á todos, ser ingrato con amigos y enemigos, premiar los servicios con el olvido, sacrificar la patria, las leyes y los súbditos al deseo de venganza, al ansia de oprimir; tal es la conducta de Fernando el deseado, como le llamaba el inocente pueblo que le levantó sobre su escudo en 1808.

Los amigos de este rey conocian tan perfectamente los ocultos pliegues de su corazon, que en respuesta á la consulta de la regencia sobre el plan que suponia á Eguía y á los ministros franceses, fundado en una instruccion dada por el monarca, decia el inquisidor general: "Estoy muy enterado del papelito, de los antecedentes que le motivaron y de lo obrado en su virtud; y me causa risa que

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("Ap. lib. 11. núm. 4.)

quieran levantar castillos sobre fundamentos tan débiles y que significan tan poco. Ello es que si se apurase todo, resultaria el cargo mas terrible y sin réplica contra el sugeto á quien se dirigió."

Fernando y su familia seguian en el mismo estado de abatimiento y tristeza en que los habian sumido sus pasiones dominantes y la delicada situacion de la cosa pública. Atacado el primero por la gota unas veces en el pie y otras en la rodilla, negábase á salir de palacio, ya que no le era permitido habitar alguno de sus sitios favoritos; y la reina, atormentada por las convulsiones de nervios que con tanta pertinacia la acometian, solo en la oracion y en el retiro encontraba consuelos que no podia comunicar á su esposo. Verdad es que el sol de la esperanza penetraba ya con sus rayos las nubes de la tempestad; mas antes de que las disipase restaban dias de tribulacion y de amargura.

De vuelta de Verona Wellington se detuvo en París en virtud de las instrucciones que le envió Canning para que tratase de suavizar el áspero continente de las Tullerías, y propuso la mediacion inglesa, que fue desechada: el gabinete de Londres no cesaba en uno y otro memorandum de encargar á su embajador en Madrid, sir William A'Court, que obtuviese del gobierno español algunas reformas en el código político de 1812. No contento el inglés con esto, envió á lord Fitz Roy Sommerset para que intérprete de las ideas de Wellington y del estado de las negociaciones, interpusiese el poderoso influjo del duque con algunos de los gefes de la revolucion española. Ya San Miguel, á consecuencia de una sesion secreta de las Cortes en que se ventiló la cuestion, habia despachado correos estraordinarios solicitando en Gran Bretaña. una nota los buenos oficios de la Inglaterra entre

Oficios de la

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