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Francia y España, y diciendo que el gobierno permanecia invariable en sus sentimientos; que si existian defectos en el código de 1812, la nacion los corregiria cuando y como mejor le pareciese; y que los ingleses debian mediar para que la Francia disolviese el ejército de observacion. Bajo semejantes bases los pasos dados por la Inglaterra fueron infructuosos, y Chateaubriand exigió por su parte para abrir las puertas á un arreglo "que se permitiese al rey de España, libre de su actual cautiverio y puesto á la cabeza de su ejército, adelantarse hasta las márgenes del Vidasoa, á fin de tratar con el duque de Angulema y establecer una paz sólida." Rotas pues por la increible ceguedad de los gobernantes del reino hispano las vias diplomáticas de conciliacion, aumentáronse las probabilidades de la guerra, y triunfó en el Consejo de las Tullerías tan desastroso medio.

Cuando la Corte de Nápoles supo que la lucha estaba decretada, reclamó, instada por el Austria, que miraba con celos y sospechas el encargo de la Francia, la regencia en el gobierno provisional que iba á establecerse hasta restituir á Fernando su cetro de hierro. Y tuvo el emperador de Rusia que interponer su poderoso influjo para acallar esta pretension, que llevaba visos de querella, y que los españoles pudieran haber fomentado ardientemente á no andar divididos y tan escasos de hombres de estado.

Las cámaras se componian en Francia de diputados del partido ultra en su mayoría, y Luis XVIII procedió á su apertura en 28 de Enero en el salon de guardias de Enrique IV en el Louvre, descorriendo el velo de sus intenciones con la Pe

Reclamacion de Nápoles.

1823.

Discurso de

nínsula española. "Todo lo he intentado, dijo, pa- Luis XVIII. ra asegurar la tranquilidad de mis pueblos y pre

servar á España de las últimas desgracias.- La ceguedad con que han sido desechadas las proposiciones hechas en Madrid dejan pocas esperanzas de paz. He ordenado llamar á mi ministro: cien mil franceses mandados por un príncipe de mi familia, por aquel á quien mi corazon se complace en llamar hijo, estan prontos á marchar, invocando al Dios de San Luis, para conservar el trono de España á un nieto de Enrique IV, preservar este hermoso pais de su ruina, y reconciliarle con la Europa."

No tardaron en dar principio á sus sesiones los parlamentos ingleses, y el rey se esplicó en estos términos por lo respectivo á la cuestion del dia. Del rey de In- "Fiel á los principios que S. M. ha proclamado á glaterra. la faz del mundo entero como regla de su conducta, S. M. se ha opuesto á tomar parte en Verona en alguna medida que pudiera considerarse como una intervencion en los asuntos interiores de España por parte de las potencias estrangeras, y desde entonces S. M. ha empleado y continúa empleando sus esfuerzos, los mas ejecutivos, como tambien sus buenos oficios para calmar la irritacion que por desgracia existe entre los gobiernos francés y español, y para evitar, si posible fuere, la calamidad de una guerra entre Francia y España." Los oradores marques de Lansdown, lord Liverpool y Brohugam, se pronunciaron á favor de España, y hablaron de romper las hostilidades con la Francia si los soldados de esta atravesaban los Pirineos. El emperador de Rusia pasó entonces la siguiente nota á su embajador en Londres.

га.

Nota de Ru

"S. M. I. se lisonjeaba de que la modesia á Inglater- racion prevalecería en los consejos del gobierno inglés, y que no querria en un rompimiento con Francia esponerse á destruir todos los lazos que le

unen al continente. Pero si contra toda esperanza la Inglaterra declarase la guerra á Francia para impedir al gobierno de S. M. cristianísima que tribute á España el servicio mas importante, S. M. I. autoriza á su embajador para que asegure desde ahora al gabinete de las Tullerías que sus intenciones no cambian, y que por su parte mirará el ataque dirigido contra Francia como un ataque general contra todos los aliados, y que aceptará sin vacilar las consecuencias de este principio.Seguro de su apoyo, el emperador exhorta al rey á llevar á cabo su resolucion, y marchar con confianza contra los hombres de las revueltas y de los desastres.Obrando conforme á este espíritu, el emperador recuerda la cuestion agitada en el congreso relativa á la reunion de un ejército ruso en las fronteras occidentales del imperio, como un medio de seguridad para la Europa. Los gabinetes se separaron sin resolver cosa alguna sobre semejante asunto; pero la materia ha sido nuevamente tomada en consideracion. S. M. I. está dispuesto á reunir un ejército de observacion en sus estados."

ΕΙ rey de Inglaterra, Peel, Wellington, y el partido de lord Castelreagh, se oponian á la lucha, y el mismo Canning temia provocar segunda vez el establecimiento del sistema continental: asi que Inglaterra proclamó la neutralidad.

Maquiavelismo de Fer

El papel que representaba el monarca español, sancionando con una mano los decretos de las Cortes, y espidiendo con la otra órdenes á Eguía y nando. á los demas agentes, horrorizaba á los que poseían el secreto. Chateaubriand dice en su obra, tantas veces citada, el congreso de Verona: "Canning me hablaba mal de Fernando, de quien yo pensaba aun peor." Y el misino secretario inglés escribia al vizconde en 21 de Enero: "Pero en cuanto al

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rey de España, bastante es decir que el primer ministro, hombre cuya moderacion y exactitud de juicio alaban sus propios adversarios, ha asegurado en el parlamento inglés que la conducta de este príncipe ha provocado la revolucion." Tal era la opinion concebida por los primeros hombres de estado que dirigian las riendas de sus gobiernos al ver la intriga y la falsedad que caracterizaban al hijo de Carlos IV.

Decretada la funesta guerra contra todo derecho, restaba á la Francia trazarse la conducta que habia de observar con los partidos que trabajaban el reino hispano. Claro es que si queria ennoblecer y dorar un tanto su injusto intento, debia venir á estorbar que los hombres de las sociedades secretas suprimiesen un trono inútil cuando carece de las prerogativas necesarias, y á resucitar la monarquía dándole las atribuciones debidas, como dice Mr. Carné. Despreciar á los bandos que devoraban nuestra patria; asimilar al suyo el gobierno de la Península confundiendo en un centro comun todos los intereses, todas las luces, sin mirar atrás, sin prestar oido á las pasiones privadas, sino al bien general, era la mision que estaba reservada á Luis XVIII. Y solo este camino le quedaba; porque los gefes del realismo sublevado, salidos casi todos del populacho y del clero, revelaban la fuerza de la democracia en sus filas, y una vez triunfantes amenazarian á su turno al mismo solio. Conoció estas verdades don Luis Fernandez de Córdoba, y en una memoria que presentó al gabinete de las Tullerías escribia: "Si el gobierno francés envia sus tropas á España para restablecer sobre lo que existe aquello que existia, el remedio será tan malo ó peor que la enfermedad, pues será el tránsito de la democracia y la licencia al despotismo triunfante, vengativo é irri

tado." Mas para esto necesitábase otra libertad en el gabinete de las Tullerías, esclavo del tratado secreto de Verona, y minado en esta parte por las influencias secretas de los amigos de Fernando.

El ministerio español, despreciado en los paises estrangeros, y falto hasta de agentes que le impusiesen en los acontecimientos mas públicos, no supo el acuerdo de los franceses hasta que leyó el discurso de Luis XVIII. Entonces arrebatadamente se presentó en la asamblea legislativa el 5 de Febrero, solicitando recursos de hombres y de dinero; pero tar escasos para tamaña contienda, que se reducian á la demanda de treinta mil soldados, y á la autorizacion para introducir armas y cobrar en frutos las contribuciones atrasadas. Las provincias debian entregar sus cupos respectivos de la quinta, vestidos y armados, dentro de un mes contado desde la publicacion del decreto; en cuyo caso, es decir, si asi lo conseguian, serian declaradas las diputaciones provinciales beneméritas de la patria. El congreso concedió á los ministros cuanto deseaban, y descansó en la palabra de que bastaban tales medios para hacer frente á la invasion de los cien mil franceses. Discutióse tambien la formacion del estado mayor de los ejércitos, siendo nombrado gefe del mismo el mariscal de campo don Antonio Remon Zarco del Valle; y organizáronse aquellos del modo siguiente. Ejército primero de operaciones al mando del teniente general don Francisco Espoz y Mina, compuesto de las tropas que operaban en el séptimo distrito militar. Ejército segundo de operaciones á las órdenes del teniente general don Francisco Ballesteros, compuesto de las tropas que militaban en el quinto y sesto distritos. - Ejército primero de reserva mandado por el teniente general conde de La Bisbal, compuesto de las tropas existentes en

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1823.

Organizacion

de los ejércitos

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