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Libro undécimo.

El aborrecimiento del príncipe á los liberales ar

raigábase mas y mas de dia en dia, de hora en hora: la reina Amalia, cuyos ataques de nervios se habian agravado, veía debilitarse su existencia; y la opinion realista, dominante en los individuos de la familia, habia obtenido un nuevo refuerzo con la llegada en 30 de Agosto de la princesa de Beira y de su hijo el infante don Sebastian. Los augustos personages clavaban los ojos en el próxiino congreso de Verona, y aguardaban con impaciencia las resoluciones que adoptase, juzgando que el drama representado en Nápoles se repetiria. ahora en España.

1822.

La minoría de los diputados, que habia en dos ocasiones pedido una regencia, recurrió tercera vez exigiendo Cortes estraordinarias; y unida su isntancia á la del ayuntamiento, y de varias reuniones de la corte y de las provincias, el rey, contra su espresa voluntad, autorizó en 5 de Setiembre á la diputacion permanente para su convocacion. Fueron pues. citadas para el 7 de Octubre con el objeto de pro- traordinarias. porcionar al gobierno recursos de hombres. y dinero para acabar con los facciosos; arreglar asuntos. en estremo interesantes con las potencias estrangeras; dar al ejército ordenanzas militares, y discutir el código de procedimientos. Llegado el dia se

Convocacion de Cortes es

Á brense.

1822.

ñalado, el monarca abrió las Cortes acompañado de su familia, apareciendo por última vez en aquel augusto sitio rodeado de los representantes del pueblo. Concretado el discurso de apertura á los puntos anunciados, no ofreció pasage alguno digno de nota."La nacion pide brazos numerosos, decia, para refrenar de una vez la audacia de sus rebeldes hijos, y los valientes y leales que sirven en el campo del honor reclaman recursos poderosos y abundantes que aseguren el éxito feliz en las empresas á que son llamados." En efecto, los primeros asuntos de que se ocupó la asamblea fueron los pertenecientes á Guerra y Hacienda: el ministerio manifestó que resultaba un déficit de trescientos cincuenta y dos millones por una parte, y de cuatrocientos treinta y dos por otra, siendo necesarios por consiguiente setecientos ochenta y cuatro millos efectivos: tambien propuso una quinta de treinta y siete mil nuevecientos cincuenta y seis hombres, y de siete mil seiscientos treinta y siete caballos, que le fueron concedidos con corta rebaja.

El carro de la revolucion no se detenia delante del incremento que tomaban las hordas de la fé: al contrario, recibiendo nas velocidad del general sacudimiento, se desbocaba en el borde mismo del precipicio. Reinaba en las provincias tanta efervescencia, que el ayuntamiento de Valencia prohibió en 17 de Setiembre apedrear las casas y romper los cristales, pues los escesos se hacian inRiego en An- tolerables. Riego paseaba en triunfo la Andalucía entre las ovaciones que le concedian Granada, Málaga, Algeciras, Céuta y Sevilla: y el bando democrático, generalizando las proscripciones, infundia terror en todas partes. En San Sebastian se imitaban las prisiones arbitrarias, y en Barcelona decretábase un armamento general para hacer rostro

dalucía.

á los facciosos: alli donde la reaccion contaba con mas elementos, tenia tambien que luchar con mayor resistencia.

La regencia de Urgél nombró encargado de negocios en París á don Antonio Martin Balmaseda, quien puso en manos del secretario de Estado francés, del conde de Artois, y del duque de Angulema, la declaracion de la regencia, que leida en Consejo de gabinete, fue impugnada por unos y defendida por otros. Propendian los ministros de la Guerra y de Negocios estrangeros de la corona de Luis al establecimiento de dos cámaras en España, y de ningun modo querian doblarse á las miras sangrientas de los que defendian el cetro de hierro. Asi es que en vano Balmaseda solicitaba para la regencia todos los auxilios ofrecidos: hallaba en muchos puntos cerradas las puertas; y habiendo pedido en 29 de Agosto una audiencia particular á las personas reales, le fue tambien negada. El encargado de la regencia lo conocia asi, y lo esplicaba en sus cartas al presidente, temiendo que el plan conciliador se realizase y transigiesen los liberales; porque no conocia la impotencia de los que participaban de estas ideas. Estaba encargado Balmaseda de proporcionar un empréstito á los de Urgél; y habiendo ofrecido dos banqueros abrir sus arcas si los regentes garantían los empréstitos de las Cortes, negáronse aqueHos hombres furibundos, prefiriendo la penuria y la miseria al reconocimiento de un solo acto de la asamblea nacional. Mas adelante lograron negociar el de ocho millones con Mr. Ouwrard, hipotecando el subsidio eclesiástico, pues los escrúpulos de su vidriosa conciencia callaban delante de las pasiones que los devoraban. Repitieron sus instancias al gabinete de las Tullerías, y en su desacuerdo llegaron á amenazar á la Francia con abandonar

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1822.

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la empresa sino les socorria pronta y largamente: las amenazas tuvieron el resultado que habian tenido los ruegos.

Entre tanto habian por medio de don Carlos España recurrido á los emperadores de Austria y Rusia, no escaseando las ofertas de territorio en retorno de los auxilios que anhelaban: Metternich aprobó el manifiesto y los principios praclamados por la regencia, y el Autócrata ruso prodigó grandes elogios á los regentes. Tambien don Antonio Vargas solicitó del Papa y de la gran duquesa de Luca su mediacion para con las altas potencias, que en efecto la interpusieron con todo ahinco á favor de la tiranía, juntamente con el rey de Nápoles y el duque de Módena.

Eguía, viendo á la regencia despeñada por el escabroso camino que le trazaba el iracundo Mataflorida, envió á los coroneles Gaston é Imaz para que verbalmente refiriesen á los regentes las pruebas que habian visto de la confianza que á Fernando merecia el anciano general, y especialmente entonces, como espresa el marques en su carta de 27 de Octubre. Pero este se desentendia de las reconvenciones de Eguía, alegando sus años y el mal estado de sus facultades intelectuales; y aun decia que estas circunstancias redundarian en grave compromiso del rey por la publicidad que á sus secretas órdenes daba el general. De aqui nacía el recatarse el uno del otro, y perdida la armonía, perjudicábanse mútuamente y por cuantos caminos descubrian la ambicion del uno y la virulencia del otro. Doce millones habia consumido Eguía en Bayona en los primeros ensayos, y el manejo de los fondos despertaba tambien la avaricia de aquellos para quienes tanto deslumbramiento tenia el oro. Ademas las visitas de FernanNuñez á Eguía y las relaciones del primero con

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