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Entre tanto la reina, sentada junto á Fernando, rodeado del marques de Santa Cruz, del conde de Puñonrostro, del general Zayas y de otros, presentaba la imagen del terror, que crecia á cada aviso que llegaba de las intenciones de los sublevados. Apresuróse el príncipe á rehabilitar á los ministros destituidos, usando de la fórmula de continúen por ahora; pero era ya tarde: la noche perpetradora de crímenes habia oscurecido la villa, y unos doscientos conjurados se precipitaron sobre el palacio é invadieron su lindar. Los granaderos de la milicia que guarnecian aquel dia el alcázar se opusieron con heróico denuedo al torrente, y tan solo permitieron que subiesen comisionados á presentar una peticion: llegaron estos á la cámara real, donde sabida la esposicion de los ministros se contentaron con proferir amenazas, no perdonando en ellas ni las lágrimas de una señora, ni la virtud de una reina. La milicia de Madrid y su ayuntamiento merecieron los elogios de los buenos ciudadanos. Oigamos á un testigo de vista de aquella noche, cuya pluma, aunque empapada en tinta de color lo comunique á los sucesos que pinta, no por eso los desfigura.

"En muchas ocasiones habia sido turbada la tranquilidad pública, en muchas vivas y mueras diferentes habian resonado en las calles y plazas de la capital; pero jamas se habia manchado la revolucion con signos ciertos de un atentado hasta esta noche omninosa.

"La pluma se resiente á describirla: voces de "muera el rey" se oyeron por primera vez; se insultó el sagrado asilo, y aun á la virtuosa y respetable reina, y acaso sin la milicia de Madrid y sin el ayuntamiento se hubiesen manchado las páginas de nuestra historia con la sangre de ilustres víctimas.

"Nosotros lo vimos; vimos el real palacio acometido; escitamos á los buenos para que se unieran en defensa del monarca, abandonado casi de todos, pues solo le rodeaban algunos servidores leales y el decidio y valiente general don José Zayas; ¿pero dónde estaban entonces los héroes de la lealtad?" (Miraflores, tomo 1.o, pág. 179.)

Los secretarios del despacho trataron entonces de calmar los ánimos, y enviaron á sus amigos para que disiparan el tumulto: harto tardaron en reducir á la obediencia á los rebeldes, porque roto el freno, jamas vuelve el caballo á tascarlo sin verse obligado por la fuerza. Pasóse gran parte de la noche en el desorden, los improperios, el atropello y el desahogo de todas las pasiones: los ministros ocupáronla en lograr de Fernando que sancionase la salida de Madrid, autorizando á sus secretarios para que adoptasen las medidas necesarias á la traslacion. Entonces San Miguel y sus compañeros consultaron á una junta de generales para que designase el punto donde debian trasladarse las Cortes y el gobierno; y evacuado el informe lo remitieron todo al Consejo de Estado el dia 24.

Habíase perturbado tambien el orden público en Cádiz, donde sublevada la plebe pretendió que saliera de la plaza el batallon de San Marcial, y fueron necesarios repetidos esfuerzos de las autoridades para que no vinieran á las manos y abandonasen la actitud hostil que habian tomado. En Barcelona escandalizó al vulgo, fanático de suyo, el ver entrar cercado de bayonetas al obispo de Lérida por sospechas de conspiracion.

No menos turbias corrian las aguas de la reaccion en las faldas del Pirineo: los corifeos del reaDivision de lismo seguian divididos y dominados por el espílos realistas. ritu de persecucion que los distinguia. La regencia

de Urgél, ó hablando con mas exactitud dos de los regentes, Mataflorida y Creux, despues de haber permanecido breves dias en Puigcerdá, donde contrataron el empréstito de 80 millones, internáronse por Llivia en Francia, estableciendo su residencia en Tolosa. Mas el estímulo de la ambicion que los atormentaba no tardó en agitarlos, é intentando volver á aparecer en España por la frontera de Cataluña trasladáronse á Perpiñan para intrigar con los gefes de los facciosos. Estando alli presentóse á ambos el general francés Bordesoulles y les invitó á que regresasen á Tolosa y cumplimentasen al duque de Angulema. Eguía remitió un oficio muy reservado á Mataflorida, en el que le decia: "Renuncie V. E. toda idea de sostener la regencia que formó, dejando obrar libremente la que yo debo presidir." No pudiendo tampoco penetrar en Navarra, como lo habian imaginado, por haber dado Eguía orden de prenderlos en semejante caso, enviaron una protesta al duque de Angulema contra el plan de cámaras, alegando que todo sería nulo por no estar el rey. Angulema confinó á Mataflorida y al arzobispo de Tarragona á distintos puntos, y recibida orden despues para que se presentasen en París fueron destinados á Tours. Tales fueron las vicisitudes y oscuro fin de la malhadada regencia de Urgél, á la que no debió España un solo beneficio, y sí con la célebre declaracion de 15 de Agosto del pasado año los cimientos del funesto panteon de proscripciones y de asesinatos levantado despues por sus sucesores y coronado por Fernando. Los liberales obtenian repetidas ventajas en la provincia de Cuenca; y mientras la faccion en general tomaba un veloz incremento, Milans rompia las haces de Misas en Cataluña, aprehendiendo al cabecilla Coll y á mas de doscientos indivi

1823.

gislatura ordinaria.

duos. El furibundo O'donell, que por orden de la regencia habia reemplazado á Quesada en Navarra, se retiraba á Francia con los suyos para componer la vanguardia del éjercito invasor: los soldados de la libertad cogian nuevos lauros en el Principado, y desbaratábase la trama forjada para entregar al realismo la importante plaza de San Fernando de Figueras, de donde huyeron dos oficiales y cinco sargentos, artífices principales de la máquina.

Abriéronse las Cortes el 1.° de Marzo para dar Abrese la le principio á la legislatura ordinaria de 1823; y los ministros entregaron á nombre del rey el discurso de la corona. Fernando, cuyos padecimientos se habian agravado con las escenas del dia 19, no pudo presentarse en la asamblea; y decia en el escrito leido que le animaban los sentimientos mas puros de amor á la Constitucion y el mas ardiente deseo de sostenerse al frente de los pueblos en la lucha que amenazaba. Entre otros párrafos paDiscurso de récenos el siguiente digno de notarse. "No, la razon y la justicia no serán menos valientes que el genio de la opresion y de la servidumbre, La nacion que capitula con enemigos, cuya mala fé es tan notoria, es nacion ya subyugada, y el recibir la ley que se quiere imponer con las armas en la mano, es la mayor ignominia. "

apertura.

Marzo de 1823.

S. M. participó á las Cortes el dia 2 el nombramiento que en uso de sus facultades habia hecho de nuevos ministros; los cuales no debian. empero entrar en el desempeño de sus funciones hasta haber dado cuenta á las Cortes los actuales del estado de la nacion con la lectura de sus respectivas memorias, que segun el artículo 82 del reglamento interior, debian leerse el 3 de Marzo. No obstante que los nombrados nunca se sentaron en las sillas de la secretaría, debemos colocar

aqui sus nombres para la mejor inteligencia de los sucesos posteriores. Eran: de Estado don Alvaro Florez Estrada; de la Gobernacion don Antonio Diaz del Moral; de Gracia y Justicia don José Zorraquin; de Hacienda don Lorenzo Calvo de Rosas; de Guerra don José María Torrijos, y de Marina don Ramon Romay. Todos pertenecian al liberalisino mas puro, y su mayoría á la sociedad secreta de los comuneros, segun pregonaba la fama. En esta sesion dijo un representante del pueblo que existia una conspiracion, cuyo centro era el palacio, y que por lo tanto debia acelerarse la traslacion del gobierno. Otro diputado, el clérigo Rico, añadió: "Estamos en la época determinada de declarar la impotencia fisica de S. M.:” y las tribunas prorumpieron en numerosos aplausos hasta que el presidente reclamó el orden. Siguiendo su curso la discusion anunció el ministro de la Guerra que los secretarios del despacho juzgaban habia llegado el momento de que el gobierno se trasladase á parage mas seguro; y la asamblea legislativa resolvió que los ministros se presentasen al dia siguiente á señalar el sitio adonde debia encaminarse la Corte. Aprobó el congreso el 3 que de los milicianos de Madrid que voluntariamente quisiesen seguir á las Cortes se formasen uno ó mas batallones, y que se asistiese á cada individuo con cinco reales diarios. Los ministros oficiaron á la asamblea diciendo que el rey, en vista de lo acordado en el dia anterior, y oido el Consejo de Estado, designaba á Sevilla para punto de traslacion, y que se habian tomado las medidas convenientes para ocurrir á la seguridad de los caminos.

Como los ministros no habian de dejar sus sillas hasta que diesen cuenta del estado de la cosa pública, imaginaron sus apasionados un ar

T. III.

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