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Otro testigo de vista, Mr. Carrel en su analísis de algunas obras de España, retrata con fuertes pinceladas la misina época, comunicando á su narracion el pálido y lúgubre tinte de las circunstancias. Despues de trazar el autor rápidamente el cuadro de la lucha de Cataluña en el tiempo de que hablamos, sube al cielo el valor de Mina y su acertada marcha por las montañas. "Las pasiones que han hecho la guerra á España, dice, estan ya harto borradas para prometerme que inspiraré interes mostrando en medio de las montañas de Cataluña con el antiguo uniforme francés á los soldados de todas las naciones, arrastrados por el ascendiente de un gran carácter, marchando donde éste los guiaba, sufriendo y batiéndose sin esperanza de ser elogiados ni de cambiar la faz de las cosas, aunque hiciesen prodigios de valor, en el estado desesperado de su causa, no teniendo mas perspectiva que un fin miserable en medio de un pais sublevado contra ellos, ó la muerte en las esplanadas si escapaban de la del campo de batalla. Tal fue durante largos dias la situacion de los que partidos de Barcelona algun tiempo antes de la capitulacion de esta plaza fueron á sucumbir con Pachiarotti delante de Figueras, despues de cuarenta y ocho horas de una lucha cuyo encarnizamiento probó que eran franceses los que peleaban de uno y otro lado. El combate debia acabar con el esterminio del último de los que, en medio de la Europa de 1823, habian osado ondear la bandera tricolor en la ta de sus lanzas y adornar sus morriones con la escarapela de Fleurus y de Zurich. . . . . Poco importa el destino de algunos hombres en semejantes acontecimientos; ¡pero cuántos sucesos habian sido necesarios para que estos hombres de todas las comarcas de Europa se volviesen á en11

T. III.

pun

contrar, soldados antiguos del mismo capitan, y viniesen á un pais que no conocian á defender una causa que era la suya...! Las cosas en sus contínuas y fatales trasformaciones no arrastran con ellas todas las inteligencias; no doman todos los caractéres con igual facilidad, ni cuidan de todos los intereses: necesario es entenderlo y perdonar en algun modo las protestas que se elevan en favor de lo pasado. Cuando espira una época rómpese el molde, y basta á la Providencia que no pueda rehacerse; mas es hermoso contemplar algunas veces los pedazos que quedan en tierra."

El segundo ejército á las órdenes de Ballesteros, que se componia de diez y seis mil soldados, y que era el áncora de la náufraga nave, replegóse á Valencia despues de haber reunido sus fuerzas sin defender los Pirineos, no obstante que incumbia esta defensa á sus armas. De suerte que los franceses, dándose la mano sus divisiones, se vicrou dueños del Ebro sin haber empeñado un solo lance, si esceptuamos una escaramuza en Logroño. No presentando resistencia la fuerza armada, mal podian presentarla los pueblos, cuya mayoría odiaba las formas representativas seducida por el clero. Asi es que las diputaciones provinciales, revestidas de facultades tan ámplias por el congreso que quiso convertirlas en las antiguas juntas de armamento y defensa cual si las circunstancias fuesen las mismas, nada hicieron, y en todas partes se disolvieron aceleradamente.

Restaba todavía á las Cortes la confianza que en la actividad y pericia del conde de La Bisbal habian puesto. Enseñoreados los franceses del curso del Ebro, sitiaron las plazas que quedaban á Operaciones. retaguardia de su línea; y mientras Molitor ocupaba á Aragon y se ponia en comunicacion con el duque de Conegliano, dirigíase el primer cuerpo

francés con la guardia real á Madrid por los caminos de Guadarrama y Somosierra. Aqui era donde La Bisbal habia de disputar el paso á los invasores, como lo hizo en la guerra de la independencia una division española deteniendo al valeroso éjercito de Napoleon; pero disipáronse las ilusiones y cayó la venda que cegaba á los ilusos.

Desde la entrada de los franceses en España cruzábanse las intrigas de todas clases para seducir á los generales españoles y prenderlos en las viles redes que se preparaban: el oro proporcionaba agentes de elevada esfera á los directores. de la máquina, mientras las promesas de una carta constitucional adormecian á los gefes liberales entorpeciendo sus planes. Mr. de Flavigny escribia al ministro de negocios estrangeros de Francia Chateaubriand en 14 de Mayo desde Burgos estas notables palabras, que nos guardaremos de comentar. "El pueblo y el clero quieren el poder absoluto, y aun cuando nosotros no lo estableciesemos lo harian ellos: aborrezco el despotismo en Francia; pero en España es necesario. Si quereis que vuestro embajador influya por medio del dinero, que en muchos casos es el único resorte, abridle un crédito separado é independiente." (*)

El conde de La Bisbal, que en todas épocas habia vestido el trage del dia y que tanto habia descollado en las tortuosidades de palacio, veíase solicitado por sus antiguos amigos, y entre ellos por el enredador y corrompido conde de Montijo, que se habia quedado en Madrid con instrucciones secretas, bullendo siempre en deseos de figurar y de trastornar el gobierno representativo. Fraguóse entre ambos el plan de acomodamiento con los franceses, dorando el hecho con la necesidad de modificar el código político y de afianzar de este modo en España la monarquía moderada. Con

1823.

Intrigas viles del gabinete frances.

(*Ap. lib. 11. núm. 7.)

1823.

Carta de Mon

bal.

este objeto, Montijo dirigió el 11 de Mayo una tijo á La Bis- esposicion al conde de La Bisbal, diciendo que en nombre de la España oprimida recurria á S. E. para que salvase la patria de los peligros que la amenazaban. Comparaba la situacion actual con la de 1808, pintando el regocijo con que los pueblos recibian á los franceses, pareciéndoles preferible su dominacion á la del favorito Godoy, y juzgando ahora mas apetecible el despotismo del rey que la tiranía de la muchedumbre. Afirmaba que el grito lanzado entonces por el pueblo de Aranjuez habia perdido á Bonaparte, y que ahora tambien era unánime la opinion pública, contraria á la Constitucion de Cádiz por no ser compatible con la felicidad y las necesidades del pais. Y exhortaba al conde de La Bisbal á que se proclamase independiente mientras el rey no estuviese en libertad, con cuyo rasgo sería el libertador de sus conciudadanos, y quizás de la Europa entera. Concluía finalmente manifestando que era tan imposible sostener en España el absolutismo como el código gaditano, pues aunque era mas facil entronizar el primero, solo podria reinar á la fuerza y á costa de sangre.

Mayo de 1823.
Respuesta de
La Bisbal.

El 15 respondió el conde de La Bisbal á este escrito en una especie de manifiesto. Decia que como gefe del ejército y de aquel distrito debia cumplir las órdenes del gobierno á cuya cabeza existia el monarca, no obstante que estaba convencido de que por desgracia de la nacion el ministerio actual no podia sacarla del abismo en que la habia sumido la impericia del anterior. Que como á ciudadano español que puede sin faltar á las leyes pensar lo que le parezca sobre la situacion del reino, opinaba que la mayoría de los españoles no queria la Constitucion de 1812, sin entrar en el examen de las causas que hubiesen

producido el descontento. Que los hombres honrados únicamente deseaban una Constitucion que reuniese la voluntad de todos los españoles; que el vulgo carecia de opinion; que obraba por la costumbre inveterada que le hacia respetar lo mas antiguo como lo mas justo, y que los medios que en su concepto debian emplearse para restablecer la paz y la union eran: Primero, anunciar á los invasores que la nacion, de acuerdo con el ejército y con el rey, convenia en modificar el código vigente en todos los puntos que fuesen necesarios para reunir los ánimos de los españoles, asegurar su felicidad y el esplendor del trono, y que por consiguiente debia retirarse á la otra parte de los Pirineos y negociar por medio de sus embajadores. Segundo, que S. M. y el gobierno regresasen á Madrid para que no se dijese que la familia real permanecia en Sevilla contra su voluntad. Tercero, que para verificar las reformas anunciadas se convocasen nuevas Cortes para que los diputados no careciesen de los poderes necesarios. Cuarto, que S. M. nombrase un ministerio que no perteneciese á ningun partido y mereciese la confianza de todos, inclusa la de las potencias estrangeras. Y quinto, que se decretase un olvido general de todo lo pasado. Concluía asegurando que deseaba á costa de su sangre propia evitar el derramamiento de la agena.

Imprimiéronse la carta del conde de Montijo y la respuesta de La Bisbal; y apenas comenzaron á circular dividiéronse los ánimos de los militares que servian en sus banderas. Los de mas subido temple negáronse á prestar obediencia á las órdenes del general; el intendente del ejercito no quiso tomar asiento en el consejo convocado por el conde; rompiéronse los lazos de la disciplina; los soldados desertaron en gran número; y por fin el

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