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Alienta mas mi ardimiento de ponerme à los pies de V. M., venciendo el desaliento con que me pudiera acobardar la indignidad de abatido, el ver que con el heroico ejemplar del mas constante defensor de la Iglesia, V. M. ha ennoblecido de nuevo á sus españoles con el lustre y la dignidad de ser vasallos del mas religioso Rey. Si esta obsequiosa presuncion fuera encarecida mereciera ser despreciada; pero si bien se mira no se puede tocar en los excesos de vanidad y lisonja la gloria, que por mas ceñida á la modestia cristiana viene á ser mas ajustada á la razon. A Júpiter, rey de Creta, porque en la guerra que movió la impiedad oponiéndose à la justicia y la religion, fulminó rayos contra los sacrilegos la ignorante antigüedad con uniforme consentimiento de las mas naciomes del mundo, no solo le colocó entre los astros, sino que le aclamó por supremo Dios del cielo. ¿ Pues qué mucho que al protector de la Iglesia, á la columna de la fe, y al capitan general de la milicia de Dios, cuando con tan singulares demostraciones de su católico celo fomenta el castigo de la herética pravedad, le veneren todos los mortales por el mayor Rey de la tierra? ¿Qué mucho tambien que la mas infima esfera se esfuerce à imitar su curso, cuando se advierte influida de las piadosas y ejemplares luces de este Júpiter cristiano?

Conducido pues del culto y veneracion que en los

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altares le franquea la entrada al rendimiento, pongo
en manos de V. M. esta relacion del triunfo de la
Cruz Verde que sirve de blason, armas y estandarte
al rectísimo y santo tribunal de la Inquisicion, con-
siderando que este misterioso color en la insignia de
cristianos, no solo explica los méritos de quien la
atiende y adora, sino que anuncia los abundantes fru-
tos con que corresponde y premia. La amenidad con
que este leño florece, no solo acredita la bondad de la
tierra donde se arraiga, y donde vive sin marchitarse
con la siempre verde observancia de las sagradas le

yes,
sino tambien la fecunda y enriquece con las feli-
cidades que la asegura: porque el arbol sagrado de
la cruz tiene por cultura el culto, y tomando por be-
neficio el obsequio, le agradece y remunera con su
sombra y con sus frutos. Con esta firme esperanza
sacamos los españoles de la experiencia el consue-
lo mayor de la lealtad, porque en la piedad con
que V. M. nos da el ejemplo, nos parece que leemos su
fortuna, y que la cruz le pagará su veneracion con
victorias que le engrandezcan, con triunfos que le co-
ronen, con glorias que le ilustren, y con siglos que le

eternicen.

Diodoro Sic lib. 1. Hist. c 17 Hederæ

Os idiri tribu

Baccho et q

Advierte el mas curioso observador de la genti- tem invention lidad que los antiguos dedicaron á sus dioses aquellas quem do Gr plantas que no se desnudan de sus hojas, y que conser- veteres in a van perpetuamente el verdor de la primavera, sin que bus observar la inclemencia del invierno ni la ancianidad del año las tum, Apol

a

quoque æter viriditati, stir

dum Veneri

laurum, Pai

oleam vindica

કૈ

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envejezca o las marchite, pareciendoles que apoyaban la inmortalidad de sus dioses con este símbolo de la eternidad. ¿ Pues con cuánta mas razon podré yo discurrir que dedicándose á V. M. los triunfos de la Cruz Verde no solamente se insinua el alto concepto con que le adora el amor de sus leales vasallos, sing que tambien nos pronostica el logro de nuestros deseos, prometiéndonos este glorioso blason de nuestra fe tan prolongados años á V. M. que puedan llamarse eternos, conservando siempre tan florida juventud para exaltacion del nombre cristiano, dilatacion de la Iglesia, honor de España, y patrocinio del santo tribunal de la Inquisicion? Guarde Dios la augusta persona de V. M. como sus reinos y toda la cristiandad ha menester. Madrid y noviembre 30 de 1680 años.

El mas humilde vasallo de V. M.

Q. S. R. P. B.

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José del Olmo.

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Aprobacion del doctor don Juan Mateo Lozano, colegial que fue en el insigne de la Madre de Dios de los teólogos de la universidad de Alcalá, y ahora cura propio de la iglesia parroquial de San Miguel de esta corte, capellan de honor, y predicador de S. M.

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Annalium C

abiéndose celebrado en esta coronada villa de Madrid, corte de nuestro gran monarca Carlos segundo (que Dios guarde), el dia treinta de junio de este presente año de mil seiscientos y ochenta, Auto general de la Fe con aquella debida magestuosa pompa y reve-. rente culto que pedia así lo soberano del empeño co-. mo el ardiente celo de la religion española, y en espe-. cial el de sus catolicísimos reyes, celadores en todos tiempos de los mayores lustres y pureza de los dogmas cotólicos, como sintió Baronio; Hoc plane sibi laudis Cardinalis vindicavit semper, Ecclesia Catholica in Hispania, ut non ab ronius, tom. erroribus tantum, sed & à suspicionibus esse voluerit suos annum immunes, ipso precipue Catholico Rege super omnes in 563, núm. opus naviter incumbente. Llega á mis manos hoy de orden del señor licenciado don Alonso Rico y Villarroel, inquisidor ordinario de Corte, abad de la santa iglesia de Olivares, y vicario de esta villa de Madrid y su partido por el eminentísimo señor Cardenal don Luis Manuel Portocarrero, arzobispo de Toledo, mi señor, &c., la relacion de su celebridad, escrita por Jo sé del Olmo, alcaide y familiar del Santo Oficio, ayuda de la furriela de S. M., y maestro mayor del Buen Retiro y villa de Madrid. Y habiéndola mirado

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tad de su argumento ha de salir no solo al registro comun de los ojos de España, sino tambien á los de toel mundo, no he hallado en ella cosa que disuene ni aun Ocasione el mas ligero escrúpulo, así hacia el lado de las seguridades de nuestra santa fe como al del decoro y respeto de las observaciones políticas; antes he visto nuchas como lo experimentarán cuantos lean reducido lo ceremonioso, del acto á esta puntual noticia (solicitada aun mas del espíritu ardiente de los corazones católicos que de curiosidad), he visto muchas, digo, ó mejor diré todas, que de justicia pide en premio del acierto con que se ha desempeñado su pluma de obligacion tan grande, la alabanza y aplausos del autor, correspondiendo esta obra en la destreza de la disposicion, claridad del estilo, propiedad y elegancia de las voces (que en algunas materias que es preciso que toque, no debe ser lo menos primoroso) al concepto justamente grangeado que de su dueño tienen cuantos le han conocido. Nada de cuanto puede subsistif con acentos mudamente la pluma para informar en narra-> cion al ánimo de lo que percibieron intuitivamente los1 ojos y el oido aquel dia, echará en esta menos el mas escrupuloso, segun la claridad con que sus caracteres facilitan en fuerza de puntuales la inteligencia y comu prension de todo, por estar tan en su lugar cada cosa como de los primores de la historia de Cesar celes de braba Otomano: In eo nihil à proposito alienum, nihilk non ordine, & loco, nihil non magnoperè necessarium admiscet. Asi por esto, como por considerar esta obra, ademas del desquite que conseguirán con leerla los que, ó por la distancia del sitio, ó por hallarse ausen tes de la corte, no pudieron lograr las asistencias á tan solemne acto; por considerarla (concluyo) no solamen te acuerdo y representacion puntual de funcion tan sagrada, sino facil diseño á los siglos futuros de otras de aquesta especie, es de mi parecer justamente acreedora á que contra los descuidos del tiempo se eternice en los moldes para archivo precioso de tan importantes

Cæsaris.

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