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regocijó á los parciales de Toledo. Sea la sorpresa que produjo tan inesperada revelacion, sea la favorable acogida que tuvo la obra en que se insertaba, ó el respeto que infundia su autor, ayo del Príncipe y dignatario eclesiástico puesto en prelatura, nadie por entonces se atrevió á demostrar la falsedad de tal escrito; más aún: á nadie ocurrió observar que la opinion de don Rodrigo en tal materia, desde luego suspechosa de parcial, era de todo punto indiferente, pues que en el siglo XIII no habia ya, ni en pro ni en contra, mejores datos que los que se poseian.

y

Tal situacion afligia á las personas patriotas y prudentes. La nacion española, brazo derecho de la Iglesia, debeladora de la herejía y del islamismo, daba un bien triste espectáculo: sus iglesias se desgarraban, las tradiciones más venerandas eran holladas, la piedad sentia su fe quebrantarse, y la que necesitaba aparecer fuerte y compacta dejaba ver sus entrañas corroidas por el fomes de la vanidad la soberbia. De aquí el deseo bastante general de que se encontrase testimonio irrefragable de la venida de Santiago, que llevase la paz á las iglesias y á las conciencias. La época goda no habia dejado más rastro de tal creencia que un pasaje de un libro, titulado De ortu et obitu patrum, que se atribuia á san Isidoro. Largo fuera referir las encarnizadas batallas que se han reñido al rededor de ese libro, ó por

mejor decir, de ese pasaje, que era lo único que le daba importancia, para convencer de que era obra del autor que le prestaba el nombre; por lo demas en tiempo alguno de aquel periodo histórico se halla indicio de que Santiago hubiese tenido templo, ni fiesta, ni culto1.

Tocaba probar á los que sostenian la afirmativa de la venida del Apóstol; mas no existiendo pruebas, ocurrióse suplantarlas. El fin justificaba el medio; los fraudes piadosos, el dolo pío, estaban admitidos en la moral corriente cuando tenian por objeto un motivo de edificacion; y no faltaban escritores de autoridad que defendiesen que era lícito falsear la historia cuando el honor ó el interes de la patria

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..... En todo lo que en adelante se contará de la conversion del Rey Ariamiro con sus suevos en Galicia, y de los concilios que en aquella provincia, y en Braga, que era su cabeza, se celebraron; jamas hay memoria del santo apóstol, ni de su cuerpo. No la hay tampoco en los concilios de Toledo, hallándose en ellos los obispos de Iria Flavia. Y es bien de creer que la hubiera, y que se tratára alguna vez desto, si no estuviera perdido del todo el recuerdo del santo cuerpo en Galicia y por toda España. El olvido general lo habia borrado todo, procurándolo tambien el demonio cuanto podia, de manera que nadie tenía ya cuenta dello.» (AMBROSIO DE MORALES, Crónica general de España, lib. Ix, cap. vII.)

En un comentario muy antiguo sobre el profeta Nahum, impreso con las obras de los padres toledanos, al referir la distribucion del mundo entre los apóstoles, se asigna España á Santiago; pero no es del todo seguro que esta obra corresponda á la época visigoda.

que

lo exigian. No eran éstos, ciertamente, los móviles habian determinado á Loaisa á fabricar ó á adoptar su documento del concilio Lateranense, y sin embargo, los que conocian la superchería callaban. Tal pensamiento, venido sin duda á muchos, se propusieron realizarlo personas que vivian á larga distancia, desconocidos unos á otros, y entre quienes no existia conexion por estado, profesion ó estudios; que las ideas tienen, como las flores, á traves de los aires sus casamientos lejanos. Habia en los jesuitas de Toledo un padre Jerónimo Román de la Higuera, hombre de mediana instruccion, de natural complaciente, curioso de antigüedades, de opinion movediza al compás de sus impresiones, dado á intervenir en cuestiones de erudicion con ánimo conciliador, y que se ocupaba en ilustrar la geografía antigua, escribir vidas de santos poco conocidos, é historias de viejas ciudades, cuyas oscuridades iluminaba y cuyas lagunas colmaba con conjeturas é inducciones pocas veces felices, que muy luego trocaba en verdades recibidas; acabando, como Ulíses, por creer sus propias ficciones. Ahora empleaba sus ocios en componer una historia eclesiástica de España sobre un plan análogo al de la general de Mariana. Parecióle lo mejor renovar el expediente á que en el siglo XV habia recurrido Annio de Viterbo para satisfacer la curiosidad que se desarrolló en las naciones occidentales por

saber la historia de sus tiempos primitivos: que consistia en sacar á luz como encontrada alguna obra de autor antiguo que se tuviera por perdida, y en que apareciese consignado lo que se pretendia revelar. Los muchos archivos que habia todavía inexplorados haria verosímil el descubrimiento; muertos Antonio Agustin y Ambrosio de Morales, con ellos podia tenerse por enterrada lo que para entonces podria llamarse crítica histórica; Mariana no era en punto á depuracion de verdades difícil. Además no se trataba de ficciones pueriles como las de Annio, que, sin embargo, contaron por creyentes. personas doctas como Marineo Siculo, Antonio de Nebrija, Juan Vaseo y Florian de Ocampo, sino de un libro de historia, en que discretamente se deslizase lo que conviniera autorizar; libro en cuyo rededor se agruparia la numerosa falange conservadora de las antiguas tradiciones. Fijóse Román de la Higuera en Dextro, hijo del obispo de Barcelona Paciano, de quien escribe san Jerónimo que habia compuesto una omnímoda historia1. No era desacer

1 Hé aquí todo lo que dice san Jerónimo de Dextro : «Dexter Paciani, de quo supra dixi, filius, clarus apud saeculum, et Christi fidei deditus, fertur ad me omnimodam historiam texuisse, quam necdum legi.» (De viris illustribus, capítulo cxxxII.)

«Ante annos fere decem cum Dexter amicus meus, qui Praefecturam administravit Praetorii, me rogasset, ut auctorum

tada la eleccion; porque, aunque de la existencia de tal historia no hay más noticia que la vaga y lacónica del solitario de Belén, su testimonio es de tal peso, que nadie osaria recusarlo; y atestiguada la venida de Santiago por un autor del siglo IV, amigo de san Jerónimo, y que habia ocupado, entre otras altas posiciones, la de prefecto del Pretorio, quedaba en condiciones análogas de verosimilitud á la ida de san Pedro á Roma; la cualidad de español explicaria satisfactoriamente su predileccion por los

nostrae religionis ei indicem texerem.....» (Lib. 11, Apol. adversum Rufinum.)

Sobre la inteligencia de la frase latina fertur ad me ha habido divergencia. Unos la traducen por se dice, ó ha llegado á mi noticia; otros, por me ha dedicado.

De las inclinaciones ó predilecciones literarias de Dextro no se sabe más que lo que puede deducirse de las siguientes palabras del mismo san Jerónimo, en la introduccion al citado libro De viris illustribus: «Me animas, ó Dextro, á que á imitacion de Suetonio haga yo un catálogo de los escritores eclesiásticos; y así como él dió razon de los sujetos ilustres en la literatura profana, la dé yo de los nuestros; esto es, que brevemente te dé noticia de los que han escrito alguna cosa sobre la Sagrada Escritura.»

Opinion ha habido, sustentada principalmente por don Juan Bautista Perez, el Marqués de Mondéjar y Florez, de que estos pasajes se referian á dos distintos Dextros; pero lo poco comun del nombre, el ser en tal caso ambos cristianos, ilustres, dados á estudios históricos y conocidos de san Jerónimo, si bien no excluye la posibilidad de la coexistencia de dos personas con la misma denominacion y circunstancias, la hacen sumamente inverosímil.

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