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los tiempos primitivos de aquella iglesia, y que habia tomado parte en la cuestion de san Tirso. Mientras que los fragmentos de Dextro no llevaron á Braga más que noticias de sus prelados y santos, fueron bien acogidos; pero en cuanto se vió que resolvian en favor de Toledo la cuestion de primacía, comprendieron que á esta parte habia que poner un enérgico correctivo. Hasta en la manera de lanzar el falsificado documento mostró grande habilidad Lousada; quiso que lo fuera por mano de un escritor español en quien no cupiera sospecha de ficcion; proponiéndose, sin duda, hacerlo tragar hasta al mismo Higuera, y le encontró en Bivar, que trabajaba su comentario de Dextro; pero habiendo muerto Higuera antes de que éste se publicara, no se le logró que viera la carta de Hugo, ante la cual tan triste figura hacia aquel cronicón, y su mismo autor la hubiera hecho envuelto en sus propias redes, y arrepentido de haber tan liberalmente regalado á los bracarenses el santo obispo Caledonio.

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IV.

Cronicón de Luitprando.- Los reyes Witiza y don Rodrigo.-Carlomag. no.-Roldan. Herejía sobre el alumbramiento de la Virgen. - El cronista Julian Lúcas. Pontífices españoles. - Antigüedad de los carmelitas - Osio.- La geografía en los falsos cronicones. — Cronicón de Julian Perez.-Competencia de las liturgias muzárabe y romana.- Casamiento de la infanta doña Teresa de Leon con Abdallah de Toledo. - La nacionalidad irlandesa asimilada á la española. - Los judíos españoles. - Los amigos del poeta Marcial. - Noticias, hasta entonces ignoradas, sobre varios personajes históricos y mitológicos. Ennoblecimiento de linajes.- Ramirez de Prado. -Salen á luz los cronicones de Luitprando y Julian Perez.

No se habrá olvidado que formaba parte de los primitivos cronicones un pequeño fragmento, puesto bajo el nombre de Eutrando. De entonces acá ha crecido hasta adquirir no menores dimensiones que sus hermanos mayores Dextro y Máximo; pero ahora se denomina Luitprando ó Eutrando, nombre aquel con que es verdaderamente designado el obispo cremonense, áulico del rey de Italia Berenguer II, historiógrafo y diplomático, á quien el artífice de estos apócrifos cuelga el cronicón de que vamos á dar cuenta. Abarca éste desde el año 606 al 960; lo que en él más sorprende es la activa y regular correspondencia que podia seguirse en el siglo x entre Granada y Fulda. Encabézanle dos cartas, de las

várias que de las mismas se infiere mediaron entre Luitprando, bibliotecario, segun él se llama, de aquella abadía, y el obispo eliberitano Tractemundo, no ya Regismundo. Es dirigida la primera por Tractemundo á Luitprando, y en ella le cuenta la situacion angustiosa en que viven los muzárabes granadinos, iglesia que tuvo por primer pastor á Cecilio, compañero de Santiago, y le pide que si en las bibliotecas de Alemania existen los escritos de Methastenes (uno de los apócrifos de Annio) y los de Dextro y Máximo, le envie traslado, porque en España no se encuentran; rogándole continúe el cronicón del último hasta entonces, como Argebato rogaba á Máximo hiciese con el de Dextro; que en punto á medios de explicar la continuacion y enlace de los cronicones entre sí no era fecundo Higuera. La otra carta es la que llevaba al frente el fragmento de Eutrando, un tanto aumentada, principalmente con objeto de remachar la afirmacion de la penitencia de Elipando'. Los dos correspondientes cam

Véase cuanto habia ganado en seguridad la penitencia de Elipando desde Eutrando á Luitprando:

EUTRANDO:

.....Sanctissimus Elipandus archiepiscopus toletanus, postquam illum erroris sui de adoptione Christi seriò pœnituit.

LUITPRANDO:

......Sanctissimus Elipandus episcopus toletanus, postquam illum erroris sui de adoptione Christi seriò et verè poenituit, ad quem manifestandum concilium episcoporum suffraganeorum et abbatum collegit, et coram omnibus adjurato publico errore, fidem S. R. E. confessus est.

bian recuerdos de cuando convivieron en Toledo, donde era Tractemundo presbítero y Luitprando subdiácono, considerados de los sarracenos por la proteccion con que cubrian á aquellos muzárabes los reyes de Oviedo.

Román de la Higuera no se toma el trabajo de motivar la venida de Luitprando á Toledo, y cierto lo merecia tan extraña fantasía en un lombardo, cual era la de venir á ser subdiácono en una ciudad musulmana de lo interior de España. Esto demuestra que Higuera no estudió el personaje; porque, si necesitaba traerlo á Toledo para que pudiese referir con autoridad los sucesos de esta ciudad y de España, medio más racional le procuraba su calidad de diplomático, pues todo estaba reducido á suponer una mision para alguno de los walíes que en ella se hicieron soberanos en los períodos de independencia de los califas, ó para éstos cuando accidentalmente allí residieron, como la que llevaron á Córdoba el presbítero Dulcidio, de parte de don Alonso el Magno; ó el obispo Velasco, de la de don Sancho de Leon. Luitprando fué uno de esos diplomáticos de la edad media, tipo de que difícilmente nos podemos formar idea hoy que un legado ó embajador se traslada cómodamente de una córte á otra, sin otro cuidado que el moral de sus funciones, y no arriesgando más que su reputacion de prudencia ó de habilidad. Un negociador del tiempo

de Luitprando corria toda especie de aventuras por malos caminos, temeroso siempre de salteadores y de asesinos apostados; tras las dificultades de las cosas venian las de los hombres: el trato con los príncipes de la edad media era difícil; bruscos, excéntricos, arrebatados, casi salvajes, y por lo mismo muy violentos y muy astutos. Los diplomáticos de nuestros dias no tienen que temer más que frialdades; los del siglo x tenian que temer por su libertad y por su vida, á poco que contrariaran los príncipes con quienes habian ido á negociar. Véase, pues, si Higuera pudo hacer de Luitprando un personaje interesante trayéndole de legado ó negociador, en vez de subdiácono, á la córte de Toledo1.

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Contemporáneo de Luitprando y al servicio tambien de Oton, como legado, existió un personaje mucho más á propósito para haberle hecho autor del cronicón: Juan Gorziense, embajador enviado por aquel emperador al califa de Córdoba en 957. Conteniendo las credenciales y cartas que traia expresiones injuriosas á la religion de Mahoma, el califa se negó á recibirle. Aterrados los muzárabes con la amenaza que habia hecho el soberano de descargar sobre ellos sus iras, suplicaron con grandes instancias, por medio de su obispo, al embajador, que desistiese de presentar aquellas inconvenientes cartas. Juan no quiso acceder, y en esto se pasaron tres años hasta 960, en que recibió órden de su córte para reservarlas; entonces hizo su entrada en Córdoba con gran pompa. Véase con cuanta verosimilitud hubiera podido suponerse que habia empleado sus ocios durante aquellos años de espera en informarse de la historia eclesiástica y civil de España y componer un cronicón. Pero Higuera no tenia noticia de Juan de Gorá pesar de ser tenido por santo, ni de su venida á España

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