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304 HISTORIA CRÍTICA DE LOS FALSOS CRONICONES.

Ausina, agustino, sujeto que realmente habia existido en la primera mitad del siglo, el cual habia encontrado en un convento de su órden el original latino que daba vertido al castellano, «sin haber añadido cosa de sustancia. » La ficcion tenía por objeto naturalizar santos en Valencia, sobre todo á san Lorenzo, sobre cuya historia da amplios pormenores. El autor de esta tan poco ingeniosa superchería, y esto solo muestra la calidad de los tiempos, era uno de los más altos dignatarios del Estado, don Lorenzo Matheu y Sanz, valenciano, regente en el Supremo Sacro Consejo de la corona de Aragon.

Siguió sosteniéndose con acritud la lucha en pro y en contra de los cronicones. Por no tomar parte en ella, Ortiz de Zúñiga declaraba, al publicar en 1677 sus Anales de Sevilla, que partia de la época de san Fernando. Pero los defensores desaparecian y no eran reemplazados, y el siglo se despedia lanzando sobre ellos la Bibliotheca Vetus de don Nicolas Antonio, impresa en Roma á expensas del cardenal de Aguirre, sectario desengañado de las ficciones ficúlneas, y bajo el cuidado del dean de Alicante Martí, que, en consideracion á las anteriores convicciones del cardenal, moderó las expresiones demasiado acerbas que aquel ilustre crítico empleaba contra los impostores.

VII.

Huerta y Vega.- Cronicón de Pedro Cesaraugustano.- Mayans.- Cen sura de historias fabulosas.- El padre Florez. - Vuelve á agitarse la cuestion de los libros plúmbeos. - Don Juan de Flores.- Descubrimiento de antigüedades en la Alcazaba de Granada. - Medina Conde y el padre Echeverría. - Don Faustino de Borbon. - Conclusion.

El gobierno de Felipe V, deseoso de calmar los ánimos, y procurando para conseguirlo suprimir todo pretexto de disensiones, así en la esfera política como en la religiosa, prohibió discutir la venida de Santiago y la tradicion del Pilar; hechos que deberian ser en adelante para los españoles incontrovertibles. El debate sobre los cronicones quedó en consecuencia cerrado. Durmió la cuestion por largos años, hasta que vino á despertarla un don Francisco Javier Manuel de la Huerta y Vega, escritor novelero, poseido de falso patriotismo, reduccion de Pellicer, cuyo admirador era, y de quien rebuscaba y devoraba hasta los menores apuntes y borrones. Llevado

por tal afan, hubo un dia de caer sobre uno de sus borradores, que entre otros manuscritos suyos se guardaban en la biblioteca del Rey, y hoy en la Nacional, en que aquel invencionero se habia divertido en hilvanar un cronicón, que suponia copiado de un

vetusto códice de Ramirez de Prado, bajo el nombre de un Pedro orador, de quien, en muy lacónicos términos, dice san Jerónimo que enseñaba en Zaragoza, único rastro que ha quedado de la existencia de tal orador docente1. Este personaje tenía, sobre su antigüedad, la ventaja de ser aragonés, ó por lo ménos de haber allí vivido, lo que le permitia mostrarse minuciosamente enterado de la historia de la patria de Pellicer. Fué la idea de éste forjar un cronicón que le sostuviera su construccion de primiti vos reyes de España, como el de don Servando le servia de rodrigon de las estirpes de linajes. Preparó el borrador, escribiendo á la márgen de cincuenta y cuatro hojas de papel los numerales de los años desde el 2777 del mundo hasta el 44 de Cristo, y á su lado iba arrojando nombres de reyes y reinas, que suelen responder á los de ciudades, montes y rios; nombres á que frecuentemente adhiere el calificativo de magnus, conforme á su opinion de que todos los reyes de España habian de ser grandes. Estos apuntes, diseminados en páginas casi en blanco, separados entre sí por extensos intervalos, algunas veces de siglos, muestran, por la diversidad de tintas en que están escritos, por los arrepentimientos en la sucesion de dinastías, por las cláusulas tachadas, enmendadas ó sobrepuestas, reflejo de las

Petrus Caesaraugustae orator insignis docet.

fluctuaciones del autor, que tomaban allí indeciso puesto segun ocurria la idea, ó la adoptada combinacion histórica lo exigia. El medio de cortar repentinamente los períodos para indicar que el códice original estaba allí destruido ó ilegible, que imitaron de Higuera todos los forjadores de cronicones, no se olvidó en éste. Pedro Cesaraugustano concluido, no hubiera diferido sustancialmente de Hauberto más que en los nombres de los reyes.

Irritó á Pellicer que Lupian se le anticipara, y declaró guerra á muerte al Hauberto en cuanto tuvo noticia de su existencia. El trabajo que se dió para averiguar y publicar todos los pormenores que podian hacer evidente y palpable la falsedad de este cronicón es increible. Ni la muerte de Lupian desarmó su encono: en cuanto supo que habia espirado hízose traer sus libros y papeles, y expuso á la irrision pública el códice que aquél enseñaba como el original de Hauberto. Pedro Cesaraugustano quedó, pues, bien vengado de este rival, que le habia matado ántes de nacer. No acertó Pellicer á desprenderse de su afecto al cronicón de Pedro, tal vez por necesitarlo á cada paso para sus trabajos sobre la España primitiva, que fueron los predilectos de la última parte de su vida, y viniéronle en diferentes tiempos veleidades de lanzarlo al mundo variándole el título y la procedencia. En 26 de Marzo de 1667 escribia á don Nicolas Antonio que

el fecundo literato valenciano Vicente Mariner habia descubierto el libro De potestatibus saeculi, de Pedro de Zaragoza (Ramirez de Prado era ya fuente desacreditada, y el título de cronicón sospechosa etiqueta), noticia que repitió en el prefacio del Máximo, publicado cuatro años despues. En el de 1673 transforma la obra de Pedro en Excerptas de Julian Lúcas, aquel diácono cronista inventado por Florian de Ocampo, pero tampoco así se atrevió á que viera la luz1. Murió Pellicer sin que el cronicón de Pedro Cesaraugustano saliera del estado de larva. Hallado por Huerta tan inestimable tesoro, se

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« Demas desto, en las excerptas que yo tengo en mi poder, de Juliano, diácono de Toledo, cuya historia alega diversas veces Florian Docampo, se hace mencion de Osco, rey antiquísimo de España. Donde se dice que dió nombre á la insigne ciudad de Huesca, y que mató á la raíz del Pyreneo un áspid en aquella parte de los montes que retiene el nombre de Aspe; y que tomó por divisa y armas el áspid; que fueron de los reyes celtiberos despues; y que por él se llamaron oscos las serpientes ó áspides, et Panes, Oschae etiam dicuntur, in figura serpentis cocti.» (Carta de don Josef Pellicer de Ossau al doctor Diego Josef Dormer, fecha en Madrid á 18 de Febrero de 1673.)

La cláusula que se cita se halla en el cronicón de Pedro. El áspid oscense estaba grabado en el reverso de la medalla de san Lorenzo, de que hablamos en la nota, pág. 303.

De la existencia en su poder de las excerptas del diácono Juliano, volvió á hablar Pellicer en el Thropheo de la verdad de la Historia, publicado en 1676: «........ diré que he copiado de letra del mismo Florian un quaderno de excerptas, églogas ó apuntamientos, con epígrafe de ser sacados de la chrónica del mismo Juliano », etc.

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