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cion explicatoria de la fecha del privilegio'. Echeverría imprimia defensas sirviéndose de este arsenal, é impugnaciones de ellas con distinto nombre, para tener el gusto de refutarlas, sosteniendo así un diálogo consigo mismo. Medina Conde entre tanto residia su canongía de Málaga y se ocupaba en dar una lanzada en Dextro para tener ocasion de cortar las amarras que ligaban los antiguos descubrimientos del Sacromonte á este cuerpo muerto2.

Personas caracterizadas acudieron denunciando

Los cronicones que forjaron estos falsarios fueron: Breviario de los tiempos de España, por Mahomet Echerif, descendiente del Profeta. Cronicón de Anserico Gunsalvo, presbítero, en la era 899. En este cronicón insertaron el tratado entre Mauregato y el rey moro de Córdoba para el pago del tributo de las cien doncellas, redactado como los modernos documentos diplomáticos de esta clase. Cronicón del monje Diego Martin Idiaquez, y Cronicón de Estéfano Diácono, en la era 1050. Ademas una carta de Mahomad Benzay, moro de los atropellados por el caballo de Santiago en Clavijo y por lo tanto prisionero, contando largamente á su hermano Avencholen Ibrahin los sucesos de aquella batalla.

• El fingido Dextro convencido de tal por su pluma, ó descubierto con su misma mano. Disertacion crítica en que se demuestra instrumentalmente la ficcion de los chronicones el error de que, para apoyarlos, se fingieron los documentos plúmbeos de Granada; y la diversidad y oposicion de unos y otros. Escribiala para desengaño de muchas preocupaciones, el D.° don Christoval de Medina Conde, calificador del Consejo de la Suprema y General Inquisicion, y canónigo de la santa iglesia cathedral de Málaga. Año de 1772. En Málaga. Con licencia del Excmo. Sr. Gobernador juez de imprentas, en la de la Plaza.

tales delitos al Gobierno, quien se decidió á poner mano en el asunto, despues de haber consultado sabios como Perez Bayer y los padres Sarmiento y Florez. Éste habia ido á Granada á inspeccionar por sí mismo las supuestas antigüedades, y volvió tan incrédulo como fué, no obstante que le pusieron las pasaderas para que se clavara, segun la expresion de Medina Conde en las instrucciones que dió á sus consocios sobre la manera de tratarle. La secretaría de Gracia y Justicia previno al presidente de la Chancillería «que deseaba su majestad que se arrancase de raíz la oficina de semejantes ficciones, tan contrarias á la fe pública y perjudiciales al Estado.» Instruyóse un largo procedimiento, fueron convictos los reos, y al fin confesaron, siendo condenados á penas leves, tal vez porque se creyó bastante castigo el descrédito en que cayeron y la prision sufrida. Los objetos falsificados se deshicieron y quemaron públicamente en una de las plazas de la ciudad, y un extenso extracto de los autos, bellamente impreso, llevó á todas partes los pormenores de aquel

escandaloso suceso1.

1 Razon del juicio seguido en la ciudad de Granada ante los ilustrissimos señores don Manuel Doz, presidente de su real Chancillería: don Pedro Antonio Barroeta y Angel, arzobispo que fué de esta diócesis; y don Antonio Jorge Galban, actual sucesor en la mitra, todos del Consejo de su Magestad; contra varios falsificadores de escrituras públicas, monumentos sagra

La tendencia á rectificar nuestra historia por la comparacion con las crónicas árabes que habia comenzado á manifestarse, sugirió á un muy mediano orientalista la idea de introducir en ella halagüeñas novedades. Fué éste don Faustino de Borbon, quien, aparentando interes por ilustrar á Masdeu en sus investigaciones sobre la España árabe, le comunicó el resultado de las suyas en una serie de cartas, cuyo principal objeto era vindicar el honor español, mancillado, á su juicio, con la denigrante creencia de que la invasion africana habia sido provocada y protegida por el partido opuesto al gobierno de Rodrigo. Segun habia descubierto Borbon en antiguos escritores árabes, cuyos textos alegaba, las cosas habian pasado del siguiente modo. Los numerosos judíos domiciliados en España, vejados y perseguidos, se entendieron, para entregar la nacion, con los árabes judaizantes de África, á cuyo jefe, llamado Julan, convirtió despues una errónea tradicion en el ominoso conde don Julian. Caaba fué el nombre de una de las tribus judaicas aquí establecidas, y la violacion que sufrió, metáfora de la injusticia de que la raza era víctima. Favorecidos por los judíos, se apoderaron los invasores de España, de lo cual es prueba lo ocurrido en Toledo. Egila,

dos, y profanos, caractéres, tradiciones, reliquias y libros de supuesta antigüedad. Madrid 1781. Por don Joachin Ibarra impresor de cámara de S. M. Con superior permiso.

viuda de Rodrigo, concibe el patriótico proyecto de enlazarse á Abdalazis, convertirle al cristianismo y restaurar el perdido reino. Realiza el matrimonio y la conversion, y agrupa al rededor del nuevo trono á los gallegos, astures y vizcainos; pero sabedor el califa de Damasco de la apostasía de Abdalazis, manda darle muerte. Julan, cuya tribu hizo gran papel en la invasion, consiguió formarse un reino en la falda del Pirineo; pero su hijo, enseñoreado de la nacion, envió fuerzas contra él, que le vencieron y crucificaron'. El autor expone las fuentes arábigas de que se sirve, fija el año en que comenzó á reinar Pelayo, resuelve cuestiones geográficas, enumera las tribus invasoras, que llegaron casi á ciento, cuyos nombres, más ó ménos desfigurados, conservan otros tantos pueblos de la península, y da cuenta de varios sucesos, reyes y personajes de la conquista. Borbon no superaba á Miguel de Luna

1 «En el año 101, dice el Azdi, sucedió en el mando Alsamaj, hijo de Melek (el Julani) y se presentó el enemigo, y se juntaron gentes, y se presentaron los Franceses y los Rum, y como supiese Alsamaj lo que sucedió en los montes de los Rum con Pelayo, tuvo miedo de Pelayo, y envió contra Julan (su propio padre) y los sublevados, y se presentaron contra Julan y le hicieron prisionero y le crucificaron. Éste fué el fin que tuvo Julan ó el pretendido Conde don Julian, crucificado por las gentes de su propio hijo dirigidas. por Yajya, que era el general que las mandaba, y cuya historia se dirá más adelante en su lugar. .....Algo habian olido de esto nuestros historiadores que suponen el sepulcro de Julan en Calahorra,» (Carta XVI.)

ni en imaginacion, ni en

ni en ingenio; vino demasiado tarde, y sus ficciones, desde luego conocidas, quedaron inofensivas, porque no lograron penetrar en la historia1.

1 Don Faustino se esfuerza por consolar á Masdeu del sentimiento que suponia debia producirle el no haber tenido noticia de cosas tan peregrinas, y le exhorta á tomar á manos llenas de los tesoros que le ofrecia :

«Concluyo esta insinuando á V. que mis cartas no se dirigen á deslucir el prolixo estudio y empeño con que V. ha ilustrado nuestra historia. El fin es exponerle las narrativas que resultan de los manuscritos árabes que V. no pudo reconocer desde Italia, estando estos en las bibliotecas de España. Aunque algunas se opongan al sistema que V. sigue, no por eso desluciran el mérito de su España árabe, antes bien los buenos intentos de V. se cumplen por este medio, puesto que los literatos combinaran la historia de V. con mis cartas, formaran mejor idea, y de todos modos conoceran que su obra de V. ha sido muy útil y ventajosa, y que á tener V. arbitrio para usar estos manuscritos árabes, hubiera desde luego formado con arreglo á ellos todos sus artículos.....» (Carta IV.)

« Estas, señor Masdeu, son las noticias que necesitaba V. haber tenido presentes cuando escribia su tomo de España árabe para formar mejor su plan; ¡cuán diverso aspecto resulta de estos sucesos y los que siguen! ¡Qué poco se sabia de esto! Pues todo está en el tesoro de los árabes: allí, allí es, señor Masdeu, donde se ha de buscar la parte histórica de todos aquellos tiempos. (Carta XVI.)

Publicó don Faustino estas Cartas en 1796, y al año siguiente unos Discursos ó preliminares cronológicos para ilustrar la historia de la España árabe. Dejó várias obras manuscritas, casi todas diccionarios topográficos de la España árabe y de las provincias de Castilla, Astúrias y las Vascongadas, que se hallan en las bibliotecas de Inglaterra, segun el señor Gayangos en una nota del

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