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la cueva de San Gines de Toledo, como semilla de repoblacion. La profecía hacia en España el mismo oficio que en los demas países de Europa la cábala, la astrología y la magia, artes cuyo ejercicio ofrecia aquí graves inconvenientes. Fué la más célebre de aquel año la de san Juan evangelista, que se descubrió en Granada. Derribábase allí un viejo torreon para desembarazar el solar en que Diego de Siloe levantaba la bella catedral greco-romana, cuando una mañana los obreros, que retiraban los escombros del dia anterior, hallaron en ellos una caja de plomo, que abierta mostró contener reliquias y un pergamino grande1. Servian de cabeza á este docu

reñida contienda entre los teólogos Fritzsche, de Rostock; Hitzig, de Zurich; Benary, de Berlin, y Reuss, de Strasburgo, sobre quién habia hallado la solucion, no aquietándose hasta que se convino en que todos cuatro la habian encontrado, parece acreedor el arcediano de Cuéllar á que no quede ignorada la pequeña gloria que puede caberle en haber sido el primero que designó la senda para llegar á aquel resultado.

El obispo de Segorbe, don Juan Bautista Perez, tambien nos da noticia de aquel furor profético: «Estando yo en Madrid el año de 1572, me acuerdo que se hallaron junto al rio algunas piedras tan grandes como la mano, con letras relevadas, que contenian ciertas profecías con palabras dudosas, y las andaba la gente glosando; y despues vine á saber quién tal hacia, y me lo confesó el propio autor, y que lo hacia por burlar y hacer pecar.» De las profecías del zapatero portugues Bandarra, que eran de las más populares, existe coleccion MS. en la Bibliot. Nac., dedicada al arzobispo de Braga.

A estos objetos añade el Marqués de Estepa: «Una imágen de la Virgen pintada en una tablica; era pintada muy á lo anti

mento cinco cruces en forma de cruz, y en caracteres arábigos decia ser aquella una profecía de san Juan evangelista que san Cecilio, al pasar por Atenas, de vuelta de Tierra Santa, habia obtenido de san Dionisio, obispo de aquella ciudad, juntamente con las reliquias que allí estaban; luego ponia la profecía en caracteres castellanos del tiempo, distribuidas las letras, en que alternaban rojas y negras, por cuadros ó escaques, leyéndose seguidas las de cada color. En la profecía se anunciaba la venida de Mahoma en el siglo VII bajo la forma de tinieblas muy oscuras que se levantarian en el Oriente y se extenderian al Occidente, y la de Lutero en el XVI, bajo la de un dragon que saldria de la parte del Aquilón, y cuya boca arrojaria simiente, que dividiria la fe en sectas, despues de lo cual vendria el Antecristo, y en seguida el juicio final. Sigue un comentario en arábigo á la profecía, y los catorce primeros versículos del evangelio de san Juan, ó sea el último evangelio de la misa, alterado en la version el sentido de algunas frases; y en tosco latin, con ortografía castellanizada, una relacion de un sacerdote Patricio, discípulo de san Cecilio, en que decia haber recibido de éste el encargo de esconder aquellos objetos; concluyendo todo con la

guo, en traje egipciano, con el niño en brazos, que tenia una manzanita dorada en la mano, y encima della una cruz.» (Informacion para la historia del Sacromonte.)

firma de san Cecilio en arábigo'. Anacronismos tan torpes como poner al frente del escrito cruces, llamar á san Cecilio obispo granatense, mencionar la dominacion de los moros, suponer las lenguas castellana y arábiga habladas en el siglo primero en España, y el pobre ingenio con que todo estaba tejido,

'Hé aquí la relacion de Patricio, con su ortografía original: «Relacio patricii sacerdotis, serbus dei cecilius episcopus granatensis cum in iberia esset et cum videret dierum suorum finem oculti mihi dixit se havere pro certo suum martirium et apropinquare et ut pote qui ille qui in deo amavat tesaurum suarum rreliquiarum mihi comendavit et me admonuit ut oculte haverem et in loco locarem et ut in potenciam maururum nunquam beniret affirmans esset tesaurum salutis atq; cienciae certae et plurimum laborase et iter ffecise terra marique et devere esse in oculto loco donec deus velit illum maniffestare et ego melius quam intellexi in hoc loco clausi ubi iacet de rrogans ut eum observet et reliquiae q nunc hic iacent sunt

>> profeciae divi ioannes evangelistae circa finem mundi

>> medius pannus quo virgo maria abtersit ab oculis lacrimas in pasio sui filii

>>os divi stevan primi martiris

deo gracias.>>

Pedro de Valencia, en su informe al cardenal arzobispo de Toledo, describe así el pergamino: «El pergamino mismo original es viejo, pero no antiguo, que es usado y maltratado de propósito porque pareciese antiguo; pero no de la suerte que suelen estar los que estando guardados, la antigüedad los ha envejecido. Toda la letra de él, mayormente la latina, es muy moderna y escrita con cuidado de que pareciese antigua, pero no imita ni aun á la medianamente antigua. La tinta negra y la colorada no es antigua, sino mala y sin cuerpo, para que pareciese vieja. Todo está escrito con pluma, y no con caña.....» (MS. de la Biblioteca de la Romana.)

revelaban claramente la mano de un grosero falsario. Sin embargo, el descubrimiento de la torre Turpiana, que tal era el nombre con que en otros posteriores se la designaba, no fué por de pronto combatido. El hallazgo de reliquias era demasiado frecuente en aquellos tiempos; y los que conocieron la falsedad, no osando ponerse de frente con la opinion, que lo aceptaba como verdadero, ó guardaron silencio, ó manifestaron la suya de una manera embozada é indirecta1.

Y aunque sea vulgar por ser más cierto que lo dicho, no es justo se olvide lo que afirman tantos de la lámina escrita que se halló en Thracia, en un sepulcro antiguo en el tiempo en que en la misma lámina decia se habia de descubrir, y en griego tenia escrito lo siguiente: «Cristo ha de nacer de vírgen y en el >> creo. En tiempo de Constantino y de Yrene príncipes, o sol, » otra vez me veras.» Segun esto, posible sería haber hoy dia cosas enterradas, que si se descubriesen dirian algo; mas yo no haria caso dellas, porque si es lo que ya se ha visto, no es menester; si es lo que se aguarda presto, ello dirá, como dicen, y no sirve de cosa criada cuando no tiene más autoridad que hallarse debajo de tierra.»

Estas palabras de Horozco (Lib. II, cap. XIX), envuelven seguramente una alusion al descubrimiento de la torre Turpiana, pues éste ocurrió el 19 de Marzo, y la licencia para la impresion de su libro lleva la fecha de 3 de Agosto del mismo año.

Dentro de él se escribió una impugnacion, que, por lo sabia, vigorosa y resuelta, no puede ser de otro que de don Juan Bautista Perez, en que se desmenuza y tritura el pergamino, si bien el autor protesta que su «intencion es solamente levantar la caza para que otros la sigan y alcancen, y ofrecer materia en que otros escriban..... y como cada golpe que da el eslabon en el pedernal, si es fino, saltan nuevas centellas, así, siendo estas re

Entre los libros populares que entretenian los ocios del pueblo español en el siglo XVI, cuéntase la crónica anónima del rey don Rodrigo, historia novelesca, en que se mezclan las tradiciones conservadas en los romances sobre aquel rey y la conquista, con las aventuras caballerescas del gusto literario entonces dominante; pero este libro no bastaba ya á satisfacer la curiosidad de los lectores, ávidos de detalles sobre las causas y consecuencias de aquella catástrofe. La parte de libro de caballerías á que habia debido su fortuna ya le perjudicaba, habiendo venido en decadencia este género de literatura. Necesitábase otra historia de la destruycion de España más en armonía con el gusto que iba predominando y con las exigencias que se comenzaban á tener en libros de historia. Comprendiólo así un tal Miguel de Luna, hijo de padres moriscos en Granada, en el cual suplia lo atrevido lo mucho que le faltaba de ingenio y de saber; quien, confiando en la ignorancia general de la lengua arábiga, de que él era intérprete oficial, escribió en 1589, y publicó en 1592,

liquias de la fineza que se cree, darán nuevas y muchas centellas de su autoridad cuanto más se golpearen en la disputa.» (MS. de la Bibliot. Nac., 7 hojas en fól.) A pesar de esta excitacion, no sé que nadie combatiera abiertamente y dando su nombre el descubrimiento, hasta que en 1593 lo hicieron Luis del Mármol y Arias Montano, éste al contestar á una consulta del cabildo de la catedral de Granada. Oposicion más ó menos encubierta no debió nunca faltar, porque no dejaban de publicarse defensas.

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