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fragatas be guerra La Liebre», «Santa Rosa», «Astrea» y los bergantines «Peruano» y «Limeño».

El «Peruano», se vendió por inutil en 1816.

En 1796 fué aumentado la flota con las fragatas «Pilar» y «Santa Leocadia» y la corbeta «Levante». La «Santa Leocadia» vino de Buenos Aires, y naufragó en una expedición que hizo, el 16 de Noviembre de 1800.

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En 1800, existìan además las fragatas «Castor», y Barbara>> que fueron tomadas á los enemigos. En 1802 las goletas Estremeña» y «Alavesa» mandadas construir en Guayaquil.

En 1803, las fragatas «Rufina», «Asunción», «Mercedes» y «Clara». La reparación de la segunda costò 42,380 pesos, y la delas dos últimas 14,078 pesos dos reales.

En 1806, se mandaron construir dos cañoneras, que costaron 16,713 pesos cada una.

Como la situación del país se hacía cada día más lamentable para el Gobierno Colonial, por economía sin duda se suprimió el Almirantazgo en

1808.

En 1810, se apeló por el Consejo de Regencia de Lima al donativo patriótico, en que los soldados y oficiales obsequiaron/ al Gobierno con un sueldo. Posteriormente vino el empréstito forzoso con el interés del cinco por ciento, y en 1815 se apeló al aumento de contribuciones, en 1.003,497 pesos, hasta que en 1821 se rebajaron todos los sueldos, con cargo de reintegro.

Temerosos de una invasión inglesa, con motivo de la guerra con España, en 1,805 se artillaron bien todas las naves y se habilitaron de corso tres lanchas cañoneras antiguas, y se construyeron otras dos con sus botes de auxilio, fundiéndose dos obuses de 6 pulgadas para estos últimos.

En el Callao se hicieron muchos preparativos para el caso de un desembarco; se limpiaron los fozos y se preparó agua para 65 días para 1,500 hombres y se acopió 45,000 raciones de pan y de tocino, y se blindaron las murallas preparándose para un sitio por mar y tierra.

En los fuertes San Miguel y San Rafael se mandaron hacer varios reparos en su fortificación y edificios, abriéndose la caponera de este último para comunicación con la plaza.

I.a de San Miguel, también debía abrirse; pero, dice el Marqués de Avilés en su memoria: «siendo necesario derribar la población, que indebidamente se ha formado en su intermedio, lo he suspendido hasta su última urgencia».

Esta época, fué para España la mas aciaga que ha podido contar, que terminó en el Callao con el sitio de Rodil, en el Real Felipe, hoy Castillo de la Independencia ó Aduana del Callao.

VIRREYES

Los más de los Virreyes tuvieron la costumbre de venir á tomar posesión de su empleo, desembarcando ya en Túmbes, Paita ó Santa, recorriendo, por consiguiente, la costa norte del Perú, hasta el Callao ocasionando gastos y molestias á los pueblos vecinos, para lo que enviaban un embajador que notificara en su trayecto la fecha aproximada de su paso, para que le tuvieran alojamiento y alimentos, en los pueblos, ó en los campos, si los primeros no estaban al paso. Generalmente cada Virrey, traìa no solo á su familia y parientes sanguinéos sino tambien á los afines, amén de un regimiento de criádos, á todos los cuales tenían que mantener los pueblós de su tránsito, Este embajador, era recibido en Lima con todos los honores y fiestas respectivos, sin olvidar en ellas las corridas de toros, que eran la privilegiada española.

Pero algunos de los Virreyes hacían el viaje directo al Callao, como, el Marqués de Cañete, que llegó en 1,589, el Conde de Chinchón en 1,628 y

otros.

Pero á pesar de que hacían el viaje por tierra, todos recalaban primeramente en el Callao, entran

do por la Hacienda de Bocanegra hasta que llegaba el día de su recepción, que muchas veces demoraba, como sucedió con dicho Marqués de Cañete que llegó el 20 de Noviembre de 1,589, y sólo el 6 de Enero del año siguiente tomó posesión de su cargo, permaneciendo todo ese tiempo en el puerto, como era costumbre.

Generalmente el día antes de su recepción, dormían bien en una chácara vecina á Lima, de don Fernando de Castro, que tenía una casa lujosamente arreglada, ó en el convento de Monserrate, de donde salían con el acompañamiento de orde

nanza.

Causó mucha estrañeza en Lima, dice Mugaburu, el que el Virrey don Diego Benavides y de la Cueva, Conde de Santistevan (1661) se hospedaron en Palacio con la Condesa, la noche antes de recibir el Palio; por que fué el primero que tal cosa

hizo.

Felipe III, conocedor del abuso que se cometia, por los Virreyes, de hacerse mantener y cuidar en sus viajes por tierra, expidió una cédula en 1.619, que decia:

«Y por que así mismo siendo informado que alguno de los dichos Virreyes cuando desembarcan en tierra, ellos y sus criados han pretendido que se les ha de hacer el gasto del camino, y especialmente el que hacen en las comidas en los lugares donde paran, y además de esto reciben algunos presentes de cosas de comer y vestir y otras dádivas, no lo pudiendo hacer, por la presente prohibo, defiendo y mando que de aqui en adelante los dichos virreyes ni sus criados, ni otras personas de las que fueren

con él no reciban cosa alguna de las sobredichas ni otras en poca ni en mucha cantidad en ninguna de las ciudades, villas y lugares por donde pasaren, con apercibimiento que las personas que parecieren culpadas en haber contravenido á lo susodicho, asi en haber recibido cosa alguna de las dichas ciudades como las justicias y oficiales de los concejos de ellas en habérselo dado, seran castigados con el ejemplo y demostración que el caso requiere, aunque digan y pretendan los que hicieren los dichos gastos que los hacen de sus propias haciendas voluntariamente ó compelidos de los dichos virreyes ó por otra cualquiera causa que alegaran, por que sin embargo se ha de guardar lo dispuesto en esta mi cédula excepto en la dicha ciudad de los Reyes adonde permito y es mi voluntad que en cuanto á esto, se guarde lo dispuesto por cédula mía de dos de Agosto del año pasado de 1614 en que le tengo concedida facultad para gastar en semejantes casos hasta la cantidad de 12,000 pesos de á ocho reales ó menos lo que pareciere al acuerdo de la audiencia de dicha ciudad sin que en ningún caso se exceda de ello.>

En la misma cédula vemos que el mismo Rey Felipe III. hace referencia á otra de Felipe II. de 1573 que prohibía que los Virreyes, se recibiesen bajo palio, cèdula que olvidaron por completo, y que renovó nuevamente, exhortando además á la Iglesia para que no lo permitiera, y manifestando que solo los reyes tenían ese derecho; que era necesario evitar el crecido gasto que tal recibimiento ocasionaba á las ciudades, vistiéndose los Regidores y demás oficiales de los concejos de ropas costosas á costa de los propios de ellas, para el efecto de lle-.

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