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venientes de esos derrumbes, que ha levantado el terreno hasta hacerlo casi intransitable.

En una de las crònicas que publica Odriozola en su obra «Terremotos» se da cuenta de un derrumbamiento habido en la Isla durante el terremoto ocurrido el 13 de Noviembre de 1655.

Esta noticia la encontramos confirmada en un manuscrito ó diario de familia de D. José de Mugaburu y Horton, que tenemos ála vista, proporcionado por el Subdirector de la Biblioteca de Lima D. Carlos Alberto Romero.

Mugaburu, era capitán de infantería del Presidio, y à la sazón estaba embarcado en "La Capitana", que debía salir de expedición.

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Dice que el indicado día, á las 2 h 25 m. de la tarde sintió abordo un fuerte temblor y vió caer de la Isla de la mar brava (1) gran pedazo á la mar, y fuè tanta la polvareda que hizo, que en gran rato no pudo ver la Isla.

Y volviendo luego al Callao, agrega, vi caer la iglesia parroquial y la bóveda de la Iglesia de la Compañía de Jesús, cayendo también muchas ca

sas

Los desmoronamientos que sufre la Isla por ese lado pasan desapercibidos, y no es aventurado creer que en época lejana, las dos Islas, la del Muerto y la de San Lorenzo, estuvieran unidas.

En la primera, existió no hace muchos años un arco bien visible que desapareció algunos días después del temblor habido el 20 de Setiembre de 1897, cuya caida atribuyeron algunos al citado temblor. Pero lo cierto es, que dicho arco fué visto después

(1) Probablemente quiso decir de la Isla, del lado de la mar brava.

de ese movimiento, y aun el día antes de su desaparición.

En Enero del presente año 1904, hicimos una visita á la Punta sur de la Isla, con el objeto de estimar lo dicho por el cronista y por Mugaburu; y como las huellas de los derrumbes no han desaparecido y, por el contrario, aumentan cada dia, está al alcance de todos su apreciación.

En la Isla de San Lorenzo, permanecía constantemente un vigía indio, que tenia la obligación de reconocer toda nave que venía al puerto, usando para ello de una lijera balsa de junco, (1) con el objeto de dar aviso anticipado al General del Callao, de su procedencia y demas pormenores.

Los penitenciados de la Isla, no siempre permanecieron allí, pues algunas veces eran enviados á las minas fiscales de Huancavelica, (2) como sucedió el 14 de Diciembre de 1657, según vemos en el mencionado diario de Mugaburu, cuya anotación dice: «Este día fueron conducidos á Lima en carretas y metidos en las cárceles los condenados de las Galeras de San Lorenzo, para ser enviados á las minas de Huancavelica.

El pueblo se surtía de agua del rio Rimac, que desembocaba muy cerca de la ciudad, y que servía también de aguada para los buques, y sólo en 1603 el Cabildo de Lima hizo colocar cañerías para los surtideros públicos.

La desembocadura del Rímac, hasta la catástrofe de 1746, estaba tan cerca del puerto, como se ve en los planos respectivos, que todo hace creer que

(1) Los indios usaban, y usan actualmente en la costa los llamados caballitos.

(2) Minas de azogue, descubiertas en 1564.

el cambio de su cauce tuvo origen en esa misma catástrofe, cuando las aguas del mar invadieron las tierras de Bocanegra.

Las crónicas nada dicen con respecto á este cambio tan notable.

El 13 de Junio de 1618, pidió el Cabildo al Vi. rrey, que hubiere Presidio (1) en el Callao, y en ese mismo año se declaró como se solicitaba; pero en 1624 fué cuando se amuralló la ciudad por primera vez, por el Virrey Marqués de Guadalcázar, con una trinchera de adobes y ladrillos tan débil, que los animales del campo y el salitre se encargaron de destruirla en parte, abriéndole portillos, hasta que el terremoto de 1630, ayudado por el mar, la dejó tan maltratada, que hizo pensar en otro trabajo más fuerte y duradero.

Antes de 1639, según el Padre Cobo, en el Callao existían de una manera estable oficiales reales encargados del reconocimiento y cobro de los derechos, de las mercaderías afectas, que se importaban y exportaban de España y Provincias del Perú, pero por economía y en atención á la corta distancia que separa el puerto de la ciudad, acudían entonces por turno Oficiales Reales de Lima á visitar las naves que entraban y salian; y como esto no sucedía siempre, el trabajo no resultaba tan recargado para ellos, que con anticipación podían escojer día para tan corto viaje.

"Las crónicas Agustínas", describen así el Callao, en 1652:

«La planta del pueblo es de forma cuadrada, más larga que ancha, dispuesta á compás y cordel, sus

(1) Guarnición de soldados que se pone en las plazas y fortalezas para su custodia.

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calles iguales y derechas, sus casas al uso de la sierra, de adobes y enmaderadas, mas acomodadas à la utilidad del comercio que á la ostentación del fausto. El número de sus vecinos es de 1000 personas, sin el tercio de infantería pagada, con asistencia y gobierno de un general, maestre de campo, capitanes y oficiales necesarios, que le constituyen plaza de armas, y frontera contra las invasiones que por mar intentaren hacer los Piratas y enemigos de la monarquia. Ennoblécenle hermosamente, las fábri⚫ cas, torreones, capiteles, cimborios y campanarios de siete iglesias y conventos que sustenta la parroquia, la de Santo Domingo, San Francisco, San Agustin, la Merced, la compañia de Jesús y el.Hospital de San Juan de Dios».

Es sabido que los hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios no recibían sino convalecientes; pero no se habla de otro hospital para enfermos.

El puerto tenía tres desembarcaderos en toda la extensión de la bahía.

El cuerpo de guardia estaba en las casas reales, las cuales, dice Cobo, «son muy capaces y labradas, <con corredores altos que caen sobre la playa y en <ella se aposentan los virreyes cuando vienen á despachtar la armada.

El Callao gozò siempre por su clima, del prestigio que hoy conserva, á pesar de su escasa higiene, que tenemos la esperanza de ver desaparecer pronto, con la construcción de los proyectados desagües.

De Lima venían á convalecer y cobrar salud, como dice el Padre Cobo, personas de importancia de la Capital, entre las que figuraron el Arzobispo de Lima, que por consejo de su médico vino al Callao, y á quién tuvieron que extraer de los escombros en el terremoto é innundación de Octubre

de 1687, sacándolo de la ciudad en un guando, á hombros de los negros, con el agua al pecho. Esto aunque parece exajerado, se explica, desde que la ciudad estaba amurallada y tenian ocasión las aguas para estancarse.

Aparte de su aplaudido clima y sus baños de mar, el Callao tenía además otro aliciente para la nobleza, desde que se construyó el Palacio real á principios del siglo XVII: el gran séquito que arrastraban los Virreyes en sus contínuas visitas al Callao.

Algunos de ellos, y quizá los más, trataban de darle importancia al puerto; y cuando venian de paseo ó á despachar la armada, lo hacían casi siempre con su familia, permaneciendo en él muchos días, y hasta semanas; en cuyo tiempo y á falta de otra cosa se hacìan festejos y comedias que representaban los soldados; sin escatimar las corridas de toros, que duraban por lo general tres días.

En 1654, el Virrey conde de Salvatierra no se conformó con venir él y su familia, sino que á los dos dias de permanencia en el puerto, esto es el 6 de mayo, hizo concurrir al Callao á todo el ejército estacionado en Lima, á pasar revista, bajo penas reservadas, según el individuo, al que faltase á ella.

A los festejos antedichos pueden agregarse los religiosos, que entonces estaban en la categoría de los más importantes.

Sta. Rosa gozaba de gran prestigio en Lima y Callao, y á la recepción de la primera imágen en bulto, de esta Santa, enviada desde Roma, que llegó al Callao el 15 de Enero de 1670, el virrey vino á recibirla, de cuerpo y de color, como dice el ya mencionade Mugaburu en su manuscrito, y con el bastón de Capitán General.

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