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de tan grave mal, vino á conocer que provenía del desorden de su marina, no habiendo en ella aquel arreglo que debía haber y hay en todos los Departamentos, para que las embarcaciones no hagan viajes sin pilotos, para que estos tengan matrícula y examen correspondiente, para que si las naos son grandes, lleven dos pilotos, para que estos sean dotados competentemente, y no al avaro arbitrio de los dueños de las naves, para que estas no se sobrecarguen temerariamente por el propio codicioso capricho, y finalmente para que no se adquieran las matrículas por unos meros prácticos conocimientos, sin añadir á estos una teórica de la arte, tan importante y necesaria para dirigir con reflejo acierto las navegaciones, principalmente las que se hacen por altura.»

Despues de la ruina en que desaparecieron hombres y cosas, las nuevas autoridades, tanto políticas, como marítimas y administrativas, residieron en la capital, en donde conservaban sus oficinas, viniendo al puerto sólo cuando las necesidades del servicio lo exigían.

La primera autoridad del puerto tenía entonces el título de Inspector Gobernador del Callao, y existía además un Superintendente Sub Delegado.

A fines del siglo XVIII se formó la Junta de Marina, que la componían el Comandante G. de Marina, Don Tomas Geraldino; Ministro de Marina Don José Manuel de Tagle Isasa, y dos tenientes de Navío, con mando de buque, que lo eran don Josè Nava y Don Antonio Tovar, quienes eran reemplazados por otros cuando iban de viaje.

Esta Junta de Marina cuyos principales Jefes,

así como el capitan de Puerto, residían en la capital, tenían sus sesiones generalmente en Lima, en la casa del Comandante de Marina; pero se reunían también en el Callao, Bellavista, abordo, ò donde lo creían por conveniente. Su misión era vigilar, y proveer en todas las necesidades y circunstancias á la Marina de Guerra.

Por decreto de 15 de Julio de 1799, se cambió el nombre de esta Junta de Marina por la Junta del Apostadero del Callao, cuya primera reunión tuvo lugar el 4 de Agosto de ese año, y en cuya acta, que tenemos á la vista, original, aparece iniciándola el siguiente personal:

Presidente D. Tomas de Ugarte y Liaño, Brigadier de la Real armada y Comandante en jefe de marina, nombrado por S. M., quien á su vez nombró por Vocales á

D. Antonio Barreda, capitán de navío y comandante de la fragata Sta. Leocadia.

D. Felipe Martinez Manrique capitán de fragata y comandante del Bergantin Limeño.

D. José Manuel de Tagle, comisario de Guerra y Ministro de la Real Hacienda.

D. José Pascual de Vivero, Teniente de navío y comandante del bergantín Peruano, y

Provisionalmente, al teniente de navío y comandante de la fragata Princesa D. Jacinto Caamaño y como Ayudante Secretario interino al Alferez de navío D. Ignacio Javier de Roo.

El 11 de Abril de 1804 tomò la presidencia interinamente, el capitán de fragata don Josè Pascual de Vivero, hasta el 8 de agosto de 1809 que pasó al Brigadier, jefe de Escuadra don Joaquin de Molina, volviendo nuevamente en 15 de Setiembre de 1810, á Don José Pascual de Vivero, quien ejerció

el cargo hasta Noviembre de 1816. El último presidente que tuvo el apostadero fué el capitán de Navío y comandante de Marina Don Antonio Vacaro.

A cargo de esta Junta estaba todo lo que se relacionaba, con el Arsenal y la Marina, entendiendo en toda cuestión general y particular que se presentaba en el ramo administrativo y judicial de guerra, pago de sueldos, aumento ó disminución de éstos, gratificaciones, contratación de víveres, reparos de navíos, buenas presas de buques corsarios y contrabandistas.

Así como la Junta de Marina, la del Apostadero se reunía generalmente en Lima en donde estaba radicada la oficina principal, y en donde residían todos los jefes de marina. Sin embargo, de las 297 sesiones que celebró esta Junta en los veintidos años que tuvo de existencia, cuatro tuvieron lugar en Bellavista, treinta y cuatro en el Callao y abordo y 259 en la capital.

Las últimas sesiones fueron de agonías, y se alternaban entre el Callao y Lima, ocupándose solo de ver la manera de salvar la terrible situación económica que les creó la guerra civil, pues no contaba entonces el Gobierno colonial ni siquiera con el dinero necesario para el pago de la manutención de sus soldados.

Esta Junta dió por terminada su misión el 26 de Junio de 1821.

IGLESIAS Y CONVENTOS.

INQUISIDORES Y JESUITAS.

Aunque en 1555 se concedió por el Virrey los solares necesarios para la fundación de la primera iglesia y cementerio, su construcción no se llevó á cabo sino mucho tiempo después, pero sin la solidez que requería una fábrica como esa; lo que se explica si se tiene en cuenta que se trataba entonces de una población que se estaba formando, y á la que todavía no se le daba ninguna importancia.

Este templo, que vino á ser la iglesia parroquial, y que, indudablemente sufrió, con el tiempo. modificaciones y composturas, estaba en ruina en 1689; por lo que el Virrey, duque de la Palata, insinuó á su sucesor la necesidad de levantarla desde sus cimientos; cuya obra fué presupuestada en cuarenta mil pesos.

Los primeros religiosos que se establecieron en el Callao fueron los frailes domínicos, que fabrica

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