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ginándose de semejante confusion que los resultados de los cálculos que por ellos se hagan sean absurdos y falsos. Solo en el libro de muertos se expresan algunas de las circunstancias que hemos indicado, pero no hay medio alguno,. á no ser los datos verbales, para conocer exactamente el alta y baja de enfermos y apreciar su duracion media en las enfermerías. De los libros aparece: que en el bienio de 855 y 856, ingresaron 79 viruelientos de ambos sexos, de los cuales salieron curados 37 y muertos 15. El resto de 27 debe suponerse que quedara de existencia para el año presente, pero no aparece en los libros como tal.

El Supremo Gobierno deberia poner este hospital á cargo de la Sociedad de Beneficencia, ó adoptar cualquiera otra medida capaz de establecer en él un sistema de administracion y de asistencia hospitalaria que no adolezcă de los reprensibles defectos del actual.

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Proporcion entre los 54 muertos y 224 entradas 24 p.8

OTH

HOSPICIOS DE AMENTES.

La circunstancia feliz de estar en obra el edificio que se destina para los amentes de ambos sexos, escusa el harto penoso y sensible trabajo de describir las loquerias, que mas que de refugio ó asilo de séres racionales y desgraciados, ofrecen el aspecto de inmunda; y repugnantes pocilgas. La Beneficencia ha comprendido muy bien que las actuales no eran susceptibles del mejoramiento material que exijen los establecimientos de su clase, para que se logre el primero y mas importante objeto que consiste en hacer recuperar la razon á los infelices que la han perdido.

No existiendo ningun medio de clasificar las diferentes especies de locura de que adolecen los habitantes de las loquerias, porque hasta hoy no se ha pensado entre nosotros en consagrarse á tan necesario estudio, se nota en los şiguientes cuadros la falta de esta indicacion tan importante.

El hospicio de mugeres amentes, está situado en un local interior del hospital de Santa Ana. El de hombres, está accidentalmente, en el Colegio de Huérfanos de San José.

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60

Nacionales....46 Nacionales.. 71 Curados.. 16 Colchones....

1 Extranjeros.. 10 Extranjeros 18 Prófugos. 5 Cucharas de fierro 60

Muertos. 3 Chaquetones....

Ecónomo..
Médico..

1

1

Practicante.

1

Loquero..

Cocinero.

Barbero..

Lavandero.

Portero....

Sirviente de mano.

1

1

1

1

90

Frasadas..

60

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9

56

89

124

725

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Los hospitales de que acabamos de hablar, son los únicos que existen en la actualidad; sin embargo, para que pueda apreciarse el grado de auxilio que, en los antiguos tiempos prestaban á los pobres ciertos hombres, cuya memoria debe ser imperecedera y respetada, creemos oportuno dar una rápida idea de todos los hospitales que tuvo Lima hasta pocos años despues de la emancipacion del Perú.

SAN DIEGO.

CONVALECENCIA DE SAN ANDRES

D. Cristóval Sanchez de Bilbao y su esposa D.a María Esquivel, personas de acreditada virtud, consagraron toda su fortuna al alivio de los menesterosos y en especial de los enfermos: y fundaron en 1591 un hospital llamado de San Diego, para que sirviese de convalecencia á los españoles que se medicinaban en San Andres. Para el efecto, recabaron licencia del Rey, en virtud de la cuál desempeñaron la administracion de la casa, hasta que sabedores de la llegada de algunos religiosos de San Juan de Dios, á Cartajena, los solicitaron, con autorizacion del Papa y del Monarca de España para que vinieran á la capital á hacerse cargo del hospicio.

El Padre Fray Francisco López llegó cuando ya habia muerto Sanchez, y su esposa hizo la entrega del hospital, reservándose el patronato durante sus . dias, y confiriéndolo para despues de ellos al Prior que entonces era, y á los que despues lo fuesen del Orden Hospitalario.

El hospital fué fundado para doce convalecientes que eran asistidos con to

do esmero; el Padre Camacho que sucedió al Padre López, aumentó hasta veinticuatro camas y sostuvo á los enfermos con aseo y abundancia, sin mas rentas que las limosnas que recojia del vecindario.

Tenia el hospital una Hermita llamada de la Legua

en la que habia hermosas viviendas y una grande huerta, destinada al recreo y convalecencia de los religiosos. ***

EL CARMEN.

CONVALECENCIA DE SANTA ANA.

A mediados del siglo XVII, un indio, llamado Juan Cordero, hombre de escasa fortuna pero de gran corazon, se propuso formar un hospital para la convalecencia de los indios que se medicinaban en Santa Ana, al cual dió el nombre de Nuestra Señora del Carmen, por la devocion que profesaba á está vírgen.

Muy al principio estaba la obra cuando Cordero dejó de existir, pero el presbítero D. Antonio de Avila la tomó á su cargo, y reduciendo sus gastos hasta vivir casi en la miseria, consagró toda su fortuna á la continuacion de la fábrica, á la que trasladó su habitacion.

Tan noble ejemplo estimuló á muchas personas para ayudar á Avila, y se formó una especie de Hermandad, cuyos miembros desplegaron tal empeño é interes, que el hospital se concluyó en poco tiempo, habiéndose construido dos hermosas salas, oficinas, celdas para empleados y una regular iglesia.

Abierta ya la casa, llegaron á esta ciudad los hermanos Beletmitas; Avila les suplicó se encargasen de ella, lo cual se verificó, tomando posesion el hermano Rodrigo de la Cruz, prévias las licencias y formalidades necesarias.

La asistencia que los convalecientes recibian era tan esmerada y cuidadosa, que aumentaba rápidamente el número de ellos hasta el punto que faltaban fondos para hacer frente á las necesidades, pues los propios del hospital apénas Ilegaban á 400 $ anuales. Para salvar de tales apuros se recurrió á un arbitrio ya empleado en Guatemala por el Padre Betancour, en un conflicto semejante. Distribuyéronse todos los dias del año entre 365 personas de virtud y de fortuna conocidas, para que cada una costease un dia lo necesario para los enfermos. El proyecto fué mas eficaz de lo que podia esperarse. Los primeros que lo aceptaron fueron el Virey y su esposa, quienes se obligaron á hacer los gastos trèce dias en cada año; siguieron su ejemplo los majistrados y personas mas notables, en tal número, que muchas de ellas se manifestaron resentidas porque no se les hubiese preferido en la asignacion del dia. Entre los mas decididos protectores del hospital, se contaba á D. Luis de Benavente, persona de distincion, y á quien se debieron muchos é importantes servicios.

Mantúvose el hospital, por muchos años, sin otro arbitrio ni entrada, hasta que D. Juan Solano de Herrera ofreció una considerable suma de dinero cuyos réditos sirviesen de renta fija. Esta suma consistia en 40,000 $ que tenia impuestos en la caja real y que producian 2,000 $ al año. Para hacer el ofrecimiento se

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consultó con el hermano Fray Rodrigo, quien le expuso que el hospital tenia bastante con las generosas dádivas de los vecinos, y que los 40,000 $ estarian mejor empleados, aplicándolos á la fundacion de un convento de monjas de Santa Teresa en Guatemala. El donador insistió en su propósito de auxiliar al hospital, y ofreció dar, como dió en efecto, otros 40,000 $ para la fundacion del convento.

Admitida entonces la promesa, otorgó Solano en perfecta salud su testamento é hizo el legado á favor del hospital.

Por muchos años no cambió de parecer, pero poco ántes de morir pretendió revocar la manda para reembolsar los 40,000 $ gastados en el convento de Guatemala. Habiendo comunicado esta intencion á un hijo suyo sacerdote, nombrado José Solano, contradijo éste semejante determinacion, mas no pudiendo convencer á su padre, á pesar de las muchas reflexiones que le hiciera, convinieron en someter el asunto á la decision de la suerte. Al efecto, escribieron tres cédulas, con los nombres de Santa Rosa, el Cármen y Jerusalen; puestas en una vasija y despues de bien revueltas, llamaron á un niño para que extrajese una de ellas, saliendo la papeleta del Carmen en las tres veces que se repitió el sorteo. Con tal acontecimiento quedó Solano convencido de que debia aplicar la limosna á los convalecientes, y los hermanos Beletmitas demostraron al clérigo José Solano su gratitud, nombrándolo solemnemente, patron del hospital.

A esta limosna, se agregaron despues otras aunque no tan cuantiosas. Un individuo, cuyo nombre se ignora, legó al hospital 10,000 $; el Tribunal de la Inquisicion asignó un principal de 5,000 para que con sus productos se pagase un capellan que celebrara misa para los enfermos todos los dias del año; el Rey D. Cárlos II señaló 300 $ anuales; y de la caja de censos y comunidades de indios, se daban 1,000 $ cada año.

Estas rentas disminuyeron al cabo de algun tiempo, y hubo de recurrirse para llenar el déficit que ofrecian, á colectar nuevamente limosnas.

Constaba el hospital de cuarenta y una camas: la asistencia era buena y esmerado el aseo. Los Beletmitas venian todos los dias á Santa Ana á recojer, en un carreton á los convalecientes. Los libros del hospital eran llevados con mucho órden, anotándose en ellos todas las circunstancias individuales de los enfermos. La enfermería de mugeres estaba separada de la de los hombres, y situada en una casa frontera al de estos, y á cargo de una señora de edad y de experimentada caridad. *

que

LA CARIDAD **

En el vireynato del Excmo. Sr. D. Andres Hurtado de Mendoza, segundo Marqués de Cañete, por los años de 1559, hubo en esta capital una epidemia hizo cruel estrago en los habitantes de ella, y en los de los alrededores. La caridad cristiana, á quien sirven de cierto modo de teatro y de triunfo los padecimientos de los humanos, explayó en este general conflicto, todo el ardor de que es susceptible. Entre los que mas señalaron su celo en alivio de los

* El hospital estaba situado en el coavento de Beletmitas, fuera de la portada de Barbones.

** La historia de este hospital es copiada literalmente del "Mercurio Peruano" número 2 del dia 6 de Enero

de 1791

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