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del tratado de Fontainebleau; lo que hacia erà entretener con nuevas proposi❤ ciones á los negociadores, en tanto que acababa de cuajar de tropas la peninsula, no interrumpiendo su envío, para lo cuál, además de los se's mil hombres de guardia imperial que preparó, formó otro cuerpo de diez y nueve mil, llamado de observacion de los Pirineos Occidentales, al mando del mariscal Bessières, duque de Istria. De modo que entre las fuerzas dispuestas à inter

alos pueblos cercanos al Pirineo la pérdida ade sus leyes, libertades, fueros y lengua, y sobre todo el pasar á dominio estrangero. -He añadido: no podré yo firmar la entre ga de Navarra por no ser el objeto de exe«cracion de mis compatriotas, como seria si aconstase que un navarro habia firmado el atratado en que la entrega de Navarra á la «Francia estaba estipulada.....

3. Tratándose de fijar la sucesion de «España, he manifestado lo que el rey N. S. «me mandó que dijese de su parte; y tam-abien he hecho de modo que creo que que «dan desvanecidas cuantas calumnias invenetadas por los malévolos en ese pais han allegado á inficionar la opinion pública en

aeste.

4. Por lo que concierne á la alianza «ofensiva y defensiva, mi celo patriótico ha «preguntado al príncipe de Benevento si se pensaba en hacer de España un equivalenate á la Confederacion del Rhin, y en obliegarla á dar un contingente de tropas, cuabriendo este tributo con el decoroso nom«bre de tratado ofensivo y defensivo. He manifestado que nosotros estanuo en paz «con el imperio francés no necesitamos pa«ra defender nuestros hogares del socorro ade Francia; que Canarias, Ferrol y Buenos Aires lo atestiguan; que el Africa es nula,

etc.

«En nuestras conversaciones ha quedado aya como negocio terminado el del casaamiento. Tendria efecto, pero será un arreglo particular de que no se tratará en el aconvenio de que se envían las bases.

«En cuanto al título de emperador que cel rey N. S. debe tomar, no bay, ni habia edificultad alguna. Se me ha encargado que «no se pierda un momento en responder, á afin de precaver las fatales consecuencias á «que puede dar lugar el retardo de un dia en ponerse de acuerdo.

«Se me ha dicho que evite todo acto hos«til, todo movimiento que pudiera alejar el «saludable convenio que aun puede haacerse.

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Preguntado que si el rey N. S. debia «irse á Andalucía, he respondido la verdad, que nada sabia. Preguntado tambien que si «creia que se hubiese ido, he contestado que «nó, vista la seguridad en que se hallaban concerniente al buen proceder del empe«rador tanto los reyes como V. A

He pedido, pues se medita un convenio, aque interin que vuelve la respuesta se susapenda la marcha de los ejércitos franceses «hácia lo interior de la España. He pedido «que las tropas salgan de Castilla; nada he «conseguido; pero presumo que si viesen «aprobadas las bases, podrán las tropas «francesas recibir órdenes de alejarse de la «residencia de SS. MM.

De abi se ha escrito que se acercaban «tropas por Talavera á Madrid; que V. A. «me despachó un alcance; á todo he satisfecho, exponiendo con verdad lo que me «constaba.

«Segun se presume aqui, V. E. habia sa «lido de Madrid acompañando los reyes á «Sevilla; yo nada sé; y así be dicho al correo que vaya hasta donde V. A. esté. Las tro«pas francesas dejarán pasar al correo, seagun me ha asegurado el gran mariscal del «palacio imperial. Paris, 24 de marzo de «1808.-Sermo. Señor.-De V. A. S.—Euge«nio Izquierdo.>>

Esta carts, que c⚫yó en manos de los enemigos de Godoy por haber llegado despues del levantamiento de Aranjuez, se tuvo por un gran descubrimiento, y como tál la publicó Escoiquiz en su Idea sencilla. Lo era efectivamente para los que ignorabun toda la correspondencia anterior, que nosotros hemos dado a conocer. :

narse, y las que ya lo estaban, sin contar las de Portugal, se aproximaban á cien mil hombres. El mando en gefe de todas ellas le confirió Napoleon, con título de lugarteniente suyo, á su cuñado Murat, gran duque de Berg, el cual se puso tambien pronto en camino para España; tanto que el 13 de marzo se hallaba en Burgos, sin que se supiese todavía el verdadero objeto de la entrada de tanta gente, y de tanto aparato.

Aunque lo mismo las tropas imperiales que sus gefes habian encontrado una benévola y aun cordial acogida en España, de los unos porque suponian dirigirse todos á Portugal, de los otros porque se figuraban venir contra el odiado favorito y á favor de su querido y desgraciado Fernando, de los otros porque las creian de paso para Cádiz para defender nuestra costa meridional de los ingleses, como el gobierno francés hacia propalar, y sobre todo, porque nadie sospechaba que cupiese una traicion tan horrible en un hombre tan grande como Bonaparte; con todo, tan numerosos cuerpos de tropas, tanto silencio y misterio, asi en lo relativo á los tratados como al objeto y movimiento de aquellas fuerzas, no podian menos de llamar la atencion á muchos, y de infundir recelo por lo menos á algunos. El primero que se convenció de la mala fé de Napoleon y de que llevaba un objeto siniestro, fué sin duda el príncipe de la Paz; lo cual no es estraño, porque era tambien el que tenia mas motivos, y de mas largo tiempo, para sospechar de Bonaparte, y aun para creerse burlado por él, de lo cual mostró acabar de persuadirse con la última venida y entrevista de Izquierdo. Asi fué que no contento con manifestar sus recelos y zozobras al rey, hizo que se celebrára un consejo de ministros estraordinario á presencia de S. M., en el cual propuso se exigiera al emperador la suspension del envío de tropas de que España no necesitaba para defender y guardar sus costas, y se le dijese que la mejor manera de mantener la buena amistad entre ambas naciones era que por parte de ambas se cumplieran religiosamente los tratados concluidos. Y como el rey le preguntase qué se haria si Napoleon, haciéndose sordo á nuestras reclamaciones, siguiera enviando tropas, negarles la entrada con firmeza, respondió, y defenderse en caso necesario, hablar á la nacion, y fiar en Dios y en la justicia de la causa.» La resolucion pareció al tímido Cárlos IV. temeraria y desesperada: los demas ministros impugnaron la proposicion, como quienes estaban persuadidos de que si Napoleon traia algun designio oculto, no seria contra los reyes, sino contra alguna otra persona de quien tuviera quejas, á la cual uno de ellos, el de Marína, el bailio Gil, aludió tan poco embozadamente que no le faltó mas que nombrarla. El resultado de este ccnsejo convenció al de la Paz de que sus indicaciones no encontraban éco ni en el gabinete ni en la nacion, y de que en el sentido de provocar un rompimiento se

encontraba en marzo de 1808 tan solo como lo habia estado en octubre de 1806 (4).

Ultimamente, despues de muchas vacilaciones, de muchas pláticas con el rey, de muchos planes ideados y propuestos para conjurar el peligro que Godoy veia inminente, todos acogidos con timidez por el bondadoso é irresoluto Cárlos IV., que no pudiendo comprender la deslealtad que se atribuia á Napoleon (2), siempre respondia que se esperase á que él se esplicára más y manifestára sus intenciones, y que no se provocára su enojo con una resolucion precipitada é imprudente; cuando se vió ya á los franceses apoderados de la manera que hemos dicho de las plazas fronterizas de Cataluña, Navarra y Guipúzcoa, dueños de Portugal y ocupando las ciudades de Castilla, sus intentos envueltos en un misterio sombrío, los enemigos del príncipe do la Paz orgullosos con la confianza de que el objeto era entronizar á Fernan..` do, derribar al valído, y librar de su opresion la monarquía, logró persuadir al monarca de la conveniencia de abandonar la córte donde peligraba ser sorprendido, retirarse con la real familia á lugar seguro, como Sevilla ó Cádiz, escoltado por su leal ejército, esperar alli los sucesos, preparar la defensa, invocar la lealtad de la nacion, y en el caso de una desgracia, retirarse á las Baleares, y aun á los dominios españoles de América, á imitacion de los príncipes de Portugal, confiando tambien en que Europa no consentiria á Bonaparte el despojo y atropello de los Borbones de España.

Para preparar la ejecucion de este plan, hizo reforzar la guarnicion de Aranjuez, residencia entonces de los reyes; proyectó formar un campo militar en Talavera; ordenó á las tropas de Oporto, cuyo dignísimo general Taranco habia fallecido alli victima de un cólico violento, que se volviesen á Galicia; mandó al marqués del Socorro que se retirára del Alentejo replegándose sobre Badajoz; escribió á Junot pidiéndole su consentimento para que Carrafa con su division pasára á guarnecer las costas meridionales de España que se suponian amenazadas por una espedicion inglesa, con cuyas fuerzas y las que estaban acantonadas en las inmediaciones de Madrid y de Aranjuez, y otras que al primer aviso se acercarían á la Mancha, contaba el príncipe

(1) Acerca de esto dice Toreno solo lo siguiente: «Se asegura que el príncipe de la Paz fué de los que primero se conveucieron de la mala fé de Napoleon y de sus depravados intentos.-Pero no dice una sola palabra, ni del consejo estraordinario que con este motivo provocó, ni menos de lo que en él propuso. De lo cual se queja, creemos que en esto con razon, Godoy en sus Me

morias, puesto que lo que pasó en aquel Consejo se supo todo, y no pudo ignorarlo Toreno.

(2) Como de quien acababa de recibir un regalo de dos hermosos tiros de caballos, que más que dádiva de amigo parecia como anuncio o pronóstico de que no habría de tardar en necesitarlos para algun viage forzoso.

de la Paz con reunir un respetable ejército, bastante á proteger con seguridad y sin temor de ser hostilizado la retirada de la familia real á Andalucia. Mas los preparativos no pudieron ser tan secretos como lo habia sido la resolucion; traslucióse ésta, y circuló la noticia, acaso desfigurada; una turbulenta curiosi lad produjo cierta efervescencia en los ánimos, que hizo augurar se atropellarian los sucesos, como así aconteció, desbaratándose todos aquellos planes de la manera que vamos á ver (1).

(1) En ninguna parte se hallan tantas quierdo por medio de un expreso despachay tan interesantes noticias relativas al estado el 11 de marzo y que le alcanzó ántes de do de la córte de España en los tres primeros meses de 1808, como en el tomo V. de las Memorias del príncipe de la Paz. Refié rense alli, con una prolijidad que nosotros no podemos emplear en nuestra obra, todos los pasos oficiales y confidenciales, comisiones, consultas, cartas, consejos y conferencias que mediaron entre los personages que figuraban en este prólogo del gran drama que estaba próximo á representarse. Aun contando con la parte de apasionamiento personal que se supone ha de haber en dichas Memorias, se encuentran en ellas datos y documentos útiles; y de el catejo de éstos con otros que nosotros poseemos, y con los que nos suministran otros escritores, hemos hecho el resûmen ó estracto que damos en este capítulo.

Son importantes, entre otras noticias, las que da del Consejo de ministros celebrado en presencia del rey para tratar del remedio que se podría poner á los males que se veían venir, y de las opiniones que manifestó cada uno; de las últimas instrucciones que traía Izquierdo de Paris; de la carta del rey á Napoleon sobre ellas, que produjo la nota de Izquierdo de 24 de marzo que se interceptó; de la carta del príncipe de la Paz á Bonaparte, que volvió á recoger de lz

Vitoria, pues polia comprometerle si se hacia mal uso de ella; de las instrucciones con que envió al teniente coronel de ingenieros don José Cortés cerca del marqués de Vallesantoro, gobernador de Pamplona, y al teniente coronel de artillería don Joaquin de Osma, cerca del conde de Ezpeleta, capitan general de Cataluña, sobre el modo como en uno y en otro punto se habían de conducir con las tropas francesas, y para que averiguasen cuanto pudiesen de las intenciones de éstas, y le informasen de la opinion y el espíritu de los pueblos; del correo que espidió al capitan general de Valencia y Murcia, previniéndole sobre lo que habia suce..i.o en Pamplona y Barcelona,

sobre los recelos que abrigaba de los designios del emperador de los franceses; de las nuevas que al propio tiempo se recibieron de haberse apoderado tambien de Roma los franceses de un modo semejante en febrero de 1808, etc, etc.-De todo esto nos maravilla que no hayan hecho uso los que en España han escrito historias particulares de estos sucesos, y que ni siquiera lo hayan apuntado como nosotros, siendo general nuestra bistoria, y no pres'ándose por su índole á tantas individualidades.

CAPITULO XXI.

EL TUMULTO DE ARANJUEZ.

ABDICACION DE CARLOS IV.

PROCLAMACION DE FERNANDO VII.

1808.

Quéjase Murat á Napoleon de ignorar su penŝamiento respecto á España.-Respuesta del emperador.-Sospechas y recelos del principe de la Paz.-Proyecta y propone la retirada de los reyes á Andalucía.-Efectos que produce el anuncio de este viage.-Agitacion en Aranjuez.-Proclama del rey.-Siguen los preparativos de marcha.-Primer tumulto en Aranjuez.-Es acometida la casa del favorito, y destruidos y quemados sus muebles.-Ocúltase Godoy.-Es descubierto y preso.-Condúcenle con gran riesgo de su vida al cuartel de guardias.-Conducta del príncipe Fernando.-Segundo alboroto. -Abdica Carlos IV la corona.-Reconocimiento de Fernando VII-Alegría pública, turbaciones y excesos en Madrid.—Idem en provincias.-Ministros del nuevo monarca. -Primeros actos de su gobierno.-Confiscacion de los bienes de Godoy.-Es trasladado al castillo de Villaviciosa.-Entrada de Murat con el ejército francés en Madrid.-Entrada triunfal de Fernando VII.-Frenético entusiasmo de la poblacion.-Conducta indiscreta de Murat -Bando del Consejo.-Pide Murat á nombre de Napoleon la espada de Francisco 1.-Solemne y humillante ceremonia de la entrega.-Vergonzosa correspondencia entre los reyes padres, la reina de Etruria su hija, y el general francés Murat.-Protesta de Cárlos IV. sobre su renuncia, y carta suya á Napoleon.-Confianza de Fernando VII. en el emperador de los franceses.-Anuncia su próxima llegada á Madrid, y manda que le agasajen con esmero todas las clases del Estado.-No viene.-Diputacion de tres magnates del reino para que vayan á felicitarle á Bayona.-Planes de Murat.-Proyecta que Fernando salga á encontrar á Napoleon.

Las intenciones de Napoleon respecto á España no eran todavía conocidas. Ignorábalas el mismo encargado de ejecutar su plan, su propio cuñado Murat, ganeral en gefe de todas las fuerzas imperiales destinadas á España.

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