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CAPITULO XXII.

SUCESOS DE BAYONA.

1808.

(Abril y mayo.)

Impresiones de Napoleon al saber los sucesos de Aranjuez.-Carta á su hermano Luis ofreciéndole la corona de España.-Conversacion con Izquierdo.-Respuesta directa de éste.-Politica del emperador respecto á Fernando VII.-Su carta al gran duque de Berg.-Nuevas instrucciones que le da. -Envía á Madrid al general Savary.-Excitan todos á Fernando á que salga á esperar al emperador.-Anuncios de lisongeros resultados con que le provocan al viage.-Errados cálculos y lamentable obcecacion de los ministros españoles. -Pide Murat que le sea entregada la persona de Godoy.-Savary acuerda desistir de esta pretension.-Se resuelve y anuncia al público la salida del rey.-Nombramiento de una Junta suprema de gobierno -Viaje de Fernando VII.Personas que le acompañaban.-Llegan á Burgos y á Vitoria sin encontrar al emperador.-Recelos de los españoles.-Carta de Napoleon á Fernando recibida en Vitoria.Falaces promesas de Savary.-Proyectos de evasion que se proponen al rey.-No son aceptados. Se acuerda continuar el viaje hasta Bayona.-La poblacion de Vitoria intenta impedirle.-Proclama de Fernando para tranquilizar al pueblg.—Cruza Fernando VII. la frontera, y entra en Bayona.-Recibimiento que le hace el emperador.Conferencia de éste con el canónigo Escoiquiz.—Hace intimar Napoleon á Fernando su pensamiento de destronar los Borbones de España.-Pláticas de aquellos dias.-Conducta de Fernando y de sus ministros y consejeros.-El príncipe de la Paz es sacado de la prision y enviado á Bayona.-Debilidad de la Junta de gobierno.-Godoy en Bayona. -Murat intenta que la Junta reconozca á Cárlos IV. como rey.-Consulta ésta á Fernando.-Su respuesta.-Acuden tambien á Bayona Cárlos IV. y María Luisa -Son recibidos como reyes.-Célebre convite imperial.-Primera renuncia de Fernando en su padre.-Respuesta de Cárlos IV. no admitiendo las condiciones.-Contestaciones entre padre e hijo.-Cólera de Napoleon producida por las noticias recibidas de Madrid.El 5 y 6 de mayo en Bayona.-Renuncia segunda vez Fernando VII. la corona de España en su padre.-La renuncia Cárlos IV en Napoleon.-Carácter de estas renuncias.— Abdica Fernando sus derechos como príncipe de Astúrias.—Internacion de la familia real española en Francia.-Su proclama á los españoles.-Breve juicio de estos sucesos.

Por desgracia los grandes hombres (y es lastimoso achaque de la humanidad) suelen cometer, no solo grandes errores, sino tambien grandes iniquidaTOMO XII. 11

des. A veces los actos de violento despojo y de injustísima usurpacion con que los poderosos atropellan á los débiles y huellan todos los derechos y principios y escarnecen todas las leyes en que descansa el gobierno de las sociedades humanas, son ejecutados por medios grandiosos, que si no cohonestan la violacion, deslumbran y fascinan los ojos de la irreflexiva multitud, de modo que por lo menos se colora y atenúa, ya que no llegue á justificarse y aplaudirse, lo que debiera merecer vituperio é inspirar horror ¡Cuántos grandes crímenes habrá hecho apellidar hechos gloriosos eso que llamamos heroicidad!

Mas cuando á la consumacion premeditada de un acto insigne de usurpacion y de despojo se camina por sendas torcidas, se emplean la hipocresía y el dolo, y á la legítima y permitida astucia sustituye la baja y reprobada artería, y á la noble franqueza reemplaza la aleve perfidia, armas propias de los espíritus mezquinos y apocados, el hombre que esto hace se despeña de la elevacion á que antes se haya encumbrado. La Providencia permite de tiempo en tiempo estas insignes flaquezas para que sirvan de ejemplo y leccion de lo que son las grandezas humanas, y de que tienen como las montañas un límite, traspasado el cuál no hay mas que descenso, y por término del descenso el abismo.

Nosotros que hemos seguido y admirado á Napoleon en sus maravillosas empresas; nosotros que nos hemos confesado á veces como absortos ante la sublimidad de su genio, de sus asombrosas concepciones, de sus agigantados pensamientos, de sus felicísimos planes, de sus fecundísimos recursos, y de sus rápidos y apenas creibles medios de ejecucion; nosotros que le hemos encontrado y reconocido el hombre mas grande en muchos siglos como guerrero y como gobernador, grande hasta en su despotismo, grande hasta en sus extravagancias, y hasta, si cupiera grandeza, en sus injusticias, bien podemos decir con imparcialidad que tan pronto como fijó las miradas de su ambicion sobre España, parecia habérsele puesto delante de los ojos algo que anublaba y enturbiaba su clara imaginacion, algo que empequeñecia y apocaba la magnitud de sus concepciones. Vésele vacilante en los fines, y engañoso en los medios; falaz, no que astuto, con Cárlos IV. y el príncipe de la Paz; insidioso, no que hábil, con el rey Fernando; cruel con los príncipes de Braganza y burlador de la sinceridad de la reina de Etruria; simulado, mas que sagaz, para plagar de tropas suyas la España; desleal, mas que diestro, para apoderarse de sus plazas fronterizas; desconocedor, despues de tantos años de amis. tad y alianza, del carácter del pueblo que se proponia dominar. Creíase estar tratando con el aliado potente y generoso, y se iba á descubrir que se jugaba con quien estaba resuelto á ganar la partida aunque fuese á costa de esconder

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y escamotear las cartas. A los unos los cegaba una credulidad insensata; aľ otro le habia cegado una pérfida malicia. El grande hombre de Europa se estaba empequeñeciendo en España. Parecia haberse trasformado. Dios ciega á los que quiere perder.

La noticia de los sucesos de Aranjuez, aunque no era difícil pronosticar por los antecedentes esta ú otra solucion parecida, no dejó de sorprender, y aun de desconcertar al pronto á Napoleon. Mas tardó muy poco en volver en sí, y entonces fué precisamente cuando salió de vacilaciones y tomó una resolucion definitiva respecto á España. Los pliegos llegaron à Saint-Cloud la noche del 26 de marzo, y el 27 escribió á su hermano Luis, rey de Holanda, lo siguiente: «El rey de España acaba de abdicar la corona, habiendo sido preso «el príncipe de la Paz. Un levantamiento habia comenzado en Madrid, cuando mis tropas estaban todavía á cuarenta leguas de distancia de la capital. Sus habitantes deseaban mi presencia, y el gran duque de Berg habrá entrado alli «el 23 con cuarenta mil hombres. Seguro de que no podré tener paz estable «con Inglaterra sin haber dado un gran movimiento al continente, he resuelto «colocar un príncipe francés en el trono de España... En tal estado he pensado <«<en tí para dicho trono... Dime categóricamente tu opinion sobre este proyec→ «to. Bien ves que no es mas que proyecto, y aunque tengo cien mil hombres «<en España, es posible, por circunstancias que sobrevengan, ó que yo mismo «vaya directamente, ó que todo se acabe en quince dias, ó que ande mas des«pacio siguiendo en secreto las operaciones durante algunos meses. Respónde«me categóricamente: si te nombro rey de España ¿lo admites? ¿Puedo contar «contigo....? (1).» Luis no aceptó la propuesta.

En aquel mismo dia habló Napoleon con el consejero Izquierdo, mostrándosele alegre de verse libre de las obligaciones contraidas, aunque nunca respetadas, de los tratados anteriores, «pues la alianza con el padre, decia, no me obliga de modo alguno con el hijo que se ha ceñido la corona en medio de un tumulto.»> Cuéntase que en una de estas conversaciones preguntó Napoleon á Izquierdo si los españoles le querrian como á soberano suyo, y que éste le respondió con oportunidad: «Con gusto y entusiasmo admitirán los españoles á V. M. como monarca, pero será despues de haber renunciado la corona de Francia.>> Imprevista contestacion, que no sonó bien en sus oidos, y que no dejó de desconcertarle.

Resuelto ya Napoleon á colocar en el trono de España un príncipe de su familia, pero siguiendo siempre en este asunto una marcha hipócrita y tortuosa, indigna de su grandeza, propúsose como primer paso no reconocer á Fer

(1) Documentos históricos publicados por Luis Bonaparte, Paris, 1820

nando VII.; y después, constituyéndose en árbitro entre el padre y el hijo, y bajo pretesto de arreglar sus diferencias, inclinar á Fernando á que fuese á avistarse con él, apoderarse asi de su persona, fallar en favor del padre, en cuyas manos no podia estar mucho tiempo el cetro, bien porque la misma España ya no lo consintiera, bien porque temeroso él mismo de otra revolucion, se le cediese á cambio de un cómodo retiro que le proporcionaria, ó tal vez por resentimiento hacia su propio hijo, ó arrebatársele si era menester, lo cual se le representaba ya fácil. Es muy de notar, que en tan inícuo proyecto anduvieran acordes Napoleon y Murat, aun ántes de recibir aquél las cartas en que éste lo indicaba y proponia una cosa semejante.

Citase, no obstante, una carta del emperador al gran duque de Berg (29 đo marzo), en que no parecia mostrarse muy satisfecho de su conducta, y en que además hacia muy atinadas advertencias y prevenciones sobre su situacion y la de España. «Temo (decia) que me engañeis sobre la situacion de España, como «os equivocais vos mismo. La o urrencia del 20 de marzo ha complicado es«traordinariamente los acontecimientos; me encuentro en la mayor perplejidad. «No creais que atacais á una nacion desarmada, y que no necesitais mas que «presentar vuestras tropas para someter la España. La revolucion del 20 de «marzo prueba que los españoles tienen energía. Teneis que habéroslas con un «pueblo nuevo, que tiene todo el valor y entusiasmo que se encuentra en bom«bres á quienes no han gastado las pasiones politicas. La aristocracia y el clero «son dueños de España: зi temen por sus privilegios ó existencia, provocarán «contra nosotros un alzamiento en masa, que podrá eternizar la guerra. Cuen«to algunos partidarios; pero si me presento como conquistador, me quedaré «sin ninguno... El príncipe de Astúrias no tiene ninguna de las cualidades ne«cesarias al gefe de una nacion; esto no impedirá que para oponérnosle se le «haga un héroe. No quiero usar violencia con los individuos de esa familia; ja«<más es útil hacerse odioso ni exasperar los ánimos. La España tiene mas de «cien mil hombres sobre las armas, y esta fuerza es mas que suficiente para «sostener con ventaja una guerra interior; divididas en muchos puntos, pue«den servir de mucho para el levantamiento general de la monarquía. Os pre«sento todos los obstáculos que son inevitables; hay además otros que vos co«nocereis.... etc. (1).» Pero esta carta, algunas de cuyas máximas hubiera de

(1) Esta carta se publicó por primera vez en el Memorial de Santa Elena. Toreno se refiere á ella muy ligeramente Thiers la copia integra por apéndice al libro XXX. de su Historia del Imperio. Dice este es critor, que despues de muchas indagaciones para acreditar su autenticidad, sobre la

cual tenia no pocas dudas y sospechas, concluyó por adquirir una conviccion de ser auténtica; y esplica la contradiccion del espiritu y sentido de esta carta con el de otras que escribió Napoleon en aquellos dias, diciendo haber sido inspirada y como arrancada por Mr. Tournon (único agente

bido tener muy presentes, y le habria convenido mucho seguir, no fué remitida, porque al dia siguiente (30 de marzo) recibió otras de Murat que le movieron á emprender otra política, aprobó lo actuado y lo propuesto por su lugarteniente, envió nuevas instrucciones, y se lanzó en la peligrosa senda en que le vamos á ver empeñado.

Asi fué que llamando al general Savary, diplomático hábil y de toda su confianza, que acababa de regresar de San Petersburgo, le reveló todo su pensamiento respecto á España, á saber, unirla á Francia variando su dinastía; para esto, atraer á Fernando á Bayona, con la esperanza de que se decidiese en su favor el litigio, y si lo resist a, publicar la protesta de Cárlos IV., y declarar que solo éste reinab en España; una vez puesto Fernando en Bayona, obtener de él la cesión de sus derechos, ofreciéndole una indemnizacion, que podia ser el reino de Etruria: todo esto sin emplear medios violentos, y conduciéndose con lo que él llamaba circunspeccion, y no era sino doblez é hipocresía. Despachó pues á Savary con estas instrucciones verbales á Madrid, y con encargo de confiar á Murat lo que hasta entonces habia sido para él un secreto, en tanto que Napoleon salia de París para Burdeos (2 de abril) con ánimo de trasladarse después à Bayona, llevando en su compañía al ministro Champagny. Cuando llegó Savary a Madrid, ya habia conseguido Murat de la nueva córte el principio de su plan, á saber, que saliera el infante don Carlos (5 de abril) á esperar al emperador, á quien se suponia habria de encontrar en Burgos. Mucho se alegró Murat de ver aprobada su conducta por Napoleon, de haber sido informado de sus proyectos, y mucho más de hallarlos tan en consonancia con los pasos que él se habia anticipado á dar, lo cual le animó á proseguir con la misma ó mayor deslealtad y falsía con que habia comenzado, puesto que ya tenia seguridad de que con esto daba gusto á su cuñado y señor. Solicitó inmediatamente Savary una audiencia particular de Fernando, y en ella, con el aire de sinceridad que constituia una de las condiciones de su carácter, le manifestó que venia de parte del emperador á cumplimentarle, y á saber si sus sentimientos respecto á la Francia eran conformes con los del rey su padre, en cuyo caso S. M. I. prescindiendo de todo io ocurrido, no se mezclaria en los asuntos interiores

frances que reprobaba la espedicion de España) en momentos en que faltaron á Napoleon las cartas de Murat en que esplicaba mejor su conducta, y le comunicaba todo el resultado de los sucesos de Aranjuez y de Madrid. Pero que recibidas estas cartas en Paris al dia siguiente, 39 de marzo, mudo de opinion el emperador, dejó sin curso

la del 29, aprobó la conducta de Murat, volvió á sus primeros proyectos, y se encontró muy de acuerdo con las ideas de su lugarteniente. Este juicio de Mr. Thiers, formado por un detenido exámen de la correspondència que se conserva en los archivos del Louvre, nos parece muy verosimil.

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