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pabellones sobre el frente de banderas, las entregaron á los comisarios españoles, asi como los caballos y la artillería que constaba de cuarenta piezas. De este modo entre los rendidos en Andújar y Bailen, los que luego se rindieron en la Sierra, y los dos mil que habian muerto en la batalla, la pérdida del ejército enemigo pasaba de veinte y un mil hombres: triunfo asombroso para los españoles, y tanto más, cuanto que se ganó á costa solo de doscientos cuarenta y tres muertos y setecientos heridos por nuestra parte. Dióse á Castaños el título de duque de Bailen, y desde entonces llevaron el nombre de aquella batalla dos regimientos, uno de caballería y otro de infantería (4).

Fué ciertamente lamentable y doloroso lo que después pasó con los prisioneros franceses. Contínuamente insultados en los pueblos del tránsito, cuando eran conducidos de Andújar á los puertos donde debian embarcarse, las columnas que los escoltaban tenian que emplear la fuerza para salvarles la vida, y enfrenar á los paisanos que á bandadas afluian y pugnaban por vengarse de los aborrecidos espoliadores de Córdoba y de Jaen. Ilubo desórdenes y desgracias en Lebrija y en el puerto de Santa María; en el primer punto por haberse hallado casualmente en las mochilas de algunos prisioneros mas dinero del que á simples soldados y en tal situacion correspondia tener; en el segundo, á causa de habersele caido á un oficial de su maleta una patena y la copa do un cáliz. Acabó de enfurecer al ya harto irritado paisanage la vista de tales objetos, y acordóse hacer un reconocimiento general de equipages; los más fueron registrados, de muchos se apoderaba la muchedumbre, que no contenta con esto desahogaba su ira maltratando á los infelices prisioneros. Dignos

(1) Respecto á la suerte de los generales vencidos, dice Thiers: «En el archivo de la Guerra existen porcion de volúmenes de documentos relativos à Bailen, con los modelos del interrogatorio, que fueron dictados por el mismo Napoleon, los cuales revelan la opinion que se formaba sobresta campaña. Alli está su correspondencia con el general Savary, la de Dupont con sus subalternos, y el proceso mismo instruido contra los generales Dupont, Marescot, Vedel, Chabert, etc. Napoleon en el primer impetu de su cólera quiso fusilar á cuantos generales tomaron parte en aquella capitulacion. Pero cediendo á las reflexiones del sábio y cuerdo Cambacères y á los propios instintos de su corazon, sometió á un tribunal de bonor, compuesto de los grandes del imperio, el juicio de los asuntos de Bailen. Su sentencia fué la degradacion, y por un decreto imperial se depositaron tres ejempla

res manuscritos de ella, uno en el Senado, otro en el archivo de la guerra, y otro en los del alto tribunal imperial. Cuando despues de la restauracion volvió al favor cl general Dupont, obtuvo un decreto del rey revocanto el imperial, y prescribiendo la destruccion de los tres ejemplares del proceso......-Sin embargo añade que el mismo Napoleon solia decir después. «Du• pont ha sido mas desgraciado que culpable. -Historia del Imperio, lib. XXXI.-Dice tambien el general Foy, que cuando Napoleon vino á España encontró en Valladolid al general Legendre, gefe de estado mayor de Dupont, y que al verle se apoderó de él una crispacion nerviosa, y le dijo: «General, ¿cómo no se os secó la mano cuando fi másteis la infame capitulacion de Andújar?»-Pero Legendre no era el que la habia firmado, aunque en su ajuste hubiera tenido parte.

siempre de reprobacion tales desmanes, y más con gente vencida, algo los atenuaba, aunque disculparlos no puede nunca, el ser cometidos por la irreflexiva plebe, sobreescitada además por el inicuo comportamiento de aquellos en dos principales ciudades de Andalucía.

Menos disculpa cabe, ó por mejor decir, ninguna hallamos para las autoridades españolas que bajo injustificables pretestos dejaron de cumplir la capitulacion. Por uno de sus artículos todas las tropas francesas de Andalucía debian ser embarcadas en buques españoles y conducidas á Rochefort. El general Castaños bien queria que se cumpliese lo estipulado; pero el gobernador de Cádiz, Morla, fué de opuesto dictámen, primero so pretesto de no haber suficientes buques para el trasporte, después sosteniendo abiertamente la inadmisible y funestísima máxima de que no habia obligacion de guardar fé ni humanidad con quienes habian invadido traidoramente el reino y habian cometido tales sacrilegios é iniquidades. Y como si tal doctrina no fuera destructora de todo derecho y repugnante á la razon, y como si un crímen pudiera justificar otro crimen, la junta de Sevilla tnvo la flaqueza de deferir á la opinion de Morla, y las tropas de Vedel como las de Dupont fueron encerradas en las fortalezas y en los pontones de la bahía de Cádiz, y por último, despues de tenerlas en ruda y penosa cautividad, fueron entregadas como prisioneras á merced del gobierno inglés. ¡Cáusanos honda pena que de este modo se empañára el brillo de la gloriosa jornada de Bailen!

Sobre la importancia y trascendencia de la memorable victoria de Bailen nada queremos decir nosotros, porque no se atribuya nuestro juicio á apasionamiento y á esceso de amor patrio. Contentámonos con trascribir lo que sobre ella dice un historiador francés: «No habia en el imperio un general de «division mas altamente reputado que Dupont. La opinion del ejército, de «acuerdo con la estimacion del soberano, le llevaba al primer grado de la mi«licia; y cuando partió para Andalucia, nadie dudaba que iba á encontrar en «Cádiz su baston de mariscal....»-Y mas adelante: «Cuando Napoleon supo «el desastre de Bailen.... derramó lágrimas de sangre sobre sus águilas humi«lladas, sobre el honor de las armas francesas ultrajadas. Aquella virginidad ade gloria que él juzgaba inseparable de la bandera tricolor se habia perdido «para siempre, habia desaparecido el encanto, los invencibles habian sido «vencidos, puestos bajo el yugo, ¿y por quién....? por los que en la política de «Napoleon eran considerados y tratados como pelotones de proletarios insurrectos. Su golpe de vista esacto y rápido penetró en el porvenir. Por la capi«tulacion de Andújar, la Junta, que no era ántes sino un comité de insurgen«tes, vino á hacerse un gobierno regular, un poder. España debió aparecer de arepente altiva, noble, apasionada, poderosa, tál como habia sido en sus tiem

«pos heróicos. La imaginacion borraba de las páginas de la historia los reacuerdos descoloridos de los últimos reyes austriacos y de los Borbones, y en«lazaba y confundia los triunfos de Pavía y las palmas de Bailen. ¡Qué fuerzas «y qué poderio iban á ser necesarios para domar una nacion que acababa de «<conocer lo que valia....! ¡y qué efecto en las demas naciones! La Inglaterra «deliró de gozo: la Europa oprimida se volvió hacia la España, y todos los pue«blos fijaron sus miradas en el punto de donde saltaba de una manera tan im«prevista un destello de luz que habia de alumbrar al mundo (1).»

Estremecióse José Bonaparte en su recien ocupado sólio, asi como el general Savary, cuando supieron de cierto y de un modo oficial la completa derrota de su ejército de Andalucía y la capitulacion de Bailen, que un vago rumor, al cual no acertaban á dar fé, habia hecho ántes llegar á sus oidos. Inmediatamente convocó un consejo de generales y de personas calificadas para ver qué partido habria de tomar. Discordaron en él los pareceres, pero adoptóse el de Savary, que fué abandonar la capital, retirarse al Ebro, y pedir refuerzos á Napoleon. ¡Tan negro se les representaba el semblante de las cosas! Tomaron al efecto sus disposiciones: hicieron replegar en aquella direccien á Bessières y Moncey con las fuerzas de Castilla y de Valencia; clavaron la artillería del Retiro y casa de la China, en número de mas de ochenta piezas, é inutilizaron y arrojaron al agua las cajas de fusiles y municiones que no podian llevar; recogieron las alhajas de los palacios reales que les restaba arrebatar, y acordaron su salida para el 30 de julio, dejando á la libre voluntad de los españoles comprometidos por su causa el quedarse ó seguirlos. De los siete ministros del rey José, cinco se decidieron á acompañarle y seguir su suerte, á saher; Cabarrús, O'Farril, Mazarredo, Urquijo y Azanza; dos optaron por permanecer en Madrid, Peñuela y Cevallos. Imitaron el ejemplo de estos últimos los duques del Infantado y del Parque. A juicios diversos dió o asion y lugar la conducta de unos y otros.

(1) Foy, Historia de la Guerra de la Peninsula, lib. VI.-Ademas de la imparcialidad que se observa en este juicio del historiador francés, es sin duda el general Foy uno de los escritores estrangeros que con menos apasionamiento han referido asi los movimientos como los hechos principales y los incidentes que precedieron, acompaDaron y siguieron á esta memorable bata. lla -Thiers, ya que la notoriedad y la evidencia del resultado no coasiente atenuar la importancia de nuestro triunfo, disminuye cuando puede las fuerzas francesas, aumenta con manifiesta inexactitud las españolas,

y procura, para rebajar el mérito de la
accion, atribuir poco á la inteligencia de
los gefes y al valor de las tropas de España,
mucho á la influencia del clima ardiente y
del sol abrasador de julio sobre los soldados
franceses. No negaremos que esto contri-
buyera á su abatimiento, pero tambien en
nuestras filas habi, ademas de los regi-
mientos suizos, muchos soldados naturales
de las provincias del Norte de España, que
ciertamente no serian insensibles á los cua-
renta grados de calor y á los rayos del sol
que sobre sus cabezas caían á campo raso
como sobre las de los franceses.

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Dejemos á otro historiador francés hacer la descripcion de està retirada, que nos gusta oir la verdad de boca de quien no puede ser tachado de parcial, ni siquiera de afecto á España: «Ninguno (dice) de cuantos siguieron «al rey José pudo lograr llevar consigo un criado español: los hombres de «esta condicion quedaronse todos en Madrid: en palacio y en las caballerizas reales habia empleados mas de dos mil individuos, y de miedo que se trata«se de obligarlos á seguir la nueva monarquía desaparecieron de la noche á «la mañana. El rey José, por lo tanto apenas halló de quien servirse en su «retirada... Salió de la córte sin que se le dirigiese ningun apóstrofe insultan«te, porque su persona habia logrado inspirar cierta especie de respeto. La «poblacion vió partir á las tropas francesas con una alegría que era muy na«tural... Desde esta retirada ya no quedaba en la península ni siquiera una «persona que fuese adicta al rey José; ni el pueblo, que jamás le habia queri«do; ni la clase elevada, ni la clase media, las cuales, despues de haber va«cilado un momento por temor á la Francia y con la esperanza de las me«joras que podian esperarse de ella, ya no vacilaban, al ver que la Francia <«misma se declaraba vencida en el hecho de retirarse de Madrid. El ejército <retrogradó lentamente por la carretera de Buitrago, Somosierra, Aranda y «Burgos, y encontrando en el camino numerosas huellas de la crueldad de «los españoles, no pudo contener su exasperacion y se vengó horriblemente «en algunos puntos (1). El hambre, que contribuia poderosamente á exaltar «<su cólera, hizo que nuestras tropas causáran grandes destrozos en su tránsi «to, é iban señalándolo en tan terribles términos, que llegó á su colmo el en<«cono de los españoles (2). Espantado José al considerar los sentimientos que «necesariamente habian de provocar escesos semejantes, luchaba en vano por impedirlos, y solo consiguió herir la susceptibilidad de su mismo ejérci«to, cuyos soldados decian que más valia que se interesára por ellos que le «sostenian, que por los españoles que le rechazaban....

«El rey José y los que le rodeaban, desanimándose por momentos, no se «creyeron seguros ni aun en Burgos... y juzgaron oportuno dirigirse al Ebro, rescogiendo á Miranda para cuartel general... de manera que solo se contem«plaron en seguridad cuando se vieron resguardados por el rio, y teniendo, «ademas de los 25.000 hombres de Madril, mas de 20.000 de Bessières, ulos 17.000 de Verdier, y toda la reserva de Bayona (3).»

(1) Táles como el Molar, Buitrago, Pedrezuela, etc. La villa de Venturada fué com pletamente abrasada y destruida.

(2) Ni el hambre, ni acaso tal cual exceso que los españoles hubieran podido cometer, y menos en aquella carrera que siempre TOMO XII.

habian tenido dominada los franceses, pueden justificar los destrozos horribles que señalaron esta retirada del rey José.

(3) Thiers, Historia del Imperio, libro XXXI.

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CAPITULO II.

PRIMER SITIO DE ZARAGOZA.

GERONA.

PORTUGAL. CONVENCION DE CINTRA.

1808.

Zaragoza amenazada. —Salida de Palafox.-Resolucion del pueblo.-Ataca el enemigo por tres puntos: es rechazado.-Combate de las Eras.-Enérgicas y acertadas disposiciones de Calvo de Rozas.-Recibe Lefebvre refuerzos de Pamplona.-Intima la rendicion á la ciudad. Digna respuesta que se le da.-Accion de Epila desfavorable à Palafox.-Se retira á Calatayud.-Solemne juramento cívico en Zaragoza.-Serenidad de Calvo de Rozas, y entereza del marqués de Lazan.-El general Verdier trae refuerzos á Lefebvre.-Toma el mando en gefe.-Bombardeo.-Ataque general.-Defensa heróica.— Proeza de Agustina Zaragoza.-Maravilloso efecto que produce.-Nuevos ataques.Aparicion de Palafox.-Alegria y entusiasmo popular.-Circunvala Verdier la poblacion.-Puente de balsas en el Ebro.-Combates diarios. - Ruda y sangrienta pelea en calles y casas.-Mortandad de franceses.-Levantan el sitio y se retiran.-Son perseguidos basta Navarra.-Cataluña.-Segunda espedicion de Duhesme contra Gerona.— Confianza y arrogancia del general francés.-Viene á Cataluña una division española de las Baleares.-El marqués del Palacio capitan general del Principado.-Atacan Duhesme y Reille la plaza de Gerona.-Baterías incendiarias.-No hacen efecto.-Alzan los franceses el sitio.-Desastroso regreso de Duhesme à Barcelona.-Portugal.—Auxilios que recibe de España.-Triunfo de los franceses en Evora.-Espedicion inglesa en favor de los portugueses.-Sir Arturo Wellesley.-Nuevos refuerzos ingleses.-Alarma de Junot.-Pónese á la cabeza del ejército francés.-Triunfo de Wellesley en Roliza.-Torres-Vedras.-Batalla de Vimeiro.-Victoria de sir Arturo Wellesley y derrota de Junot.-Armisticio propuesto por los franceses.-Convencion definitiva llamada de Cintra. Es mal recibida de españoles y portugueses.-Profundo disgusto en Inglaterra. -Evacuan los franceses el Portugal.-Restablécese la regencia en aquel rcino, y se disuelven las juntas populares.

Engreido y orgulloso el general Lefebvre Desnouettes con los fáciles triunfos de Tudela, Mallen y Alagon, sobre el paisanage capitancado por los dos

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