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No se mencionaba en ella ni al príncipe regente de Portugal ni á la junta suprema del reino; todo se habia hecho sin la participacion de los portugueses: reclamaron por lo tanto y protestaron algunos generales; levantáronse y se movieron recriminaciones y clamores en el pueblo de Lisboa contra varios de sus artículos, y los españoles se quejaban tambien de la convencion. Mas donde se recibió el convenio con indignacion mas profunda fué en Inglaterra, donde se esperaba que el ejército de Junot por lo menos no saldria mejor libra do de la derrota de Vimeiro que el de Dupont de la derrota de Bailen. Los diarios aparecieron con orlas negras en señal de luto público, y en algunos se grabaron láminas que representaban tres horcas para los tres generales que se habian sucedido en el mando del ejército de Portugal. El cuerpo municipal de Londres elevó al trono una representacion, calificando el convenio de vergonzoso y de injurioso para la nacion inglesa: otras corporaciones representaron tambien en el propio sentido; y en su virtud el gobierno mandó comparecer á los tres generales, Dalrymple, Burrard y Wellesley, para que respondieran á los cargos ante una comision que se nombró para que examinára su conducta. Pero al fin, este tribunal, aunque deshechó los artículos de la convencion que podian ofender ó perjudicar á españoles y portugueses, declaró no haber mérito para la formacion de causa: fallo que tampoco agradó generalmente y se censuró mucho. Y por último la convencion fué ejecutada con lealtad en todo lo que dependia de la autoridad inglesa.

Penosos fueron para los franceses los dias que tuvieron que pasar en Lisboa, no oyendo por todas partes sino insultos, amenazas y gritos de muerte, teniendo que acampar en las plazas y en las alturas con la artillería enfilada á las embocaduras de las calles, temiendo siempre ser acometidos por la irritada muchedumbre. Duró aquel violento estado hasta mediado setiembre en que se hizo el embarque, con grande alegría del pueblo lusitano por verse libre de los franceses. De los veinte y nueve mil hombres que Napoleon habia enviado á Portugal volvieron á Francia veinte y dos mil. Los prisioneros españoles que

por su conducta política durante la ocupa cion de éste pais por el ejército francés; y todos los que han continuado en el ejercicio de sus empleos, ó que los han aceptado durante el gobierno francés, quedan bajo la proteccion de los comandantes ingleses.....

18. Las tropas españolas detenidas à bordo de los navíos en el puerto de Lisboa, serán entregadas al general en gese inglés, quien se obliga á obtener de los españoles la restitucion de los súbditos franceses,

sean militares o civiles, que bayan sido detenidos en España sin haber sido bechos prisioneros en batalla, ó en consecuencia de operaciones militares, sino con ocasion del 29 de mayo y dias siguientes.

19. Inmediatamente se hará un cange de prisioneros de todas graduaciones que se hayan hecho en Portugal desde el principio de las presentes hostilidades.....

Dado y concluido en Lisboa á 30 de agosto de 1808.- Firmado. -Jorge Murray, Kellermann.

estaban detenidos en Lisboa ó gemian en los pontones, en número de tres mit quinientos, procedentes de los cuerpos de Santiago, Alcántara, Valencia, y regimientos provinciales, y que habian de ser entregados al general inglés, se embarcaron á las órdenes del general don Gregorio Laguna, y desembarcaron en octubre en los puertos de la Rápita de Tortosa y los Alfaques. En Portugal fué restablecida la regencia nombrada por el príncipe don Juan, y se disolvieron las juntas populares.

Terminaremos este capítulo con las palabras de un historiador francés: «Hé aquí, dice, cuál era nuestra situacion en agosto de 1808 en aquella España que tan precipitadamente habíamos invadido, y cuya conquista habíamos creido tan fácil. En el Mediodía lo habíamos perdido todo, despues de dejar prisionero uno de nuestros ejércitos. A consecuencia de este descalabro habíamos abandonado á Madrid, interrumpido el sitio de Zaragoza... y retrocedido sobre Tudela, y la única division que no habia evacuado la provincia cuya ocupacion se le encomendára, á saber, el reino de Cataluña, habíase visto en la precision de encerrarse en Barcelona, bloqueada del lado de tierra por innumerables miqueletes, y de la parte del mar por la marina británica.» Y hablando de la convencion de Cintra añade: «De manera que desde fines de agosto quedó evacuada hasta el Ebro toda la península, invadida tan fácilmente en febrero y marzo. Dos ejércitos franceses habian capitulado, honrosamente el uno y de una manera humillante el otro: los demás no ocupaban ya mas terreno que el que media desde el Ebro á los Pirineos.... En un instante perdimos nuestro renombre de lealtad, y el prestigio de invencibles que habia. mos adquirido....

CAPITULO III.

LA JUNTA CENTRAL.

NAPOLEON EN ESPAÑA,

1808.

(De agosto á noviembre.)

Conducta del Consejo despues de la salida de José Bonaparte.-Se arroga el poder supremo.-Disgusto con que lo reciben las juntas.-Reconócese la ne cesidad de crear una autoridad soberana.-Opiniones y sistemas sobre su forma y condiciones.-Prevalece el de la instalacion de una Junta Central.-Cuestiones con el Consejo.-Pretension desairada del general Cuesta.-Venga su enojo en los diputados de Leon. -Instálase en Aranjuez la Junta Suprema Central gubernativa del reino.—Personages notables que habia en ella.-Floridablanca.-Jovellanos.-Partidos que se forman.-Es aplazada la idea de la reunion de Córtes.-Organizacion de la Junta.-Quintana secretario.Primeras providencias de aquella.-Se dá tratamiento de Magestad.-Príncipes estrangeros que solicitan tomar parte en la guerra de España, y con qué fines.-Heróicos y patrióticos esfuerzos de la division española del Norte para volver á su patria.-Lobo, Fábregues, el marqués de la Romana.-Tierno y sublime juramento de los españoles en Langeland.-Embárcanse para España y arriban á Santander.-Entrada en Madrid de los generales Llamas, Castaños, Cuesta, y la Peña.-Acuérdase el plan de operaciones.-Tiénese por inconveniente.-Marcha de Blake con el ejército de Galicia desde Astorga á Vizcaya.-Entra en Bilbao.-Pierde aquella villa, y la recobra.-Distribucion de los ejércitos españoles.-Unese á Blake la division recien llegada de Dinamarca. Sitúase en Zornoza.-Posiciones de los ejércitos del centro, derecha y reserva.-Tiempo que se malogra. -Tropas francesas enviadas diariamente por Napoleon España.-Movimientos de españoles.-Malograda accion de Lerin.-Apodérasc de Logroño el mariscal Ney.-Determina Napoleon venir á España.-Su mensage al Cuerpo

Legislativo.-Llega á Bayona.-Distribucion de su ejército en ocho cuerpos.-Accion de Zornoza entre Blake y Lefebvre.-Su resultado.-Retírase Blake á Balmaseda.-El mariscal Victor refuerza á Lefebvre.-Triunfo de los españoles en Balmaseda.- Faltan las subsistencias, y se retira Blake á Espinosa de los Monteros.-Entra Napoleon en España.-Llega á Vitoria.-Toma el mando de los ejércitos, y resuelve emprender las operaciones,

Ocasion parecia ser la salida y alejamiento de Madrid del rey intruso y de sus escasos parciales, la mas oportuna para establecer un gobierno que diera unidad á los que se habian ido improvisando en cada provincia. Que aunque Madrid no era entonces de esas capitales que por su poblacion y riqueza ejercen un influjo poderoso en todos los rádios de la circunferencia de una nacion, é imprimen el sello y fuerzan á seguir el rumbo de sus resoluciones, con todo siempre la que es asiento de la autoridad suprema y residencia del poder soberano, influye grandemente y da aliento y calor á los que están acostumbrados á mirarla como el corazon de la vida oficial, y como el centro de donde emana y se deriva el impulso que mueve todas las ruedas de la máquina del Estado. Mas la oportunidad no se aprovechó, y la capital quedó huérfana de gobierno. La poblacion, acaso amedrentada con el escarmiento del 2 de mayo, y recelosa de que se repitiera si volvian los franceses, no le nombró. La junta suprema que habia dejado establecida Fernando VII. se habia desautorizado á sí propia dando validez á las renuncias de Bayona, y sometiéndose á la autoridad de los subdelegados de Napoleon. Quedaba el Consejo de Castilla, no mejor conceptuado que aquella, por su conducta, vacilante y tímida unas veces respecto al gobierno intruso, otras evidentemente censurable y reprensible. Con pocas esperanzas de ser obedecido, aunque con pretensiones fundadas en antiguas preeminencias, por mas que nadie se presentaba á disputarle el poder, tampoco él se atrevia á tomarle, hasta que un desórden ocurrido con motivo del asesinato de un tal Viguri, tachado de mala conducta y de adicto á Napoleon, le deparó ocasion y le alentó á arrogarse el poder supremo, de que habia verdadera necesidad de encargarse alguien, aunque era lástima no hubiese caido en otras

manos.

Mas no tardó en esperimentar aquel cuerpo el ningun prestigio de que gozaba en la nacion, pues habiéndose dirigido á las juntas de provincia y á los generales de los ejércitos, á las unas para que enviaran diputados que en union con el Consejo acordasen los medios de defensa, á los otros llamándolos tambien á la capital, recibió de aquellas y de éstos duras y ágrias contestaciones dándole en rostro con su sospechosa conducta; distinguiéronse por la acritud del lengunge en sus respuestas, entre las juntas las de Galicia y Se

villa, entre los generales don José de Palafox. Mas no por eso desistió de su propósito de constituirse en centro de autoridad, y para sincerarse de los cargos que se hacian á su anterior conducta publicó un Manifiesto á la nacion. Favorecian á su intento ciertas desavenencias y altercados suscitados entre las mismas juntas, cosa no estraña en poderes aislados é independientes, nacidos y formados en momentos difíciles, críticos y de gran perturbacion. Rivalidades y discordias habian mediado entre las de Sevilla y Granada, con motivo de querer aquella que le estuviese ésta subordinada y sometida, haciéndose necesaria para su avenencia la mediacion eficaz de hombres respetables y cuerdos. Habian formado una sola las de Castilla y Leon, pero desavenidas luego con el general Cuesta, retiráronse á Ponferrada, y de allí á Lugo, dondo unidas con la de Galicia intentaron constituir una general que representára todas las provincias del Norte. Sin embargo, Astúrias no se prestó á este plan, ya por rivalidad con la de Galicia, ya porque columbrase y prefiriese una central y suprema.

Reconocian todos los hombres pensadores la necesidad de un nuevo poder, identificado con la revolucion, y que representára la autoridad soberana. Cuestionábase sobre la forma y organizacion que sería mas conveniente darle: halagaba á algunos un régimen federativo que no aniquilara la accion de cada localidad, que podria ser mas directa y activa, y por tanto mas eficaz en la clase de lucha que se habia comenzado; preferian otros la reunion de las antiguas Cortes del reino, como representacion mas nacional, y como institucion ya conocida por muchos siglos y respetable en España; y opinaban otros por una junta central suprema, compuesta de individuos y representantes de las que ya existian en las provincias. Sobre no carecer de inconvenientes los dos primeros sistemas en circunstancias como las de entonces, presentábase el tercero como el mas hacedero y fácil. El bailio don Antonio Valdés, que presidia las tres juntas de Castilla, Leon y Galicia, consiguió persuadirlas á la adopcion de este último, conviniendo en concurrir con el nom bramiento de diputados á formar una central con las demas del reino. Prevaleció en las más esta misma idea; Astúrias, Valencia, Badajoz, Granada y otras dieron pasos en este sentido, y Murcia puede decirse que se habia adelantado á todas, escitándolas en una circular que les dirigió á formar un cuer. po y á elegir un Consejo que gobernara á nombre de Fernando VII. Y hasta Sevilla, no obstante el sentimiento que debia naturalmente causarle descender de la especie de supremacía que desde su instalacion habia ejercido, se adhirió al fin al comun dictámen nombrando individuos de su seno que la representaran en una junta única y central.

La dilacion ocasionada por las anteriores diferencias solo habia venido

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