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eúltimo Indice expurgatorio, para servir de
odique y barrera contra el desbordamiento
de las opiniones y el filosofismo de la Fran-
acia. De este modo, y siguiendo las órdenes
adel poder politico, admitió contra los lite-
aralos, y especialmente contra aqu fios que
alenian relaciones con las universidades, in-
•fini'a denuncias, que si bien rara vez lle-
egaron á producir castigos personales, fue
eron sin embargo lo bastante para encade-
nar el pensamiento é impedir la emision
«pública de ciertas opiniones, que hubieran
«infaliblemente atraido sobre sus autores
«inminentes riesgos. Dejose ver en todas
partes, y bajo sus formas mas borribles, el
edespotismo civil y religioso, desplegando
por do quiera nueva y portentosa energía.
«No había nadie á quien no alcauzase su per-
eniciosa influencia

etc.>

Dificilmente pudiera este escritor haber dicho más, si se hubiera propuesto probar lo poco que conocia la época que juzgaba. Decir que en este reinado la Inquisicion, convertida en instrumento dócil y máquina polit ca del gobierno, y que el despotismo civil y religioso, desplegando por do quiera nueva y portentosa energia, se dejaban ver en todas partes bajo sus formas mas horribles, es desconocer de todo punto la época en que se alzó la condena y se abrieron las puertas de la patria á Olavide, y se le permatiò vivir tranquilo y anchurosamente pensionado; la época en que se acabaron los verdaderos autos de fé, y se cercenó la jurisdiccion inquisitorial, y se vió reducido el Santo Oficio á tentativas de impotentes esfuerzos: la época en que se permitió venir á España á los artistas industriales estrangeros, de cualquiera religion ó creencia que fuesen, prohibiendo á la Inqu sicion molestarlos, siempre que no perturbáran el órden social y obedecieran las leyes civiles del reino: la época en que el rey mismo por su Consejo volvió á la Iglesia española su antigua disciplina, colocándola en cierta independencia de la Santa Sede, reforma que en tiempos posteriores y mas libres nadie se ha atrevido á intentar: la época en que se ena genaban los bienes de capellanías, memorias, obras pías y patronatos laicales, y que se proponia al rey la venta de los de su mis

mo real patrimonio: la época en que los res formadores, en que los propagadores de doc. trinas que pocos años ántes asustaban, eran encumbrados á los mas altos puestos del Estado.

Decir que en el reinado de Cárlos IV. las contiendas literarias no produjeron resultados provechosos, porque feltaba libertad y estaba encadenado el pensamiento, es desconocer completamente la época en que sc peritia impugnar tradiciones como la del Voto de Santiago, y en que las mismas Reales Academias patrocinaban y daban á luz estos escritos: la época en que se imprimian y publicaban sin obstáculo las obras de politica, de legislacion y de derecho público, nacionales y estrangeras, originales y traducidas, que hemos mencionado en esto nuestro capítulo: la época en que al mismo valido le dirigian con toda impunidad escritos en que se demostraban los inconvenientes del gobierno absoluto, y en que se indicaba ya como fundamento de la ley la espresion de la voluntad nacional.

No le negarémos la perniciosa influencia que en politica pudiera ejercer el corrompido favorito; pero respecto á las letras, si por desgracia algunos sábios, como Jovellanos, fueron por él injustamente maltratados y perseguidos, no como sábios sino como politicos, pudo tambien tener presente el autor de la Historia de la Literatura española (que por cierto apenas dá sino ligeros apuntes sobre la historia literaria de los reinados de los Borbones, concretándose en los últimos exclusivamente á la poesia lirica y dramática), tener presente, decimos, que aun en este ramo el ilustre y liberal Quintana era censor regio de los teatros, y Moratin, colocado y protegido por el principo de la Paz, tuvo la satisfaccion de ver puestas en escena desde 1803 á 1806 tres de sus mejores comedias, El Baron, La Mogigata, y El sí de las Niñas, y que cuando una produccion como La Mogigata se representaba libremente y con aplauso, no estaba muy encadenado el pensamiento, ni ejercia gran rigor la Inquisicion, ni desplegaban tanta energía y bajo tan horribles formas el despotismo civil y religioso.

CAPITULO XVI.

INTRIGAS POLITICAS.

LA FAMILIA REAL Y DON MANUEL GODOY.

Principio y motivos de la aversion popular à don Manuel Godoy.-Causas que la alimentaron.-Ceguedad de los reyes y fascinacion del favorito.-Crítica situacion de España y de Europa al encargarse éste del gobierno.-Cúlpanle de todos los males:-Resentimientos de todas las clases del Estado.-Es no obstante objeto continuo de bajas adulaciones:-Mérito que tuvo en haber llevado al ministerio á Jovellanos y Saavedra.Caida de Godoy:-Si influyeron en ella los dos ministros.-Recobra su valimiento el príncipe de la Paz:-Destierro, prision y largos padecimientos del ilustre Jovellanos.Qué parte tuvo en ellos Godoy.-Lo que este suceso aumentó contra él el disgusto público-Principio de las desavenencias entre la real familia.-El canónigo Escoiquiz es nombrado preceptor del principe de Astúrias.-Carácter y designios de aquel eclesiástico: Se apodera del corazon del jóven alumno:-Conspira contra el príncipe de la Paz. -Disgusta á Cárlos IV. y es desterrado á Toledo.-iue correspondencia secreta con Fernando y le visita clandestinamente:-Mútua desconfianza entre los reyes y su hijo primogénito. Enlace de éste con la princesa de Nápoles:-Consejo de Godoy al tratarse esta boda, y significacion que se le dió.-Formacion de un partido Fernandista contra el príncipe de la Paz.-Olio que se profesan los dos partidos.-Inícuos proyectos que recíprocamente se atribuyen.-Dirige Escoiquiz el partido de Fernando.Conspira la princesa de Astúrias contra la política de Godoy.-Correspondencia secreta de María Antonia con su madre la reina de Nápoles.-La descubre Napoleon y la denuncia á Godoy.-Muerte de la princesa de Astúrias, y calumnia que sobre ella se difundió.-Cambian de política los dos partidos de la córte.-Godoy se adhiere á Inglaterra; Fernando y sus parciales se declaran por Francia.-Triunfos de Napoleon.-Esfuer zos del príncipe de la Paz por desenojarle.-Proyectan casar a! príncipe de Astúrias con la cuñada de Godoy.-Accede al pronto Fernando, y lo resiste después.-Es nombrado Godoy Gran Almirante con tratamiento de Alteza.-Indignacion que produce.-Ambos partidos se prosternan ante Bonaparte, y buscan con afan su proteccion.-Relaciones de Godoy con el principe Murat.-Los parciales de Fernando se conciertan con el embajador francés.-Conferencia secreta de Escoiquiz y Beauharnais en el Buen Retiro,

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--Acuerdan que Fernando pida á Napoleon por esposa una princesa de su famuia.—Bumillantes cartas del principe heredero á Beauharnais y á Napoleon.-Son enviadas á Paris. Sucesos que entretanto habian acontecido.-Cómo unos y otros pudieron influir cn los proyectos de Napoleon.-Anúncianse las tristes escenas del Escorial.

Con verdadera amargura en nuestro corazon llegamos á la parte mos desagradable y mas lastimosa de la historia de este reinado, y bien puede haberse traslucido en el escritor la pereza de bosquejar un cuadro en que no pueden emplearse tintas agradables, y que sin poderlo evitar tiene que salir sombreado de flaquezas y miserias, semejantes á aquellas negras nubes que hacen presagiar tormentas, siniestros y calamidades, inmediatas unas, en lontananza otras. Ingrata será de hoy más nuestra tarea, puesto que á cambio de algun suceso grande, honroso, gloriosísimo para nuestra patria, tendremos necesidad de referir larga cadena de cosas y larga série de hechos que asi atormentarán nuestro espíritu como afligían á la nacion que los presenciaba y sufria.

Es evidente que la rápida é injustificada elevacion de don Manuel Godoy produjo tanto disgusto como sorpresa en el pueblo español; que la acumulacion repentina de honores, de cargos, de empleos, de riquezas y de poder en su persona, causó asombro y escándalo. Lo que menos se perdonaba era el origen de tal encumbramiento y de tamaño favor; juventud, inesperiencia, falta de merecimientos, escasez de luces para regir un estado en circunstancias tan difíciles como aquellas, lo habria disimulado más, porque mucho podia suplir, como mucho en verdad suplió, el deseo, el esfuerzo y el ejercicio: pero enemigo siempre el pueblo español de privados y validos, nunca muy indulgente con ellos, lo es menos cuando se levanta el valimiento y la privanza sobre un cimiento que pueda lastimar ó afectar la moralidad social. No era la discrecion dote especial de la reina, ni siquiera la cautela y disimulo: pasábase de bondadoso el rey; y aunque no escaso de comprension, y mas espedito que torpe para el despacho cuando en él por acaso alguna vez se empleaba, dominábale la indolencia, y á trueque de no privarse de sus distracciones y recreos, principalmente del ejercicio de la caza, á que era ciegamente aficionado, y en que invertía cuantas horas podia aprovechar, felicitábase de haber encontrado un hombre que le parecia acreedor á toda su confianza y cariño, en quien descargar los cuidados de la gobernacion y el peso de la monarquía. Eran Carlos IV y el duque de la Alcudia el trasunto de Felipe III. y el duque de Lerma.

Comprendemos hasta qué punto puede fascinar á un jóven, que se encontrára en la modesta posicion de Godoy, verse repentina é impensadamente

siendo el objeto de la predileccion, del cariño, de los favores de una reina, y al propio tiempo el del afecto, de la intimidad, de la privanza del soberano. Alcánzasenos cuánto puede embriagar al hombre así favorecido ver á sus monarcas dispensarle á competencia honores, distinciones, grados y títulos, derramar sobre él dones y larguezas, hacerle opulento, conferirle los mas elevados cargos, constituirle en distribuidor de las mercedes de la corona, y confiarle por último el gobierno, la direccion y la suerte del Estado. Y así como en otra parte insinuamos que no es del todo justo culpar más al que tiene la flaqueza de recibir y aceptar inmerecidos dones que al que tiene la fragilidad de otorgarlos, asi ahora decimos que, atendida la condicion humana, no nos maravilla que ofuscado Godoy con el humo de tanto favor, no advirtiera quo al compás que se elevaba en alas de tan loca fortuna, subia la animad version en unos, la envidia en otros, la censura y la crítica aun en los mas comedidos. Tampoco estrañamos sea verdad lo que él mismo en varios lugares de sus Memorias afirma; que pasado el primer torrente de gracias, satisfecha mas que cumplidamente la ambicion, y cuando á la perturbacion producida por tan súbito y no imaginado engrandecimiento sucedió la reflexion y la serenidad, abochornábase él mismo de verse investido con nuevos cargos, honras y mercedes, que algunas procuraba esquivar, pero que nunca en los oidos de sus soberanos encontraba eco escusa de ningun género. Pudo esto, decimos, suceder muy bien, porque observamos que andaban aun mas preocupados y ciegos los favorecedores que el favorecido.

Mucho en verdad necesitaban estarlo, los unos para tener la candidez de imaginar, el otro para abrigar la arrogancia de presumir que pudieran las manos de tan inesperto piloto regir con acierto el timon del Estado, cabalmente en circunstancias tan espinosas y difíciles como aquellas, cuando el torrente revolucionario de la nacion vecina lo arrollaba todo, cuando no habia ni potencia que no se resintiera ni trono que no retemblára á la violencia de aquel gran sacudimiento, cuando al desbordamiento de la revolucion sucedió el hombre estraordinario que derrumbaba solios, deshacia naciones y desmoronaba imperios, cuando ante el genio portentoso de Francia se ofuscaban y aturdian los mas eminentes y acreditidos políticos de Europa, cuando en la España misma se habia visto amedrentarse, vacilar, andar como desorientados los primeros ministros de Cárlos IV., que habian sido los grandes hombres de Cárlos III. En esta dificilísima situacion fué obcecacion lastimosa la de los reyes, fué presuncion casi heróica por lo temeraria la de Godoy, confiarle aquellos y tomar éste sobre sus hombros el gobierno de la monarquia. No sabemos lo que habria sido de esta nacion, gobernada por otros hombres, rugiendo tan á nuestras puertas el proceloso mar de la revolucion;

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atendida la suerte que corrieron otras mas poderosas, y á cuya cabeza se hallaban esperimentados y eminentes políticos, difícil, si no imposible, hubiera sido que España no sintiera los quebrantos, primero, de la deshecha borrasca que á sus fronteras corria, después, de los irresistibles golpes del gran trastornador y dominador de Europa. Mas por lo mismo que era fácil presagiar desdichas, y no era dable imaginar venturas, debió comprender Godoy que á él, mas especialmente que á otro cualquiera que fuese el gobernante, habia de culpar el pueblo, presente siempre á sus ojos el abominable orígen de su improvisada elevacion, de todos los males que sobre el reino vinieran, de todas las desgracias que se esperimentáran.

Aun suponiendo, como debemos suponer, que le guiara el deseo del bien público, porque creemos que los hombres que suben al poder, si no son por demás depravados, aspiran siempre á la gloria, y por consecuencia al acierto; aunque la práctica del mando fuera supliendo en mucho la falta de esperiencia y de conocimientos con que á él llegára, sucedió, como era de calcular, que la guerra y la paz hechas por él eran igualmente censuradas, cualquiera que fuese el resultado de aquella, cualesquiera que fuesen las condiciones con que ésta se ajustase: que las alianzas como las desavenencias, que la neutralidad como la ruptura con una de dos potencias rivales, ambas mas poderosas que España, sufrian igual crítica; porque como de todos modos venian compromisos que consumian la vitalidad de la nacion, el mal se atribuia á la torpeza del favorito; crecian los apuros del tesoro y las necesidades de los pueblos, y de aquellos y de éstas se culpaba al privado; vendíanse bienes y exigíanse sacrificios al clero, y crecia la animadversion del clero contra el valído. El opulento improvisado daba en ojos á los medianos y humildes que veian menguar cada dia sus fortunas: los grandes y aristocratas ofendíanse do ver decorado con el título de principe á quien poco ántes habian visto escoltar á los príncipes con la bandolera de simple guardia de corps; ¿y cómo la milicia habia de llevar con gusto tener por generalísimo á quien no habia pe leado nunca?

El Consejo de Castilla por su parte llegó á verse ultrajado, y puede decirse vilipendiado y hasta insultado por el rey, que á tanto equivalia el tratarle esplícitamente en una real órden de ignorante, interesado, injusto y venal, y mandar que en adelante ninguna sentencia fuese ejecutada sin que antes so remitiese á la aprobacion de su secretario de E tado y del despacho, y que éste declarase si estaba ó nó fundada en derecho. Semejante real órden y en tan duro y ofensivo lenguaje concebida, produjo de parte del Consejo Supremo una contestacion no menos áspera, irrespetuosa y violenta, asi en los términos como en el fondo, en que, ya por via de queja, ya de reclamacion, ya llamán

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