Imágenes de páginas
PDF
EPUB

SECCION III.

DE LA CIVILIZACION DESPUES DE LA APARICION DEL CRISTIANISMO

Como hemos reseñado en la seccion 2.", corrian los siglos del mundo hasta hace 1856 años. Una civilizacion universal habia absorbido todas las civilizaciones, y levantadose sobre ellos como única y señora de cuanto en el orbe era conocido. Tal era la civilizacion, y tal la irresistible siempre, la triunfadora, y ya la no combatida dominacion romana. Pero este coloso, cuya cabeza coronada de alcázares, de cetros y diademas, rodeada de laureles inmortales, se alcanzaba á ver desde todos los ángulos de la tierra, vendria al fin en ruina, por su propia pesadumbre, por la accion del tiempo, á impulso de elementos ignorados por el mundo ó no temidos; al choque en fin de una pequeña china rodada del monte: las irrupciones del Norte y el cristianismo. La conquista, la dominacion sin miramientos, las guerras sin tregua, la esclavitud sin humanidad, la tiranía, la idolatría universal, la rapiña, los vicios mas repugnantes, las abominaciones de todas clases, eran la ley del mundo.

Tal era el cuadro que ofrecia, y ofrece hoy, á la consideracion del observador el mundo pagano, cuando apareció sobre la tierra el cristianismo. Cuál habria de ser el prodigioso trastorno que vendrian á causar sus doctrinas, y con qué asombro no serian oidas, fácil es comprenderlo. La ley del Evangelio enseña que todos los hombres son hermanos, con lo cual establece entre ellos la mayor igualdad posible y de hecho prescribe y anatematiza la esclavitud. Llama á la muger compañera del hombre, y la saca de la degradacion á que se la tenia reducida, para elevarla al rango de madre de familia: dá á esta institucion fundamental de la sociedad su carácter dulce y benigno, minorando el escesivo rigor conque los padres trataban á sus hijos. Proclama que los pobres y los necesitados son los herederos del cielo, y que los mansos poseerán la tierra, condenando de este

modo la prepotencia de los ricos, la usurpacion y la conquista. No solo condena la prostitucion y el libertinaje; sino que declara transgresion y pecado contra las leyes del cielo el simple pensamento de impureza. Cae ante su doctrina el dogma de la fatalidad, enseñándose al hombre que debe luchar perpétuamente contra sí mismo para vencer sus inclinaciones y mejorar su condicion moral. Inculca el dogma, tremendo para la depravacion, consolador para la probidad y práctica de las virtudes, de la inmortalidad del alma, y de una vida futura. Y ensalza sobre el valor, el heroismo y la abnegacion civica, entonces tan estimados, todas esas virtudes modestas y humildes á que debe la sociedad moderna la mayor parte de las buenas obras que en ella se practican.

¿Será necesario decir que una religion que, luchando de frente con los hábitos, las preocupaciones y los vicios del mundo antiguo, establecia esas admirables doctrinas, modificando con ellas las leyes, las instituciones y las costumbres, mejorándolo todo, ahuyentando con su luz purísima las tinieblas del error, enseñando á la humanidad el camino de la verdad y de la vida, y sacándola de la abyeccion y el envilecimiento en que se veía sumida, habria de ser, como fué, el elemento mas poderoso y universal de civilizacion que ha existido jamás? No, esto no es preciso decirlo, porque nadie lo desconoce; porque comparando las instituciones antiguas con las que autorizó el cristianismo, hallamos demostrado en esta comparacion el grande adelantamiento que le debió el género humano. Cotejemos, sino, la familia pagana con la familia cristiana. Basta decir que en aquella faltaba la muger, con su influencia dulce y benigna y generalmente dotada de espíritu religioso; y que en lugar de ella existía un padre revestido de derechos atroces, que mataba y vendia á sus hijos; para hacer patente la inmensa diferencia que separa una de otra. Ni es necesario continuar estas comparaciones para probar una verdad, que ha llegado á hacerse proverbial à fuerza de sabida, esto es, que el cristianismo es el

gran elemento de la civilizacion moderna; el que los abarca y comprende todos, porque no solo el culto religioso, sino tambien la humanidad, la politica, las ciencias, las letras y las artes han tomado nuevos y brillantes giros bajo su influjo benéfico.

En efecto, la civilizacion cristiana lleva á los hombres à adorar un solo Dios, autor de la creacion, y á honrar á sus escogidos con un culto exento de prácticas supersticiosas. Nos impone el precepto de la caridad en su mas lata significacion, esto es, el amor á nuestros semejantes, el perdon de las injurias, la benevolencia aun con los que nos hacen mal: la caridad, orígen de esas admirables instituciones, ya públicas, ya privadas, con las cuales se alivian las miserias de miles y miles de indigentes. Nos enseña á respetar los poderes constituidos, á obedecer á las autoridades legitimas, á tratar á nuestros iguales con consideracion y á nuestros inferiores con benignidad y dulzura. Sus principios morales son la buena fé en los pactos, la verdad en las palabras, la pureza en las intenciones y la madurez en los juicios.

La civilizacion católica, aunque considera al hombre peregrino en la tierra, no reprueba los progresos y adelantamientos del génio humano y el fomento de los intereses materiales. Solo quiere, y en esto demuestra mas y mas su escelencia, que estos intereses se empleen en el bien; y nunca en el mal: que el rico no consuma su fortuna en la disipacion ni en vicios, sino en fines y empresas loables, necesarias y útiles, para que las riquezas sean instrumento del bienestar social.

Tampoco el cristianismo cierra sus caminos á la industria, ni reprueba la elegancia y el buen gusto en los trages, muebles y objetos de nuestro uso; sino el esceso, el abuso, el lujo y las profesiones ruinosas; y quiere que los brazos, que se emplean en la inútil y peligrosa fabricacion de los objetos que sirven á estos fines, se dediquen á las artes provechosas á la humanidad.

El cristianismo, pues, lleva en su seno el gérmen fecundante de la civilizacion y le imprime con sus principios y doctrinas las mas

suludables tendencias. Todas las exageraciones, y extralimitaciones que hoy se la mentan en el mundo, todo ese refinamiento y aun estragamiento de costumbres, todo eso que se ha convenido en llamar exigencias de la época, está fuera de su espíritu. La civilizacion se veria purificada de ellas, y seria admirable y perfecta, en cuanto pue den serlo las obras humanas, si solo siguiera sus inspiraciones y se atuviera á sus máximas saludables.

Concertémonos ahora al otro elemento, que con el cristianismo derriba la civilizacion antigua para reemplazarla con la actual, despues de las vicisitudes que ha corrido al través de siglos borrascosos..

Roma, como es sabido, degeneró lastimosamente, despues de haber enriquecido al mundo con sus grandes trabajos legales; y al propio tiempo que ella avanzaba en su decadencia y abatimiento, crecia en las selvas del Norte un pueblo, destinado por la Providencia á derramarse lleno de robustez y de vida sobre los paises degradados por la corrupcion, y á introducir en ellos una sábia vigorosa, nuevas instituciones y nuevas costumbres, que serian el fundamento de nuevas leyes. Aludimos á las razas germánicas que represen tan un papel tan importante en la historia, por lo que coadyuvaron al desarrollo de la civilizacion cristiana, cayendo como un torrente devastador sobre el mundo antiguo, al propio tiempo que los discípulos del Crucificado llevaban á todas partes las nuevas doctrinas y la luz del Evangelio. Y ciertamente que la constitucion de los germanos ofrecia un cuadro digno de estudiarse, y formaba un marcado contraste con la de los paises suje tos al régimen de los romanos. Combinadas admirablemente en aquel pueblo salvaje la libertad del hombre con los deberes que sobre el mismo pesaban como miembro del Estado, se vió allí al ciudadano asistido de derechos y prerogativas, concurriendo armado á las asambleas públicas, dando su voto en la eleccion de los gobernadores de las provincias, á la vez que dócil y sumiso á la ley, y reconociendo gustoso la supremacia de una aristocracia arrogante, en que figuraban las

eminencias del saber, ó del poder. De aquí el antiquísimo origen de las cámaras en la constitucion de los pueblos libres; así como en la elecion de jueces sorteados para el conocimiento de las causas criminales, se halla el origen del jurado. Y al par que admiramos la sencillez de sus formas judiciales, y la severidad de los principios que presiden á la administracion de justicia, no podemos ver sin complacencia el nuevo aspecto que en él toma la institucion cardinal de la sociedad; la familia, por el interesante papel que representa en ella la mujer, compartiendo con el hombre los trabajos y penalidades de la vida, y tambien el fruto de las tareas de ambos.

Tal fué el pueblo, que precipitándose desde las selvas del Norte, y derramándose por el mundo, coadyuvó con el cristianismo en la grande obra de su transformacion de la civilizacion de los pueblos: porque la civilizacion verdadera, la que merece por completo el nombre de tal, es la que data desde que en el mundo fueron conocidas y se arraigaron las doctrinas del Crucificado y los gérmenes germánicos.

á un dios de la enbriaguez que á una diosa de la prostitucion, cuyas fiestas se celebraban profanando el pudor de las vírgenes en vergonzosas bacanales. Solo la posicion ó el valor podian aspirar á las recompensas de la vida: para los pobres y los débiles no habia porvenir alguno mas allá de su amarga y oscura situacion en la tierra. El libro del destino tenia escrito de un modo inexorable la suerte de cada cual, y nada era capaz de alterarla; el virtuoso como el criminal, seguian sus caminos sin mérito ni demérito, arrastrados en ellos por una fuerza irresistible. Añadamos que, si bien eran estimadas las cualidades que brillan con justicia en el mundo, como el valor ó el patriotismo, nadie apreciaba ni tenia en estima esas bellísimas virtudes morales, que son el alma de las sociedades cristianas, como la caridad, la mansedumbre, la pureza y tantas otras.

¿Y quién no vé los resultados de la civilizacion cristiana en ese respeto con que hoy se mira la vida del individuo, antes constantemente amenazada, ya por los sacrificios humanos, ya por la voluntad feroz de un tirano, ya por el capricho de un juez arbitrario? ¿Quién no los vé en esas admirables casas de beneficencia, en esos hospitales, en los hospicios, asilos, casas de dementes, donde nuestros hermanos enfermos ó afligidos hallan una mano y como una providencia que mitigue y alivie su infortunio? ¿Quién no los vé en esa fraternidad que hoy enlaza á los hombres, que hace suave el yugo de la autoridad pública y doméstica, y rompe las cadenas de la esclavitud que antes sometian al siervo al látigo ó á la cuchilla de su señor? ¿Quién no los vé en las leyes que hoy rigen á todos los paises, fundadas en principios de estricta justicia, de respeto á los intereses de cada cual, en esa administracion moderna, que como una madre tierna y cariñosa atienda al bienestar y á la comodidad de todos sus hijos, sin olvidar al mas insignificante y desvalido entre ellos, y en esa justicia, donde el pobre triunfa del magnate y del poderoso, y donde á nadie se condena sin un amplísimo juicio, que garantice el acierto y la rectitud del fa

Basta para concebir la inmensa cuanto saludable influencia que ella produjo, tener en cuenta lo que era la sociedad antigua y los principios que la religion cristiana predicó y ha ido haciendo prevalecer poco á poco. En aquella época, y como ya hemos insinuado, la mitad de los hombres era esclava de la otra mitad, que la trataba como á un rebaño de viles animales, la mujer era tambien esclava del hombre é instrumento degradado de sus placeres, sin importancia ni representacion en la familia, institucion que en realidad no existia, porque los hijos eran bienes ó cosas del padre, quien podia venderlos y matarlos; y no era posible que hubiere familia donde solo habia un sér que tuviese el carácter y la consideracion de persona. Los hombres se dividian entónces en dos clases, patronos y clientes, ó aristócrates ó plebeyos, ó ricos y pobres: todos los derechos y prerogativas eran para los primeros; á los segundos se les escluía, como indignos, de los honores y cargos de la sociedad. La religion tributaba culto, lo mismo

llo? ¿Quién no los vé en esas obras admirarables de los artistas cristianos, en esas inspiraciones sublimes comunicadas á los pintores, los poetas y arquitectos, en esas magníficas y suntuosas catedrales, en esos bellísimos cuadros trazados bajo la impresion del sentimiento religioso? Interminable seria el seguir paso a paso la historia de los últimos diez y ocho siglos para ver en todas sus instituciones y costumbres, y en todas las obras de este largo periodo, la saludable influencia de la civilizacion cristiana.

Su desarrollo, en tan largo espacio de tiempo, que no puede reducirse á un bosquejo de breves dimensiones, es ciertamente. digno de nuestra atencion. En él vemos coexistiendo el elemento germánico, representante de las nuevas ideas é instituciones, y el elemanto monárquico, hijo de las tradiciones del antiguo Imperio, bajo la influencia de la Iglesia, encargándose de coadyuvar á la obra de la regeneracion del mundo los grandes hombres que la Providencia suscitó para el cumplimiento de sus altos fines. Así el clero español en la monarquía goda dá en los concilios de Toledo y en el Fuero Juzgo, pasos agigantados en el camino de la civilizacion cristiana, y poco despues Carlo-Magno, en el imperio franco-gálico se dirige al mismo fin por medio de sus grandes conquistas. El movimiento invasor de los pueblos del Norte y del Mediodia se detiene al fin, y chocando entre sí los elementos esparcidos por el mundo nuevo, rotas las tradiciones con el antiguo, nace el feudalismo, única forma de gobierno posible en medio del fraccionamiento de las nacionalidades y de la diseminacion de los pueblos. La influencia de la Iglesia no se muestra de un modo visible en todas partes; pero si se quiere saber hasta qué punto es fuerte y poderosa, recuérdese la magnífica epopeya de la edad media, las Cruzadas: á la voz de un hermitaño que lamenta las desventuras de Jerusalen, acuden millones de almas á la tumba del Salvador, y derraman su sangre por rescatarla de la tiranía de los infieles. Las Cruzadas modifican profundamente el estado moral y social de Europa: el horizonte de

las ideas como la estension de los señoríos, crece por resultado del gran movimiento que produjeron aquellas gigantescas espediciones. Comienza entonces à adquirir preponderancia el principio monárquico, cuya naturaleza flexible, y cuyo carácter de unidad tanto se adaptan á todas las situaciones; y la monarquía se consolida poco á poco, apareciendo en el seno de las sociedades como el mas firme apoyo del órden y de la justicia, que tanto necesitaban ser protegidos, y como el vínculo comun de aquellos Estados, amenazados de la disolucion y de la ruina.

Al mismo tiempo, España, en sus célebres Córtes; Francia, en sus estados generales; Italia, en sus repúblicas, revelan ciertas tendencias hacia la libertad política; pero sus tentativas no dan resultado alguno, porque no existen aun intereses generales, ni una opinion bastante fuerte, y capaz de imprimirles un movimiento uniforme à fin de hacerlas prevalecer. Mas adelante, el siglo XV, vé ya desarrollarse la centralizacion política y social, formarse el espíritu público, nacer las relaciones internacionales, agitarse las ideas y verificarse algunos adelantos en las ciencias y en las letras. Desgraciadamente en el siglo XVI el espíritu de rebelion contra la Iglesia, produce la mal llamada reforma religiosa, y este movimiento reformador trae consigo el libre exámen, una filosofía estraviada y la teoría de los derechos absolutos del hombre, llevada hasta la mas lamenta ble exageracion. De aquí nacieron las revoluciones políticas y sociales de los dos siglos siguientes, que aun hoy trabajan á las naciones, no obstante la reaccion que contra ellas obra el buen sentido y la opinion ilustrada, buscando su apoyo en el catolicismo. Si esta favorable reaccion continúa, como es de esperar; si la fé de nuestros mayores revive, purificada por las tribulaciones que han afligido á la Iglesia; y si el principio de autoridad y de órden prevalece en las sociedades sin ahogar los derechos legítimos del individuo, ni estorbar el libre y desembarazado juego de las variadas instituciones modernas, poco tendrán que envidiar á las generaciones antiguas, las que además participan

de los grandes beneficios de la imprenta, el vapor, los caminos de hierro, la telegrafía eléctrica, y otros descubrimientos portentosos del génio humano en las presentes edades.

es culpable la civilizacion, como no lo es de los malos ejemplos que á veces reciben los pueblos de sus jefes, ó cabezas, ni de la apatía de los gobiernos para la estirpacion de ciertos males, ni de la tolerancia de las autoridades con ciertos desórdenes, ni de la publicacion de ciertas doctrinas corruptoras de la moral y de las costumbres, ni en fin, de los estravíos de los hombres, que ya con sus actos, ya con su aquiescencia, contribuyen á que se perpetúen ó agraven los males que afligen á la sociedad. Grande es la responsabilidad que pesa en esta parte sobre los que dirigen los destinos de las naciones. Si en tanto que, cediendo á sus propias inspiraciones y al estímulo de su interés individual, el génio del hombre hace descubrimientos portentosos, que vienen á dar nueva vida al mundo civilizado y á ensanchar el círculo de las comodidades y de los goces, los gobiernos cuidasen de fomentar y estender la religion; el clero redoblase su celo en el cumplimiento de sus deberes; se procurase generalizar la educacion y llevar á todas partes sus beneficios; se fomentase la moral pública sin permitir la menor trasgresion de sus preceptos; se alentasen la virtud y el mérito con oportunas recompensas, y se castigase la inmoralidad y el vicio; entonces, robustecidos los elementos morales de la sociedad con la proteccion eficaz y decidida del poder público; la civilizacion presente, en la cual los elementos materiales tienen por sí mismos tan gran desarrollo, ofreceria á nuestra contemplacion el mas bello cuadro que haya podido presentar jamás la historia del mundo desde las mas remotas edades. Observaremos en conclusion que, cualquiera que sea el carácter de la civilizacion de un pais, debe tener por base la puntual observancia de las leyes. Cuanto mayor sea el respeto que se les profese, mayor será indudablemente la civilizacion de un pueblo, porque habrá mas moralidad y buena fé, mas regularidad y concierto en todos los actos de la vida; y á la sombra de este órden de cosas se desarrollarán todas las artes, y las ciencias, las industrias y profesiones sociales. La bella máxima de Ciceron de

No se crea que hemos olvidado, al hablar así, los inconvenientes y vicios que acompañan á la civilizacion: ni la sed insaciable de goces, que trae consigo, especialmente en las grandes capitales; ni el desenfrenado lujo que estas alimentan y los inmensos medios á que se recurre para sostenerlo: ni el refinamiento del vicio, la corrupcion de costumbres y el complicado tejido de maldades y de crímenes, que no basta á contener una policía bien organizada, porque el espíritu del mal se infiltra por do quiera, como sutil y mortífero veneno. Tenemos muy en cuenta todos estos vicios y males; pero ellos no son la civilizacion misma; sino su imperfeccion en todo caso, pues no sostenemos; haya llegado el siglo á una civilizacion perfecta: los errores y estravíos, son consecuencia en parte de la flaqueza humana y de causas que ahora no enumeramos. Si condenáramos todas las cosas de que el hombre abusa y en las que hace del bien un instrumento del mal, difícilmente pudiéramos conservar ninguna. Téngase además muy en cuenta que hay diversos géneros de civilizacion, y que esta no supone precisamente un gran movimiento de la vida intelectual, fabril y comercial, ni el lujo y el refinamiento de las costumbres. La civilizacion solo exige cierto grado de ilustracion y de cultura, que puede encontrarse muy bien en esas pintorescas y tranquilas comarcas, alejadas del veneno de las ciudades populosas, donde, no careciéndose de cuanto es necesario para la vida y conduce á hacerla cómoda y agradable, no se esperimenta tampoco esa sed de placeres, esa inquietud febril, ese malestar que aflige al habitante de las grandes capitales, ni fermentan los gérmenes del mal que producen los vicios y los crímenes. Estos son, pues, consecuencia inmediata del carácter que presenta la civilizacion en ciertas localidades, á causa del escesivo aglomeramiento de personas y de intereses. Pero de esto, volvemos á decirlo, no

TOMO IX.

« AnteriorContinuar »