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que para ser libres, era preciso ser esclavos de las leyes, tiene aquí una aplicacion completa é inmediata. Donde la ley no tiene fuerza; donde el capricho de los particulares la viola impunemente; donde los reglamentos que establece la administracion para la policía de las ciudades ó de los campos, aun para el ejercicio de la caza ó de la pesca sin menoscabo de la propiedad privada, no se acatan y obedecen; no hay seguridad para las personas ni para las propiedades, y no puede existir ni desarrollarse la verdadera civilizacion. Por el con trario: à la sombra de este respeto el movi miento social es mas animado y productivo, porque está basado en la seguridad con que cada cual se consagra á sus tareas en bene. ficio propio y de la sociedad en que vive. Un pueblo que respetase sus leyes, que las cumpliese religiosamente, que no se permitiese ningun acto contrario á ellas en ofensa de los particulares ó de la sociedad, llevaria en su seno un precioso gérmen de civilizacion y de cultura. Falta solo que su legislacion sea buena y acomodada al progreso intelectual, moral y material de la época. Y esto toca ya á los gobiernos, que poniendo en armonía las leyes antiguas con las tendencias de los tiempos en que viven, y siempre con las máximas naturales, cuyo gérmen nace, como ingénito, con el hombre, pueden ser los grandes agentes de la civilizacion de su pais.

SECCION IV.

DE LA CIVILIZACION ESPAÑOLA.

De la civilizacion antigua española, poco puede decirse. ¿Qué civilizacion cabe, ó puede suponerse en la despoblacion, en la falta de unidad política, en la dispersion de las gentes, á las que á todas partes sigue, como su sombra, la rudeza primitiva? Así es dado suponer, y así nos dan á conocer los antiguos geógrafos é historiadores, á la España anterior á los romanos. Despues de la entrada y dominacion parcial de estos, la civilizacion ibérica, hasta la venida de Jesucristo, es la romana; pero la romana, por

una parte parcial é incipiente, como lo era la dominacion misma: por otra mezclada todavía con la ignorancia y rudeza precedente: perturbada y contrariada por encarnizadas y prolongadas guerras: al terminar, en fin, este período, la civilizacion decadente de la decadente Roma. Así llegamos á los tiempos de César.

Despues, cuando sobre las ruinas de la república secular se levantó el imperio, amaneció tambien la aurora de la nueva civilizacion del mundo: apareció el cristianismo: y en este segundo período tambien, nuestro trabajo está hecho en la seccion anterior, como parte la civilizacion española de la civilizacion general moderna, objeto de la misma. Bajo tal supuesto, y por lo que hace á los primeros siglos de la era cristiana, grande será por necesidad la analogía, y aun la identidad de principios entre la civilizacion ibérica, y la del resto de Europa: en el desarrollo y actualidad podrá haber circunstancias especiales; y de todo haremos sucinta esposicion.

Antes tenemos que rectificar un supuesto. Tanto en la época anterior al cristianismo, como en la posterior, venimos hablando de España; pero es un hecho, que esta unidad no puede entenderse en realidad, sino de una region geográfica; pues la España política, como unidad general, como estado político, no la hubo, ni antes del cristianismo, ni en muchos siglos despues. Por valor entendido, sin embargo, tomaremos y toma nuestra historia por España para los fines, y en el sentido del presente artículo, aquella parte de la Península, aquella dominacion, cuya civilizacion era superior à la del resto, que prevaleció al fin, y de la cual viene derivándose nuestra civilizacion, el gobierno, las leyes, las dinastías, bajo las cuales se formó y preponderó al fin la España, como unidad política completa, la España goda, la España de la reconquista, la España de los Reyes Católicos: la de los Concilios de Toledo y de las Córtes de Castilla, la del Fuero Juzgo y de las Partidas, la de Felipe II de Cálos III, la España del dia.

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Esta unidad política, trabajosamente for

mada en el transcurso de 19 siglos, y con todas las vicisitudes que encierra este inmenso período, reconoce tres elementos cardinales de su variada y sucesiva civilizacion: el elemento romano: el elemento cristiano: y el elemento germánico. En tésis general estos son tambien los elementos cardinales de la civilizacion europea; pero con circunstancias especiales, como veremos, respecto de España. El tiempo no ha podido, ni podrá borrar la huella estampada en las civilizaciones por la accion de estos tres elementos; y el sello de esta accion civilizadora sobresale aun en las instuciones, y costumbres, hasta de los pueblos setentrionales, que fueron en un principio los mas estraños; y aun del todo estraños, al elemento cristiano, y aun al elemento romano, hasta el abandono de sus bosques para invadir las regiones del imperio. La naturaleza y série de los sucesos divide en seis épocas el período de 19 siglos que tenemos que recorrer.

Durante los tres primeros, la civilizacion española se desenvolvia bajo el influjo únicamente del elemento romano y del elemento cristiano; pero contrariado este por aquel: y sin embargo, uno y otro depositaron en el seno de esta nacion el gérmen perdurable de su accion civilizadora, con la diferencia de que, el elemento romano se estacioLaría en su admirable legislacion, que habia de convertirse en legislacion española; y el elemento cristiano se desarrollaría hasta constituir la Religion dominante y única del Estado. Aun sin haberse contrariado estos dos elementos; los dos tendian, mas el romano siempre; el cristiano siempre tambien por su naturaleza, pero especialmente en la época que recorremos, tendian mas, decimos, al perfeccionamiento del hombre, que al de la sociedad: mas al derecho privado el primero, que al derecho público y desarrollo industrial; y mas el segundo á las costumbres, al hombre privado, como ser viable á una vida eterna. De aquí el resultado inevitable de que la civilizacion española en los tres primeros siglos, sobre ser incompletà, no fué si no un vislumbre de civilizacion: fué la civilizacion romona, que se generalizaba en

España, mientras decaía en el imperio: la civilizacion romana, iluminada algun tanto por la nueva luz evangélica, que ella se esforzaba en estinguir.

En el siglo IV y mitad del V, las cosas cambiaron de aspecto de un modo singular. Constantino el Grande abraza la Religion cristiana: por el oráculo del Concilio de Nicea, entre otros, la luz evangélica despliega magestuosamente su divino fulgor, y hace llegar sus destellos hasta los limites del imperio, así como por destino habian de llegar á los del mundo, y del tiempo: el Concilio de Efeso deificó, digámoslo así, á la Virgen Madre, declarándola Madre de Dios, realzando de este modo, y aun sin pensarlo, á la mujer, que ya un sacramento sublime de la Ley de Gracia, portentosamente civilizador además, habia hecho compañera en vez de sierva del hombre, causando así por solo el hecho la regeneracion de la mitad del género humano, y el mejoramiento providencial de todo él: el elemento romano, en fin, en la esfera principalmente del derecho privado, desplegó, puede decirse, que toda su magnificencia en sus Códigos y compilaciones legislativas, recuerdo imperecedero de su ilustracion, vestigio indestructible de su dominacion universal, tipo perdurable de sucesivas legislaciones, elemento vivo y constante de la civilizacion europea, y aun de la civilizacion del mundo.

Crítica era sin duda para el mundo la época que recorremos. En órden á la civilizacion europea, puede considerársela como la época de los grandes sucesos. Despues de los mencionados, durante este exiguo período tambien, el elemento germánico se lanzó sobre la Europa, como un meteoro que destruye é ilumina al mismo tiempo. El colosal imperio, que tenia por base una república secular, se estremeció, y vino al fin en ruinas. El godo las pisó con audacia, y sobre su huella se levantaron nuevos imperios y nuevos reinos, nuevas nacionalidades políticas. Una de ellas fué España. En ella el elemento germánico, antes que en otra region, asimiló primero, y luego absorvió al elemento romano. Identificóse despues con el ele

mento cristiano, y antes del siglo VIII, sobre el campamento de godos y romanos; de godos, vándalos, suevos y alanos, apareció la España de Recaredo y de Sisenando; la España goda, con sus condes y sus reyes, con sus concilios de Toledo y su Fuero Juzgo; conjunto magestuoso, que no podria presentar igual ninguna de las nuevas nacionalidades, levantadas sobre las ruinas del imperio.

Pero ¿cuál era la civilizacion española durante este período, de dos siglos y medio, al que bien pronto seguiria un cataclismo y una lucha sin ejemplo? Eminentemente y casi esclusivamente moral. El individuo habia sido mejorado en su interior: se habian mejorado las costumbres: el Estado tambien se habia civilizado y engrandecido; pero en lo material la sociedad no se habia desarrollado, ni mejorado en proporcion.

Todavía en las tres épocas que dejamos mencionadas, hay que tomar en cuenta otro hecho notable. El cristianismo, decimos con Mr. Guizot, no tendió por sí en los primeros siglos, y añadiremos que no tiende nunca. directamente y como fin propio, sino al me joramiento moral: como efecto secundario, por su bondad y eficacia trascendental, por la fuerza de las cosas, mejora tambien la sociedad, desarrolla la prosperidad material: condenando la ociosidad preceptúa el trabajo, fuente cardinal de las riquezas y del bien

estar.

Pero en las últimas épocas que llevamos recorridas, sucedió el fenómeno, que, por bien del género humano sin duda, habia de repetirse despues, y probablemente siempre, ó con frecuencia al menos; y es que el elemento político, el elemento romano primero, y el germánico despues, llamaron en su apoyo al elemento cristiano; le franquearon el terreno de la política y del derecho público, y apareció la jurisdiccion temporal, paternal primero, contenciosa despues, de los obispos: el clero tomando parte en las asambleas y elecciones populares y políticas: las Córtes concilios, legislando en lo temporal y eclesiástico, en lo político y judicial.

El siglo VIII inicia una cuarta época en la civilizacion española. Una sola batalla decide de la monarquía goda. El aliento de muerte del guerrero africano enerva con un solo impulso el valor y la energía de la raza de Ataulfo; estingue en aciagos momentos el esplendor, mancilla y aun aniquila las glorias de la España de Recaredo. Al terminar una sola y funesta batalla, la España toda es sarracena, ó alientan sus hi jos por gracia de sus dominadores.

¿Quién preguntará ya por la civilizacion española de los siete primeros siglos? Sin embargo, no se habia estinguido omnimodamente; como no se habian del todo estinguido el valor ni la vida. Aunque reducida á sus antiguos elementos, reaparecerá luchando, para ostentarse despues de siete siglos de lucha sin ejemplo y de glorias, enriquecida, ceñida de laureles, adornada con los despojos de otra civilizacion general, y por largos años dominadora.

Y efectivamante: bien poco despues de la jornada funesta del Guadalete se hallaban frente á frente la civilizacion agarena, y la nueva civilizacion gótico-ibérica: la primera, que en el curso lento del tiempo cambió la vida nómada por la civil y sedentaria: la ociosidad y fiereza selvática por una laboriosidad ejemplar y fecunda: la crueldad por la mansedumbre y tolerancia, revelada por el hecho notable de dejar á los vencidos su religion, sus leyes y sus costumbres: la rudeza del desierto por la galantería, por el refinamiento, por la magnificencia oriental; la segunda de estas civilizaciones, que sin dejar de ser lo que fué, estribando en sus primitivos elementos, el elemento romano, el germánico y el cristiano, acumulará otros nuevos, se desarrollará con nuevas formas, aparecerá al fin vencedora, con nuevo y especial aspecto, desarrollo y grandeza.

Asi fué ciertamente. La unidad española desaparece por el pronto, apareciendo en breve fraccionada: cada campamento era el principio de una nueva nacionalidad; pero iniciada en todos ellos sobre el principio de la monarquía, y bajo la influencia del sentimiento cristiano. La Religion, la Patria, el Rey eran

el lema escrito en las banderas y en el corazon de los guerreros. Asi la lucha se trabó bajo el aspecto, siempre triunfador, y de seguro siempre terrible, de una guerra de reconquista, de religion, y de raza, obrando. cada uno de estos sentimientos con la energía irresistible que les es propia, estremada tal vez, cuando obran por contraste. Asi el sentimiento cristiano era el grito de guerra: la cruz precedia en los combates: el clero alentaba á los guerreros y hasta embrazaba ar doroso la rodela en esta lucha sin tregua; contra la media luna: los obispos asisten con su consejo y prudencia á los Reyes y caudillos, ó ellos mismos acaudillaban, y persua dian con el ejemplo; y al través de los tiempos resultó ya la España de S. Fernando: la España monárquica, la España cristiana, con suclero numeroso, con sus multiplicados mo. nasterios, y órdenes religiosas; con sus fundaciones pías, con sus frecuentes concilios, con sus primorosas catedrales.

Pero durante la lucha no preponderaron solo el elemento monárquico y el elemento cristiano. El sistema de guerra primero, asi como la largueza y hasta prodigalidad de los Reyes despues, hizo á los caudillos grandes propietarios territoriales, que fueron á su vez pequeños Reyes de sus territorios y Estados, yaparecieron las cartas-pueblas, las behetrías, los señores territoriales, los hijos-dalgos, los ricos-homes, los señores de vasallos, los feudos: aparecieron tambien, las villas, en el sentido hoy propio de esta palabra, y segun hemos espuesto en al artículo CIUDAD, es decir, la poblacion rural, antes dispersa, dependiente de las ciudades, se emancipó de estas, se transformó en poblacion agrupada, y digámoslo asi, urbana, se civilizó: nació, en fin, el municipio, ó diremos mejor, se generalizó el municipio, y se disminuyó el poder de las ciudades: modificacion profunda que constituye uno de los caractéres peculiares de esta época: trasformacion política y económica, civilizacion especial, que constituye una verdadera antitesis con la civilizacion romana, entre la España romana y la España de la reconquista.

De ello fueron consecuencias las luchas de

los poderes nuevos, entre los señores y los Reyes; entre los comunes y los Reyes y señores. Superó, al fin, el elemento monárquico sobre el señorial y el municipio, sin destruccion, empero, de este ni aquel; antes quedando arraigado, y diremos tambien que perpetuado el municipio; tanto como quebrantado, y amenazado para el porvenir, el poder de los señores. Los poderes y los elementos separados, las nacionalidades levantadas durante la lucha, ó se habian reunido, ó convergian á la unidad. Los Reyes, con la perspectiva, y casi ya con la posesion de ella, se dedicaron á legislar y organizar en el propio sentido: nacieron por consecuencia los códigos generales, las Córtes, los cuerpos supremos consultivos, gubernativos ó judiciales, la Audiencia real, el Consejo, las Chancillerías: resultó en, fin, el Estado.

Para coronar la obra de la reconquista, para la gran transformacion, y mas bien para la creacion de un Estado, de una unidad y nacionalidad política, de una España que reuniese la unidad política y la unidad geográfica, era necesario sin duda, que, como uno de los grandes fenómenos, de los hechos históricos y trascendentales de esta grande época, ocupasen el Trono de Castilla, Reyes como Isabel de Castilla y Fernando de Araragon: y nacieron, y se unieron estos Reyes. Todo se vigorizó ante su autoridad; todo se regularizó y reformó: á impulsos de su denuedo corrió su última catástrofe y sucumbió para siempre en España el poder de la media luna; y apareció la España de los Reyes Católicos, con sus numerosas y opulentas villas, rivales ya de las ciudades: con su Fuero Juzgo, su Fuero viejo de Castilla y Fuero Real: con su Código de las Partidas, su Ordenamiento de Alcalá, y sus leyes de Toro: con sus Chancillerías y Consejos supremos: sus títulos y Ricos-hombres: sus Córtes v Concilios: su nobleza y sus Reyes: su clero, sus monasterios, sus colegiatas y catedrales: con sus conquistas de Orán y descubrimiento de un nuevo mundo: un Estado, en fin, regularizado y grandioso, cual en ninguna de sus otras regiones podrá entonces presentar la Europa.

La civilizacion de España en esta época era por tanto la mas desarrollada y perfecta, que hasta entonces habia tenido, reuniendo, como heredera de todas, el elemento romano, representado en su legislacion, sus curias, duumviros, pretores, etc., transformados en Ayuntamientos, alcaldes, corregidores, etc.: la civilizacion goda representada, asi hien, en sus condes, en el sentimiento cristiano, en sus Córtes y Concilios, su juicio por los iguales, etc.: la civilizacion arábigo-hispana, toda entera, con su magnificencia oriental, sus miramientos y obsequio poético hácia la mujer, su esmerada agricultura y horticultura, sus cármenes, alcázares y alhambras; toda entera, decimos, pues los hijos del desierto, al ser vencidos, dejaron en la Península cuanto en ella habian aprendido, ó fomentado; no llevando á esconder en el olvido de sus selvas y arenales mas que la vida y la afrenta.

A este grandioso conjunto hay que añadir todavía los nuevos elementos é instituciones peculiares de la época de la restauracion, como las villas, el municipio, el feudalismo, las vinculaciones, etc., siendo el resultado una civilizacion moral, y política en gran desarrollo: una civilizacion material, no en tan lata escala: la civilizacion individual por tanto mas desarrollada que la social; pero una y otra, como no lo habian estado nunca, teniendo presente que reseñamos la época de la reconquista, el período de siete siglos; pero ya se entenderá que, hablando de resultados, nos concretaremos á los últimos tiempos.

De este juicio general fácil es á cada uno deducir una consecuencia, que no es realmente sino un hecho histórico, y es, que para España fué, en su género, la reconquista, lo que las cruzadas para Europa; un gran medio de escitacion en los espíritus, de movimiento en los principios, de adelantos ó modificaciones profundas en la legislacion, de cambio ó desarrollo notable de civilizacion.

El reinado de los Reyes Católicos, mientras cierra gloriosamente una época singular en la historia de la civilizacion española,

es punto de partida para otra nueva, que

podremos hacer extensiva hasta concluir el siglo XVIII. Durante estos tres siglos el hecho ya indicado del descubrimiento de un nuevo mundo, y los adelantos en materia de descubrimientos, debieron influir en el desarrollo social y material, sin perjudicar al desarrollo individual y moral; y sin embargo no fué así. La novedad, las inmensas riquezas que se anunciaban ó se traían, causaron excitacion enérgica, sí; pero tambien deslumbramiento. Se buscaban con violento afan, y påra ello se abandonaban los talleres y la esteva: se ansiaban con impaciencia, y se procuraban sin nimio reparo; perdiendo en ello de ordinario la moral, como el abandono del propio hogar habia hecho perder á la agricultura, á las artes, á las antiguas industrias. Se amplió el comercio de giro y transporte; pero no la reproduccion. Se acumulaba y se gastaba, siendo el objeto ordinario del gasto, mas bien la ereccion de una casa solariega, de un palacio, de una torre almenada, que el plantamiento de una nueva industria, ó el fomento de una antigua: en una vinculacion tambien, siquiera fuera tan exigua, que no sirviera, segun la espresion de uno de los legisladores de ese período, mas que para aumentar la vanidad y la soberbia de sus poseedores, siempre, en fin, propendiendo, y atendiendo, mas à la vanidad, que á la solidez, mas á la perpetuidad del nombre ó de un hecho, que á la reproduccion de las fortunas.

Seis cosas principalmente son notables en la quinta época que recorremos.

1. El sentimiento religioso, tan altamente desarrollado en la anterior, no podia cesar de repente, sostenido como estaba por elementos tan poderosos, arraigado realmente en los corazones, vigorizado por el ejemplo de monarcas piadosísimos y aun santos; y cuando en la empresa ruidosa y gloriosa de conquista, en que la nacion se hallaba empeñada, el pendon de Castilla y la Cruz eran la enseña del guerrero. Las turbaciones heréticas de Europa hicieron temer por la integridad y pureza de este principio, y resultó la Inquisicion; que menos por sí, que por celo mal entendido, no estinguía ciertamente; pero

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