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REVISTA POLITICA

DE LAS DIVERSAS ADMINISTRACIONES QUE LA REPUBLICA MEJICANA HA TENIDO

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Desde que apareció por segunda vez la Constitucion española en Mejico a mediados de 1820, se empezó a percibir en esta republica, entonces colonia, un sentimiento vago de cambios sociales, el cual no tardó en hacer proselitos mas por moda y espiritu de novedad, que por una conviccion intima de sus ventajas que no se podian conocer, ni de sus resultados que tampoco era posible apreciar. Este sentimiento, debil en sus principios, empezó a ser contrariado por una resistencia bien poderosa en aquella epoca, que combinada con otras causas, produjo la independencia. Efectuada esta, nada se omitió para contener el movimiento social y la tendencia a los cambios

politicos que empezaba a ser mas viva, pero que no salia todavia de la esfera de un deseo. Se quiso comprometer en el partido de la resistencia al general Iturbide, pero nada o muy poca cosa se logró en esto, a pesar de que el partido escoces que derribó el trono era el nucleo de semejantes deseos. La voz republica vino a sustituir a la de imperio en la denominacion del pais; pero una y otra eran poco adecuadas para representar, mientras se mantuviesen las mismas instituciones, una sociedad que no era realmente sino el vireinato de Nueva España con algunos deseos vagos de que aquello fuese otra cosa.

A la voz republica se añadió la palabra federal, y esto ya empezó a ser algo; pero este algo estaba tan envuelto en dificultades, tan rodeado de resistencias y tan en oposicion con todo lo que se queria mantener, que no se necesitaba mucha perspicacia para prever la lucha no muy remota entre el progreso y el retroceso, y la ruina de una constitucion que sancionaba los principios de ambos. El empeño irracional de amalgama entre elementos refractarios pasó del congreso al gobierno de D. Miguel Ramos Arispe al Presidente Victoria. El primero pretendió unir en un solo cuerpo de leyes la libertad del pensamiento y de la imprenta con la intolerancia relijiosa, la igualdad legal con los fueros de las clases privilejiadas, Clero y Milicia: el segundo estableció por regla de gobierno repartir por iguales partes los ministerios entre los dos grandes partidos que contendian por la posesion del poder. ¿Que resultó de un tal estado de cosas ? Un sistema de estira y afloja que pudo mantenerse por algun tiempo, pero que no podia ser duradero. Los Estados, instalados apenas, entraron en disputa con las clases privilejiadas especialmente con el Clero. El Congreso general decidia la cuestion con arreglo a las circunstancias, es decir, arbitrariamente. Ni podia ser otra cosa pues no habia regla precedente para el caso, y la decision era determinada casi siempre por la relacion que el pro y el contra

podria tener con la tranquilidad publica, segun las aprensiones de los miembros del Congreso.

Otro tanto sucedia en el gabinete: los ministros sin principios fijos que reglasen anticipadamente su marcha en algun sentido, esponian su opinion al presidente sobre las ocurrencias del momento; este resolvia lo que debia hacerse, y no dejaba de ser comun que estos funcionarios despues autorizasen con su firma una resolucion contraria a la opinion que habian esplicado y mantenian. Asi se mantuvo hasta fines de 1826 el gabinete; no representando ningun principio politico, tampoco era formado ni destituido de una vez. Como en el plan del presidente no entraba que los que componian el gabinete se hallasen acordes en la marcha administrativa, los ministros eran reemplazados sucesivamente y a proporcion que se retiraban como cualquier empleado publico, sin consulta y aun con repugnancia de los que quedaban. Entre tanto, el partido de los cambios y el de la inmobilidad por solo la fuerza de las cosas se iban regularizando; pero ni el primero tenia un sistema arreglado para avanzar, ni el segundo conocia todavia bien los medios de mantenerse; el primero hablaba de libertad y progreso, el segundo de orden publico y relijion; estas voces vagas eran entendidas de diversa manera por cada uno de los afiliados en ambos lados, que no cuidaban mucho de darles un sentido preciso, en razon de que las cosas por entonces eran de una importancia secundaria respecto de las personas.

La misma falta de plan en el cuerpo lejislativo y el gobierno, y aun la versatilidad con que a la vez apoyaban o contrariaban el ataque o la resistencia, que tampoco versaban sobre puntos capitales, contribuyeron a mantener la paz. El partido que se veia desairado una vez conservaba la esperanza de ser apoyado en otra, y esto lo obligaba a ser mas cauto y a combinar mejor los medios de adelantar su marcha o apoyar su resistencia.

A fines de 1826, el progreso estaba en lo general repre

sentado por los gobiernos de los Estados, el retroceso o statu quo por el Clero y la Milicia, y el gobierno general era un poder sin sistema que, por su fuerza muy superior, fijaba el triunfo del lado donde se cargaba en las luchas que, sin haberlas previsto ni calculado, encontraba al paso empeñadas entre el progreso y el retroceso; o, lo que es lo mismo, entre los Estados por un lado, y los obispos, cabildos y comandantes por el otro. Sin embargo, es necesario hacer al gobierno supremo la justicia de confesar, que a pesar de su falta de principios, en las ocurrencias del momento que era llamado a decidir, se declaraba casi siempre por el progreso. La materia sobre que versaban las cuestiones era determinada por la naturaleza de la marcha politica.

Cuando los Estados empezaron a organizar sus poderes constitucionales, encontraban al paso una multitud de puntos en cuyo arreglo tropezaban sin cesar con las pretensiones del clero y de la milicia: las lejislaturas espedian sus leyes, pero las clases privilejiadas se dispensaban de cumplirlas, eludiendolas unas veces, y otras representando contra ellas a los poderes supremos: en aquella epoca, la resistencia que se oponia a los Estados procedia casi esclusivamente del clero, los militares se habrian entonces avergonzado de hacer causa comun con el sacerdocio, y aunque este obtenia algunas decisiones favorables de los poderes supremos, las mas de ellas le eran adversas. Una lucha prolongada entre fuerzas politicas que se hallan en conflicto natural por su orijen y por la oposicion de sus tendencias, no puede mantenerse indefinidamente; ella ha de terminar mas tarde o mas temprano por la destruccion de una o de otra : la constitucion pues, que habia creado una de estas fuerzas y querido mantener la otra, no podia quedar como estaba, y debia acabar por sufrir una reforma fundamental. Esta era la opinion general entre los hombres de Estado que, en aquella epoca, no abundaban, y tampoco se dudaba que la espresa

da reforma, supuesta la marcha de las cosas, debia ser en sentido del progreso.

Sin embargo, ni los hombres de este partido ni los del retroceso tenian todavia un programa que abrazase medidas fijas y cardinales; la imprenta periodica tampoco lo presentaba; y el resultado de esta falta era que los que se filiaban por ambos lados no sabian fijamente a que atenerse, y se encontraban frecuentemente discordes en el momento de obrar. De esto resultaba que ni uno ni otro partido tuviesen el sentimiento de sus fuerzas, y que evitasen el entrar en lucha abierta, preparandose para la que debía verificarse en 1830, epoca designada para abrir la discusion de reformas constitucionales.

La marcha se habria prolongado pacificamente hasta este año, y el termino de la lucha, segun todas las probabilidades, habria sido por el lado del progreso, si como habia sucedido hasta entonces hubieran continuado esclusivamente en accion sobre la escena publica las fuerzas politicas reconocidas en la misma constitucion, es decir, los Estados por un lado y el Clero y la Milicia por el otro. Entonces los ciudadanos se habrian agregado segun sus ideas e inclinaciones a estos centros constitucionales, y el triunfo habria sido adquirido a su tiempo por quien conviniese, de un modo pacifico, y sobre todo legal. Pero este orden de cosas vino a turbarse por ocurrencias que desencajaron de sus cimientos el edificio social. Dos partidos estra-constitucionales aparecieron sobre la escena publica a fines de 1826, con el designio de atraerlo todo a sí, desencajando de sus bases los centros de actividad (Estados, Clero y Milicia), y el poder neutro moderador (Gobierno supremo).

Los Escoceses y Yorquinos, tales como aparecieron este año, y siguieron obrando en adelante hasta la destruccion de ambos, tuvieron por primero y casi unico objeto las personas, ocupandose poco o nada de las cosas: ellos trastornaron la marcha legal, porque de grado o por fuerza

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