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sometieron todos los poderes publicos a la accion e influencias de asociaciones desconocidas en las leyes; y anularon la federacion por la violencia que hicieron a los Estados, y la necesidad imperiosa en que los pusieron de reconocerlos por centro unico y esclusivo de la actividad politica. Los Estados y los Poderes supremos, el Clero y la Milicia fueron todos mas o menos sometidos a la accion e influencias de uno u otro de estos partidos.

El partido escoces nació en Mejico en 1813, con motivo de la Constitucion española que se habia publicado un año antes; el sistema representativo y las reformas del Clero, iniciadas en las Cortes de Cadiz, constituian su programa; el mayor numero de iniciados en el, era de Españoles por nacimiento y por sistema; pues de los amigos de la independencia o Mejicanos solo se le adirieron D. Jose Maria Fagoaga, D. Tomas Murfi y D. Ignacio Garcia Illueca.

La abolicion de la constitucion española en 1814 no aniquiló el partido sus notabilidades procedieron de un modo mas circunspecto, por temor de la Inquisicion : y su vulgo, que consistia en una multitud de oficiales de los rejimientos espedicionarios españoles, se constituyó en lojias del antiguo rito escoces. Estas empezaron a hacer proselitos, a difundir la lectura de multitud de libros proibidos, y a debilitar por una serie de procedimientos bien calculados, la consideracion que hasta entonces habia tenido el Clero en la sociedad; y se manejaron con tales reservas y precauciones que la Inquisicion no tuvo ni aun sospecha de que existian. En 1819, era ya considerable el numero de sus adeptos, pues los Mejicanos, desesperando por entonces de la causa de la independencia, empezaban a tomar gusto a lo que despues se llamó la libertad.

El oidor D. Felipe Martinez de Aragon era el gefe de estas asociaciones, cuya existencia fué conocida y tolerada por el virey Apodaca, que a impulso de ellas publicó

la Constitucion española en el siguiente año de 1820, antes de recibir la orden de la metropoli para hacerlo. La Constitucion fué considerada por los Mejicanos no como un fin, sino como el medio mas eficaz para lograr la independencia; pero desengañados de que para realizarlo no les convenia reñir con los Españoles, sino al contrario contar con ellos para todo, se resolvieron a hacerlo, y lograron por este medio la cooperacion de algunos y la tolerancia de todos. En este punto, trabajaron con empeño y buen exito el partido y las lojias escocesas.

En 1821, en que ya se proclamó la independencia, hubo una exision en el partido y en las lojias: los Mejicanos que en ellas se hallaban las abandonaron, y los mas de ellos se agregaron a la division independiente del general D. Nicolas Bravo, donde se formaron las primeras lojias puramente mejicanas: ellas fueron el nucleo de las que despues se difundieron por toda la Republica, y a las cuales se agregaron todos los Españoles que habian sido masones, y quedaron en el pais. El partido del progreso en aquella epoca estaba compuesto de un numero muy corto de personas, y el Clero urjia por reparar las perdidas que habia hecho en el corto periodo constitucional de la dominacion española: las elecciones para el congreso constituyente estaban proximas, y se corria gran riesgo de que estas fuesen en sentido del retroceso. ¿Qué hacer pues en este caso? Los que representaban el progreso admitieron, sin ser ellos mismos masones, la cooperacion que les ofrecian las lojias, y estas se manejaron con tanta actividad, que, sin violar en nada las leyes, lograron en las elecciones una mayoria bien pronunciada contra el Clero, que era por entonces la clase mas empeñada en que el pais contramarchase.

Las escesivas pretensiones del gefe de la independencia, y la poca disposicion del partido del progreso a condescender con ellas dió lugar a una multitud de pequeñas y mutuas hostilidades, que vinieron a parar en un

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rompimiento abierto. El Clero se declaró por el general Iturbide y lo aduló hasta el esceso: los obispos, los cabildos, los frailes y hasta las monjas, lo impulsaban de todas maneras a que repusiese las cosas (salva la independencia) al Estado que tenian en el año de 1819. Iturbide, a quien la historia no acusará de esta falta, cometió la gravisima de proclamarse emperador y disolver el Congreso el trono se desplomó y a su caida contribuyeron a la vez las faltas del emperador y los esfuerzos de los Escoceces. Estos, en su mayoria, proclamaron una republica que, siendo central, no estaba en armonia con los deseos de las autoridades de las provincias, que de una manera o de otra, se declararon por la federacion y obligaron al Congreso a dejar el puesto.

Los Escoceses perdieron este punto importante de organizacion y mas adelante la eleccion del presidente : la nacion habia salido ya de su tutela, y ejercia por sí misma los actos de soberania demarcados en sus leyes. Desde entonces el partido escoces empezó a fundirse en la masa nacional, y las lojias, sus auxiliares, dejaron de reunirse por solo el hecho de haber perdido su importancia. La fusion continuó en los años siguientes, y este elemento de discordia, a mediados de 1826, habia casi desaparecido de la faz de la Republica, cediendo el puesto a las fuerzas politicas creadas, o reconocidas bien o mal, por la ley constitutiva.

Pero en este mismo año apareció como por encanto el partido yorquino, fulminando amenazas, anunciando riesgos, sembrando desconfianzas, y pretendiendo cambiar de un golpe el personal de toda la administracion publica en la Federacion y los Estados. Los defensores de este partido, que han sido muchos y entre ellos hombres de un talento no vulgar; hasta aora no han podido presentar un motivo racional ni mucho menos, patriotico de la creacion de un poder tan formidable, que empezó por desencajarlo todo de sus quicios, y acabó cubriendo de

ruinas la faz de la Republica, sin haber establecido un solo principio de progreso. Rejistrando la constitucion, los periodicos, las producciones sueltas, y los actos de la marcha del partido yorquino en todo el tiempo que dominó en la Federacion y en los Estados; se encuentra un vacio inmenso cuando se pretende profundizar sus designios en orden a mejorar la marcha de las cosas, y se advierte bien claro lo mucho y eficazmente que en el se trabajó para los adelantos de fortuna y consideracion, relativos a la suerte de las personas.

Este partido, a diferencia de su contrario, estaba todo en las lojias yorquinas, y sus elementos provenian de dos fuentes que nada tenian de comun; a saber, los descontentos de todos los cambios efectuados despues de la independencia, y las clases infimas de la sociedad, que entraban a bandadas seducidas por un sentimiento vago de mejoras que no llegaron a obtener. Los gefes ostensibles de la asociacion, a lo que parece, eran impulsados por un principio puramente personal: D. Lorenzo Zavala, D. Jose Ignacio Esteva y D. Miguel Ramos Arispe se creian como desairados, de no tener la consideracion ni * la influencia que otras notabilidades disfrutaban en los negocios publicos, y el Sr. Poinset sufria grandes mortificaciones de que su patria no influyese en la politica del pais de una manera predominante.

Los Escoceses habian cometido graves faltas en el triunfo obtenido sobre el partido del general Iturbide; algunos actos de felonia y repetidos actos de injusticia y proscripcion formaron una masa considerable de descontentos, que suspiraba por una organizacion cualquiera para facilitarse la venganza. El presidente Victoria, que no se contentaba con el voto nacional, pretendia tener un partido que le fuese propio como suponia lo era del general Bravo el Escoces, y, con este objeto, quiso hacer suyo el de Iturbide, organizando la sociedad de la Aguila Negra, en la cual deberia tambien admitirse una parte de los an

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tiguos insurjentes. Poco o nada se hizo en esto, entre otras causas, por la incapacidad de Tornel, favorito del presidente; pero los elementos quedaron y se pusieron en accion al establecimiento de las lojias yorquinas, cuyo primer efecto fué reanimar las escocesas medio muertas.

Ya tenemos aquí un partido frente del otro, ocupados sino esclusiva, a lo menos primariamente de las personas, y sacrificando a el el progreso de las cosas. La proscripcion de los Españoles, con todas sus perniciosas consecuencias; las violencias en los actos electorales; los pronunciamientos o rebeliones de la fuerza armada contra las leyes y las disposiciones de la autoridad; constituyen la marcha, o, mejor dicho, el desconcierto administrativo en los años de 1827 y 1828. De grado o por fuerza, las lejislaturas y gobiernos de los Estados, lo mismo que los poderes supremos, se vieron obligados a dedicar su atencion a tales ocurrencias, y se hallaron mas o menos sometidos a la influencia de estas pasiones asoladoras, puestas en accion por los Yorquinos y Escoceses.

En medio de tal desorden las personas de principios fijos y de ideas sistemadas en la marcha politica, veian con pena la facilidad con que los hombres publicos renunciaban sus convicciones de conciencia, o las sacrificaban a los intereses momentaneos de la lucha empeñada entre las masas. Estos hombres que nada podian hacer se reservaban para mejor ocasion reusando con firmeza aderirse a la marcha apasionada y ardiente de las partes belijerantes; pero a muchos de ellos que ejercian funciones publicas les era imposible prescindir de las cuestiones que la violencia de las cosas llevaba a su decision; y los otros se hallaban mas o menos afectados por los sacudimientos del torrente cuyos efectos se hacian sentir en todas partes. Se veian pues violentados a dar su dictamen sobre la conveniencia de medidas que habrian querido alejar de la discusion publica por la odiosidad de su materia y objeto. Claro es que personas que se hallaban per

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